Los que esperan en grupos "pequeños" (Gabriel)

Tema: Los que esperan en grupos "pequeños" (Gabriel) Vie Feb 26, 2010 1:23 am

- Eh, niñato, que te están hablando... - voz empalagosa, tono de falsa supremacía mal infundada, y empujón pertinente a mi hombro para afianzar su hombría.

Patético. Como siempre, y como sólo puede ser. Terriblemente patético. ¿Sabéis esos grupitos que se forman en las más oscuras esquinas, en los más sucios rincones y entre las columnas del metro? ¿Los que parecen que siempre esperan en "pequeños" grupos? Pues con uno de esos me he ido a topar ahora. Miento, son 3, más grandes, más fuertes, y sobre todo... humanos.

Cuando el otro me pega el empujón, siento el deseo irracional de sacudirme el hombro, como si me hubiera dejado porquería encima. Me giro y me quito uno de los cascos de la oreja, fulminándole con mi ojo ámbar, mi ojo de lobo.

Los otros dos le corean un "uuuuuuh", y se ríen como dos bobos. Tsk, tampoco cabía esperar una reacción mucho más inteligente ante mi obvia apatía.

- ¿Qué coño te pasa? - le increpo.
- ¿Qué que pasa? ¡Que no me mola cómo vas, no me mola cómo me miras y tampoco me hace ni puta gracia que vayas al mismo instituto que yo, mariconazo! - el tío alza la voz, ahora que en medio del pasillo del metro, estamos solos.

Y claro, puesto que son gilipollas, porque lo son, qué se le va a hacer, no saben que soy una tía. Realmente poca gente lo sabe que no sean familiares míos, así que suelo estar bastante acostumbrada a esa confusión bien infudada. Pero lo cierto es que cuando sujetos como estos empiezan a tocar los cojones, es cuando realmente me exaspera... Aunque supongo que tiene sus ventajes: si eres un tío sólo te pegan. Si eres una tía... bueno, ya os imagináis.

- Pues jódete, porque no creas que me preocupo mucho de alimentar tu complejo de inferioridad - contesto con sequedad.

El otro aprieta las mandíbulas y frunce el ceño en una expresión histérica que raya lo cómico, y acto seguido resopla como un toro. Me dan ganas de partirle la nariz... los otros dos se ríen y hacen comentarios para exhasperarle más.

- El niño te ha contestado...
- ¿No vas a hacer nada, tío? Boh...
- ¡Cerrad el pico! - el increpado les empuja, y acto seguido avanza un paso hacia mí, que ya había empezado a irme, y me agarra por la cazadora, obligándome a darme la vuelta. - Te voy a romper la cara de tal forma que ni la cirujía podrá arreglarte... - gruñó.

Oh, sí, qué miedo. Eso demuestor cuando sonrío a pesar de posición forzada, enarco una ceja, y le meto una patada bien dada en las pelotas. El otro me suelta, se encoge y emite un sonido estertor. Los otros dos se abalanzan sobre él. Seguro que en su imaginación también les ha dolido el golpe.
Yo me doy la vuelta como si tal cosa, y empizo a andar, aún sonriendo, sabiendo que ahora empiza lo divertido...
- ¡¿¿A QUÉ ESPERÁIS, COGEDLE CAPULLOS, COGEDLE??! - grita el otro, incapaz de modular su voz.

Los otros dos se miran como tontos, y finalmente reaccionan echando a correr detrás de mi, un poco tarde, porque hace rato que he apretado el paso y me he metido por uno de los pasillos del trasbordo. Mientras vamos a toda velocidad sorteando personas, vagabundos tumbados, esquivando transeúntes y saltando tornos, increpan y gritan, como si esperaran que pro ello me fuera a dar la vuelta para plantarles cara...
Ja-ja...

Mi experiencia en parkaour y mi agilidad bien entrenada no tardan en dejarlos atrás, y pronto me encuentro en un laargo pasillo, sola y sin escuchar sus improperios por detrás. Boh, ha sido más fácil de lo que...

- ¡¡AHÍ ESTÁ!!

Aparecen de repente por otra salida, con el tercero, el líder, con ellos (que a saber de dónde coño ha salido). Matones inteligentes, quién lo iba a decir... Echo a correr de nuevo, y esta vez me siguen más de cerca. Llego al final del pasillo pero a lo lejos veo... oh-oh, guardias, mala idea. Giro con brusquedad y tras unos milisegundos de indecisión, me decanto por la salida de la izquierda, que da un abrupto giro y se mete en una zona en obras.

Una zona en obras que aparece cortada al final por vallas de acero que lelgan hasta el techo y que no puedo saltar. Oh, Genial. Le doy una patada a ver si con suerte se caen y puedo escaquearme a pesar de montar más jaleo. Mala suerte, mi resentido dedo gordo del pie me anuncia que no es buena idea repetirlo...

- ¿Qué pasa, saltamontes? ¿Se te ha acabado el prado? - me pregunta uno de ellos con un tono que ahora se me antoja escalofriante.

Me giro, y ahí están los tres, chascándose los nudillos con sonrisas maliciosas y ojos depredadores (sin comentarios al respecto, ¿Vale?), a pesar de que jadean e intentan recuperar el aliento.
Me lanzo a por ellos sin pensarlo. Una patada bien dada alcanza al líder en el estómago, y un rodillazo le estampa contra la apred con la nariz rota. Hago una finta para esquivar un golpe que me viene por la izquierda, y lanzo otro puñetazo directo a la cara del segundo. Pero nunca alcanza a rozarle, porque una mano me agarra por detrás y me coge de la cazadora pro segunda vez. Con un rápido e instintivo movimiento deslizo los brazos por las mangas, quedándome en camiseta corta, separándome de ellos. Me sorprende ver que el que me ha intentado agarrar ha sido el cachalote líder de los tres, que se ha recuperado de lso golpes más rápido de lo que pesaba.

- ¿Crees que no estoy acostumbrado a matar pringados como tú? - me pregunta.

Acto seguido los otros dos se tiran a por mi. Y no tengo más remedio que esquivarles si no quiero que acaben encima de mi. Peor acto seguido el otro me agarra por el cuello con su enorme manaza y me alza del suelo.

- Pegas bien para ser tan canijo... llevas ya mucho escapando de nosotros... - escupe sangre a un lado y sonríe con todos los dientes ensangrentados, en una muea francamente horrible - Pero se te ha acabado la suerte.

Su puño zumba como un huracán, y siendo incapaz de esquivarlo, sintiendo mi tráquea presionada por sus dedos, me alzanza en toda la cara, notando que se resiente los músculos faciales y la mandíbula. Mi cabeza se queda zumbando y siento que me quedo aturdida. Otro puñetazo por el otro lado, sin embargo, que provoca un sonoro crack punzante en mi nariz, me despeja ese aturdimiento para caer en otro peor ý más doloroso.
Siento que caigo al suelo, pero no me doy ni cuenta. Sólo veo ahora tres figuras oscuras borrosas sobre mí.

Vale, estaré a punto de ser puré de licántropo bajo el peso de esos tres matones. Pero me queda la lucidez suficiente como para decidir que ya estoy harta. Aquí no hay nadie y estamso lejso y profundo... nade va a oírnos, ¿verdad?

Bajo sus risas y sus patadas en el estómago, empiezan mis estertores de dolor y mis espasmos, acompañados de gruñidos y pequeños gritos, mientras siento como todo mi cuerpo, mis huesos, msi músculos, mi cabeza, todo, se retuerce de forma poco agradable...- Mírale, si no es más un crío mimado...
- No es más que un enano, vamos, dlae una lección.
- ¡Si, vamos!
- Sí... demasiado enano...
- Joder... ¿qué le pasa a este?
- ¿Pero... pero qué coño... qué demonios....?

El jefe nunca llegó a terminar la frase. Porque acto seguido un lobo de pleaje blanco-dorado salta sobre él y le hinca sus poderoso colmillos en el hueco entre el hombro y el cuello, provocándole un sonoro alarido de dolor. Ambos caen al suelo, el humano sollozante y la bestia. Y ésta última se iergue, gruñendo con el lomo erizado y la cola en alto, y un ojo verde y otro ámbar, brillando con fiereza.

- Jo-joder.... j¡joder!
- ¡Es--es imposible! - chillaron.

Ladré y di un paso al frente. Intentaron huir, pero quedaron acorralados contra la pared. El otro está demasiado traumado y ocupado en su propio dolor, temblando de miedo y dolor, y no será capaz de levatarse. No ahora... mejor, porque con el sabor a sangre en mi boca y el dolor aún reciente en mi cara de lobo tengo muy claro lo que voy a hacer con ellos... Mi zarpa da otro paso al frente, y ellos aullan pidiendo socorro. Sí, gritad.
Nadie vendrá a salvaros la vida ahora.

No solía tomar el metro, pero aquel lugar había sido testigo de uno de los últimos extraños sucesos y yo en persona pasaba a revisar todo. Caminaba por aquellos laberínticos pasillos. Saqué el teléfono del bolsillo del puestoabrigo largo que me había puesto.

-Estoy en la línea que dices- Hice una pausa escuchando -o intentándolo- a mi interlocutor -No te escucho bien esto se corta, mira ya buscaré yo- Colgué sin más comenzando a caminar perdiéndome conscientemente entre los pasillos. Un leve revuelo llamó mi atención cuando un chico -o eso parecía aunque mi olfato no me engaña- era perseguido por unos chicos mayores que él. La curiosidad llamo a la puerta de mi mente, nunca había visto a aquella muchacha con apariencia de chico, no me sonaba su olor y como era de costumbre, iba a saber quién era. Seguí al pequeño grupo hasta llegar al túnel sin salida, con sorpresa observé cada movimiento tana aérobico grácil y sencillo por su parte.

Negué levemente cuando entonces acabó siendo golpeado masivamente por los otros tres de una manera tan cobarde, pero...abrí mucho los ojos cuando aprecié aquello, ¡¿se había transformado delante de humanos?! Aquello no podía permitirlo y llegaba el momento de mi intervención -¡Eh tu!- Grité revelando mi posición a las espaldas del animal, miré a los jóvenes con semblante serio pasando mi ambarina y natural mirada sobre ellos. No podía matarlos...y tampoco podía dejarlos marchar...Una de las manos dentro del bolsillo agarró la cada con la jeringa y el anestésico, lo relvaba por que pretendía encontrarme con otra persona...no con ellos...aquel anestésico les haría caer dormidos sin acordarse...

Observé al animal acechante rodeándole, mirándole fijamente con mirada ruda, ya debía saber de quién me trataba, si no como rango, como especie -Chicos no os mováis...- Pasé por detrás de ellos -Dejad que controle la situación...no os preocupéis...- Con la mano en el bolsillo abrí la caja sacando la jeringuilla preparada llena de una cierta cantidad de anestésico, la saqué clavándola e los lumbares a uno proyectando en el corriente sanguíneo directamente aquel liquido, los otros dos casi no tuvieron opción a girarse, pues mientras inyectaba al segundo al tercero le agarraba del hombro para que me diese igualmente la espalda, terminando por clavarle la jeringuilla también. Los tres cayeron fulminados al suelo -Buenas noches...- Susurré mirándoles, sacando la caja y guardando la jeringa -¿Qué demonios crees que haces insensata?- Gruñí reprendiendo a aquel animal -¿Acaso quieres que nos maten?- No había sido consciente del peligro que nos había hecho correr con aquella muestra de fiereza ante los humanos.

Ya esta doblando mis extremedidas, preparada para saltar, cuando una voz nueva interrumpe mi acción, para suerte d elos dos desgraciados a los que me iba a cepillar casi literalmente.

Retrocedo un par de pasos y arrugo el hocico ensangrentado ante la presencia del nuevo olor, un hombre, poco más mayor que mi padre,que tenía un olor parecido ensencialmente a él, y a la vez, muy diferente. Más salvaje, más... intenso. Lo que consigue ponerme aún más nerviosa. Erizo aún más el pelo de mi lomo y aplasto las orejas contra el cráneo, dando un pequeño paso hacia el desconocido, amenazante, mostrando mis colmillos teñidos levemente de rojo."¿Quién coño eres y por qué te metes donde no te llaman?" me hubiera gustado preguntarle d ehaber tenido ahora cuerdas vocales lo suficientemente desarrolladas. Pero todo se queda en la amenaza, pues él, con un estoicismo que podría definirse como señorial, empieza a "intentar" calmar a los bablbuceantes cabrones que casi me rompen el cuerpo de no ser porque he sabido apañármelas.
Vale, a lo mejor hago trampa y juego con ventaja. Pero qué queréis, una no es masoca y sabe jugar los ases de su manga. O al menos es o he creído hasta ahota.

Los humanos parecen no ser conscientes de la presencia del extraño recién llegado, sólo son capaces de centrar sus miradas cagadas de miego en mis ojos bicolor y en mis colmillos, a través de los cuales no dejan de salir gruñidos. Si hubieran sido más listos o se hubieran dignado a mirarle, habrían adivinado que escondía algo en los bolsillos. Pero son humanos, y además, gilipollas, por lo que cuando el otro saca las jeringuillas y les mete el suero somnífero (si no a a ver a cuento de qué caen completamente groguis al suelo) ya es demasiado tarde para ellos y sus cerebros.

- ¿Qué demonios crees que haces insensata? ¿Acaso quieres que nos maten?

En respuesta gruño más fuerte y agacho la cabeza, mirándole con odio a través de mis ojos de lobo bicolor, uno tan ámbar como el de cualquier otro lobo, el otro tan verde como el de mi padre. Sin embargo después de eso me quedo estática ycon todos los músculos en tensión, preparada para cualquier movimiento. De vez en cuando los gruñidos hacen temblar mi cuerpo,y aunque no tengo el morro tan arrugado, sigo mostrando los dientes.
"Sólo me defendía a mí mimsa" pienso, chascando las mandíbulas y moviendo la caeza secamente con desaprobación sin apartar los ojos de mi interlocutor. No me ha sorprendido mucho que me llame insensatA, ya que como loba soy mil veces más reconocible que como humana.

Fruncí el ceño observándola -¡Vuelve a transformarte!- Dije alzando autoritariamente la voz, no podía consentir que alguien hubiera hecho lo mismo que yo y les siguiera, y llegara a aquel lugar encontrándose a un lobo en mitad del metro -¡Vamos!- Quise que lo hiciera ya, aun siendo consciente del dolor que aquello provocaba, pero ella se lo había buscado.

Avancé un par de pasos, no iba a achantarme por un cachorro insensato se no sabía controlar sus instintos. Clavé mi ambarina y natural mirada en ella, desapareciendo las tonalidades marrones dejando el pleno color amarillo, intimidatorio. Arrugué de manera animal el labio superior, no iba a pasar a mi forma natural, pero de aquella manera humana intimidaba de la misma manera.

Avancé más hacia ella, indicándole que no tenía miedo ni mucho menos -¡Estás tardando en reaccionar!- Gesticulé con la mano para que reaccionara y regresara a su forma homínida. Comenzaba a desesperarme tanto intento de contradicción, no había lugar para la negativa o el dudar, ya no porque yo fuera el líder de la manada, si no porque estábamos en un lugar muy regentado por humanos.

Gruño más fuerte y sacudo la cabeza a modo de negación. Me niego en redondo a transformarme, y más aún ante un tío que me dobla sobradamente la edad, y que, además, es más grande y más fuerte que yo en mi forma humana. Como loba soy ágil, y eso me ha valido en la vida para poder meterme con tipos más grandes. Pero en forma humana juego con mucha menos ventaja.

Sus ojos brillan con un color ámbar lobuno y me gruñe con tanta o incluso más efectividad que si se hubiera transformado también allí mismo. Su amenaza y su tono imperativo hacen que por un momento deje de gruñirle y alze un poco la cabeza para mirarle con la duda pintada en el rostro peludo, blanco y dorado, más propio de un perrro esquimal que de un lobo de verdad, o al menos, eso me han restregado toda la vida por la cara. Realmente dudo si hacerle caso o no. Se bien que estoy metida en un buen lío, y que si me descubren lo menos que puede pasarme qes que me peguen un tiro o me lleven a la perrera o algo así... Ese último pensamiento hace que me ponga de peor humor.
Sacudo la cabeza de nuevo y chasco otra vez las mandíbulas. No voy a empezar a retorcerme de dolor ahora y quedar a a merced de este tío y que después haga lo que quiera conmigo, ni pensarlo, no soy tan imbécil.

Acto seguido hago un amago de atacarle, para obligarle a cubrirse o a reaccionar de alguna forma. Pero no llego siquiera a rozarle, pues en cuento baja la guardia, yo me escabullo por su izquierda y hecho a correr, con la intención de salir del callejón sin salida, aunque eso signifique tener que salir huyendo bajo mi forma original por todo el metro hasta la salida más cercana. Cada posibilidad me ofrece un riesgo demasiado alto, pero en una tengo posibilidades de escapar, y si me quedo aquí delante de este tío, está claro que no.

El tiempo pasaba lento, pero a la vez deprisa cuando aquel animal se movió para evitarme y salir corriendo, yo no iba a ser menos y acompañe aquella carrera tras ella, no iba a dejar que subiera al exterior de aquella guisa, por supuesto que no. Mi carrera era rápida a pesar del abrigo largo que hondeaba como si fuera una cortina movida por el viento, apreté la mandíbula por no gritar y llamar la atención de plantas superiores. En poco casi la había alcanzado y una columna me sirvió de apoyo saltando en diagonal hacia ella impulsándome sobre el escurridizo lobo justo antes de que alcanzara las escaleras. Rodamos un poco hasta finalmente quedar sobe ella colocando mi antebrazo en su cuello para evitar alguna mordida -¿Quieres tranquilizarte?- Dije mirándola con aun mis amarillentos ojos -¡Transfórmate! ¡Ahora! O me harás que te obligue a ello y créeme no te gustarán mis métodos…- Forcejeaba con ella pues seguramente se querría escapar, pero yo era fuerte y podía sujetarla con mis piernas por su cuerpo y mi antebrazo en su cuello, apoyando la mano en su costillar para que dejara de moverse.

-Nadie ha conseguido ganarme como Alfa y tu o lo harás por la chiquillada que acabas de hacer- Gruñí desviando la mirada por un momento a la escaleras vigilando que no hubiera nadie -¡Ahora transfórmate!- Repetí insistiendo, si no lo hacía tendría que o sedarla o golpearla hasta hacerla relajarse, claro estaba que en aquel estado no la dejará irse.

Casi , repito, casi, pienso que lo consigo. Porque generalmente los chicos fuertes no ganan mi velocidad y mi agilidad. Pero se ve que me he topado con la excepción que confirma la regla, bendita mi suerte...

Cuando estoy a punto de de alcanzar las escaleras, noto que se tira sobre mí desde una diagonal que no preveo, y me aplasta contra el suelo, sujetándome con los brazos y las piernas, ejerciendo presión con su peso.
Mi primer e histérico instintos es empezar a gruñir y lanzard dentelladas al aire para intentar morderle, cosa que no consigo gracias a que él (muy listo) tiene mi cuello aplastado contra las losas del suelo, y soy incapaz de girar la cabeza para alcanzarle.
Táctica B, debatirme lo imposible hasta que pudiera resbalarme o escabullirme de entre sus brazos. Tampoco me da buenos resultados. Su fuerza es, aunque no quiera admitirlo, muy muy superior a la mía, y la potencia yde su agarre bien afianzado sobre mí basta para que, tras u´nos vanos intentos, me quede gruñendo y resoplando en el suelo, mirándole de reojo con mirada asesina con mi ojo ámbar, tan amarillos como los que él muestra.

El hecho de haber quedado reducida por él me pesa en el orgullo más de lo nunca admitiré, lo se. Pero es eso precisamente lo que hace que me plantee seriamente su proposición. Sobre todo porque tampoco me ha gustado nada cómo ha sonado lo de "mis métodos no te van a gustar...". Ya he cobrado suficiente por hoy, gracias...

Me quedo quieta, aunque tensa unos instantes, y él no afloja el agarre, lo cual demuestra que no es tonto y no se va a dejar engañar...
Unos minutos después, en aquel tenso silencio cavernoso en el que sólo se oía mi respiración lobuna agitada y mis gruñidos esporádicos; mi cuerpo empieza a temblar y a sufrir espasmos, y yo no puedo evitar dejar escapar algunos gemidos y un breve aullido de agonía, mientras mi cuerpo empieza a metamorfosearse de nuevo.

Finalmente termino con mi cuerpo desnudo y mi cara amoratada con el labio sangrante aplastados contra el suelo bajo el peso del tío que tengo encima, que de repente se ha vuelto mucho más pesado de lo que era antes, ahora que mi s músculos han perdido su anterior fortaleza. Jadeo un par de veces y miro de reojo a mi opresor con todo mi odio a través de mi ojo ámbar lobuno.

Ahora, librado el momento de tensión, es cuando mi cerebro activa la información recibida. ¿Alfa? ¿Éste tío? Bueno su fuerza y su experiencia, además del tono imperativo de su voz no lo desmienten, pero aún así... algo en mi interior se revela contra él de forma casi inmediata.

- Suéltame... - siseo, casi como si fuera una amenaza, aunque no es que yo esté ahora mismo en posición de amenazarle precisamente...
Cierra el pico, conciencia...

Forcejeaba era de esperar, y mis manos y piernas la sujetaban mientras notaba como se retorcía bajo mi cuerpo, pudiendo apreciar al poco que había adoptado la forma humana -¿Es que a caso te has vuelto loca?- Pregunté aun sin dejar de ejercer fuerza sobre ella, pues podría volver a escapar y si poco le ha importado el ir por ahí como lobo poco le importará ir sin nada de ropa -Voy a soltarte ¿Entendido?- Dije apretando por un momento su cuerpo, intentando que deshiciera cualquier idea de huir de nuevo.

Lentamente, deshice la presión que ejercía sobre ella, de manera atenta sin dejar de mirarla, al acecho por si tenía que volver a agarrarla. Quedé acuclillado con una mano sobre el suelo mirándola como un animal espera el rápido movimiento de su presa para saltar sobre ella -Y ahora me dirás en que cojones pensabas transformándote delante de esos humanos- No era une petición si no una orden, aunque estaba claro que para defenderse, esa no era escusa para revelar su verdadero ser ante la humanidad. -¿Qué será lo próximo? ¿Correr por la Plaza de la Unión transformada?- Dije a modo de irónica reprimenda, pero mi rostro era serio, aquel asunto era importante y debía hacerle ver que aquello que acababa de hacer era peligroso, para ella y para el resto de lobos.

Cuando él afloja el agarre, yo me quedo quieta en el suelo con cara malas pulgas sin hacer movimientos bruscos. Mientras él empieza a preguntarme y a echarme una, supongo, bien merecida bronca que mi orgullo herido se nuega a aceptar bajo ningún concepto; me levanto del suelo y le doy la espalda, ignorándole por completo (o esa es la intención) dirigiéndome a donde los chicos yacen sumidos en un profundo sueño somníferio, y después de darle una patada en la nariz al que me ha roto a mí el labio, cojo mi ropa manchada del suelo y me la pongo con movimientos bruscos.

Desgraciadamente no consigo evadir la voz de Gabriel haciendo eco en el pasillo subterráneo, y el hecho de que me regañe como si fuera mi padre termina de sacarme de mis casillas.

- ¡Sólo me estaba defendiendo! - le recrimino alzando también la voz notoriamente, mientras me pongo la cazadora de cuero - ¡Si evitar que me partan el cuerpo implica correr bajo mi forma de lobo por todo Bucarest, que así sea! ¿¿O me vas a decir que tengo que dejarme pegar por un montón de chuchos sarnosos a los que ni siquiera conozco?? - lanzo una mirada envenenada a mi interlocutor - Mira tío... me la suda completamente si eres un alfa, un beta torcido, o como si eres el rey de Chorlitolandia, ¿te enteras? Yo no tengo manada y cuido de mí misma.

-¿Defenderte?- M incorporé para seguirla hacia donde iba para seguir hablando desde cerca sin el eco que nos daba aquel pasillo -Pues aprende a defenderte como estas ahora, no teniendo que ponernos en peligro a todos con tus estupideces- Me acercaba cada vez mas estirando con rapidez una de las manos para agarrarla del borde de la chaqueta acercándola hacia mi encarándola con el ceo fruncido -Bien… si a ti te da igual quien sea yo… a mi me va a dar igual que o quien seas tú ¿entiendes? Así que puedo considerarte como un humano y devorarte ahora mismo o puedes callarte de una jodida vez con tu sarta de rebeldía de la cual estoy hasta la mismísima coronilla- Solté el borde de la chaqueta empujándola hacia el frente con afán de desequilibrarla dando por hecho que se mantendrá en pie -Esta es mi ciudad y se siguen mis normas, si vas a quedarte rígete a ellas por muy independiente que seas y por muy poco que necesites de mi manada. Si me jodes te joderé el doble- Dije frunciendo el ceño mirándola aun con los ojos amarillentos cansado de la cantidad de cachorros con los que me encontraba con formas de pensar parecidas. Que poco aprecian lo que una familia de licantropa significa, si no hubiese llegado a tiempo habría matado a aquellos humanos y comenzarían a investigar todo aquello.

- ¿Holaaaaaa? ¿Toc, toc? ¿Hay algún cerebro viviendo en esa casa que tienes por cabeza? - digo en tono irónico descarado - Eran TRES, mas GRANDES, más FUERTES y más brutos que yo. ¿Tú me has visto bien, tío? - abro lso brazos en cruz y me señalo con la mirada.

Sin embargo él me agarra violentamente por la chaqueta y me levanta los pies del suelo, amenazándome con sus ojos ambarinos y su voz, que entra tan clara que casi las palabras se me volvieron transparentes en elcerebro.
Reacciono cuando me suelta, para no dar un traspiés y caerme al suelo.
Su amenaza bien podría haber amedrentado a otro, pero a mi no. A mi desquicia.

- Tsk... pues entonces mátame. - le reto, con un gruñido cavernoso en mi garganta humana.

Me quedo de pie ant´él con los músculos tensos y una mirada desafiante. Se bien que podría hacerlo si quisiera... pero alguien como yo, sin nada que perder, podría llegar a plantearse la muete como un favor...
De todas formas, tengo la certeza de que él no va a matarme. Y si lo hace... sólo espero que al menos sea rápido.

Fruncí el ceño mirándola, las últimas palabras me hicieron olvidar en apariencia las primeras, que si eran teres grandes y fuertes…Caminé de forma agresiva hacia ella nuevamente agarrándola por el borde de la cazadora a la vez que retraía el brazo con el puño cerrado, para después estamparlo contra su rostro, no con toda mi fuerza pues con eso podría partirle la mandíbula y no buscaba aquello y eso ella pudo notarlo -¿Y ahora? Soy solo uno y por tus palabras seguro que eres más vigorosa y más fuerte que yo- Acerqué mi rostro al suyo agarrándoselo por debajo de la mandíbula para que me mirara -Se te va la fuerza por la boca cachorra… no sabes valorar lo que eres ni lo que te rodea qué demonios haces sobra la faz de esta tierra, me dan lastimas tus padres por tener que soportarte- Dije aun sujetándola por la mandíbula y por la cazadora mirándola con mis amarillos ojos agresivos -¿Acaso quieres morir? Bien, has elegido la persona perfecta para que acabe con la agonía de tus padres al soportarte- Solté la mandíbula retrayendo el brazo de nuevo cerrando el puño con clara intención de golpearla nuevamente esta vez con mas fuerza.

El puño me alncanza en el rostor, auqnue haya intentado esquivarlo vanamente, ya que me tiene agarrada. El intento sólo ha servido para que me de en el ojo derecho en vez de en la boca, que por cierto, ya tengo bastante maltratada; arrancándome un quejido de dolor, y un agudo dolor en la ceja. Noto entumecimiento, señal inequívoca de un próximo moratón que se dejará ver en breves.

El agarre es como una tenaza, o más bien como su Gabriel estuviera usando sus mandíbulas lobunas para agarrarme por el cuello, como bien habría hecho cualquier lobo normal en la vida real.
Pero por muy metafórico que sea el gesto, para mi es una gran putada, y aún más después de que su puño me alcance en pleno rostro, obligándome a mirarle con mi único ojo sano, el ámbar lobuno, bastante parecido a los suyos.

Si sólo me hubiera amenazado o si se hubiera dignado simplemente a insultarme a mí, seguramente no habría habido problemas.
Pero ha tocado un tema sensible en mi conciencia, y es el hecho de mentar a mis padres... Bueno, si hubiera sido a mi madre, quizá me hubiera dado igual.
Pero no dejo que nadie se meta con mi padre.

De forma incosciente tenso las piernas y me inclino hacia delante con ánimo de empujarle y hacerle perder el equilibrio.

- ¡NO MENCIONES A MI PADRE! - grito mientras tomo impulso.

Aquel empujón hizo que le soltara la cazadora haciéndome dar un paso atrás pero nada lejos de hacerme perder totalmente el equilibrio. Pude girarme rápido para estirar al mano y ponerla en su hombro agarrándole clavándole los dedos como si de garra se tratase -Si lo menciono, ahora mismo vamos a ir a decirle lo valiente que eres al enfrentarte a un lobo mayor que tu y líder de una manada- La atraje hacia mí para con la otra mano agarrarla de la nuca como si de un literalmente cachorro se tratara apretando para que interpretara que aquello era para detener su soberbia -Se que no me dirás donde vives…pero seguro que podré averiguarlo…- Caminé entonces sujetándola por el hombro y apretando su nuca de la misma manera, tratándola como cachorro que era. No era de dar ese tipo de reprimendas poco efectivas, pero en esta ocasión parece que su padre tenía algo de control sobre esta loba.

Aunque no esperaba que me guiara hasta su casa, tenía ese pequeño atisbo de moralidad para enfrentar lo que había pasado, un poco de madurez en aquella joven cabeza -Si no respondes ante mi responderás ante tu padre- Dije mientras ahora caminaba a las escaleras para salir del metro -Ten un poco de responsabilidad…- Dije medio gruñendo saliendo del lugar, pasado de todo el mundo con el que nos encontrábamos dispuesto a llevarla a casa, fuera, los chicos con el jaguar esperaban.

De nuevo maldigo mi impulsividad y su rapidez, especialmente cuando su mano consigue cogerme, atraerme hacia él y acto seguido sus dedos se clavan en mi cuello de nuevo como una tenaza. Forcejeo un par de veces, pero en cuanto su voz imperativa lanza al puaya que da diana en la llaga, dejo de intentarlo.
Incluso se podría decir que me quedo demasiado quieta y de una forma bastante patética después del numerito montado. Joder... empiezo a odiar a este lobo...

- ¡No! ¡Espera, espera!... Está bien... - jadeo, con cierta voz de alarma, cuando él menciona a mi padre... - ... tú ganas.

Lo último que quiero es darle otro disgusto... Ya tiene bastante. Un ramalazo de culpabilidad recorre mi cuerpo. Con gesto torpe, y evitando mirar directamente a Gabriel me paso la mano por mi nariz sangrante para limpiarla, sintiendo ya el sabor a sangre en los labios. Me trago mi orgullo como quien se traga un trozo de estropajo, y pro ello mantengo el ceño fruncido y expresión frustrada mientras él, sin soltarme el cuello, empieza a dirigirme por el pasillo hacia las escaleras.

Realmente, si tengo que ser sincera, lo que más me repatea de este tío no es solo le hecho de que me haya dado una bien emrecida patada en el ego, sino que... me recuerda demasiado a mi tío en su forma de actuar. Y eso, por alguna razón, me incomoda y me trae recuerdos que no quiero mentar ahora.

Mientras andamos por el pasillo y salimos a la calle desde el metro, varias caras se giran y nos miran, sobre a todo a mí, toda llena de polvo y con la cara hecha un verdadero desastre. Seguro que más de uno se piensa que soy un delincuente juvenil.
Tampoco ha errado mucho entonces...

Llegamos fuera, y veo un imponente y flipante coche deportivo esperándonos con un par de malotes apoyados en él. Un momento, ¿es un Jaguar?
Joder cómo se las gasta el señor de la manada...

Cuando llegamos, espero a que él me suelte, y acto seguido me quedo mirándole con cierta desconfianza. Tras unos segundos de vacilación, entro en el coche y me siento en el asiento trasero, me pongo el cinturón (una piensa en su seguridad después de todo,auqnue no lo parezca), quedándome con las piernas muy juntas y las manos crispadas en el asiento y la mirada fija en mis rodillas.

El vehículo arranca y se incorpora a la circulación. Tras lo que me parecen unos eternos minutos silenciosos, al fin, alzo levemente la cabeza t miro de reojo a mi... ¿captor? ¿salvador? Dios, yo que sé, si ni siquiera se su nombre... pero sólo unos segundos. Desvío mi mirada por la ventana, y finalmente me atrevo a hablar con voz baja y ronca. No preguntéis, los tíos de delante seguramente sean lobos, o al menso eso huelo, y además, me da mal rollo me oigan lo que digo.

- ... ¿a dónde piensas ir si no te digo dónde vivo? - le pregunto, con cierto tono de... ¿respeto? O quizá sól otemor. U odio resentido. O un poco de todo.

Salimos al exterior y los dos hombres q aguardaban junto al coche me miraron sorprendidos por el regalito que traía. Solté de su nuca mientras uno de los muchachos abría la puerta trasera del auto -Entra- dije a la espalda de ella y cuando entró lo hice sentándome a su lado con cuidado de poner ben el abrigo cuando me senté, ni siquiera pararme a poner el cinturón de seguridad. Los dos hombres se montaron uno conducía y el otro copilotaba, salimos a las calles uniéndonos a otros coches. Desvié la mirada a la chica cuando habló -Iremos a comisaría y ahí darás tus datos y me indicarán donde vives…- dije con total seguridad pues tenía contactos en la policía y ellos podían acceder al registro civil y por lo tanto al registro de toda la gente que entraba en la ciudad.

Con un golpe en el hombro del conductor indique que ahí fuese donde nos dirigiéramos, a la comisaría -Aunque nos ahorraríamos papeleo si directamente me dijeses donde vives- Regresé la vista al frente mientras el auto se dirigía aquella zona -¿Te gusta el plan? Así de camino te denuncio por agresión, no a mi claro, si no a aquellos chicos que dormirán durante dos días en el metro- Dije ahora sin mirarla apoyando el codo en el paño de la puerta mirando por el cristal, algunos reconocían el coche y se inclinaban haciendo su pelo o ropa al lado para dejar ver su cuello, sabiendo quien iba dentro del coche.

No puedo evitar que mis oídos se deilenten con el suave rugido del potente motor del vehículo, a la vez de su gracilidad de moverse. Una que de coches entiende algo... De no haber sido por la forma de encontrarnos y porque ahora no puedo sentir otra cosa hacia él que no sea odio y frustración, como el de un niño enrabietado porque sabe que no puede ganar a su padre en ningún duelo o discusión; habría ganado muchos puntos conmigo por el detallino del coche.

Pero NO es el caso, ni mucho menos. Todavía me duele bastante el orgullo.
Ante su proposición de ir a la comisaría, suelo un suspiro largo y hastiado... Otra vez no, ya sería la tercera vez este mes. Seguro que Didier se alegra de verme otra vez... pero a mi padre le dará algo si recibe otra llamada suya para venir a salvarme el cuello.
Además, esta vez lo tendría difícil, pues Did ya me ha dicho que a partir de ahora iba a tenerlo difícil para dejarme ir com osi nada, que el cuento "del perro de Natsuri" cada vez colaba menos, y al final podría terminar en el correccional y hundirle la carrera a mi padre.

Esos pensamientos hicieron que mis ojos se entrecerraran y mi mandíbula se tensara, haciendo rechinar los dientes, pientras cerraba los puños sobre el asiento del coche. El dato de que lso dos chicos iban a dormir durante dos días se me antoja del todo irrelevante teniendo en cuenta que ahora mismo estoy con el agua al cuello.

- No vayas a la comisaría... ve... al sur del parque Cismigius, hay un par de manzanas de casas adosadas... - musito con foz derrotada en una especie de gruñido apenas audible. - Mi padre y yo vivimos allí... no quiero meterle en más lios. - esto último lo digo en voz baja, como si no quisiera realmente que él lo oyera.

La miré de reojo cuando habló -Ya has oído…- Dije desviando luego la mirada al lobo que conducía y nuestro destino cambió dirigiéndonos al lugar indicado por la chica. No querría estar en el pellejo del padre de esta chica al ser yo quien la llevara hasta su casa y le contara todo lo sucedido y también le reprochara el poco control sobre su propio cachorro.

El coche recorría las calles respetando desesperadamente, a mi parecer, las señales de tráfico. Al no conducir yo aquellas restricciones eran cumplidas, aunque yo andaba con cuidado de que no me pusieran multa alguna y si aquello ocurría siempre estaba Tyler para quitármelas.
Llegamos a las nombradas casas, recorriendo estas -Bien pues tu dirás donde es- Dije regresando la mirada a ella, aquello aparte de para darle la charla al padre me servía para saber donde vivía y poder vigilarla por cualquier otro “accidente” como del día presente. La velocidad del auto se vio reducida, como el acechar de un animal a su presa, aunque esta no era esa ocasión, simplemente esperábamos a que la chica indicara cual era su casa.

Observo, como en un sueño largo y perezoso, y bastante angustioso debo añadir, cómo el deportivo va recorriendo las calles, viendo sin ver a otros, tal vez lobos, que inclinaban la cabeza mostrando el cuello cada vez que veían pasar el coche.

No medio palabra en todo el viaje, quizá demasiado enfadad, os simplemente cohibida por la presencia de Gabriel o por los dos armario-lobos que parecen ser sus secuaces.

Al fin rodeamos el parque y llegamos a mi calle. Ante la órden de Gabriel, le dedico una mirada enfadada, más bien de reproche, como si mudamente le dijera "no me des órdenes". Pero pronto recuerdo que no estoy en posición de amenazar. Por ello simplemente miro por la ventanilla hasta que veo el pequeño jardín de juncos en la que está mi casa.

- Es ahí. - digo simplemente, señalando con la cabeza.

Luces encendidas. Mi padre está en casa... amdlita sea....

FDR: abre post en la casa de ketsuo si quieres.

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