Inmortalizando el paisaje [ALEX]

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La luna mengua sobre la cúspide de la iglesia, derrochando su influjo plateado sobre unas calles cada vez más desiertas, abandonadas excepto por el tañido del campanario que ahora marca las doce. El escenario ideal para ella, que como de costumbre da la sensación de ser una vieja muñeca de siglos pasados abandonada cruelmente junto a un contenedor. Es lo que hace: sentarse sobre el contenedor cerrado de una esquina, muy cerca de la entrada de un callejón, y contemplar con ojos soñadores la fachada del edificio mientras sus dedos se mueven sobre el cuaderno de dibujo abierto una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez... como si tuvieran vida propia, y dicha vida se la otorgase la piedra de carbón que sostiene: el corazón del arte que necesita derrochar en esos instantes.

No destaca hoy el blanco en su vestuario habitual, sino el negro: top hecho con encorsetados remiendos y anchas mangas con añejos encajes, algunos sujetos con clips; que resultan, junto a la falda también negra abierta para mostrar sus piernas embutidas en pantalones cortos, medias de rayas blancas y negras y botas victorianas anudadas hasta los tobillos, un poderoso contraste con su piel blanca de suaves y sedosas curvas, destacando el tatuaje en torno a su ombligo: la doble ala inversa de ángel y demonio. Resulta extraña, excéntrica y dual: por un lado, urbana, gracias a la multitud de cadenas de cuero y con pinchos, su cinturón de tachuelas, su gargantilla con el gracioso cascabel o las uñas pintadas de un rojo tan intenso como el natural de sus labios; por otro lado, mágica, gracias a detalles como el corazón pintado de su mejilla, sus profundos e intraspasables ojos pardos o el cabello rojo, que cual cascada salvaje e incandescente cae hasta el fnal de su espalda, aderezado con hojas y ramitas secas. Salta a la vista que ha estado a las afueras, quizá durmiendo en algún claro, y parece muy obvio al acercarse a ella: huele a bosque y a la humedad de la hierba. La gata callejera es también un hada extraviada, y el olor nauseabundo de las bolsas de basura parece incapaz de tocarla.

Sigue dibujando, fijándose en los pequeños detalles que nadie ve o nadie quiere ver: el mendigo que se envuelve en lana y un sucio sombrero negro, tratando de arroparse del frío invernal junto a la iglesia; el asfalto agrietado, algún perro abandonado de ojos llorosos que sigue su camino buscando cobijo, una rata que pasa veloz por la acera escondiéndose en uno de los múltiples agujeros del lugar... ve la decadencia de lo que a simple vista es hermoso y lo plasma, irónicamente viendo auténtica belleza en esa paradoja.

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Son muchas las personas a las que odio sin motivo alguno, sólo por ser robots programados para ser una turba...muchos dentro de una multitud, seres que jamás merecerían el calificativo de individuo, pero sin duda alguna había una persona a la que odiaba por encima de todos ellos...una persona que se encargaba de pastorear a sus corderitos como si de un pastor se tratase, intentando que todos fueran buenos e iguales, que nadie se saliera al mal camino, que ninguna de sus ovejas resultara ser negra...el nombre de este alguien es conocido por la gran mayoría de seres vivientes; Dios. Si, en efecto, odio a Dios y a sus seguidores...todos aquellos seguidores que sólo van detrás de él para tener una respuesta fácil a la que achacarle sus problemas o a la que aferrarse en caso de ser arrastrados por la tormenta, la Fe...

Si, es cierto que yo tengo fe, pero no Fe con mayúsculas, tengo fe en mi mismo y en mi capacidad...pero por favor...creer en un ser superior que mueve los hilos y es capaz de salvarte con un simple arqueo de su ceja o un pensamiento bien intencionado... pensar eso es de débiles, de; como ya he dicho; corderitos asustados que van en rebaño...

Me encuentro actualmente frente a la Iglesia en esta fría noche invernal ya que siempre he pensado que no hay mejor forma de pensar blasfemias que delante de la casa del señor...si, soy fan de lo irónico, no puedo evitarlo. La verdad es que empieza a hacer un poco de frío y se me entumece un poco el culo de estar sentado sobre una valla de madera de detrás del edificio, así que decido irme a casa, pero antes no pude evitar gritar...

-¡Jódete tirano de mierda!¡Jamás tendrás control sobre mi!-Es un buen desahogo, aunque la gente crea que estoy loco si me han escuchado, que probablemente si, ya que joder, ya que grito, grito con todas mis fuerzas.

Poniéndome bien la chaqueta procedo a partir, bajándome de la valla de un salto y caminando por los callejones que rodean a la antigua iglesia, encontrando a mi paso a algunos vagabundos refugiándose de la humedad e interperie de la noche en las antiguas casapuertas a abandonados recovecos y sagrarios del católico edificio. A mi paso puedo ver a un perro abandonado al cual me agacho a acarciar, en el fondo le envidio...es el espíritu más libre que una mente como la mía podría concevir..pero sin embargo se que soy un hipócrita en el fondo de mi ser, pues no me cambiaría por él. Mientras camino me sorprendo mucho al ver a escasa distancia a una bella joven sentada sobre un contenedor de basura pintando el lugar en carbolcillo...me pregunto como coño verá todo tan bien en esta oscuridad...aunque supongo que forzando la vista la escasa luz de la luna podría ser bastante...de todas formas no me cabe ninguna duda por sus vestimentas y su hobby que el calificativo freak le viene como anillo al dedo...la verdad es que me da un poco de yuyu...

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Sobre el blanco papel del cuaderno comienza a hacerse visible algo más que líneas: una perfecta representación de la fachada de la iglesia, plasmada por una mano que, si bien carece a simple vista de cualquier lógica técnica de dibujo, retrata de forma intuitiva y loable el paisaje. Pero no es exactamente la iglesia que el más común de los mortales pueda presenciar cada noche, sino que en sus manos se asemeja más a un viejo castillo iluminado por el haz lunar, que se difumina creando un juego de luces y sombras sobre la oscuridad oculta de sus calles. Es lo que sus ojos ven, ni más ni menos.

Un grito, lejano pero lo suficientemente audible en aquella media noche sin viandantes, llega a sus oídos arrastrada por el viento. No resulta ser suficiente para quebrar del todo la burbuja de sueños y pensamientos ocultos en la que se sumerge día sí y día también, pero sí penetra lo bastante a través de una grieta como para que se detenga y se tense ligeramente, dando la impresión de ser un gato callejero de ojos como el jade alerta ante lo que su agudo instinto percibe. Dos gráciles parpadeos indican que trata de meditar sobre lo escuchado: una maldición, un improperio al que ella, sin embargo, le otorga un significado... quizá sea extraño decirlo, pero ha sabido captar mucho del tono amargo y la rabia irreprimible desatada en aquel grito.

Cuando la figura del desconocido hace acto de presencia y la mira, independientemente de lo peculiar y desconcertado de esa mirada, ella se limita a devolverle la mirada. Y además lo hace con fijeza, sin miedo, sin que ni una sola arruga en el entrecejo o sus labios altere sus bellas facciones: todo lo que refleja es misterio y, al mismo tiempo, un inmenso océano ilegible de pensamientos. Su naturaleza oculta, la que él no conoce, le permite vislumbrarle bastante mejor en la oscuridad que él a ella; de hecho casi parece generarse en sus ojos el efecto de que brillan con una leve chispa ambarina, pero quedando tal vez como un mero efecto de la farola cercana ella, al fin, aparta la vista. Apoya el cuaderno sobre sus muslos y se aferra a ambos lados del contenedor para acomodarse mejor sobre él, balanceando los pies como una niña mientras el cascabel de su cuello tintinea con gracia. Después, sin decir absolutamente nada ni ser la primera en quebrar el silencio, algo normal en ella, sigue dibujando...

...ahora, sin embargo, no se limita a abarcar la fachada de la iglesia, sino que su mirada se desvía curiosa y observadora a la figura masculina del desconocido. Salta a la vista que le está incluyendo en su dibujo, a saber de qué extraña y fantasiosa manera.

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Vaya, la freak me está pintando a mi también con su carboncillo despertando así toda mi curiosidad...siempre me ha gustado el arte, es como ver a través de los ojos de otra persona el mundo que te rodea...así que me pregunto como me estará pintando ¿Me pareceré en algo?¿Seré un monstruo deforme y amenazante?¿Habrá escuchado mi grito en contra a Dios?El grito...es verdad, probablemente lo haya escuchad...bueno, ahora supongo que tendré que medirme un poco si quiero ver que dibuja o pensará que soy un perturbado peligroso y bueno, yo al menos no enseñaría mi arte a un loco psicópata en un callejón por aquello llamado sentido común.

Con cuidado me acerco a la chica que se ve que sigue pintándome, en su mundo, es como si se tratara de una grabadora impasible que simplemente plasma todo en un registro, sin preguntar ni comos ni porqués...que curioso, cada vez me parece más freak, pero a la vez más atractiva...no en el sentido común de atracción que usamos el 90% de la población de: "Vaya es atractiva...¡me la tiraba!" No, nada más lejos de la realidad...mi atracción era de otro tipo, del tipo que sentía con las personas que merecían ser llamadas individuos, las personas que eran eso, personas.

-Esto...¡Hola!-Digo animado una vez estoy cerca de ella, dándome cuenta las ropas que lleva ahora que estamos a cortas distancias...que estilo tan peculiar, sin duda salta a la vista que es ella misma...y sin duda no llega a las veinte primaveras de edad, cosa que me importa un carajo a decir verdad, que haga lo que quiera, no soy quien para meterme, aunque puede ser una buena forma de empezar una conversación...o mala, el caso es empezarla...-¿No es un poquito tarde para pintar con carboncillo a vagabundos en un callejón?

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A simple vista ella no se percata de la curiosidad impresa en los rasgos del desconocido... ¿o sí? Siendo ella, de cuando en cuando, y mientras sus ojos felinos alternan con serenidad de su dibujo a él, da la sensación de que las comisuras de sus labios se ensombrecen muy levemente para mostrar algo similar a una sonrisa, un gesto enigmático como lo es toda ella. Sin embargo puede ser solo efecto del haz lunar, que inexlicablemente irradia sobre ella un halo mistérico que la aleja sutilmente de la definición de "humana"; o simplemente las consecuencias de la farola que titila con un chisporroteo eléctrico a pocos metros de distancia.

Se sume completamente en el trazo de las líneas de su dibujo mientras él se acerca, casualidad o no; y sencillamente ladea con suavidad la cabeza para tener una mejor perspectiva del mismo, balanceando por la inercia de la gravedad el cabello cubierto de esporádicas hojas. Entonces, cuando él le habla, Dafnée se limita a alzar los ojos y a mirar los suyos; eso hace exactamente, y no lo que quizá cualquier persona normal haria: observar su atuendo, su mero aspecto, mirarle con desconfianza, preguntarse si es un yonqui, un psicópata o un violador seleccionando presa... no. Ella, sencillamente, contempla sus ojos; y quizá aterre o desconcierte, pero parece muy capaz de ver algo más que la simple forma esférica de las pupilas.

Tras un rato de silencio responde a su saludo. No con otro "hola", sino con algo que en su caso queda menos vanal: una simple sonrisa, esta vez del todo legible y ligeramente sesgada. Resulta un gesto dulce y a la vez un tanto travieso, como una niña que ha encontrado un posible compañero de juegos y se pregunta si querrá jugar con ella.

- ¿Tú crees...? - comienza a hablar, dejando el cuaderno y la piedra de carbón sobre sus rodillas mientras recoge las piernas, con cierto aire frágil. Se encoge de hombros - La luna es siempre una fuente de inspiración constante... ¿y qué mejor momento que la hora de las brujas para recurrir a ella? - apoya las manos en el contenedor, echándose ligeramente hacia atrás mientras balancea suavemente las rodillas, de nuevo solo mirando sus ojos - Me pareciste interesante... - se limita a decir, dándole a su voz su característico toque arruyante - Tus ojos ocultan muchas cosas - su sonrisa se vuelve un tanto más pícara, casi de disculpa; clava la mirada en el cuaderno, convenientemente tapado bocaabajo, y pasea sobre él las yemas de los dedos mientras le ofrece lo que él posiblemente esté deseando: - ¿Quieres verlo?

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Le devuelvo la sonrisa con la que me ha saludado a la joven, es extraño...cada vez me recuerda más a una de esas escalofriantes muñequitas de porcelana que las mujeres de otra época consideraban adorables...la ostia, a mi me ponen los bellos de punta...La luna es siempre un motivo de inspiración... bueno, no se lo pondré en duda, es algo que yo siempre he pensado, puede que incluso ese fuera uno de los motivos de que viva más de noche que de día.

-Vaya...-Comento con tono suave mientras me acerco un poco más a ella, hasta llegar al contenedor sobre el que está sentada, sentándome yo en el suelo apoyando la espalda en el susodicho contenedor, sacando un paquete de tabaco del bolsillo interior de mi chaqueta amaricana negra y mi zipo de plata del bolsillo del pantalón que estoy ensuciando completamente, pero me la pela. Pongo el cigarro entre mis labios; con una mano cubriéndolo y con la otra prendiendo el mechero, encendiendo así el mismo al que le doy la primera y la más profunda calada, apartándolo luego de mi boca y sujetándolo con la mano, para luego continuar- Seguro que por la pinta que tienes y tu comportamiento todos dicen que eres una friki...el caso es que a mi todos también me haces un prejuicio que tú no has hecho...he de decir que eso me ha impresionado...te he parecido interesante...-Sonrío ampliamente sin mirarla, mis ojos ocultan muchas cosas... y tanto que sí, pero eso es algo que jamás sabrá ella ni nadie, de todas formas he de decir que se agradece conversar a veces con alguien que ve más allá de las personas... -Claro, siempre es un placer ver el mundo a través de los ojos de otro- Digo desde el suelo mientras alzo la cabeza para mirarla y le tiendo la mano para que me pase el cuaderno.

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Mientras él se acerca y se acomoda junto al contenedor ella se limita a recoger con suave donaire las piernas, un donaire extraño en una gata callejera de tan peculiar aspecto, y a entrelazar las manos sobre las rodillas mientras semientierra e ellas el rostro. Solo deja al descubierto sus ojos, sus vivaces ojos de jade que aún parecen fulgurar de forma extraña por efecto de la luz lunar. Lo curioso es que en ningún momento la tense su presencia, su compañía, su modo de hablar ni nada en absoluto. Sea o no un completo desconocido, lo cierto es que ella sigue viendo con eficacia ese "algo" en sus ojos que consigue con su extrema sensibilidad. Aterradora eficacia, más bien.

Sus palabras cínicas solo le arrancan una suave sonrisa. Sus manos la ocultan, pero la forma mistérica y aún pícara con la que titilan sus pupilas da fe de ello.

- Tal vez ven en mí un pez que nada a contracorriente... tal vez si nadase como el resto de peces me aceptarían como a una más - dice entonces, volviendo a apoyar las manos sobre el contenedor y revolviendo con una a un lado de su corsé de remiendos, extrayendo con gracia un cigarrillo. Se lo coloca entre los labios, tan rojos como su pelo, dibujando una sonrisa que expresa dulce, y quizá amarga, ironía - El caso es que yo no deseo hacerlo - susurra, acunante como siempre - como tú... - sin más, coge el cuaderno y se lo tiende, casi como una niña de curiosidad tímida. Su sonrisa se acentúa, indescifrable, al hacerlo - Quizá, en humilde pago por mostrarte lo que ven mis ojos, no estaría de más que me ofrecieras fuego.

El dibujo muestra claramente la fachada de la Iglesia Patriarcal y, en un sutil y oscuro primer plano, la silueta del desconocido retratado meditabundo junto a una esquina. Pero nada es como cualquier persona normal ve: el edificio parece sacado de un cuento gótico, asemejándose más a un castillo oscuro abrazado por la hiedra y el bosque; y el señor del castillo es, indidablemente, él. Pero le da la espalda, ataviado con sedas y capas victorianas, mientras sostiene en su mano como Shakespeare su calavera un corazón: el suyo. Es bien visible el agujero de su pecho, vacío y sangrante, atravesado por la lanza de uno de los ángeles que adornan las esculturas de la Iglesia. Parece como si el propio castillo se hubiera puesto en contra de su amo.

Un dibujo con mil y un significados, al menos para ella, y algunos quizá no perceptibles a simple vista...

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Tomo el cuaderno que la chica me pasa, acercándolo hasta mi y poniéndolo sobre los piernas flexionadas para tenerlo delante de mis ojos, que no pueden evitar entornarse a la vez que mi cara comienza a relejar una mezcla de sorpresa e interés por lo que está plasmado en la hoja que se encuentra frente a mi... yo era un rey, un rey sin corazón alguno ensartado por la lanza de un ser angélico...son tantas las interpretaciones que se me ocurren a esto, resulta fascinante como es el mundo a través de los ojos de ella...todo tiene una perspectiva más oscura y más simbólica, en estos momentos siento envidia de todos aquellos que saben dibujar ya que me encantaría poder compartir así con la gente mi modo de ver las cosas, yo en lugar de ver la iglesia como un castillo de arquitectura gótica veía una masa amorfa de mentiras y patrañas concentrada en cubículo delimitado por negros muros, altos e imponentes, desafiando al entendimiento humano...

Mi simbólica figura de rey no para de atormentarme en la cabeza ahora que estoy completamente absorto en mis cabilaciones sin prestar atención al mundo que me rodea...Yo un rey, cierto es que he tenido poder, mucho poder, más que la mayoría de seres que pueblan la Tierra, pero eso fue una época extremádamente fugaz de mi vida a la que renuncié en cuanto pude...¿Será esa lanza que me atraviesa el vacío existencial que me corroe y quema por dentro desde aquello?Puede que si, puede que al fin y al cabo esa lanza sea el porqué de que sea así y el porqué de mi existencia...sin duda o mis ojos revelaban más de lo que creo o los de ella ven más de lo que salta a la vista; y nunca mejor dicho.

-¡Eh!A sí, fuego- Respondo saliendo de mi estado de letargo al recordar las palabras que la freak que ve más allá me dijo hará un rato, así que vuelvo a meter la mano en el bolsillo sacando de él mi zipo (off: como ya te dije Daf, es de plata) que le lanzo a la chica con poca fuerza, describiendo una trayectoría parabólica en el aire que se dirije poco a poco hacía ella.

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Siendo el avatar perfecto de alguna especie de diosa de la paciencia, mientras él contempla el dibujo en silencio ella solo se limita a observarle, aún balanceando suavemente las rodillas juntas y jugueteando con el cigarrillo que descansa apagado entre sus labios. Sus párpados caídos parecen delatar aburrimiento, aunque un observador experto podría notar que aquella expresión es solo la fachada de algo más... profundo. La extraña muñeca de porcelana dotada de vida propia posee unos ojos que, en ocasiones como aquella, la dotan de una ancianidad sabia impropia de una jovencita, quizá adolescente.

Podría explicarle el dibujo. Podría decirle por qué lo ha hecho. Podría decirle qué tipo de cosas ve en él y de qué manera las ha plasmado. Podría... pero no lo hace; por la simple y llana razón de que jamás da explicaciones de sus acciones ni de sí misma a menos que alguien le pregunte expresamente, algo que contribuye a alimentar la burbuja de misterio que la envuelve.

Sonríe con una dulzura tierna, propia de ella, cuando él vuelve en sí, sin culparle por haberse abstraído. Entonces, abrazándose las rodillas con cierta despreocupación, alza la mano para cazar al vuelo el zipo que le lanza. Sucede todo en una fracción de segundo, pero con ella parece desarrollarse a cámara lenta: caza el objeto al vuelo, lo abraza, se tensa sutilmente y queda con la mirada perdida en ningún sitio; en el acto, con una leve convulsión involuntaria, abre la mano y lo suelta; cae con un tintineo metálico al tiempo que ella se tambalea y se sostiene a duras penas en el contenedor, haciendo amago de ir a caerse hacia delante, o desmayarse en cualquier momento. La palidez lunar de su piel de repente parece enfermiza y húmeda, envuelta por una capa húmeda de sudor; sombría se aparta un mechón de pelo, aunque cuando alza los nublados ojos para mirarle su sonrisa sesgada vuelve a ser visible.

- Lo siento... en ocasiones sufro algunas molestias inoportunas, como ésta - se inclina para coger el cigarrillo que había caído sobre sus muslos, volviéndoselo a colocar entre los labios entreabiertos - Espero no haberlo estropeado... - dice con voz cansada, cabeceando haca el zipo del suelo. Si antes parecía anciana ahora esa apariencia ha pasado a ser demasiado joven, demasiado frágil. Hace todo lo posible por pcultar la rojez incandescente que ha aparecido en la palma de su mano, por suerte no muy acentuada - Y en vista de mi torpeza, quizá sería mejor que lo encendieras tú. Si no es pedir demasiado...

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El repentino ajetreo en el contenedor y la caída de mi zipo al suelo ha conseguido irremediablemente que no consiga volver a mi estado de concentración y sumisión en los ecos de mis propios pensamientos, sacándome de ellos con pasmosa rapidez que hace que me de cuenta como la chica se tambalea sobre en contenedor. Como acto reflejo me levanto y me pongo frente al contenedor para evitar que se caiga, pero por lo que se ve ha conseguido recomponerse sin demasiada dificultad, uf, menos mal, nunca he sabido muy bien como reaccionar ante alguien en este tipo de situaciones...¿Que es eso? Al acercarme así creo que puedo ver una marca roja en la mano con la que sujeto el mechero, como si fuera una irritación...¿Alergia a la plata al contacto?Vaya cosa más rara...bueno, de todas formas es un malmenor ya que como he podido comprobar ahora que me he agachado a ver el estado de mi querido mechero, el zipo está doblado a la altura de la mecha, al menos tiene arreglo...joder, uno no se da cuenta de lo que vale algo hasta que lo ve roto y es aplicable incluso a un mechero...creo que es de los pocos recuerdos que me quedan de mi padre...

Niego con la cabeza ligeramente, aún agachado recogiendo los restos del argénteo artefacto que guardo en mi bolsillo, levantándome ahora frente a la misteriosa chica a la que miro con una modesta y adusta sonrisa mientras me encojo levemente de hombros para quitarle importancia a la situación...es curioso, su cara ahora no refleja la serenidad que irradiaba antes, perceptible incluso por la más inexperta de las miradas; en su lugar ahora parecía...una chica, simplemente una chica normal, supongo que será por la turbación de lo acontecido que, aunque me intriga, no es algo a lo que considere que haya que darle importancia...más me llamaba la atención el dibujo del cuaderno...¡El cuaderno! Con las prisas al levantarme lo he tirado al suelo por accidente...espero no haberlo ensuciado...

-Vaya...parece que yo también te he jodido algo importante...-Comento con tono neutral observando a la chica de pie frente a ella- Y lamento decirte que este mechero no va a encender en una temporada, así que si no te importa recibir un poco de mi saliva, acércame tu cigarro-Digo antes de darle una enorme calada al mio, aprobechando que aún le queda lumbre aún con todo y que, no se por que, ni si quiera he dejado caer de la boca en todo este tiempo y eso que ni siquiera he aspirado...

Antes de que la chica diga algo acerca de encenderle el cigarro me agacho raudo a coger el cuaderno, que por suerte para ambos, no ha caído sobre nada que pueda mancharlo especialmente, aunque tiene la clásica suciedad del suelo pegada, que sacudiéndolo un poco no tardará en irse.-Aquí te lo dejo-Lo pongo sobre el contenedor justo a la derecha de ella para luego sacarme mi pitillo de la boca y sujetarlo con una mano mientras tiendo la otra ante ella para que me acerce su cigarro.

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Lejos de ofenderse o molestarse por la caída del cuaderno, ella sencillamente se limita a seguir sonriendo. Es así: pese a que la repentina afección de la plata en su organismo la ha debilitado, y resulta una debilidad más intensa que la que ya tiende a asolar a cualquiera de los 'suyos', su gesto sencillamente sigue siendo tierno, cálido y, sobretodo intraspasable. Un enigma en sí mismo, como el de sus propios ojos, que al parecer han captado con maestría los gestos que ha hecho él de ir a cogerla o, sencllamente, su incomodidad por haber podido estropear sus dibujos.

Deja escapar una risa tenue y débil a través de sus labios amortiguadas, aunque a medias suena como un jadeo un tanto entrecortado. Se limita a negar con la cabeza, alzando con cierta picardía irónica las cejas mientras cierra los ojos y se aparta un mechón rojo; algo humedecido por el sudor, aunque su piel poco a poco comienza a recuperar la tonalidad porcelanosa, no la enfermiza.

- Líneas y trazos sobre unos pocos papeles... - susurra suavemente encogiéndose de hombros. Entreabre los párpados y gira los ojos pardos para mirarle, ladeando ligeramente la sonrisa - Puedo volver a hacerlos. ¿Conoces el don de la imaginación, caballero oscuro...? Te atormenta como me atormenta a mí.

Extiende la mano para coger el cuaderno, sin dejar de mirarle, aunque no contenta con eso gatea ligeramente sobre el contenedor y al final, sinuosa como una serpiente engarzada en cuarzo blanco y rubí, baja de él para quedar de rodillas sobre el suelo, a su lado. No parece importarle lo más mínimo que la suciedad reinante pueda estropear su ya de por sí ajado vestuario, o ennegrecer su blanca piel. Ni siquiera las manchas de suciedad que oscurecen ahora el dibujo. En vez de sacudirlas, como haría cualquier persona normal, ella se limita a ladear la cabeza y a entornar los ojos con cierto aire de melancólica ensoñación. Le atribuye un significado a todo: a la caída del cuaderno, a cada mancha que ahora ensucia el castillo y al rey descorazonado... y no las limpia: solo acaba por cerrar el cuaderno y a colocarlo sobre sus rodillas. Otra vez exhibiendo los aires de despreocupada gata callejera, recoge una pierna y se la abraza con gracia, mientras le acerca su cigarrillo con la otra mano. Guarda silencio mientras él lo enciende, hasta que añade:

- El Destino se presenta siempre bajo diversas formas...

Una conclusión extraña a todo el mar de pensamientos que se guarda. Por qué lo dice y a qué se referirá, tampoco queda muy claro.

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La contemplo recoger el cuaderno depié frente a ella con la ceja arqueada, es tan misteriosa y extraña que empiezo a pensar que es una de esas excepciones en este mundo a las que por más que las viera no podría jamás calar o tratar de atisvar lo que se les pasa por la cabeza, sus pautas de conducta eran segñun mi escaso criterio por el poco tiempo que he compartido con esta persona, un muro inespugnable a una mente impenetrable... genial.

Caballero oscuro... no, no soy un caballero ni jamás lo he sido, no es ese el rol que decidí interpretar en este teatro...¿Oscuro? Muchos me ponen esa etiqueta, otros se limitan a ser menos profundo y llamarme escoria, maleante, vándalo... pero si me preguntan...nada más lejos de la realidad, yo no soy oscuro, soy yo mismo...

-Bueno, creo entender a que te refieres con el don de la imaginación-Comento tras darle una enorme calada a mi cigarro para devolverle ya totalmente la lumbre al mismo, expulsando el humo rápidamente y sin dilación-Y si hablamos de lo mismo...quizá aciertes con que me aqueja, aunque dudo que de la misma forma que a ti...igualmente...eres tan observadora como aparentas chica.

Tomo el cigarro que ella me tiende con la mano con la que no sostengo el mio y uno ambos por la lumbre, hasta que comienza a arder ligeramente el que me ha pasado la chica, que me llevo a la boca para dar un par de bocanadas que hacen que se encienda del todo.-Aquí tienes-Digo dándole el suyo y ocupando el hueco ahora vacío en mi boca con el mio propio.

Una vez hecho me acerco al contenedor donde ya no está sentada, apoyándome en él con la espalda mirando desde arriba a la chica sentada en el suelo, sin importarme demasiado que el mal olor y la mierda afecte a mi chaqueta americana negra, después de todo...eso son minucias.

-No, el destino no existe, sólo existe el presente...-Aparto mi mirada de ella mirando ahora el cielo que hasta ahora, no me había dado cuenta de que la luna brillaba en su cuarto menguante, haciendo que las estrellas de menos brillo fueran inbisible spor su influencia...hacía una estupenda noche...

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Su expresión sigue siendo igual: dulce, tierna casi, como la de una niña... y, sin embargo, con aquel brillo anciano que ha regresado a sus ojos en todo su esplendor, recreándose en el aura invisible y atemporal que parece acompañarla allá adonde vaya, como una sombra. Solo sonríe: una sonrisa, en respuesta a las miradas posiblemente inquisitivas de su acompañante, o sorprendidas, o fascinadas... lo cierto es que no queda claro en absoluto si ella lo percibe o no, dado su profundo don sensitivo. Sencillamente, y al igual que con el dibujo, ni habla ni explica ninguna de sus palabras.

Ni siquiera acerca de aquel término... caballero oscuro. Para aquella musa que camina con pies mortales la oscuridad es algo más que la mera decadencia y la negrura, supuestamente maligna, que otros quieren ver. Ella, sin embargo, no la ve, y también asocia el término con lo que está oculto, o con lo que resulta ser tan profundo que la luz del sol no consigue rozarlo. Él es la prueba viviente de ello.

Sonríe a medias y resopla suavemente por la nariz, abrazándose las rodillas con cierto aire frágil mientras extiende la mano, aguardando a que él le devuelva el cigarrillo.

- Y si acierto, o erro, ¿qué más da...? Eso no va a cambiarte. Ni es esa mi intención - entorna los ojos cuando por fin le devuelve el cigarro, llevándoselo a los siempre rojos labios y dándole una calada. Mientras el humo que expulsa flota en torno a ella como una cortina onírica, la gata callejera entorna los ojos de jade, guardando silencio mientras de nuevo se limita a contemplarle - A fin de cuentas me limito a verte a través de mis ojos... y mis ojos no son el centro del universo. Es mi visión, nimia y personal, de ti... - ladea la cabeza y de nuevo se balancea suavemente de forma infantil, como en un columpio - Solo tú sabes quién eres. O deberías...

Cuando él se apoya en el contenedor ella hace lo propio sobre el suelo, echándose ligeramente hacia atrás y apoyando en él las palmas. Hace resbalar ligeramente las suelas de las botas militares sobre el suelo, juntando las rodillas y dejando las piernas abiertas mientras contempla la luna en el firmamento. Durante un fugaz instante la magia lunar parece incidir sobre ella, como si fuera un cuarzo blanco capaz de absorberla y resplandecer.

- El destino... existe - susurra - La diferencia está en si tú decides tomar sus riendas o, sencillamente, dejarte mecer por él - se encoge de hombros con una sonrisa divertida, casi de disculpa, y le mira sin temor - Yo hace ya tiempo que nado entre las dos aguas.