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 Séptimo día (Gabriel)

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Eithne Karenina
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Eithne Karenina


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MensajeTema: Séptimo día (Gabriel)   Séptimo día (Gabriel) EmptyVie Abr 30, 2010 5:59 am

Una semana. Una larga y tortuosa semana desde la última vez que le vio, en aquella situación tan delicada que no sirvió para que la muralla repentinamente alzada entre ambos se derribase. De todas formas, ella tampoco quería derribarla, ¿no? Se había encargado de alzarla adrede, mediante mentiras bien dichas y verdades envenenadas a modo de invisibles ladrillos que ahora nunca caerían. Y ahora tenía que ser consecuente, por mucho que doliera más que cualquier cosa experimentada hasta entonces.

De nuevo quitarse de en medio le parecía demasiado cobarde incluso para alguien tan miserable como ella. Había llegado a lamentar que la noche de la reunión no hubiese podido lograrlo, había llegado a maldecir que la salvaran. Sin lugar a dudas, todo habría sido mejor si no hubiese abierto los ojos nunca más después de esa luna. Pero no ha sido así, está viva, aunque parezca un alma errante de nuevo. Sí, una muerta en vida, que si continúa con su deprimente existencia es porque bajo su pecho un corazón resentido y agujereado sigue bombeando la sangre, y esta fluye a través unas venas que amenazan con estallarle del dolor.

Tras días alimentándose solo de la compañía del Hada Verde y los bocados de pan estrictamente necesarios para no desfallecer, su cuerpo ha empezado a darle un toque de atención que ha acabado por ser imposible de ignorar. Al séptimo, en lugar de descansar como Dios tras la creación, Eithne ha asumido que no va a lograr que su descanso le llegue de aquel modo. No sabe como ha sido capaz de lograr salir de aquella habitación, solo sabe que todas las horas que ha permanecido bajo el agua fría no han servido para hacerla sentir nada más intenso que la angustia que la llenaba por entero. Sin embargo, su cuerpo parece ser capaz de darle fuerzas pese al resentimiento, como el último aliento del guerrero cuando, justo antes de exhalar su último aliento, reúne energías para un golpe final.

Y por eso está ahí. Era obvio que al local de Gabriel nunca iba a volver, y también era obvio que no iba a encontrar trabajo en las condiciones en las que estaba y mucho menos en dos días. Por ello, cual autómata, ha vuelto a vestir corsé y falda de cuero negros, medias de rejilla y unas altas botas de tacón sobre las que hacer equilibrio. Su demacrado rostro ha sido cubierto por un maquillaje que no llega a disimular del todo su estado, con el negro delineando sus ojos y escondiendo las azules marcas que había bajo estos, y el rojo dando vida a unos labios que últimamente apenas han emitido otro sonido que no sea el llanto. Y, volviendo a encerrarse tras las fachadas necesarias, las cuales le ha costado horrores volver a alzar en torno a su ahora vacía y destrozada alma, ha regresado a un pasado que creyó ilusoriamente que podría abandonar.

Que aquella farola, "su" farola, sea en la que le conoció a él meses antes no ayuda demasiado. Sin embargo, sus pies parecen haber acudido por voluntad propia a ese lugar, como si caprichosamente el destino quisiera recordarle cuanto tenía y cuanto ha perdido con simbolismos como aquel. El callejón no está del todo vacío aquella noche, en una esquina un camello reparte su mercancía, en otras de las farolas alguna que otra mujer como ella espera a que alguien se le acerque, y aún queda algún rezagado que regresa a su casa y al pasar las mira de forma acusadora.

Ignorando todo lo que hay a su alrededor, la joven pelirroja permanece bajo ese halo de luz amarillenta y débil que ilumina su figura de 1,62 de altura, exageradamente más delgada que hace una semana, pero aún surcada por sus características curvas. La sensación de tener un hueco en el pecho va en aumento, forjando un afixiante nudo en su garganta, en lo que el dañino torrente sigue haciéndola sentir que cada poro de su piel supura agonía. Sin embargo, experta en máscaras, logra no reflejar nada de aquello en su rostro cuando los dos primeros hombres de la noche se le acercan, ebrios y con ganas de divertirse con su cuerpo.

Eithne cierra los ojos unos segundos, pidiendo un aguante que ya no tiene a nadie en concreto, y asiente, dispuesta a acompañarles a la cama donde por primera vez en semanas le toque volver a ser muñeca de usar y tirar
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Gabriel Silverfang
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Gabriel Silverfang


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MensajeTema: Re: Séptimo día (Gabriel)   Séptimo día (Gabriel) EmptyVie Abr 30, 2010 6:44 am

Uno…dos…tres…cuatro…cinco…seis…siete….Aquellos eran los días que habían pasado desde aquel repentino encuentro tras nuestra conversación, o más bien desde su declaración, pues no tuve fuerza valor ni ánimo para responder a nada de lo que aquella noche en vela dijo. Las pesadillas ocupaban las pocas horas de sueño que me permitía, de nuevo recuperando costumbres, eran cabezadas sobre la barra o sentado en el sofá acompañado de una o varias botellas de aquel licor potente llamado absenta; roja, verde, azul…Daba igual mientras consiguiera evadirme.

-"Mírate… ¿Así piensas ganarte el respeto de todos?"- Una botella rompió el reflejo de aquel espejo en el baño “matando” mi propia reflexión en aquel material, reflexión que ahora se dividía en muchos trozos mostrándome un rostro cansado, pálido, sin ganas… Mis pies descalzos pisaron aquellos trozos de espejo recibiendo cortes en la planta, me dio igual, continué caminando por el baño hasta salir al pasillo en busca de alguna otra botella al bar ya casi vacío.

Me desborda la emoción...
Al creer que no es mentira...
El vivir...sin consultar...
nuestro propio día...
Lo mejor está
a punto de llegar...
Y lo peor...
cambiará el resto,
de tu vida.


Un hallazgo, sobre la barra un paquete de tabaco, otro, otro, orto…todos vacíos, era hora de salir a por mas nicotina y con pesadez caminé hacia la habitación para coger la ropa de sobre la cama, un vaquero y una camiseta, del perchero agarré la chupa de cuero revisando en cada bolsillo por si hubiera algún resto de tabaco, nada. Tras vestirme tomé las llaves de la moto y caminé en dirección al salón abriendo una de las ventanas, ese era el modo que tenía de entrar y salir sin ser visto por los obreros del local que casi estaba acabado, me dejé caer por el marco cayendo de cuclillas, perdiendo el equilibrio y teniendo que apoyar una rodilla y mano en el suelo.

Sin más me puse en pié, caminando hacia la moto con afán de subir a ella y conducir hasta el estanco más cercano, pero mis pies siguieron de largo sin detenerse para usar aquel transporte. Otra noche más mi deambular comenzaba ahora en busca de aquel dichoso vicio.

Ni siquiera sé cuanto anduve, lo suficiente para poder airear mi mente, o quizás castigarla más al ver al resto de gente, demasiada en aquellos momentos para mí. Había vuelto a acostumbrarme a aquella soledad, terrible soledad, de nuevo compañera de mí día a día desde que…desde aquel día. Huir eso fue lo que hice, hui de todo aquella situación que, a pesar de mis años, me venía grande… Frustración, mucha frustración, era lo que en todos estos días oprimía mi pecho de manera dolorosa, inevitable. Pero, a pesar de todo aquello, a pesar de las revelaciones –y quizás gracias a ellas- había despertado de un sueño que casi atrapaba entre mis dedos, entre mis manos, entre mis brazos, suerte que consiguió escaparse. Porque es una suerte ¿no? Así lo veía, o al menos me obligaba a verlo.

Calea Vitorei, allí fue donde mis traicioneros pies heridos por el corte de aquellos cristales se vengaron de mi descuido llevándome a aquel fatídico lugar, por el cual caminé con las manos en los bolsillos de la cazadora de cuero con los ojos deambulantes por las tiendas buscando un dichoso estanco.

Os odio pies… os odio, aquel era el lugar donde por primera vez nos vimos, donde mi abrigo descansó sobre sus hombros, donde comenzó todo. No… no odiaba a mis propios pies, en el fondo y oculto por aquella máscara fija, les estaba agradecido -Gracias…- Susurré recibiendo una mirada extrañada de una mujer que por mi lado pasaba, tachándome seguramente de loco. Me daba igual, pues mi pecho dolía. Mucho, aquel alambre de espino apretaba más y más y casi impedía el palpitar de aquel órgano vital.

De manera lenta y aparentemente tranquila, caminé por aquellas oscuras calles esquivando gente, huyendo de ellos tan solo queriendo llegar a aquel lugar.

Mis pasos se detuvieron, teniendo la mirada al frente, notando como definitivamente el alambre de espinos ganaba la batalla al bombeo de mi corazón. Eithne… allí estaba y no sola, por un instante una de mis opciones fue el girarme y caminar por otro lado, pero de nuevo mis pies traicioneros, confabulados con el agónico latido resurgido de mi corazón, me hicieron andar.

Necesidad, necesidad…necesito verlos… aunque solo sea de soslayo. A un par de metros mis pies me dieron libertad, deteniendo aquella avanzada, mis ojos inexpresivos la miraban, y luchaba por desaparecer, voltearme y olvidar aquel instante, pero mi cabeza solo podía contener unas palabras -Mírame…mírame…mírame…-
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Eithne Karenina
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MensajeTema: Re: Séptimo día (Gabriel)   Séptimo día (Gabriel) EmptyVie Abr 30, 2010 2:48 pm

De nuevo, asco. De nuevo, repugnancia, odio y desprecio. Esos sentimientos son los que aprietan aún más el nudo de su garganta, enlazándolo con otro que comienza a hacerse notorio en su vientre. Se repudia a si misma, por tener que hacer lo que va a hacer, por volver a pensar que no vale para nada más, por ser tan insignificante como para no merecer otra cosa. Y, sin embargo, ahí sigue, de pie frente a la farola, asintiendo a todo lo que aquellos dos hombres dicen, actuando como si realmente lo deseara, pese a que interiormente lo vea insultante.

¿Qué otra cosa va a hacer si no? Del aire no va a poder vivir eternamente, aunque realmente no vea motivos para continuar con su endeble vida. Quién sabe, con suerte -o eso piensa ella con amargura- los dos hombres que tiene delante se propasen hasta el punto de no haber posibilidad a regenerarse, y así podrá finalmente descansar. Es realmente macabro que esa idea se le antoje reconfortante, y sin embargo, así es. No cree ni merecerse un descanso eterno, y aún así es lo único que se atreve a desear en silencio, mientras la mano de uno de los desconocidos palpa su escote, como si comprobase el material del producto antes de comprarlo. Mira a su compañero y asiente, sonriendo ambos, e instándola a que camine con ellos.

Es entonces, justo al girarse para andar entre ambos, que sus ojos azules se topan con la visión que menos se esperaban tener. Dos irises ambarinos, que reconocería aún habiendo pasado mil años, se encuentran fijos en ella. El pillarle aquello tan desprevenida logra que la máscara que con esfuerzo había conseguido colocar a la perfección, se desmorone junto a las pobres fachadas con las que había intentado protegerse. Sus pies se detienen, impidiéndole continuar la marcha con aquellos dos que esa noche son sus dueños. Únicamente puede quedarse ahí, parada mirándole, intentando mantener en vano inexpresivos sus irises claros, en los cuales la vergüenza y la humillación son claramente legibles.


-Ey, ¿qué coño te pasa, putita? -Le insta uno de los hombres, confuso y sin entender por que se detiene- ¡Camina, vamos! -Sin embargo, al girarse para decirle aquello repara en la presencia de Gabriel y en como Eithne le observa paralizada. Da un codazo a su compañero, señalándola con la mirada- A ver si va a resultar que es de la secreta y por eso...

El segundo niega con la cabeza, soltando una carcajada ante la ocurrencia de su amigo:
-¿Qué va a ser de la secreta? Sencillamente es un amargado que venía a lo mismo que nosotros... ¡Haber venido antes, amigo! -Le comenta, agarrando un brazo de la joven para tirar de ella- Vaaamos, se buena perra y anda... -Dice, riendo después ante la especie de chiste, risas que acompaña el otro, como si aquel juego de palabras fuese verdaderamente original.

Es aquel tirón el que logra hacerla reaccionar, parpadeando unos instantes, confundida. Desvía la mirada de Gabriel, atolondrada, y asiente a sus dos clientes. Realmente lo único que desea ahora es que el asfalto abra bajo sus pies un enorme agujero y la trague, algo que como es lógico no sucede. Así que, sencillamente, agacha la cabeza, clavando la mirada en el suelo, y echa a andar ante el tirón de su brazo, aunque pese a ello el hombre siga sin soltárselo:

-Lo siento... -Susurra, al pasar junto a él, casi rozando con su hombro desnudo el brazo encuerado de este. No queda muy claro con quien se disculpa, si con los dos tipos, que siguen haciendo comentarios que solo ellos encuentran graciosos, por haberles hecho esperar... O con Gabriel, por demasiadas cosas como para enumerarlas. No lo aclara, quizá ni ella misma lo sepa... Está demasiado ocupada intentando mantener la poca compostura que le queda como para darse cuenta si quiera de que ha pronunciado esas dos palabras.

Únicamente sigue andando, a base de tirones que la hacen tropezar consigo misma. El agujero en su pecho parece haberse hecho más grande, y repentinamente incluso el oxígeno entrando en sus pulmones le resulta un contacto dañino y difícil de soportar. Un enorme peso parece haber caído sobre su espalda, o más bien, ya estaba ahí, pero ahora se nota su presencia. La cabeza comienza a darle vueltas ante una punzante sensación en sus sienes, una sensación que podría aplicarse a todas y cada una de sus venas, que ella encuentra palpitantes pese a que no lo sean. Y sin embargo, no vacila, no vuelve a detenerse, ni emite queja alguna; tan solo continúa avanzando obediente, dócil, y sumisa, y todos sus esfuerzos los centra en una única cosa...

...No mirar atrás.
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MensajeTema: Re: Séptimo día (Gabriel)   Séptimo día (Gabriel) EmptyVie Abr 30, 2010 4:32 pm

La presencia de aquellos dos tipos hizo serrar mis dientes, quizás aquello era una señal para que me marchara y lo dejara estar. Pero el embriagador color de sus ojos me distrajo de tal pensamiento, mi rostro se relajó o más bien adoptó la imagen del sentimiento que me recorría en aquel momento, tristeza… Sostuve su mirada intentando hablar con la mía "Estoy aquí…” Es lo que quería decir, lo que quería gritar.

“Derramándose por dentro
Grita el corazón
Su epicentro es mi zona cero

Seguro que en otra parte
Está la solución
Y que en este mundo enfermo
Será un paso a algo mejor
Para los dos
Llora el sol...”

Tan solo el hablar de aquellos hombres me hizo distraerme en parte, aunque no retiraba la mirada de la de ella. Les ignoré pero mis ojos se desviaron ante aquel agarre que sin casi darme cuenta hacía arder la sangre que corría por mis venas, mis ojos se posaron nuevamente en ella, hasta que aquel azul que conseguía calmarme desapareció.

Sus pasos resonaron en la calle como único sonido, ni coches ni otra gente hablando, ni caminando, podían eclipsar aquel momento en el que yo seguía necesitando de aquellos ojos. La distancia se reducía poco a poco y para cuando pasaron junto a mi continuaba con la mirada al frente “Lo siento” esas fueron las palabras que brotaron de sus labios ¿Era a mi? No lo sé, simplemente tragué saliva ante aquello.

Alcé el mentón mientras apretaba los puños dentro de los bolsillos del cuero, sacando estos con parsimonia y, antes de que pudiera darse cuenta cualquiera de ellos tres, me había girado y agarrado del brazo a aquel tipo que con tan mal tratar hacía caminar, tirando de el para hacerle girar, aun temiendo el con ello desequilibrar a Eith. Cuando este se gira, mi mano palidecida por la presión contenida en aquel puño, está alzada en pos de golpear con fiereza su rostro, teniendo levemente el ceño fruncido. Si bien solo le había partido la nariz aquello le traería grandes problemas neuronales, pues la rabia, la ira, iban contenidos en aquel golpe. Solté aquel brazo para agarrar el de Eith firme pero con cuidado, para ahora ser yo quien la hiciera moverse, pero para colocarse a mi espalda

“Sé que no tendré miedo por crecer
Si veo k el peligro resbala en tu lado
No te dejare que llegues a caer
Mis manos te sujetan mis brazos te protegen”

Manteniendo a Eith a la espalda encaré con seriedad al otro -Fuera…- Era un susurro pero con los ojos clavados en el infundiendo un terror en los ajenos, de mi garganta un discreto gruñido intensifica tal sensación en aquel. No dije nada mas, simplemente espere a la defensiva la reacción de uno u otro, manteniendo aquella posición protectora con Eith.

Ella…ella se había convertido en un pilar notorio, necesario, en mi vida y de ello me había dado cuenta en aquellos días de vuelta a la soledad. No podía odiarla, no podía alejarla por mucho que hubiera pasado, la necesitaba. Mi mente se esclarecía a cada segundo que pasaba, ella era mi motor de vida, era a lo que debía aferrarme para poder no caer en la oscuridad una vez más.

“La primera vez que pude, ver tu piel un muro de cristal no me dejo abrazarte
Quiero ser feliz tan solo con mirar y ver como tus ojos se clavan en los míos
Te amaré, te amaré, por ser hoy parte de mi vida”
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MensajeTema: Re: Séptimo día (Gabriel)   Séptimo día (Gabriel) EmptyVie Abr 30, 2010 5:40 pm

La tristeza que había creído leer en esos dos ojos color ámbar, la mata por dentro. Sí, la está matando por dentro igual que lo hace cada paso que da alejándose de él irremediablemente. Pero al fin y al cabo, eso es lo que ella quiere... ¿No? Sí, librarle de ella, alejarle de alguien que no le merece y únicamente podrá causarle dolor y sufrimiento, eso es lo que está haciendo con cada resonar de sus tacones en el asfalto.

No ha terminado de convencerse de ello cuando todo se desata. No le da tiempo a ver nada, solo movimiento y agitación pasar rápido ante sus ojos. Y, cuando consigue centrarse, se encuentra a la espalda de Gabriel, colocada por una mano que sostiene el mismo brazo que segundos antes se mantenía cercado por los dedos de uno de los hombres. Al mirar al frente, puede ver a este sosteniéndose la cara, sangrando por la nariz... Mierda, sangre. Joder. Ladea el rostro, cubriéndose con el cabello, para hacer poco visibles sus irises ahora teñidos de dorado y maldice por dentro.


-Gabriel, ¿qué narices estás haciendo? -Pregunta, aunque permanece parada detrás de él- ¿Has perdido la cabeza o algo así? -No le mira cuando habla, solo oculta sus ojos y permanece estoica, observando como encara al segundo de los hombres en lo que el golpeado avanza hacia él- Déjalo, vete a casa... Este es mi problema...


El primero no puede predecir el golpe, y esto le pilla por sorpresa, tambaleándose hacia atrás y sujetando el rostro. El segundo corre hacia su amigo, para comprobar si está bien, y encara a Gabriel, confundido:
-Oye imbécil... ¿Se puede saber qué mierda te pasa? -Inquiere, separándose de su compañero y yendo hacia él- Solo es una puta, búscate a otra, hay más en otras farolas, ¿sabes? Creo que será mejor que te lo haga ver de otra forma... -Se remanga mientras camina, amenazador, hasta que, sin comprenderlo, queda algo paralizado por aquella mirada, tragando saliva y girando hacia su compañero, con un inexplicable miedo recorriéndole- Tío, mejor lo dejamos y nos buscamos a otra... -Comienza a andar hacia atrás, alejándose.

El primero niega, cubriéndose aún la nariz, y recuperando la compostura, caminando hacia Gabriel antes de enarcar una ceja mirando al otro:

-¿Estás mal de la cabeza o qué? Solo es uno, nosotros somos dos, y llegamos primero... -Su compañero no parece hacerle caso, puesto que echa a correr en cuanto su atacante le encara y suelta ese "fuera". Sin embargo él no ha sido víctima de esa mirada, no ha sentido el gruñido, ni le ha encarado, demasiado ocupado en parar el sangrado de su rota nariz- Que él huya no significa que yo también vaya hacerlo, no me cago en los pantalones, ¿sabes? -De su bolsillo saca algo, una navaja, que abre dirigiéndose hacia ambos, más concretamente hacia Gabriel- Vamos, ella ya te ha dicho que te largues, sabe con quien quiere divertirse... ¿Verdad que lo sabes, zorrita?

A Eithne no le hace falta mirar demasiado para reconocer aquel metal, su brillo habla por si solo. El nudo en su garganta se vuelve aún más afixiante, sintiendo en su estómago unas repentinas nauseas. No, por favor, no... No podría soportar volver a ser la culpable de que algo malo suceda, y más si le sucede a él. Toma aire, cerrando los ojos unos segundos, intentando ignorar el aroma a sangre que acaricia su paladar. El cabello cae por delante de su rostro cuando, despacio, aprovechando que Gabriel estará ocupado encarando a aquel hombre, se zafa de su delicado agarre y da unos pasos hacia delante, colocándose entre ambos justo cuando el desconocido llega a su altura.

-Por supuesto que lo sé -Asiente, de espaldas al viejo lobo pero sin encarar del todo al humano- Gabriel, por favor, márchate -Dice, esforzándose por sonar fría y tajante, aunque cada palabra solo aumente su agonía interna- Discúlpale, solo es un poco obseso... Yo sigo queriendo aceptar tu oferta aunque ya no esté tu amigo con nosotros...


El hombre sonríe, pero, para sorpresa de Eithne, niega con la cabeza, chascando la lengua:
-No suenas muy convincente, será que te han enseñado a usar tu boquita para otra cosa que no es el arte de mentir... Cualquiera diría que intentas proteger a alguien que físicamente no parece necesitarlo -La mira de arriba a abajo, sus brazos estirados, como intentando hacer de muro frente a Gabriel, su rostro cabizbajo, que él no sabe que oculta un cambio en los ojos, y su posición erguida, casi protectora... Él no se considera estúpido- Sin embargo, dado que me gusta lo que oigo... -Sin preámbulos la toma del brazo, con la mano manchada aún de sangre, y la atrae hacia él, girándola hacia Gabriel y colocándo la navaja a la altura de su mejilla. No llega a cortar, solo acaricia la piel con el metal, plata, algo que ese hombre no sabe que puede ser su salvación- Repítele lo mismo a tu amigo, pero mirándole a la cara, y mientras me sientes pegado a ti, ¿quieres?

No contesta a sus palabras, ni pone impedimento para que la agarre, intentando controlar el instinto que aumenta cuando la sangre entra en contacto con su piel y se vuelve más presente en sus fosas nasales. Casi puede sentir su sabor sin haberla probado, y el asco hacia aquel tipo no ayuda a contenerse... Traga saliva, con nerviosismo, cerrando los ojos al sentir la caricia fría que puede tornarse mortal sobre su rostro. Y los abre, encarando a Gabriel, con quien no tiene por que ocultar el amarillo que ahora colorea sus irises:

-Gabriel, lárgate... No es contigo con quien quiero follar esta noche -Logra que su voz no suene temblorosa, aunque en su mirada sea latente el pánico. Lo que el licántropo ignora es que realmente le da igual que aquel hombre hunda su navaja sobre su piel y la condene a morir... No es eso lo que teme. Realmente teme por él, por Gabriel... Una vez más, siente que alejarle de ella es la solución más dolorosa pero conveniente, y ese pensamiento tortura su mente en silencio, haciendo al hueco del pecho supurar dolor con más fuerza. "Maldita sea, máscara mía... ¿Por qué me has abandonado ahora?"
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Gabriel Silverfang
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MensajeTema: Re: Séptimo día (Gabriel)   Séptimo día (Gabriel) EmptyVie Abr 30, 2010 7:22 pm

-Ahora también es mi problema…- Dije tras las palabras de Eithne a mi espalda, sin apartar la mirada de aquel envalentonado humano. Mi ira ascendió ante sus palabras cerrando mi puño nuevamente en pos de volver a golpear si fuera preciso, sin relajar aquel brazo aun escuchando las palabras del no tan valiente humano.

Mis ojos se desviaron al que recibió mi golpe, ahora en pié , al cual encaré aun anteponiéndome por delante de Eithne, frunciendo el ceño ante cada palabra que su boca escupía. Ahora de frente veía la sangre descender de sus fosas nasales, el olor me embriagaba, pero la rabia era superior a la llamada de la bestia interior consiguiendo controlar muestra alguna de mi naturaleza. Aquel brillo se reflejó en mis ojos ambarinos desviándose estos durante unos instantes hacia aquel arma.

-¿Por qué no lo disc…- Mis palabras se vieron interrumpidas por el movimiento de ella a mi espalda y tras aquello el ver como se ponía por delante. Mis ojos se abrieron como platos al escuchar las primeras palabras de Eithne -No…-Dije mirando su nuca, aspirando el aire que la rodeaba dejando que su aroma penetrara en mi nariz. Auch… las siguientes palabras hicieron que el alambre de espino se estrechase -Estas mintiendo…- De nuevo susurré a su espalda -¿Verdad...?- “Dime que sí, es mentira y acabaré con esto en un pestañeo”, aquella era la coletilla que no sonó de mis labios.

“Antes de saltar,
Mira a tu alrededor,
Si vas a abandonar,
No olvides mi aliento…”

Aquello pasó demasiado deprisa, ahora Eithne estaba enfrente mio, dejándome ver aquellos ojos bañados en el salvajismo que se reflejaba en ellos. Los miré y luego pude ver aquel metal en su cuello ascendiendo luego una vez mas la mirada a sus ojos conteniendo la respiración tras escuchar aquellas palabras, no por el contenido de estas si no el cómo, la situación.

Nunca en mis años había “discutido” con humano alguno, pero… -¿Tan poco hombre eres que necesitas de la amenaza a una mujer para poder creerte tal?- Miré al hombre que se encontraba en segundo plano tas Eith –Suéltala… ahora…- Mi rostro serio, mis ambarinas orbes clavadas en las repugnantes del contrario, en una lucha de miradas, un duelo.

No pude, no quise aguantar mas y acompañado de un gruñido procedente de mi garganta emergió como si de un animal salvaje me tratara -cuando realmente era eso- El color ambarino peridó sus tonalidades marrones aportando mas terror a aquella estampa “voy a destriparte…y luego me comeré poco a poco tus entrañas mientras aun respires” Era básicamente lo que aquella mirada decía sin necesidad de hacerlo con la voz. Tenía presente en todo momento el hecho de que ella estaba siendo amenazada con aquella navaja mortal, ni tampoco sus palabras, las cuales dentro de su contexto me negaba férreamente a creer.

“No fui yo quién le robó el azul al cielo
Por favor es decir mucho con un ruego...
Abrazar de nuevo el instante
Me está haciendo levitar...”

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MensajeTema: Re: Séptimo día (Gabriel)   Séptimo día (Gabriel) EmptyVie Abr 30, 2010 8:13 pm

"Ahora también es mi problema…" No, no lo es. Ella le ha liberado de eso, ¿por qué no quiere verlo? ¿Por qué se lo pone tan difícil? No puede evitar volver a cerrar los ojos, controlándose para no desatarse en ese mismo momento, en el que lo único que quiere su cuerpo es transformarse y devorar a ese hombre, destripándole mientras aún vive. Prefiere hacer caso a su cabeza, esa que le da la orden de evitar que Gabriel pague por aquella situación. Niega lentamente con la cabeza, de forma apenas perceptible, sintiendo la caricia de la plata cerca de su mentón:

-No, no miento, Gabriel... -"Claro que miento, maldita sea..."- Iba a ir con él por propia voluntad y tú has desatado esta incómoda situación... Así que vete -Repite, sintiendo como su garganta se resiente a cada palabra pronunciada, como el agujero en su pecho se estira más, como las nauseas se le hacen mayores. Especialmente cuando él vuelve a mirarla y ella sabe que, de no ser por el dorado de sus ojos que ahora cubren cualquier otra emoción, él podría ver que en efecto, miente.


-¿Sabes, putita? Suena bien eso de que quieras que te folle... Pero sigo sin estar del todo convencido de que no mientes -Dice el hombre, acariciando su cuello y mejilla con la navaja- Sobretodo porque tu amiguito no parece créerselo... Así que vamos a demostrarle que es verdad, ¿te parece? -Sonríe abiertamente, mirando fijamente a Gabriel- Vas a agacharte a chupármela aquí mismo, para que él vea que en efecto quieres hacerlo... Y si no lo haces te desfiguraré esa preciosa carita para que nunca más nadie pague por metertela, ¿entiendes?

Eithne respira hondo, pero el olor a sangre, la mirada de Gabriel, y la situación en sí, se le vuelven insostenibles. Cierra los ojos, unos segundos, tras escuchar las palabras de él, y, para sorpresa de uno y otro, niega:

-De acuerdo, desfígurame la cara... No pienso hacer nada mediante amenazas, lo hago por dinero -Espeta, aunque realmente lo que quiere es que corte su piel con ese metal y su sangre se infecte... Sí, así podría descansar, librar a Gabriel de su existencia, y no tener que continuar con una vida miserable que no va a ninguna parte.


-Vaya... Con que esas tenemos... -El metal acaricia el rostro, pero no corta- Resulta que tienes una cara demasiado bonita, quizá destrozártela sería un crimen, debe ser una hermosa visión verla manchada con... Ya sabes. Pero se me ocurre una idea... ¿Y si te digo que desfiguraría a tu amiguito? ¡Ah, no, espera... Qué quieres que él se marche porque te da igual! Entonces si le apuñalo, no pasará nada... ¿No? -Ahí lo tiene, para su satisfación, Eithne suelta un "NO" que le hace reír- Justo lo que pensaba... Bien, camina hacia él -Comienza a empujarla, para quedar de nuevo a la altura de Gabriel- Y ahora quiero que te agach...

No termina la frase... "¿Tan poco hombre eres que necesitas de la amenaza a una mujer para poder creerte tal?" Como si aquella ofensa fuese imperdonable, el hombre aparta en un descenso la mano que pegaba la navaja al cuello de la pelirroja y la dirige hacia el costado de Gabriel... Sin embargo, pasan varias cosas, muy rápidas, que evitan que el apuñalamiento se produzca. Una de ellas queda totalmente desapercibida, y es el hecho de que algo frena el avance de la navaja, concretamente una mano que se aferra al filo. Este primer hecho es el que menos parece importarle al humano, y el que probablemente Gabriel no vea, dado que sucede justo cuando le lanza aquella mirada al hombre acompañada de un gruñido animal. El segundo hecho es precisamente ese gruñido, esa mirada... Sin saber porque, toda su valentía anterior se desvanece, y el hombre echa a correr despavorido antes de soltar con brusquedad a Eithne.

-¡NO! -Había exclamado ella, sin pensarlo, ante la amenaza de que Gabriel saliera herido. No opone resistencia cuando la empuja a andar hacia él, sintiendo el contacto del arma ahora en su cuello, frío, acariciante, peligroso. Sin embargo, Gabriel continúa intentando salvarla cuando ella, realmente, lo que quiere es salvarle a él. Sus ojos captan una sola cosa: la navaja descendiendo hacia el costado de Gabriel. Nadie más, salvo ella, entiende porque no llega a clavarse ahí. Todo sucede demasiado rápido, y tras el repetido uso del don del licántropo, el hombre huye como alma que lleva el diablo...

Eithne da un par de pasos hacia atrás, apretando los dientes, con las manos a la espalda. Le mira, mira hacia esos ojos tan amarillos como los suyos y niega con la cabeza:


-Felicidades... Gabriel -Gruñe, con la voz algo entrecortada- Acabas de... hacerme perder... el sustento que me habría valido para... tres días -Le reprocha, sin dejar de avanzar hacia atrás. Da la impresión de estar conteniendo las ganas de gritar, de retorcerse, porque toda su mandíbula se tensa tras hablar.

Una sola cosa es la que traiciona esa compostura: a su espalda, un ruído concreto, el de algo metálico golpeando contra el asfalto al caer. A sus pies, sin que ella se de cuenta, es entonces visible la navaja de plata manchada con sangre... La de la palma de su mano izquierda, aunque esta última permanezca oculta a su espalda, escondiendo el motivo por el cual el arma mortífera se detuvo antes de clavarse, ignorando que al retorcer los dedos por el agónico dolor esta ha caído dejándola en evidencia.


-Vete... No quiero volver a verte... -Espeta, conteniendo la respiración, apoyándose contra una farola, ocultando aún ambas manos y sin haber reparado en el vacío de estas, demasiado concentrada en contener muestra alguna de un dolor que supera cualquiera que haya experimentado antes- Lárgate...

"Solo vete y deja así que yo también me vaya... Para siempre."
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MensajeTema: Re: Séptimo día (Gabriel)   Séptimo día (Gabriel) EmptyVie Abr 30, 2010 9:31 pm

Eithne habló, pero mis ojos continuaban en los de aquel tipo que amenazaba a la mujer que ocupaba mi corazón a pesar de este estar oprimido por aquel alambre de pinchos. Mi mirada reflejaba toda aquella negativa a modo de ira que proyectaba sobre el humano, el cual habló de aquella manera tan despectiva, consiguiendo únicamente alimentar mi ira, frunciendo mi ceño e incluso llegar a hacer vibrar mi labio superior de manera agresiva, tal como lo haría en mi yo salvaje.

Una respuesta negativa ante aquella amenaza y mi cuerpo reaccionó tensándose como el que ve una luz al final de un túnel, su negativa me dio más animo, todo volvería a ser como antes como hace unas semanas cuando ambos temblábamos al contacto del otro. Las palabras que acompañaron aquella negativa hundieron parte de ese ánimo y uno de mis pies se adelantó con afín de hacer algo cuando el humano de nuevo habló.

A pesar de todas aquellas palabras, mi máscara estaba bien puesta en mi rostro, permitiéndome seguir deleitando con aquella mirada salvaje al que ahora era mi enemigo y a lo mejor en un futuro una cena.

De nuevo negativa… y mi corazón lucha por bombear y liberarse aunque sin resultado aun. A pesar de notar como la presencia de Eith se acercaba no dejaba de mirar al tipo esperando reacción ante mi frase deshonrosa y como esperaba aparta el arma de su cuello y mi antebrazo se prepara para recibir aquel corte pero este no llegó, intuyendo que era gracias a mis dotes intimidatorias, ya que luego Eithne es libre y aquel valiente humano sale corriendo como alma que lleva el diablo.

Una vez perdido de vista aquel ser repugnante, desvié la mirada aun amarillenta hacia Eithne avanzando unos pasos en pos de acercarme y mostrar mi preocupación, pero sus palabras me detienen. Mis irises se oscurecen regresando el ambarino a ellos ¿Por qué? ¿Por qué rehuía? Mis pies no avanzaban de nuevo en una traición, ahora llenos de confusión.

Un rebotar de algo de metal a sus pies me hace descender la mirada a estos cayendo entonces la máscara que hasta entonces portaba -Eith…- Alcé la mirada a ella, e ignorando sus palabras caminé acercándome quizás de manera brusca, pero era más la desaparición de la rabia que era sustituida por el nerviosismo. Aquella arma había caído de entre sus manos y me aseguré de aquello deteniéndome frente por frente a ella llevando mi mano a su espalda, forzándola a sacar ambas manos de su espalda mirándolas -- Ambas llenas de sangre, una de ellas con un tono oscurecido en la piel.

Alcé la mirada a ella -No voy a marcharme…- repetí como en aquella noche de revelaciones pasadas. De nuevo sus ojos… en los cuales no pude evitar perderme una vez más a pesar de la situación crítica, teníamos que movernos teníamos que ir a casa o… No quise pensar en nada referente a que pudiera desaparecer.

A mi memoria regresó aquella estampa en la que me veía sacando a Kiefer de su bañera y sacar del bolsillo la caja con las inyecciones, la caja… Apresuradamente solté sus muñecas buscando en uno y otro bolsillo notando el tacto de aquel metal. Había estado tan ido que ni siquiera había guardado el antígeno en la caja fuerte, cosa de la que me alegraba. Saqué la caja cogiendo del interior una de las jeringas, guardándola luego en el bolsillo exterior y , sujetando su mano, la oscurecida, clavé la aguja en su muñeca cerca de la herida apretando luego el émbolo.

Si en aquel proceso intentaba marcharse se encontraría con mi cabezonería mi protección y mi insistencia a acorralarla contra la farola aunque con ello significara tener que placar mi cuerpo al suyo, merecería la pena la salvaría y gracias a mi deje de todos estos últimos días.
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MensajeTema: Re: Séptimo día (Gabriel)   Séptimo día (Gabriel) EmptyVie Abr 30, 2010 9:59 pm

Duele, maldita sea, duele mucho. Es como como si un invisible fuego corriera por sus venas, comenzando en la palma de su mano y ascendiendo por su muñeca hasta el brazo. La plata comenzaba a extenderse y, una vez llegase al punto final, ella moriría. Lo sabe y, de hecho, es lo que pretende al ocultar sus manos de la mirada de nuevo ambarina de Gabriel. "Solo unos minutos más... Y descansaré, arrancándome de raíz", se repite, pese a sentir realmente un miedo atroz a una muerte que parece estar apunto de darle su dulce abrazo. Da igual, Gabriel está a salvo, y pronto se olvidará de ella cuando no sea más que un cuerpo sin vida marcado por el negro de la plata.

Sin embargo él continúa avanzando hacia ella, y solo entonces se da cuenta, al seguir la trayectoria de sus ojos, de que el arma ha caído, incriminándola. Cierra los ojos, apretando con más fuerza los dientes, retorciendo los dedos de la mano herida y aprieta la mano sana hasta clavarse las uñas en la palma. Y, sin embargo, no puede reprimir el dolor ni con esas, por lo que un gruñido surge de su garganta, traicionándola.


-Aléjate de mí... Vete... -Su voz suena entrecortada, igual que su respiración , un símbolo más de dolor- Déjame... -Susurra, mientras forcejea en vano para evitar que Gabriel saque sus manos de la espalda que las esconde. Sin embargo, lo consigue y, con ello, termina por desenmascararla del todo. Al verse en evidencia, todas las fachadas caen por su propio peso- No... -Gimotea, suplicante- Por favor... Déjame ir... Solo déjame liberarte...

Cierra los ojos, incapaz de sostener su mirada, incapaz de aguantar esa sensación de culpa que regresa a ella con fuerza. Intenta escabullirse, evitar que aquella jeringa salvadora se clave en su mano... Nuevamente, intentos vanos, él lo consigue y ella lo único que logra es quedar acorralada contra la farola, placada por el cuerpo de Gabriel. Ladea el rostro, respirando hondo, ante una sensación agradable y desconocida que indica que el veneno plateado pronto estará fuera de su organismo... El dolor va remitiendo poco a poco, algo que su cuerpo agradece pero su mente reprocha. ¿Por qué? Es la segunda vez que la muerte estira sus brazos hacia ella pero estos se desvanecen antes de fundirse en ellos. Ahora solo queda otro tipo de dolor, el de su alma que, sin embargo, parece calmarse ante la cercanía de Gabriel.

-¿Por qué? -Pregunta, refiriéndose a su "No voy a marcharme". La última vez que lo dijo, ella misma se encargó de que faltase a su palabra, y sin embargo ahora ahí le tenía, reafirmándolo- ¿Por qué? -Repite la misma pregunta, abriendo los ojos, de nuevo azules, para observarle confundida.

De nuevo esa cercanía que hace al agujero de su pecho disminuir, pero que la culpa le indica que no merece. De nuevo esas dos orbes ambarinas traspasando su azul mirada. De nuevo Gabriel... A su lado. Y esta vez, se ve incapaz de salir huyendo. Súbitamente, cuando por tercera vez fórmula un "¿Por qué?", todo lo contenido estalla... Eithne rompe a llorar, de golpe y porrazo, como si le fuese la vida en ello.
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MensajeTema: Re: Séptimo día (Gabriel)   Séptimo día (Gabriel) EmptyVie Abr 30, 2010 11:22 pm

El forcejeo se hizo intenso, tanto que pareciera una agresión. Lejos de las apariencias, lo que intentaba era clavarle aquella jeringa que salvaría su vida -No voy a dejar que te vayas…- Dije en el forcejeo justo antes de conseguir mi objetivo, notando ahora el contacto de nuestros cuerpos. Mi respiración era levemente agitada, la cual chocaba con la de ella, la jeringa cayó al suelo y mis manos sujetaron sus muñecas obligándola a calmarse.

Sus ojos se apagaron y su rostro se hizo a un lado, evitando un nuevo contacto visual el cual calificaba como necesario. Aun así los buscaba mientras que descendía las manos de ambos sin dejar ni el más mínimo espacio entre nuestros cuerpos.

“¿Por qué?” Esa fue su pregunta repetida no una ni dos si no tres veces, tres veces que no obtuvieron respuesta en un principio, aunque ahora tenía una respuesta clara, la cual necesitaba decir, gritar… -Porque… has conseguido sacar de mi partes que ni conocía…- Susurré moviéndome despacio alzando ambas manos para tocar con una de ellas la mejilla que se me mostraba.

Un nuevo yo había nacido desde el primer momento en el que coincidimos en este mismo lugar, una noche oscura para ambos que se convirtió en una noche de alcoholismo y conversaciones profundas, más de lo que nunca había podido tener con nadie. -Porque…te prometí que nunca te soltaría…que estaría para sostenerte…- La caricia se repitió notando la humedad que descendía por sus mejillas, esas lágrimas amargas.

Con ambas manos tomé su rostro obligándola a mirarme, -“Mírame, mírame, mírame…”- De nuevo aquel intento de comunicación mental mientras la observaba. Pena, tristeza, necesidad deseo, frustración… ese era el cóctail de sentimientos mezclados con muchos más que expresaba mi rostro, dejando que las arrugas de mi frente fueran visibles.
Me mirase o no, mi rostro acortó distancias con el suyo deteniéndome a menos de unos centímetros de ella -Porque te quiero…- Susurré sin dudar, sin hacer pausa. A pesar de cerciorarme con una negativa reacción ante aquellas palabras, desvanecí aquella distancia entre rostros posando mis labios sobre los de ella, cerrando los ojos.

Mi corazón se detuvo, mi respiración desapareció, mi mente en blanco, centrada única y exclusivamente en sostener aquel rostro y mantener nuestros labios unidos. En el caso de que reusara aquel afecto no la detendría, si ahora me rechazaba daría media vuelta y regresaría a mi vida de lobo solitario, aunque en el fondo, mi corazón deseaba el poder volver a latir y mis pulmones volver a hincharse para poder percibir en la nariz su aroma

La realidad es que sin ti
mi alma vuela.
Si no estás aquí ya no correré...
Vuelvo a sonreír...
Vuelvo a reaccionar...
Como el niño que...empieza a andar...
Y aun recuerdo la primera vez
que te bese en los labios...
Ya respiro y no me olvido de tu olor...
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MensajeTema: Re: Séptimo día (Gabriel)   Séptimo día (Gabriel) EmptyJue Mayo 06, 2010 2:40 am

"No voy a dejar que te vayas…" Con aquella frase, solo aumenta su desesperación, su confusión, y, por consiguiente, su llanto. Su cuerpo se agita a cada lágrima derramada, intentando por lo demás tranquilizarse ante ese agarre de muñecas. Casi puede beber de la respiración de Gabriel, sentirla azotando su rostro y entrechocando con la de ella. Aquello, en efecto, no ayuda demasiado, por no decir nada, a que logre pensar con claridad...

Y tampoco ayuda que ambos cuerpos se junten, cuando Gabriel deja las manos entrelazadas caer, y Eithne no puede más que tomar aire repetidas veces, intentando no ahogarse con el llanto. Le ha herido, le ha hecho un daño inimaginable, le ha engañado, le ha apuñalado con mentiras envenenadas... Y, sin embargo, ahí sigue él, insistente y tozudo, negándose a abandonarla. Su alma parece revolverse inquieta ante ese hecho, ante esa realidad que su angustiado corazón añora pese a que su cabeza le diga que no debe ser así. Sin embargo, esa voz de la razón que la ataca con la culpa y el sentimiento de inferioridad se ve acallada por la de él, cuando habla, cuando responde a todos sus porqués.

"Porque… has conseguido sacar de mi partes que ni conocía…" Un estremecimiento la recorre ante la caricia de su mejilla, y esa frase golpea en las pocas barreras que había logrado reconstruir ante él haciendo que se tambaleen con fuerza. ¿Ella, sacar partes de él? No, ella solo las vio y le dijo donde estaban, pero él las ha sacado, aunque... A la inversa es igual, pues ha sido gracias a Gabriel que ha llegado a creer que servía para algo más que lo que había ido a hacer esa noche a aquella farola.

"Porque…te prometí que nunca te soltaría…que estaría para sostenerte…" Una promesa de la que ella creyó haberle liberado cuando le lanzó todas aquellas dagas déspotas, pero que él parece empeñarse en mantener. Y ella, ¿quiere que la mantenga, que él la sostenga por siempre? Sí, claro que quiere pero... ¿Lo merece? La pregunta resuena en su mente como un eco lejano, un murmullo apenas audible, por el hecho de que el viejo lobo acapara ahora toda su atención.

Las lágrimas siguen dibujando surcos en su pálido rostro, últimamente tan demacrado, cuando Gabriel, tras repetir una estremecedora caricia, lo toma entre sus fuertes manos. No opone resistencia a que lo gire, abriendo los ojos como si realmente la telepatía hubiese funcionado, sintiendo que realmente él ansía que lo haga, que lo necesita tanto como ella. Y así, sus ojos azules, enrojecidos, hinchados, y coronados por ojeras, se fijan en los ambarinos de Gabriel. Confusión, desesperación, culpa... Es difícil saber cual de esas tres emociones se expresa más en su mirada.

"Porque te quiero..." CRASH. Todas sus barreras se van al suelo de golpe ante esas tres últimas palabras, ante esa respuesta final que logra eclipsar cualquier pensamiento que pudiera estar teniendo en ese momento, cualquier emoción, cualquier cosa... Quererla... Alguien, a ella, y no un alguien cualquiera, sino alguien a quien ella lleva queriendo desde mucho antes de tener constancia de ello. No le da tiempo a reaccionar del todo porque, enseguida, se ve obligada a cerrar los ojos y dejarse llevar ante ese acortamiento total de distancias entre ambos rostros.

Pero no tarda demasiado en responder, en mostrar una reacción a lo que él acaba de confesar, cuando lleva ambas manos a la nuca de él y, aferrándose a esta con una total desesperación, le corresponde a ese beso de forma profunda y acelerada, casi con ansiedad. Es su "te quiero" mudo, su forma de decirle sin palabras que lleva sintiendo aquello desde hace siglos, es su manera de suplicar perdón y redimirse... Besarle, besarle como si de nuevo se le fuese la vida en ello, aunque sea un beso con sabor a sal, la sal de sus lágrimas. Nada de eso importa, solo la necesidad con la que sus labios parecen atrapar los de Gabriel, en una muestra de lo atrapado que él tiene a su alma.
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MensajeTema: Re: Séptimo día (Gabriel)   Séptimo día (Gabriel) EmptyJue Mayo 06, 2010 4:11 am

Eternos se me hizo el tiempo que mi caricia en sus labios con los míos obtuvo respuesta. La presa del pecho, el alambre de espinos que apresaba mi corazón y mi falta de aire se esfumaron, pues el pecho pareció perder todo aquel peso que sobre caía en el, mi corazón palpitaba vivo cual caballo al trote que desea correr mas y mas, mis pulmones se hinchaban de manera violenta queriendo respirar y poder deleitarme con su aroma.

Aun con las manos en sus húmedas mejillas, correspondí de la misma manera al beso, sintiendo un gran escalofrío recorrer mi espalda cuando ella pone las manos en mi nuca. Una de las mías abandona su rostro para posarse en su cintura y deslizarse hacia los lumbares, para luego dejar que nuestros cuerpos siguieran unidos cuando mi pié izquierdo se retrasó y luego el derecho, así dando los pasos suficientes para alejarnos de aquella farola contra la que momentos antes la aprisionaba. Aquello era mero simbolismo, aunque eso solo ella lo entendería.

Apreté los ojos por miedo a que eso fuera otra de las pesadillas que noches atrás me atacaban en las pocas horas de sueño que tenía. Acariciaba aun su rostro rogando que aquella piel no se separara de mí, que aquellos labios continuaran en la danza que teníamos, en aquel “duelo húmedo”. Con la mano que acariciaba su mejilla aparté algún mechón de pelo que sobre el reverse me había caído desconcentrándome con cosquillas de la función de esa mano, para colocarlo tras su oreja.

Aquel tan deseado y esperado beso continuaba ninguno le diéramos fin tan pronto. Pero, mis labios se vieron perturbados, pero no dejaron de moverse, lo que sin poder ni querer evitarlo los hizo “distraerlos” durante unos instantes fue una sonrisa, una sonrisa llena de tranquilidad, felicidad, ternura…

“Yo seré quien te sostenga
Cada vez que parezca que vas a caer…
Coge mi mano
Yo te guío
Duerme en mis brazos hoy
Esta noche podrás soñar”


Última edición por Gabriel Silverfang el Jue Mayo 06, 2010 5:49 pm, editado 1 vez
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MensajeTema: Re: Séptimo día (Gabriel)   Séptimo día (Gabriel) EmptyJue Mayo 06, 2010 2:21 pm

Todo lo que les rodeaba hasta ese entonces se esfuma... La calle, los coches, cualquier yonki que pudiera pasar por ahí en busca de una dosis, los cubos de basura... Todo, absolutamente todo queda reducido a un escenario que ni importa ni tiene interés alguno. Lo único importante ahora son ellos dos y ese beso que los une. Sin embargo, Eithne capta perfectamente el significado oculto de que los pasos de Gabriel separen su cuerpo, pegado aún al de él, de esa farola... Y comprender lo que aquello simboliza logra sobrecogerla, abrumarla en lo más hondo de su ser, e impulsar sus emociones a intensificarse cada vez más.

El dolor va desapareciendo paulatinamente y parece llevarse de equipaje todos los pensamientos negativos, dejando únicamente que los sentimientos que él provoca en ella, aquellos de los cuales es dueño, prevalezcan y vayan creciendo conforme sus labios se acarician con húmedo ímpetu. Su espalda parece curvarse hacia Gabriel, juntando más esos cuerpos, pegándose a él todo lo que puede, en lo que ambas manos son deslizadas hasta sus hombros, aferrándose a estos con fuerza.

Alarga al máximo ese frenético beso, agitado y salvaje, dado a la desesperada, como si temiera que al finalizar ese contacto descubriera que todo ha sido un sueño. No, no quiere volver a despertar y que él no esté ahí, sosteniéndola. No quiere tener que soportar la sensación de verse desnuda al desvanecerse esos brazos que ahora la rodean y en los cuales desearía perderse para la posteridad. No quiere concebir de nuevo una vida sin él, sin Gabriel... Y por eso sus ojos se cierran también con fuerza, negándose a correr el riesgo de que aquello no sea real.

Hasta que esa sonrisa que forman los labios de Gabriel ralentiza ligeramente ese duelo de bocas que lo dicen todo sin palabras. Eithne respira hondo unos segundos, atrapando el labio inferior contrario entre los suyos y mordiendo levemente, intentando calmar así la desesperación. Y, despacio, se separa unos centímetros, los justos para, aún con los rostros unidos, sonreír ella también. Aquello es real, no debe temer que no sea así, porque puede notarlo, puede sentirlo, puede palparlo... No es un sueño, es un hecho que esta vez no piensa dejar escapar.

No tarda demasiado en abrir los ojos para, sin que los semblantes se alejen demasiado, romper ese silencio que minutos antes había estado manteniendo. Y lo hace con una única frase que, al ser pronunciada, hace a su aliento acariciar la faz contraria dada la cercanía de ambos labios... Una única frase que resume todo lo que él necesita saber en aquel momento:


-...Yo también te quiero, Gabriel...
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MensajeTema: Re: Séptimo día (Gabriel)   Séptimo día (Gabriel) EmptyJue Mayo 06, 2010 6:57 pm

La mano que momentos antes acariciaba su mejilla se deslizó hasta su nuca, notando con mis yemas aquella numeración la cual cubrí con la palma ejerciendo cierta presión, como si con aquello quisiera hacer desaparecer esa marca.

El beso era cada vez más lento y aunque aquello ocurriera la pasión seguía siendo transmitida entre nuestros labios. Agarró entre los suyos el mío inferior, yo evitaba el separarnos y buscaba que el beso continuara, pero la caricia en mi rostro de sus palabras me detuvo, fue entonces cuando mis ojos se abrieron lentamente para fijarse en los suyos alternándose de uno a otro, dibujándose en mi rostro una nueva sonrisa mientras una de mis mano de nuevo se deslizaba hasta su mejilla para acariciarla.

Mi cuerpo tembló emocionado ante aquellas palabras, no conseguía emitir palabra alguna ni apartar la mirada de ella notando como el hipnotismo de sus ojos me atrapaba. Acaricié su rostro una vez más antes de descender esa mano para unirla a la cintura al lado contrario de la otra, abrazándola por esa zona estrechándola contra mí.

Curvé mi espalda para poder reposar lentamente mi frente contra la de ella -Ven a casa con Nik y conmigo…- Susurré en aquella distancia entrecerrando los ojos por un momento, deseando una respuesta rápida y afirmativa. Separé mi frente de la de ella para poder observarla, poder obtener aquello que tantas veces necesitaba y ansiaba, su mirada, volví a ascender desde su cintura una de las manos, con la soberana necesidad de acariciar la piel de su rostro, dedicando unos minutos en secar las lagrimas que momentos antes descendían por ella, limpiar su rostro de aquellas lagrimas que habían descendido en un momento de negativa a la que me enfrenté de manera ciertamente ciega sin saber qué consecuencias tendría.

Ahora no me arrepiento de aquello, y tan solo esperaba que se quedara conmigo que no se fuera nunca más, con el otro brazo la estrechaba contra mí en esa petición muda “no te vayas nunca”
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MensajeTema: Re: Séptimo día (Gabriel)   Séptimo día (Gabriel) EmptyMar Mayo 11, 2010 7:26 pm

Volver a casa.. Sí, ahora tiene casa, y no solo eso, tiene un hombre al que quiere, y lo que es mejor, con un sentimiento correspondido, tanto como el de ella hacia él. Le quiere, le ama, y ahora se da cuenta, por fin, de que negárselo no ha hecho más que matarla por dentro, que ahogarla en la pena y la soledad... Y es que ahora comprende una cosa fundamental, tan sencilla que le dan hasta ganas de reír por habérsele olvidado, siendo al mismo tiempo tan importante: Cualquier ser vivo merece amar y ser amado...

¿Por qué iba ella a ser un caso distinto? No, no hay un por qué, no hay una explicación lógica y coherente a negarse algo que, por derecho, se ha ganado... Y le da igual, absolutamente igual ahora mismo, felizmente atrapada entre sus brazos, lo que puedan pensar u opinar los demás, lo único que quiere es que esos dos ojos ambarinos la miren de esa forma durante toda la vida si la suerte y el destino están de su parte. No desea nada más, ni fama, ni riqueza, ni siquiera piensa en las repercusiones que esto puede tener en la manada tras los últimos incidentes. Lo único en lo que piensa es en volver a casa, en ver a ese pequeño niño de ojos chisposos y felices, en sentirse abrazada y arropada por esos fuertes brazos que ahora parecen protegerla de todo mal y, al mismo tiempo, extirpar todo lo que ha guardado dentro durante tanto tiempo.

Casi suspira de resignación cuando se separa unos centímetros de sus labios y pega su frente con la de Gabriel, sintiendo el cálido contacto emanar de ambos cuerpos, un calor que la revitaliza por dentro como si agua en mitad del desierto se tratase, un calor que necesita y del que no quiere desprenderse nunca más, no quiere voler a cagarla, está todo dicho y perdonado... Y ahora, por fin, Eithne se siente feliz, teniendo derecho además para ello. No es de extrañar en absoluto la sonrisa que se forma en sus labios, desprovista de corazas, de barreras o de cualquier tinte falso que no le corresponde, no, lo único que se puede leer en esa sonrisa, en esos dos ojos azules que se fijan en los ambarinos de Gabriel, brillantes y radiantes pese a lo demacrado de su aspecto, es amor, sin más:


-Sí, vamos a casa... -No dice nada más, no hace falta, sobran las palabras entre ambos bastando únicamente las miradas. Una de sus manos acaricia la mejilla de él suavemente, un roce efímero que aún así logra transmitir todo lo que siente, dejando que descienda por su barbilla, su cuello y su costado, alcanzando finalmente la mano que el líder de la manada tiene enroscada en su cintura. Un leve asentimiento es la única señal que le da antes de tirar de él con suavidad, deseosa de retornar a donde pertenece, a ese lugar físico que se ha ganado casi sin quererlo. Sin embargo, eso no es lo importante, un detalle nimio, ínfimo... Lo realmente importante es que ese huyeco, ese vacío que tenía en su corazón, se ha llenado por fin y de forma completa. Y esa plenitud tiene un rostro, tiene una mirada y tiene un nombre...

...Gabriel.
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