Encargo de madrugada (Reneé)

Dejé caer el cigarrillo al suelo pisándolo con el gruso tacón de las botas negras que se ajustaban hasta por abajo de la rodilla. Era una noche bastante fría y la humedad del ambiente lo empeoraba. A pesar del abrigo que me cubría podía notar aquellas rachas de viento gélido.

Aparté de una patada una sucia hoja del periodico del día donde podía ver la foto del local incendiado. Según decían había había bastantes víctimas si contábamos humanos y licántropos. Lo había leído aquella misma mañana. Al final de página anotaban la desaparición de dos de los presentes a los cuales conocía, uno más de vista que otra cosa... y Nicole...
Tendría que estar atenta, los lobos no tardarían en contraatacar, y a pesar de que la Esvástica de plata se llevaría la mayor parte la Camada también había metido la mano y acabaría quemada.

Pero el negocio seguía y allí me encontraba apostada en la entrada del metro, a aquellas horas de la madrugada no abría mucha gente. Miré el reloj por segunda vez consecutiva, la primera lo había hecho sin prestar atención a la hora, tenía la mente en otra parte.
Ahora las revueltas y los ataques eran más esporádicos y no faltaban los encargos de silenciar aquello antes del gran golge que sabían que los lobos darían.

Al menos no pasaría la noche sola, lo de trabajar en equipo no era lo mío, pero siempre sería bueno que alguien te cubriera las espaldas.

Con un par de nuevas pistolas descansando en unas cartucheras rodeando mi cintura sentía aquel peso sobre mí. Cargadas de mortífera plata me recordaban que solo estaba destinada al caos, a la destrucción y a la oscuridad. Algo simple que durante estas noches me había desvelado bastante.

La suela de goma negra de sus botas, se pegaba en el suelo, sucio y maloliente de las calles. Esas calles que olían a putrefacción y a chucho. Últimamente tenía una obsesión grande con ese olor. Algo que le hacía estar todo el día con la nariz arrugada, al igual que el ceño también. Aunque eso no era novedad. Pues siempre tenía la misma cara de malas pulgas, aunque con razón. Sus labios algo magullados, y con un corte feo en el lado derecho adornándolo, producto de una fuerte pelea con un licántropo hacia dos noches, sujetaban un cigarrillo medio consumido ya. Se pasó la mano por el cabello, desordenándolo, y después la metió en el bolsillo trasero de su short negro. La otra, sujetaba su pequeña Walter. No se fiaba un pelo de aquél sitio. Y más sabiendo lo que había ocurrido hacía apenas un día. No llevaba ningún abrigo. En realidad a ella eso no le agradaba. Le gustaba ir con menos ropa posible, para no entorpecer sus movimientos a la hora de entrar en combate. Sus piernas, estaba cubiertas ligeramente por unas medias de rejillas grandes. Llevaba una camiseta de manga corta, color negro. Haciendo juego con todo lo negro que llevaba. Su cabello, sus botas, su cigarro, su vestimenta…todo.

Caminaba alerta, pero sin prisa alguna. Seguramente su compañera la estaba esperando, pero eso no le hizo andar más deprisa. Las prisas no eran buenas en esos tiempos. Era mucho mejor andarse con cuidado. Estar alerta en todo momento…. Nunca se sabía lo que podía estar acechando en esos momentos detrás de ti. Cogió el cigarrillo entre sus dedos, y lo aparto de sus labios resecos, para expulsar el humo que había entrado en sus pulmones y que ahora se disponía a salir afuera. Se paró en seco al verla. Una sonrisa torcida, que no mostraba nada de ternura o alegría, cruzó su rostro de facciones rudas. Mientras sus ojos penetraban en el cuerpo de la chica. Tiró el cigarrillo al suelo, y lo chafó contra el suelo, ayudándose con la bota negra militar. Después de aquél inciso, se acercó a su amiga.

-¿Alguna novedad? – preguntó sin saludar. Bueno. En realidad sui había saludado, pero a su manera. Al puro estilo Maddock.

Tuve la tentación de sacar otro cigarrillo, encenderlo y consumirlo igual que el anterior, pero me contuve dejando mis manos dentro de los bolsillos del abrigo.
Quizás no debería fumar tanto o no mezclar la bebida con la medicación, pero... si no me mataba eso lo harían los licántropos cualquier día, así que mejor disfrutar al máximo y no dejar nada por hacer.

El poco tiempo que llevaba allí apoyada contra la entrada de metro solo había visto pasar a un par de personas que caminaban con prisa, como perdidas por aquella zona. Era mejor no salir tan tarde y menos por sitios como este a no ser que tuvieras a dos amiguitas como las mías que escupían balas sin descanso.

A través del silencio de aquella noche escuché unos pasos tenues que fueron acercándose más hasta que alcé el rostro y la encontré justo a mi lado. Ya estabamos todos, nadie más vendría ya. No sé como no podía tener frío con tan poca ropa aunque tenía, yo aún no me acostumbraba a esta humedad.
Un simple movimiento de cabeza bastó para apartar mi flequillo dorado y lacio permitiéndome mirarla fijamente a los ojos durante una fracción de segundo antes de dar media vuelta y acercarme al borde de las escaleras del metro.
-Nada nuevo, solo tenemos que encontrar a esos chuchos en este laberinto subterráneo- informé bajando cn paso ágil hasta llegar al subsuelo de aspecto abandonado- Habrá que ir con cuidado...creo que los lobos están cabreados por lo del incendio-dije con una ligera sonrisa en mis labios.