¿Quién ronda los callejones...? [Libre]

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La Plaza de la Unión despide esa tarde el mismo murmullo de voces, pasos y contrastes, instantes previos a que los ciudadanos se retiren a sus hogares si es que llegan a hacerlo. Nadie, sin embargo, tiene nunca presente los callejones ni las presencias que por ellos deambulan. Pero claro, ¿quién, en su sano juicio, puede concebir que una Hija de la Luna con aires de hada shakesperiana puede aparecer en medio de las malolientes paredes y los cubos de basura? Una aparición poco probable...

...pero no imposible, pese a que no aparece descendiendo del cielo ni apareciéndose en medio de un haz de luz. Más bien lo hace de una forma poco ortodoxa o, más bien, demasiado terrenal en contraste con su aspecto, pues el sonido metálico de unas botas contra la escalera de incendios da paso a una sinuosa y extraña figura femenina, que con agilidad termina por saltar, aterrizar limpia y sigilosamente y sacudirse el pantalón por las caderas, los brazos y un poco el pelo, todo con un donaire extraño que le ofrece a esa joven, tan fuera de lugar en ese escenario, una cualidad dual de dama victoriana y gata callejera.

Sin duda ello se recoge también en su particular aspecto: blanco todo él, con una camiseta blanca de tiras algo ajadas, un corsé beige remendado, unos pantalones cortos salpicados de perlas algo desiguales... la única nota de distinto color la dan unas medias de rejilla, calcetines de rayas rojiblancas hasta medio muslo, botas militares negras, pulseras de cuero y pinchos sobre unos improvisados guantes de redecilla y encaje blancos y la gargantilla de la que pende un gracioso cascabel. El culmen del atuendo es la tríada de corazones rojos que lo componen: uno bordado en el corsé, junto al pecho; otro clausurando el brazalete negro que recorre su brazo derecho y el último pintado en su mejilla, en un rostro de grandes ojos pardos y labios rojos enmarcados por una mata de cabello de fuego recogido en un tocado de tirabuzones, propio más de una señorita del siglo XIX.

La extraña hada, que surge con el crepúsculo, hace amago de comenzar a andar. Entonces, sin embargo, se detiene e instintivamente mira el cielo, donde la luna creciente se deja ver en el aún anaranjado techo del cielo. Algo parece estremecerla y conseguir que sus ojos, ya de por sí dos oscuros jades alimentados con el enigma, se profundicen, viendo quizá algo hermoso... reaccionando, tal vez, a la naturaleza sagrada que dormita en su interior, ansiando sin poder evitarlo presenciar el espectáculo de la luna ya llena. Un maullido cercano, entonces, la devuelve a medias (siempre a medias) al mundo real, y ante la presencia del desaliñado gato negro que se aparece cual fantasma entre las bolsas de basura ella arquea una ceja, se cruza de brazos y apoya el índice en el labio inferior, torciendo los labios en una mueca pícara que inexplicablemente resulta dulce.

- Hum.... - su mueca se torna una sonrisa misteriosa. Entonces se acuclilla en el suelo y sin más comienza a gatear sobre el mismo, sin importarle las manchas de suciedad que se puedan adherir a su atuendo; de todos modos, parece poseer siempre un extraño halo de intocable y ultraterrenal belleza, dada no por su aspecto físico o su fisionomía, sino por... sus gestos, su mirada o simplemente su voz, que usa por primera vez cuando llega hasta el felino y el mismo animal decide acercarse a ella como atraído por un imán. La joven lo toma en brazos, acariciando suavemente su pelaje y ladeando la cabeza para rozar una de sus orejas con la nariz. El animal ronronea y ella deja escapar el comienzo de una susurrante sonrisa - Shhhh... - murmura con un tinte algo travieso, apoyando el índice en sus labios y mirando en torno a sí con una mirada viva - Hay fantasmas rondando... y tienen derecho a permanecer aquí.

Lo peculiar, aparte de su melodiosa y arruyante voz, es que lo ha dicho como quien habla del tiempo. Entonces se sienta con las piernas cruzadas, junto al cubo, y como una niña se dedica tranquila y feliz a jugar con el meloso animal.

Tema: Re: ¿Quién ronda los callejones...? [Libre] Vie Feb 26, 2010 4:39 am

Perfecto, estaba atardeciendo, había quedado con unos proveedores de licores y regresaba a la plaza donde había aparcado el coche. Acababa de hacer un buen negocio por el suministro de bebidas para el Luna, mucho más económico que el distribuidor que tenía antes. Mis tranquilos pasos resonaban en la piedra del suelo mientras ojeaba las clausulas del compromiso de distribución -Vaya…tendré que colgar cartelitos de estos promocionales de la marca…- Susurré. Podía parecer bien cualquier hombre de negocios, pues iba con un traje de chaqueta negro corbata negra y camisa del mismo color, pura apariencia.

Aquellos adornos promocionales sería un pequeño sacrificio que nadie notaría, salvo los camareros y yo. Continuaba caminando pasando por delante de los callejones, de camino al coche, alcé la vista del papel deteniéndome en seco girando el rostro hacia uno de ellos. Aunque quisiera aparentar ser cualquier hombre de negocios, acababa de aflorar el instinto lobuno reconocido un olor animal desconocido, ante mí, una joven sentada en el suelo con…ropas variopintas. Bajé la carpetilla observándola -¿Quién eres?- Pregunté directamente intuyendo el que me habría reconocido como igual. El gato que por allí rondaba se volteó y miró, sus pupilas se encogieron siendo un fino hilo, bufó encrespando el lomo alejándose, perdiéndose entre los cubos de basura ruidosamente. De nuevo mi mirada se centró en la muchacha allí sentada, no la conocía y como desconocida que era y nueva por la ciudad a mis ojos, tenía que saber todo sobre ella.

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Dafnée se tensa de forma sutil, imperceptible, cuando siente la cercanía de un alma primigenia cada vez con más intensidad. Tan primigenia como la suya: salvaje, instintiva, animal... un lobo. De entrada lo único que hace es permanecer quieta y sentada, recogiendo las piernas y dejando que el juguetón gato se acomode sobre sus muslos panza arriba y tantee con sus patitas el cascabel de su gargantilla, que resuena con un gracioso tintineo. Ni tan siquiera cuando al fin la presencia hace su aparición alza la vista, ensombrecida por un repentino velo taciturno que no hace sino acentuar el hechizo de romántica profundidad en sus pupilas de oscuro jade.

Tampoco hace nada por evitar que el gato huya del escenario, limitándose a seguirlo con la mirada, casi una promesa muda de un futuro reencuentro. Así sería. Guarda silencio una vez él ha lanzado su sencilla pregunta y, entonces, se limita a torcer los rojos labios en una sonrisa sesgada, mostrando una dulzura inyectada con una suave dosis de enigmática ironía. Por fin, con gestos gráciles, suaves y felinos, alza los ojos y los clava en los de él, siendo su joven rostro una máscara ilegible.

- Quizá solo un fantasma... - responde con sencillez, haciendo gala de su suave y acariciante voz. Parece una niña curiosa trabando amistad con otro, mientras encoge ligeramente los hombros, apoya las manos a ambos lados del suelo y arrastra levemente la suela de las botas militares sobre el suelo, recogiéndolas aún más y acrecentando con ello un peculiar halo de fragilidad - ¿Y tú?

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