Visita inesperada [Adonis]

Dos vueltas de llave y, clak ¡Por fin en casa! Cerré la puerta de golpe dando un fuerte portazo y tiré mis zapatos por ahí sin preocuparme de donde cayeran ¡Estaba muerta! Y muerta era poco, estaba cansada, muy cansada. Eso de pelear con Andrew, encontrarse con tu ex, y bailar noches anteriores era, simplemente, agotador. Respiré profundamente mientras me dejaba caer literalmente sobre el sofá. Cayendo sobre este como un muñeco inerte, y es que estaba muy cansada, quizás incluso demasiado.

Nadie dijo que mi vida tuviese que ser fácil, y menos mal que no lo hicieron, mi vida es un completo caos, llena de cosas que hacer, de cosas que decir, de cosas que pensar, ufff... me mareaba solo de nombrar todo eso en mi mente, mejor pensar en otra cosa menos agobiante que no mi pesada y horrible vida.
Por suerte para mi el mando de la tele estaba cerca de mi alcance, sonreí de lado y le di al primer boto que pillé para encenderla y dejarme llevar por las imágenes coloridas y los sonidos, a veces sin sentido, de la "caja tonta".
La verdad es que, me había planteado, aquello como... ¡Esta noche es, la noche de relajación!

Al fin, tuve que levantarme, eran las ocho casi y lo mejor sería que me pusiese a prepararme algo para cenar ya que, las horas que eran, estaba claro que mis hermanos no aparecerían ya por allí aquella tarde - noche, la verdad es que aquella soledad tan absoluta me aburría, me aburría y me cansaba, odiaba estar sola, necesitaba gente, mucha, mucha gente a mi alrededor, y ahora, en aquel instante, estaba sola.
Me acerqué a la nevera deicida, no sin antes vaguear un poco en el sofá sin ganas de levantarme, y la exploré con la mirada para comprobar las reservas y aquello interesante que hubiera allí para cenar aquella noche en la que, por suerte para mi, no tenía que ir a revisar el restaurante.

Un día de universidad no era suficiente para dejar agotado a un jovial Adonis, que con aquella energía hiperactiva que poseía, habían llegado a pensar que no dormía. Su cerebro siempre estaba pensado, incluso cuando dormía, pero dormir, lo que se entiende por cerrar los ojos y descansar, lo hacía. Quizás no el tiempo que era necesario, pero el rubio hacía todo lo que podía, a veces más, pero contadas, para controlar su hiperactividad y la energía que le sobraba.

Estar solo era la mejor opción que se le había presentado para aquel final del día tan sumamente igual a los demás y Adi no era de irse de fiesta a emborracharse hasta perder la noción del tiempo. Al menos ahora no era el momento más acertado para ese tipo de planes. Entonces, la imagen de su mejor amiga, pasó por su ágil mente. Cabía la posibilidad de que sus hermanos andubieran por la casa a esas horas del crepúsculo, dejándo al sol en el otro lado del mundo. Pero de todas formas se arriesgó. Salió de su casa, entrando en un restaurante de comida china, comprando algunas cosas para llevar. No sería lo mejor aparecer por allí a la hora de la cena y llevar las manos vacías.

Se encaminó hasta la casa de su amiga, con el chupa chups en la boca y su gorrito negro, colocado de aquella manera sobre su cabeza. No llevaba las gafas de sol porque sencillamente, el sol ya no estaba. El cascabel de su cuello marcaba el ritmo de sus pasos hasta el portal. Allí decidió subir los escalones de dos en dos, deshechando la idea de subir por el ascensor, como cualquier persona normal. ¿Quién dijo que Adi era normal?

Se plantó frente a la puerta de Diana, con la bolsa blanca con el logotipo del restaurante chino, y el chupa chups aún entre sus labios y llamó al timbre de una manera algo peculiar, pero siempre llamaba así, por lo que no dudó en que Diana lo reconocería antes de abrir la puerta. Una de las ventajas de no ser igual que los demás, quizás.

Acababa de comprobar que las reservas de comida andaban algo escasas y eso era malo. Si andaban escasas en casa, en el restaurante ya no debía de quedar mucha comida y como siempre, se había olvidado de llamar para hacer el pedido, era algo ya demasiado habitual y estaba completamente segura que, la próxima vez que llamara con prisas para hacer un pedido le colgarían al teléfono.

La soledad empezaba a llenarme y no me gustaba, odiaba aquella sensación de estar enjaulada en cautividad, necesitaba compañía para ser yo, era simple, deseaba esa compañía para conversar y perder el tiempo, hacía mucho tiempo que no me proponía perder el tiempo de verdad.
Decidida por no cenar - ya que el frigorífico estaba... vacío - me dirigí al teléfono para marcar un numero más que conocido por mi, llamaba a casa de Oliver, mi hermano mayor, le necesitaba un rato y en nunca se negaba o eso creía yo... porque, no vino, no quería venir ¿Cual fue su excusa? Carol, por dios, ¿Cómo me llamas a estas horas, estoy con una tía. ¡Y qué! Pensñe bufando un poco, yo era su hermana y estaba sola y aburrida.

Me senté de nuevo en el sofá perdiendo mi visa en la televisión, pero en realidad, ni si quiera la estaba mirando. Hasta que, para mi felicidad y sorpresa el timbre sonó de manera especial, demasiado especial.
Me levanté de golpe sin pensármelo dos veces ya abrí la puerta con rapidez tirándome sobre el personaje que había detrás de está, mi mejor amigo, parecía que dios había oído mis suplicas.

- ¡Adi! - grité entusiasmada y feliz, como siempre.

El rubio pegó la oreja a la puerta, esperándo escuchar el más sutil ruido o percibir alguna señal de vida dentro de la casa. Se escuchaba el hablar solitario de la televisión, por lo que tenía que a ver alguien en la casa a la fuerza. Escuchó los rápidos pasos de una persona y la puerta abrirse de golpe, encontrando a una chica tras la puerta.

Lo siguiente que pudo hacer, fue mantener el equilibrio, apartar la bolsa con la comida caliente y abrazar a su amiga con un solo brazo. En esos momentos se alegraba de ser algo más fuerte que un simple humano, porque sabía que la fuerza con la que la chica se había lanzado hubiera hecho que los dos acabaran por el suelo, y por supuesto sin comida para esa noche.
-No...me...dejaz...rezpirar...- Bromeó, haciendo como que de verdad ella tenía la fuera suficiente como para eso, hablando con dificultad por tener aún el caramelo en su boca, jugueteándo con la mano que le estaba abrazando, con un mechón del pelo de la chica.

Realmente, Adonis esperaba ver a alguien más apareciendo por la puerta, interesádo por saber quién era el que llegaba a estas horas a una casa ajena. Pero nadie apareció, algo que le resultó un tanto extraño.

Me sentía tan feliz, me sentía tan radiante, me sentía tan... tan... ¡Me sentía bien! Era simple y era natural el amor que sentía por mi amigo, y la verdad la felicidad conseguía embriagarme cuando le tenía cerca, me contagiaba su vitalidad, su fuerza de voluntad, eramos un par de cabezas locas, felices y vivaces. Me separé un poco de mi abrazo con una sonrisa feliz y radiante en mi rostro.

- ¿¡Qué haces aquí!? - le pregunté aún entusiasmada por su presencia. Me fijé en la bolsa que colgaba de su mano, olía bien. ¿Comida? Vaya, realmente Adonis era mi verdadero salvador, había aparecido para quitarme el aburrimiento, y encima traía la cena, cosa que agradecía de verdad, ya que, para colmo, no me quedaba nada para comer aquella noche.

Adonis era mi mejor amigo, el porque era evidente, nos apreciamos demasiado. El era una persona viva, una persona que siempre estaba sonriendo, sin importar lo demás y realmente, yo era exactamente igual, la sonrisa siempre era la mejor medicina para todo y eso lo tenía muy comprobado.

Me aparté un poco para darle paso, al verdad es que quedarse ene el rellano de la puerta no era exactamente la mejor opción y no tenía una casa enorme pero tampoco la tenía pequeña, era una casa normal, con sus tres habitaciones, dos de ellas para mis hermanos construidas y decoradas especialmente para ellos y otra para mi, un salón amplio y una cocina perfecta, con una nevera vacía, recordé mientras sentía mis tripas sonar.

Le sonrió a la chica de manera divertida, escuchándo su pregunta y extrañado porque se la hiciera. Era más que evidente por qué estaba allí: ella era su mejor amiga y estaba casi seguro de que ninguno de los dos tenía nada mejor que hacer que pasar un par de horas o tres hablando de nada y de todo, comiendo chocolate o, en el caso del rubio, chupa chups, sus dulces preferidos desde siempre.

Le mostró la bolsa mientras entraba en la casa, quitándose el oscuro sombrero por el camino.
-Vengo a destrozar tu casa y a raptarte. Luego pediré un rescate que me haga tan rico que no tenga que volver a pensar. Es el mejor plan que he tenido en la vida, ¿no crees?- Respondió mirándola con su permanente sonrisa en los labios, después de sujetar el chupa chups con la mano que le quedaba libre.

Había dicho aquello con tal seguridad en su voz, que parecía que de verdad lo fuera a hacer. Pero si lo conocías lo suficiente, sabías que Adonis tenía una extraña forma de humor, que a veces solo le hacían gracia a él. De todas formas, ahora estaba aguantando la risa, y se lo había dicho a Diana porque le pareció una pregunta estúpida.
-Ich habe manchmal verstehe ich nicht...- {A veces no te entiendo} Susurró, dejándo escapar una melodiosa risita de sus labios, mientras dejaba la bolsa encima de la mesa, empezándo a quitarse la chaqueta de cuero que llevaba esa tarde.

La verdad es que, aunque apareciera mentira no me esperaba aunque Adi apareciera por allí. La verdad es que me había hecho a la idea de que iba a estar sola aquella noche, de que iba a aburrirme con al tele encendida y sin ni siquiera escucharla. Y ahora, daba gracias a dios por haberme equivocado, Adonis siempre estaba allí para mi, él era mi mejor amigo, él era único, era solo él. Sonreí de lado sin poder evitarlo abrazándole de nuevo.

- Vaya, vaya, me has traído la cena - dije mirando la bolsa del chino divertida. La verdad es que, menos mal que lo había hecho si no no sabía que era lo que comeríamos aquella noche si contábamos con las escasas reservas de mi nevera.

Reí levemente ante su comentario, la verdad es que mi pregunta había sido un tanto obvia, estaba allí para hacerme compañía pero en realidad esas eran las típicas preguntas que se hacían cuando no te esperabas a alguien, y en realidad no me esperaba a Adonis aquella noche, porque, como ya había dicho me esperaba el pasarla en soledad.
- Bueno, ráptame pero, no destroces mi casa, por dios te lo pido - reí levemente - Adi, creo que es un mal plan, nadie pagaría nada por mi, de eso estoy segura - dije soltando una risa algo mas fuerte que la anterior haciendo entrar a Adonis por completo en mi casa cerrando la puerta tras de si.

- ¿Qué te pasa en la boca? - le pregunté cuando se puso hablar con rapidez y en un idioma un tanto raro para mis refinados oídos, de verdad, este chico sabía demasiado. Pensé riendo levemente.

El joven rubio solo asintió cuando ella afirmó que le había traido la comida, la cena que seguro Diana no tenía aún preparada, la conocía lo suficiente como para poder afirmarlo y no preguntárselo. Era algo que ambos tenían en común, a veces eran un verdadero desastre. Pero claro, Adi la superaba con creces en esa materia.

-Yo pagaría, pero sería una estupidez pagarme a mi mismo...- Dijo el joven, pensativo, mirándo hacia la nada para dar más énfasis a su modo de pensar, que quedara más creíble. Para después mirarla y regalárle una simple sonrisa divertida. Le revolvió el pelo, cosa que solía hacer a menudo, un gesto cariñoso hacia la chica.

La miró extrañado ante su pregunta, y dejó escapar una risa suave y melodiosa de sus finos labios.
-Ich weiß nicht Deutsch?- {¿No sabes alemán?} Preguntó, poniéndo una fingida cara de pena, para volver a sonreírle y revolverle el pelo, más fuertemente esta vez, solo para hacerla fastidiar levemente.
-Es alemán.- Respondió finalemente, abriendo la bolsa con la comida, de donde salió algo de vapor a causa de lo caliente que estaba.

Sonreí de lado. Me gustaba pasar tiempo con Adonis. Era un tiempo que invertía en ser feliz, en reír y en olvidarme de absolutamente todo, lo consideraba como de la familia o por lo menos eso era él para mi, uno más de mis hermanos, aunque más alocado y menos sobre-protector. El tiempo con él se pasaba rápido y eso creo que era lo único malo.

- Bueno, la verdad es que sería una idea un tanto estúpida - le dije riendo levemente. Siempre tenía aquellas contestaciones tontas que te hacían, o amarlo con toda tu alma o odiarlo de la misma forma, no había centro, había que salirse a los extremos y eso era lo mismo que pasaba conmigo. O me soportabas, o deseabas mi muerte.

Reí de nuevo cuando se puso ha hablar en alemán, ¿Yo de alemán? nada de nada, era una lengua que nunca me había llamado la atención ademas nunca había pisado tierra alemana.

- Adonis, el ingles y a duras penas, si te pones ha hablar en alemán no llegamos a ninguna parte está noche - dije soltando una fuerte risotada sin poder evitarlo.
Observé la bolsa y sonreí de lado.
- Me conoces demasiado - dije riendo levemente.

El joven rubio se deshizo de su chaqueta de cuero, bajándo la cremallera lentamente, mientras miraba la bolsa. En la casa de Diana hacía un agradable calorcito que permitía a Adi poder andar en camiseta de mangas cortas sin que sus labios se pusieran morados por el frío, como pasaba muy comúnmente. Parecía que siempre estaba al borde de la congelación, su piel siempre estaba helada y su color niváceo solo daba más sensación de frío, pero era algo que el joven no podía remediar.

Dejó la chaqueta encima de una silla, y miró a Diana con una sonrisita pícara.
-Quizás a donde quiero llegar esta noche no necesito hablar. Quizás y solo quizás, he decidido que no te conozco tan bien como desearía...- Adi se acercó a la chica, con pasos felinos, quedándo justo delante de ella, bastante más pegado a su cuerpo de lo que cualquiera podría desear. Y por lo que en aquellos momentos estaba sucediendo, podía parecer que Adonis buscaba algo más que una simple cena amistosa con su mejor amigo. Pero solo buscaba picarla, bromear con ella.

Aunque tenía que reconocer que no le importaría tener una aventura con Diana, no estropearía la relación que tenía con ella por nada del mundo. Además estaba completamente seguro que su amiga no le seguiría el juego, completamente seguro....

Sonreí de lado colocandome bien la camiseta de torantes que llevaba y olí la comida que había traido mi amigo abriendosele así el apetito de una forma realmente increible. Una sonrisa ladeada se le formó en el rostro y se giró para mirarle.
No me dío tiempo a reacciónar y ya lo tenía encima, demasiado encima para mi gusto. Podía sentir, inclúso su aliento chocar conta el mio cuando hablaba, una cercanía un tanto peligrosa en aquellos momentos.

Está bien, Adonis era mi mejor amigo, pero debía admitir que desde que le conocí había algo en él que me volvía loca, había algo que me hacñia perder la razón, y es que tenía una obsesión bastante grande con él, quiería protegerle y quería tenerle para mi, era algo extraño pero era completamente cierto, incluso algunas veces me ponía celosa cuando sabía que había estado con alguien, era una sensación un tanto rara pero era real y se podía notar mi nerviosismo al tenerle tan cerca, estaba segura de que él simplemente bromeaba, pero también estaba segura que a veces, obsesionarse con alguien juega malas pasadas y yo estaba obsesionada con Adonis, y quizás demasiado.

El problema fue, que me quedé en silencio, que ni siquiera me movi y que no me molestaba la cercanía. Nunca me había importado tener algo con Adi, pero eso de estropear nuestra relación siempre me echaba para atrás, aunque no estaba segura sabía que Adonis intuía esa especie de obsesión que existía en mi hacía él, sobre todo cuando me contaba sus aventuras y yo siemrpe acababa poniendole pegas, celos, simplemente celos, ademas de esa manía mia de sobreprotegerle delante de todos.

La sonrisa se borró de sus finos labios y su ceño se frunció levemente, mirándo con fascinación el rostro de su mi amiga por unos segundos. Sabía que podía estropearlo todo en un solo segundo, pocas veces jugaba con el fuego que le había sido proporcionado sin saber en sus inocentes manos. Pero cuando jugaba, solía saber cuando parar, y por los ojos que Diana ponía, lo que en ellos se reflejaba, sabía que esta vez no lo había hecho "bien". Estaba jugando con ese fuego y estaba empezando a sentir el calor quemándo la palma de sus manos y eso era una clara señal de peligro. Peligro que sería mejor no correr, de momento.

Puso una mano en su cuello, con una suave caricia, agachándose unos milímetros. Parecía enteramente que besaría sus labios, pero la trayectoria de los finos labios de Adonis cambió en el último momento, dándole un suave beso en la frente a su mejor amiga, una señal de afecto, ni más ni menos.

-Deberíamos comer, se enfriará...- Apenas esas palabras salieron como un susurro de los labios del chico, que a pesar de dar por zanjada su "broma" no se había apartado de la chica ni un solo milímetro. Ni si quiera había apartado la mano de su cuello, por el que movía sus dedos con delicadeza.

La cosa era, que si el no paraba aquello yo no sería cápaz de hacerlo, así que, ibamos apañados, pensé para mi. Respiré porfundamente un par de veces aún sintiendo la cercanía, sabía que le estaba desconcertando, lo veía en sus ojos y en su cara de "susto" respiré de nuevo pero su mano posandose en mi cuello y su aliento tan cerca del mio me pusieron aún más neviosa ¿Alguien iba a parar esto?

Pero, su boca se posó al fin sobre mi frente, aliviandome y frustrandome a la vez. En aquellos momentos lo único que pasó por mi mente fue ¿Qué pasaría si me hubiera besado? y ¿Qué sería pasar una noche con Adonis? Respiré de nuevo con algo más de tranmquilidad pero aún con su boca a escasos centimetros de la mia y con su cuerpo completamente pegado al mio.
Al fin´, habló, y no se si fue buena o mala señal.

- Si... supongo que sí... - susurré con dificultad mientras tragaba saliva entrecortadamente sin dejar de mirarle a los ojos.

"Vamos Adi, fuerza." Se repetía el rubio para controlarse a él mismo, cosa que tenía bastante bien dominado, pero que a veces se le iba de las manos. No era muy común, pero por supuesto que se podía hacer y si seguía así ella iba a hacer que perdiera el control sobre su propia mente una vez más, de las tantas pocas veces que le había pasado.

Apenas se escuchaba un ruido, ni siquiera proveniente de la calle que pudiera hacer que Adonis despertara de su extraño letargo, al parecer en un mundo que solo él era capaz de conocer. Respiró hondo, puso una mano en el mentón de la chica, haciendo que levantara la cabeza, alternando la mirada de sus ojos a sus labios. Bajó levemente la cabeza, uniéndo los cálidos labios de la chica a los gélidos de él, con inocencia y simpleza, sin aparente maldad en aquel acto, con una elegancia magistral en sus movimientos.

Se separó con un suspiro, mirándo al suelo, y dejándo caer sus brazos a sus costados con un pequeño golpe sordo. Allí tenía lo que tanto había rechazado: una metedura de pata magistral.
-Lo siento. Yo ya me iba...- Consiguió decir, en apenas un murmullo, girándose sobre sus propios talones para retroceder sobre sus escasos pasos hasta la silla que había dejado reposar su chaqueta y cogerla en un ágil movimiento en el que la silla se tambaleó indecisa de si caerse o no.

Por suerte para el rubio, esta optó por la opción de permanecer en su sitio impasible. Adonis comenzó a colocarse de nuevo la chaqueta, abrochándose la cremallera nuevamente, sin haber vuelto a mirar a su amiga. Aún así, llevaba su respiración tremendamente controlada teniéndo en cuenta que era aquello que acababa de hacer.

Y aquello se me iba de las manos y si él no echaba el freno estaba claro que yo no iba ha echarlo. Quizás en mis largas noches en vela había deseado que aquello ocurriese alguna vez pero nunca me había imaginado la tensión del momento, lo que eso provocaría en ambos. Nunca había pensado que me volvería una piedra, inamovible, que no podría reaccionar ante sus caricias y que me quedaría pegada a su cuerpo como una idiota esperando que de verdad sintiera el deseo de besarme, era algo que nunca hubiese imaginado y que ahora estaba pasando.

Me acababa de perder en sus labios y no sabía ni como ni cuando. Pude sentir sus dedos alzando mi cara por la barbilla y sus fríos labios contactar con los míos. Era, puramente un beso, un beso casto, un beso puro y el problema ahora estaba en que me había gustado y Adonis era mi mejor amigo. Me olvidé de lo demás de el sonido de la televisión a nuestras espaldas, de todo, simplemente sentía aquello que podíamos llamar, beso.

Parpadeé un par de veces mirándole algo atolondrada mientras el recogía su chaqueta y se la colocaba, mi mente y mi cabeza negaban repetidamente, y es que, no quería que se fuera pero ¿Quién era yo para retenerle si él quería hacerlo? Respiré profundamente varias veces siguiéndole con la vista, sin perderle, intentando comprender, intentando entender el porque de todo aquello y el de todo lo demás.

Negué de nuevo mientras le miraba pero en aquellos momentos, para mi maldita suerte era incapaz de moverme y hacia unos minutos dudaba de si aún tenía voz, mi mirada seguía fija en él e intente hablar.
- No... - mi voz se apagó unos segundos aunque conseguí hablar antes de que de verdad se dispusiera a marcharse - No te vayas... - me había alegrado tanto de su visita que si ahora se iba y me dejaba allí sola iba a ser la noche mas infernal que había vivido nunca, sobre todo después de aquel desconcierto tan grande, estaba segura, que si me quedaba sola aquella noche me sentaría en el sofá a sacar trapos sucios sin dormir, toda la noche.