Bueno, viendo que no hay un subforo dedicato a esto (pensaremos en abrirlo) he decidido colgar esto aquí. Básicamente son escenas clave en el pasado de Kiefer, escenas que le han hecho ser lo que es ahora y sentirse como se siente actualmente. Me gusta escribir estas cosas para sentir al prsonaje como más mío, y también me gusta compartirlo con vosotros y que opinéis para así mejorar entre todos.
Sin más dilación, os dejo la primera parte, el primer capítulo importante.
Una noche más del mes de Febrero, la Luna brillaba alta sobre el imponente, despejado y gélido cielo de la ciudad de Berlín, situada en el país alemán. La temperatura era cercana a los 0 grados, una temperatura ciertamente cómoda en comparación a otros años por estas fechas.. Pero algo era distinto, no encajaba con el patrón que Kiefer estaba acostumbrado a ver. Las cacerías se realizaban estrictamente una vez al mes, no más, y en una fecha concreta y, esta vez, la fecha no era la concreta, era otra, y un detalle que al resto se le pasa desapercibido él lo capta. Por ello, de camino hacia la zona de reunión, montado en su coche y con Lianna en el asiento del copiloto, no puede evitar darle vueltas a las cosas una y otra vez, teniendo una especie de sensación casi paranoica que no le ayuda en absoluto a centrarse, una falta de concentración que Lianna no tarda en captar, como demuestra cuando coloca su mano izquierda encima de la derecha de Kiefer, sujetando el cambio de marchas, en señal de preocupación e intento de cómfort:
-Kief… ¿Ocurre algo? -Susurra la joven loba, con sus dos ojos azules como el mismo cielo fijos en la figura de él, de su novio y del hombre con el que le gustaría compartir el resto de su vida. Desgraciadamente la única respuesta que obtiene a cambio es el silencio, un silencio que se hace tenso, aunque no es por ella, simplemente le está dando vueltas a las cosas, y Lianna lo conoce lo suficiente como para darle su espacio en ese tipo de ocasiones, aunque no aparta la mano, ofreciéndole todo el soporte que puede.
Y, en cierto modo, resulta de ayuda, porque en uno de los muchos giros que tiene que dar, saliendo ya del centro de Berlín y encaminándose a las afueras, se decide a hablar, exhalando un suave suspiro, sus ojos verdes fijos en el frente excepto por alguna mirada furtiva dedicada a su chica:
-¿No te parece extraño? No es el día, siempre cazamos el tercer día de Luna llena, y hoy es el segundo… Llámame paranoico, pero tengo un mal presentimiento. -Se explica lo mejor que puede, con ella no tiene dificultades para expresar lo que siente o lo que piensa, principalmente porque hace lo que ninguna persona había hecho hasta ahora, que es escucharle… Y por Dios que agradece que le escuche, sin ella probablemente estaría ya loco o en alguna cuneta muerto por sobredosis. Lianna lo entiende, lo comprende y lo conoce, aunque la joven morena no puede evitar esbozar una sonrisa y soltar una risilla, una risilla que camufla realmente un cierto nerviosismo, porque Kiefer no se suele equivocar en sus presentimientos.- No creo que pase nada, ya lo verás… Ahora céntrate en conducir y llevarnos sanos y salvos al lugar de reunión, ¿quieres? Después hablaremos de cómo te has preocupado por nada mientras corremos por el bosque.
La perspectiva a Kiefer le resulta alentadora y por ello mismo sonríe, ignorando la advertencia de ella con total consciencia e inclinándose hacia ella, besándola durante un par de segundos sin mirar la carretera antes de volver a centrar la atención en el carril, totalmente vacío, que tiene enfrente, y es que a estas horas y en pleno invierno, no es muy normal que la gente salga a pasear a las afueras:
-¿Puedes explicarme qué haría yo sin ti, Lia? -Susurra, aunque es una pregunta retórica de la cual ambos saben la respuesta.
Nada.
Kiefer se remueve ciertamente impaciente en su sitio. El lugar de reunión era un pequeño claro en el bosque, con algunos escombros de unas antiguas ruinas germanas a modo de bienvenida, un pequeño saliente y debajo la zona ancha en sí, rodeado todo el conjunto por árboles y un pequeño camino a través del cual se llega. La entrada con vehículos estaba prohibida, teniendo que ir a pie al menos media hora hasta alcanzar el sitio, y por ello todos los lobos iban con ropa y calzado cómodos, algunos descalzos, algo que a Kiefer le hacía gracia con el frío que hacía:
-La insensatez no va en compañía con la inteligencia, al parecer. -Comenta simplemente, en un susurro únicamente para su chica, la cual responde con una cantarina carcajada… Sin embargo, aún con la broma, sigue nervioso, apoyado en uno de los árboles, en su árbol dónde se lleva colocando desde pequeño, alejado de sus padres y de su familia, situados en la otra esquina. Y si se remueve es porque generalmente apenas le miran, le ignoran… Y hoy le miran más que de costumbre, algo que no le gusta, algo que evita apartando la mirada de la zona y centrándose en estúpidos detalles como el pelo de Hermann o las trenzas de Lira. Frunce el ceño de forma imperceptible, porque para colmo de males Hers se retrasa, y nunca llega tarde. Hers… En su opinión, uno de tantos líderes que, tras tantos años, ha terminado corrompido y mirando por el bien suyo y de unos pocos, los que realmente le hacían la pelota y le seguían a ciegas. Sin embargo es el líder, y no va a ser él quién diga nada cuando pasa absolutamente de la situación, es feliz con lo que tiene y como está. Sus ojos verdes observan su alrededor, escuchando con cierta precisión como una figura se va acercando por el camino.
Llega tarde, pero llega. Una figura de metro noventa, con el pelo moreno un poco entrado en canas, corto y en punta, de aspecto musculoso pero sin llegar a destacar en exceso, mirada fría y cristalina, embutido en unos pantalones militares y una camiseta de tirantes hace acto de presencia. E, instantáneamente, todos se agachan, incluidos Lianna y Kiefer, ladeando el rostro y apartándose el pelo del lado correcto del cuello. Puede que Hers no sea el líder más fuerte físicamente que se hayha visto, pero sin duda es frío como pocos y no tiene reparos en hacer las cosas, no sería la primera vez que cazan a un compañero de manada por haberse ido de la lengua. Esa falta de moralidad, ese estricto orden que sigue es el que le hace permanecer en esa posición de poder, convirtiendo a la manada en una de las más tradicionales de Berlín.
Y, sin embargo, comparado a como era hace veinte años,, ha perdido grandes atractivos. Algunos rumoreaban ciertas cosas, cosas que a Kiefer le parecían simplemente eso, rumores, y es que veía a Hers demasiado obcecado con el poder como para soltarlo sin más. Una vez Hers se inclina el resto se levantan, y de nuevo hace algo sorprendente al bajar del saliente de un potente salto y ponerse a hablar en una zona apartada, situada entre los árboles unos metros más allá, con su círculo íntimo de consejeros, como los llamaba él, entre los cuales se encontraban sus padres. Incluso Lianna, y ya no solo ella si no otros también, se sorprenden por la actitud de Hers, pero en cambio Kiefer sigue en su mundo, en su particular burbuja, ignorando lo que están haciendo o diciendo con el fin de no aumentar su nerviosismo y su paranoia general..
Tras varios minutos terminan por regresar todos, Hers volviendo a su lugar inicial en el saliente, quién carraspea con su garganta, haciendo que los murmullos cesen al instante y sus ojos claros y fríos como el hielo analicen a los presentes, dudando Kiefer de si los ve como a iguales, como a hermanos o como meramente unos súbditos que le obedecen sin rechistar. Pese a todo el silencio se apodera del claro y de la manada, cediéndole el turno de palabra al líder de la misma:
-Hermanos, hermanas… -No quiere decir demasiado con esa frase, al menos según el punto de vista del joven alemán, viéndolo como una mera fórmula de cortesía sin sentido.- Quizá algunos os hayáis sorprendido de haberos convocado hoy, el segundo día de Luna llena, cuando nuestra tradición es hacerlo el tercero. -Algunos murmullos se hacen audibles a través del claro, unos de sorpresa, otros de confirmación y otros de curiosidad. Kiefer, en cambio, permanece callado con una tumba, la vista pegada al suelo. Lianna, al sentirlo así, busca su mano, y él se la ofrece, entrelazando los dedos de forma suave y efímera, un gesto que lo expresa todo sin necesidad de palabras. Mientras tanto, Hers sigue hablando, aparentemente ajeno a todos los murmullos, que cesan en cuanto habla.- No voy a haceros entrar más en dudas y cavilaciones. Como sabéis, mi esposa se quedó embarazada hace siete meses.
Kiefer había perdido la cuenta de las esposas que Hers había tenido, sustituidas cada siete años como mandaba la tradición. Y, sin embargo, había un dato curioso, una cosa de esas que no se explican muy bien, algo de lo cual Hers habla, aunque ya todos lo sabían:
-También sabéis que, hasta ahora, no había tenido un solo hijo varón que pudiese continuar con mi sucesión. -Algunos lanzan palomas al aire, metafóricamente hablando, pensando que va a dar la noticia del nacimiento de un sucesor… Kiefer adivina por la mirada de Hers que más bien es lo contrario.- Me alegra comunicaros que es una niña.
Y estalla el caos. Los murmullos aumentan de intensidad y las personas comienzan a charlar entre sí, confusas y sin entender cómo puede suceder algo así. Unos ven en peligro la unidad de la manada, otros ven una oportunidad de oro para conseguir sacar algo de provecho y otros simplemente le buscan una explicación. Kiefer, en cambio, guarda silencio. Hers, por su parte, hace callar a todos, sin excepción, con un comentario autoritario:
-¡Silencio! Bien, como iba diciendo, es una niña, y sé que algunos os preguntáis cómo puede ser que, en tantos años, no haya tenido un hijo varón… La verdad es que no sé responderos. -Más murmullos, algo menos intensos que la vez anterior, pero más generalizados, que cesan en cuanto Hers reanuda la conversación. Kiefer aguarda en silencio, al igual que Lianna, algo más parecido a los demás en sus reacciones.- Pero he tomado una decisión. -Y, ahora sí, Kiefer alza una ceja, prácticamente como todos, expectantes. La tensión se palpa en el ambiente, en cada brizna de hierba, y de repente el silencio se nota más pesado, más incómodo, a la espera de lo que para algunos es la solución y para otros parece ser el fin de sus sueños de gloria:
-Voy a nombrar un sucesor. -Los murmullos, si antes quedaba alguno, desaparecen del todo, los que habían perdido sus sueños de gloria los recuperan, mientras que otros simplemente aguardan… El círculo íntimo de Hers permanece inamovible, calmado y tranquilo.- Mis consejeros y yo lo hemos estado meditando seriamente. Aún me quedan años, pero necesito a alguien a quién poder adiestrar e inculcar para que pueda ser un digno sucesor. Pensándolo detenidamente y durante varios días, hemos encontrado a un candidato apto… Pero…
Todo sucede muy rápido, demasiado. Kiefer no estaba prestando mucha atención, no le importaba quién fuese a ser el sucesor, iba a ser la misma mierda con un nombre diferente, por lo que se entretiene con la mano de Lianna y la vista perdida en el Infinito, su mente abstraída. Y, al segundo, Hers ha saltado desde el saliente con potencia y se ha plantado enfrente de él. Una fugaz sonrisa es lo que tiene tiempo de ver antes de recibir un puñetazo en toda la cara que le estrella contra el suelo, soltando a Lianna de forma brusca, el rostor de la cual cambia del nerviosismo al espanto y la sorpresa:
-¡Kiefer! -Hace amago de ir a su lado, pero Hers lo para, así como al resto, una mirada intimidatoria y reprobatoria, tomando turno de palabra en lo que Kiefer se levanta, agitando la cabeza y sintiendo algo gotear por sus labios hatsa su barbilla. Sangre. Sus ojos pasan del verde al ámbar en cuestión de segundos, un brillo susceptible pero sin alcanzar su totalidad, escuchando a duras penas las palabras de Hers, quién lo mira directamente como si haberle pegado fuese un espectáculo sumamente divertido.- Kiefer Kirchner… Tienes las cualidades necesarias, pero tendrás que demostrarlas en un combate contra mí, o no serás válido.
Parece que Hers ni siquiera plantea una posibilidad distinta a la de que acepte, porque se pone en una pose defensiva, instintiva y salvaje… Craso error, porque demuestra que, en efecto, no le conoce. Escupe al suelo un esputo sanguinolento, con sus ojos dominados parcialmente por la bestia fijados en los cristalinos de Hers:
-Que te jodan, no quiero el puesto. -Responde con voz tajante, siseante y autoritaria, sin vacilar ni un segundo, descargando parte de la ira por el golpe en cada palabra. La sorpresa se cierne de los miembros de la manada como si de un efecto dominó se tratase, y es que nadie hasta ahora había rechazado el puesto de líder. Si antes lo veían como un raro, ahora lo ven como un loco. Por desgracia Hers parece ir a la caza de su aparente locura cuando sonríe, como si realmente se esperase esa respuesta:
-Desgraciadamente no puedes negarte, Kirchner. Las normas son las normas, la decisión ha sido tomada y no hay otro más apto que tú. Los hay más ancianos, sí, pero tienes potencial, y no estoy dispuesto a sacrificarlo por un capricho… Deberías sentirte orgulloso.
¿Orgulloso, de qué? Alza ambas cejas, mirando a Lianna de refilón, quién parece en estado de shock ante el aluvión de noticias que está recibiendo. Realmente Kiefer está igual, solo que su sangre fría y su temple le permiten mantener la compostura de forma más que correcta. Sus ojos se desvían de nuevo a los de Hers, escupiendo de nuevo, el hijo de puta pega fuerte:
-Te repito que no me interesa, búscate a otro. -Ahora ya, sí, la manada es un caos. La gente habla abiertamente, unos critican el comportamiento de Kiefer, otros el de Hers, y la cosa se divide… Pero todos, sin excepción, terminan por abrir un círculo que ocupa todo el claro, improvisando un campo de batalla del que Kiefer no quiere formar parte, percatándose de la situación. Va a decir algo a los que tiene detrás para que le dejen salir cuando Hers parece perder las pocas neuronas que le quedan y lanzarse de nuevo a por él.
Lo ve venir el tiempo justo como para placar la caída, aunque no por ello evita llevarse otro puñetazo e el rostro, sangrando más y adquiriendo sus ojos un tono totalmente ámbar. Una cosa es que rechace el puesto y otra que se deje matar, y por ello hinca con fuerza las rodillas en los costados de Hers, clavándolos hasta alcanzar los riñones y soltándole un puñetazo en la mandíbula al instante, quitándoselo de encima. Le hace sangrar y lo que antes era cristal ahora se torna oro líquido, los dos con su bestia interior liberada, dando rienda suelta a sus impulsos. Se evalúan, dando vueltas el uno sobre el otro, cuando realmente a Kiefer le gustaría largarse de ahí con Lianna y no volver a saber nada, pero nadie parece dispuesto a abrir el cerco, y darle la espalda a Hers podría suponer la muerte.
Es Hers quién ataca primero, lanzando una patada baja que Kiefer esquiva a duras penas, aunque no ve venir el puñetazo hacia el costado. Sus costillas se tambalean ante el golpe y un dolor sordo acude a la zona, aunque no llegan a romperse, señal de que Hers no es lo que era, antes le habría roto la mandíbula en dos golpes, mientras que ahora la tenía magullada. Da un pequeño traspies ante el golpe, escuchando, sintiendo, como algunos empiezan a animar y todo, camuflando los chillidos de Lianna y las súplicas para que se detengan. Se siente impotente por no poder hacer nada, Kiefer lo sabe, pero tampoco puede pararse a pensar en ella cuando Hers vuelve a la carga, como poseído.
Aprovecha el intento de placaje de él para fintar a un lado y darle con los dos puños en la espalda, haciéndolo caer al suelo como si de un peso muerto se tratase. Intenta soltarle una patada en el costado ya estando en el suelo, pero Hers se recupera rápido de la falta de respiración y rueda sobre sí mismo, levantándose en el acto.
Y se detiene, con la sangre corriéndole por la mandíbula y frotándose la espalda, una especie de tregua en la que Kiefer intenta normalizar su ya de por sí agitada respiración, limpiándose con el dorso de la mano la sangre del rostro:
-Estás enfermo… -La única respuesta que obtiene es una carcajada de Hers que demuestra que, en efecto, está enfermo, aunque no tarda en responderle, sintiendo como se hace el silencio de nuevo.:
- ¿Y aún dudas de no ser apto para ser mi sucesor? Pegas fuerte, lo admito… Pero no me es suficiente, me tienes que demostrar un poco más.
-¿No ves que no quiero demostrarte absolutamente nada, jodido gilipollas? Búscate a otro, no me interesa. -Por un momento piensa, cree, que esto ya ha terminado, que desistirá, y por eso se gira y se encamina hacia Lianna, quién parece a punto de llorar. Pero todo lo contrario, un liero salto y una tenue luz le indica una cosa, una cosa que termina por lanzarse encima de él en apenas dos segundos. Gira su cuerpo con rapidez, colocando los brazos a modo de protección ante el fiero lobo de color grisáceo y ojos azules que le está mordiendo ahora mismo el brazo. Un gemido de dolor escapa de sus labios, Hers en su forma lobuna era grande, un poco más grande que él, aunque también era más lento. Se lo quita de encima con una sonora patada en el hocico, levantándose, sintiendo la sangre caer por su brazo, ahora visible al tener la ropa hecha jirones. Ya no piensa, no razona, cuando salta en el aire y se transforma en un lobo de pelaje gris oscuros, con una mancha negra en el lomo derecho y dos ojos tan azules y gélidos como los de Hers. Se inclina sobre sus patas delanteras arrugando el hocico y enseñando sus afilados colmillos, una señal de que ha terminado con su paciencia y de que debería replantearse las cosas.
Tres segundos después se encuentran enzarzados en una fiera batalla de arañazos, mordiscos y gemidos, dos cuerpos retozando sobre el césped, y no precisamente con intenciones amigables. Los cortes comienzan a aparecer, la sangre a manchar sus pelajes y la intensidad de la pelea aumenta, mientras que el resto de miembros disfrutan como si de un espectáculo de circo se tratase. Todos excepto Lianna, quién contempla con cierto horror lo que está sucediendo, sin saber qué hacer o qué decir. Hasta que llega un momento clave, un momento en el que Hers le gana la partida a Kiefer, tumbándolo contra el suelo y arañando con salvajismo el lomo derecho de Kiefer, quién emite un profundo gemido de dolor y angustia. Peor logra liberarse rodando por el suelo y, sin pensarlo, se coloca a dos patas y deja caer las dos patas delanteras sobre los ojos de Hers. La izquierda falla en su trayecto, pero la derecha le araña el ojo, haciendo que el animal retroceda instintivamente.
Y, en apenas unos segundos, ambos vuelven a su forma humana, desnudos, sudorosos y sangrantes. Kiefer, con una cicatriz, bueno, tres cicatrices sangrantes superpuestas y profundas, en el costado… Hers, con lo mismo, pero en el ojo izquierdo. Ambas respiraciones son irregulares y potentes, causadas por todo el dolor y cansancio acumulados. Y, sin embago, Hers hace amago de volver a ir a por él. Sólo que, esta vez, es Lianna quien se interpone, estirando los brazos en cruz y deteniendo instntivamente a Hers, sin pensar siquiera en que puede terminar por recibir el golpe, con lágrimas en sus ojos azules como dos luceros:
-¡Basta! -Mantiene la compostura, lo suficiente como para no caer en el llanto, y Hers parece apiadarse mínimamente, quizá porque está tan cansado como Kiefer… El problema es que su mirada, por encima de todo, indica satisfacción, le ha gustado, le ha valido la prueba y ahora tiene un claro objetivo en mente, que es convertir a Kiefer en el futuro líder de la manada. Y por todos es sabido que cuando a Hers se le mete algo entre ceja y ceja termina por ocurrir, ya sea por las buenas o por las malas. Kiefer, por su parte, se deja caer de rodillas en el suelo, llevándose una mano al costado y observando, con los ojos aún ligeramente enturbiados, como el círculo se dispersa, dando por concluida la reunión al parecer cuando Hers se marcha también sin decir nada más por el momento. Lianna no tarda ni cinco segundos en ir a su lado y ayudarle a levantarse, pasando una mano por su espalda y ofreciéndole apoyo, en lo que él, cojeando y desnudo, sigue sin entender una puta mierda:
-Jodido loco, casi me mata… - Susurra con voz rasgada y grave, presa del dolor y la confusión, ha quedado totalmente descolocado y no sabe volver a su posición inicial como un movimiento en falso en una partida de ajedrez, que puede costarte la partida…
Lo peor de todo es que ahora, él, se siente como un peón, algo que no manifiesta, confiando en que sus palabras y su acto hayan sido prueba suficiente para Hers de que no quiere el puesto ni en broma, y que lo ocurrido hoy sea un acontecimiento sin ninguna incidencia futura. Así, dejándose guiar por Lianna, quién no dice nada en todo el trayecto, alcanzan el coche, rumbo a su casa con el objetivo de sanar esas heridas, conduciendo ella esta vez, ya que Kiefer, en cuanto toca el asiento trasero, termina por caer dormido en un profundo sueño lleno de pesadillas y recuerdos amargos sobre lo recién acontecido