Todo Arde [Libre]

''Todo arde'' decía la canción... Everything Burns. Y así era como yo veia en aquellos momentos la ciudad de Bucarest, en llamas. Ardía de vida en aquella noche bulliciosa, como en otras ocasiones había visto. ¿Y qué hacia yo allí? Nada, simplemente caminar bajo el oscuro manto de la noche abrigado por la soledad del momento y como siempre, con las manos metidas en los bolsillos, manias de un policia acostumbrado a todo. El cigarrillo que sujetaba entre mis labios se consumia despacio iluminando ligeramente mi rostro el cual llevaba casi escondido, no por nada en especial simplemente por que no tenía ganas de levantar la mirada, para nada.

Normalmente me gustaba disfrutar de la ciudad por la noche. Las vistas de una ciudad iluminada me fascinaban y me facinaba aun más verla desde lejos, pero esta vez no era ese el caso, esta vez alguien observaba desde lejos, en algun mirador lejano y yo estaba allí entra aquella masa de gente que iba y venía de un lado a otro sin saber donde ir exactamente.

Pensaba en cada persona que veia, cada ventana, cada luz encendidas. Todas las personas tenian algo que hacer, había un mundo tras aquellas caras de alegría, tristeza, enfado, disgusto... Había historia tras cada ventana, tras cada luz encendida, una ciudad era como un universo repleto de cosas, solo que nosotros estabamos tan poco acostumbrados a fijarnos en aquellas cosas que seguramente a otros mis pensamientos le hubieran parecido una pura locura. Todo era una locura.

El aire estaba cargado, cargado de hedores provenientes de todas partes. Era unan oche fria, pero vaga entre tanta gente le hace a uno fijarse que tantas personas consiguen que el aire se haga caliente y queme. Alcantarillas, sudor, humos de coches, aroma a comida proveniente de restaurantes y cafeterias que habrian hasta esas horas. Y yo continuaba caminando en silencio, era el depredador entre la presa, el lobo visitiendo la piel de cordero de los humanos. Me hacia gracia verles fanfarronear de valentia cuando más de uno seguramente se meaba en los pantalones al ver a los nuestros cambiar de forma.

Doblé una esquina metiendome por un callejón. Era curioso como todo cambiaba cuando uno se alejaba del bullicio. Todo se volvía frio, oscuro y muy silencioso. Continuaba con la mirada fija en el suelo, hice caso omiso a las prostitutas que había allí ofreciendome sus servicios al pasar, más de una hubiera salido corriendo al saber quien era, pero esta vez no tenía ganas y no estaba de servicio, aunque realmente era algo que podía hacer incluso cuando estaba de vacaciones. Pero no quería.

Llevaba dias trabajando sin parar en una búsqueda que parecía no iba a tener final alguno y era por eso que no quería ni tenía ganas de hacer nada. La gente a la que quería sufria y yo me sentía completamente incapaz de hacer nada, quizás por eso estab allí. Giré una vez más, hacia la derecha. Frente a mi uan escalera de incendios que subia por el lateral de un edificio. Subí. Subí dejando atras el suelo, dejando atras las vistas de un simple peaton.

Al llegar a la azotea el viento nocturno me revolvió el pelo y me hizo suspirar. Evidentemente no era el mejor aire, pero por lo menos estaba algo más limpio. Me acerqué al borde y miré. Estaba bastante alto, era sin duda una buena caida, una caida que podria acabar con cualquier vida. Me senté allí con una pierna colgando al vacio y la otra sobre el muro. No tenía miedo a las alturas.

Tenía miedo a perder a la persona que más quería en el mundo, tenía miedo de que siguiera sufriendo y tenía miedo de no poder hacer nada. Levanté la vista por primera vez en toda la noche. Miré la ciudad, uan vista preciosa... Las luces lo iluminaban todo, la ciudad parecía arder.

Noches frías ¿Acaso todas serían así?
Llevaba apenas un día en aquella ciudad, y las sombras del pasado, tan cercano pero pasado al fin y al cabo, la atormentaban.
Temía que viniesen por ella por haberse salvado. Esos hombres eran unos desalmados, envidiosos y vengativos. Sentimientos tan inmundos de donde se los vea, pero que en la sociedad actual, sobraban ejemplos de personas que los tuvieran.
Se sentía perseguida, porque claro, era obvio, una silueta venía tras ella a paso rápido.
- Mierda, mierda, mierda..- susurra apretando la mandíbula. Confiaba en sus prácticas de defensa personal pero.. ¿y si venía armado? ¿Si era mejor que ella? ¿Si era mas rápido?
Se tapa un poco la cara con la gabardina que llevaba puesta, mientras el frío viento alborotaba su cabello cobrizo con ciertas tonalidades doradas.
Su mirada verde grisácea, recorría todo a su alrededor, intentando buscar algún rostro que la salvase, que le brindara la confianza que necesitaba.. Pues ella estaba sola. Sola en medio de tanta gente. Tantas caras diferentes, pero a la vez tan iguales.

Comienza a desesperarse, ya que los pasos se aproximaban, y quedaría ridículo totalmente salir corriendo en este instante, frente a tanta gente, pero para su decilusión y torpeza, un callejón.
- Genial..- vuelve a murmurar, con cierta ironía en la voz, y se esmera en caminar más rápido aún, para poder llegar a su final deprisa, pero para su tormento, aquella persona la toma de la gabardina justo cuando pretendía comenzar a correr.
Un grito fue ahogado por una mano. ¿Acaso la confundían con una prostitua? Ella creía no tener apariencia de eso. Era demasiado sencilla, no solía andar arreglada, ni usar faldas cortas en invierno.
¿Qué haría?

Los olores se mezclaban allí arriba provenientes de todas partes. Pero dos nuevos oleres me llegaron más intensos, estaban cerca. Uno era dulzon, seguramente el de una mujer y el otro se mezclaba con tabaco, alcohol y sudor... Un hombre. Continué mirando distraidamente al horizonte, seguramente era algun hombre en busca de una prostituta del callejón. ¿Por qué le daba tantas vueltas a un simple olor? Me asomé un poco en la azotea del edificio y miré hacia abajo, no estaba por allí.

Me puse en pie, como si mi instinto me dijera que estaba ocurriendo algo malo. Escuche un movimiento, seguido de otros. El tener el oido más fino que los humanos ayudaba bastante. Demasiados mobimientos. ¿Sexo en medio de la calle? No, sonaba más bien a forcejeo, un forcejeo, abajo...

Me levanté, una parte de mi no quería hacerlo, pero era policia y si pasaba algo tenía que asegurarme y para mi el deber siempre había sido lo primero desde que había salido del ejército. Me acerqué al otro borde de la azotea, justo donde estaban las escaleras de incendios y vi la escena. Una figura que no pude reconocer forcejaba con una chica, tirando de esta y tapandole la boca.

Al parecer no iba a poder disfrutar de una noche tranuila sin tener que preocuparme por nada. Tenía la cabeza hecha un lio y ahora se me planteaban muchos más problemas, puñeteros humanos, no podian esperar a otro día para delinquir... Parecía que no.

Comencé a bajar las escaleras de incendios rápido pero sin hacer ruido alguno, quería coger por sorpresa al atracador y así tener que librarme de el lo antes posible. Aunque lo que me preocupaba más que nada era el bienestar de la joven. El inocente primero, eso siempre. Que extraño ser el protector de la raza que amenaza tu existencia. Paradojas de la vida. Llegué abajo colocandome justo detras de la figura y saqué el arma apuntando con esta al atracador.

- Ahora vas a soltar a la chica y vas a poner las manos donde pueda verlas. Procura no tocarme los cojones por que no aviso más y hoy tengo ganas de matar a alguien. -Dije seriamente sin apartar la mirada de la figura, asegurandome de que cada movimiento que hacia no era una amenaza.

Por su cabeza habían pasado varias ideas, como morderle la mano que aprisionaba su boca impidiendole hablar, y en su efecto, pedir ayuda; como también alguno de sus muchos trucos de defensa personal, pero algo que tenía bien claro era que si éste estaba armado, de nada le serviría, y sólo empeoraría las cosas. Debía de examinar cada movimiento, cada reacción de su atacante, para poder pensar con mas claridad, siempre pareciendo tan sumisa y sometida, pero con Ases bajo la manga.

- Si te quedas quieta, no te pasará nada..- murmuró aquel, con una voz sádica acompañada de un aliento inconfundible de exceso de alcohol y nicotina. Era repugnante.
La mirada de Fraiah estaba serena, como era costumbre. No quería demostrar susto alguno, aunque la situación diera para eso. Su primer noche por el lugar, ¿y ya pasaba esto? La cuestión, es que parecía que nadie estaba seguro en ninguna parte, pero en un abrir y cerrar de ojos, el milagro podía suceder. Que alguien llegara y la ayudara.

Y así fue. Sintió como otra presencia, otra voz, se sumaba a su corta charla, en donde casi no valían las palabras.
Su corazón se sintió esperanzado, mas que de costumbre, ante aquella reacción. Sentía que por alguna razón, ya podía respirar de nuevo.

El hombre frívolo que la tenía atrapada entre sus brazos, la soltó lentamente al sentir algo punzante en su espalda. Al parecer, él no estaba armado como la joven creía. Podría haber utilizado sus trucos, pero.. siempre es mejor ser cauteloso.
La silueta se volteó quedando frente a frente con 'su salvador', por describirlo de alguna forma. Sólo atinó a mirarlo, y a sonreír con sorna, como si pelea fuera lo que buscaba ante aquel hombre.

Fraiah quedó detrás de tu atacante, mientras éste le daba la espalda para poder enfrentarse a la nueva silueta que hacía presencia en los callejones.
Ella se quedó en silencio, espectante. No iba a dejar de examinar todo en su cabecita, porque quizás él necesitara ayuda después de todo, porque a pesar de salvarla, ¿quién sabe qué intenciones se traía este delincuente? No quería que le hagan daño a una de las pocas personas que conocía en el lugar durante su corta estadía, y a pesar de que apenas lo conocía, la había ayudado, y eso jugaba a favor como para que ella quiera devolver tal acción.
Su mirada se fijó en las facciones del recién llegado. Un hombre apuesto, sin duda, a lo que ella podía observar en medio de aquella oscuridad. A lo que sus ojos claros llegaban a ver.
Se quedó mirándolo, y luego pasó su vista por el suelo, hasta divisar una barra de hierro medianamente pequeña, típica de la basura que se arroja en estos lugares..

Tal y como había esperado, el desgraciado se giró y no me impresionó para nada su reacción. Su sonrisa era cinica pero pareció que se le borró de la cara cuando vió que le apuntaba con la pistola. Normalmente cuando alguien te apunta con una pistola no tienes ganas de reir. Miré a la chica, era bastante mona y joven, aunque no había tiempo para pensar en eso. Solté una mano del arma y la lleve hasta mi cinturon para sacar las esposas.

- Ahora ponte de rodillas y pon las manos tras la cabeza. - Cada vez que hacia eso me sentía como el clásico poli sacado de las peliculas, pero bueno, supongo que algo de razón tenian los directores de Hollywood, el procedimiento siempre era el mismo.

Hice una señal con una mano a la chica para que tuviera cuidado por si al tipo se le ocurría hacer alguna locura. No me gustaba aquella clase de gente para nada, pero me gustaba la actitud de la joven del pelo cobrizo, parecía estar tranquila.

En otras ocasiones la gente solía ponerse a gritar o a llorar y eso hacia que perdiera la calma con facilidad. Esta vez no era así, me gustaba esa actitud tranquila que mostraba, aunque yo era en parte animal y los animales, entre ellos los lobos, podemos oler el miedo. Ella tenía miedo.

Al parecer, no iba a ser necesario que ella haga uso de aquella barra de metal contra la cabeza de su atacante, como tenía planeado. Pues mejor, así no quedaría ella como una asesina serial.
Dirigió su vista hacia el hombre, y hubo un cruce de miradas que duró segundos, ya que él comenzó a poner en práctica su 'profesión', por lo que ella alcanzó a ver.
Policía, sin duda. A juzgar por esa pistola, aquellas esposas.. y si estirabas un poco el cuello por sobre el hombro del delincuente, se vería una placa de federal bien escondida. Estupendo, la suerte estaba de su lado el día de hoy. Y si vamos al caso, no tenía de que quejarse, ya que a pesar de todas las penurias que vivió en su familia, y todo lo sucecido día a día, la suerte siempre la acompañaba pero.. ¿hasta qué punto seguiría eso así?

Aquel 'tipejo' se encontraba de rodillas. Acto tremendamente irónico puesto a que se demostraba tan superior con ella, pero claro, es típico, que cuando alguien mas poderoso te encuentra, no te queda otra opción mas que la sumisión.
Quizás con aquel pensamiento, también ella se incluía en el sitio de 'pobres indefensas', pero lo quiera admitir o no, lo era. Después de todo, ¿qué podría hacer una chica como ella ante un psicópata drogadicto?

Volvió a mirar al policía y tenía la mirada clara. Parecía un hombre de seriedad, tranquilo, de esos que siempre iban con el mentón en alto, afrontandolo todo. Y si vamos al caso, un policía debe de ser así, debe de poder enfrentar todo.
Se apartó de las espaldas del maniático para recargarse en una de las frías paredes del callejón y taparse un poco el pecho cerrando la gabardina, ya que la brisa se mostraba fresca, y no quería enfermarse.
Se quedó en silencio, esperando que aquel desquiciado no quisiera intentar nada..

Cogí las manos de aquel tipo y las puse tras su espalda poniendole luego las esposas. Lo empujé tirandolo al suelo boca abajo y le leí sus derechos mientras apoyaba una pierna en su espalda. Me tocaba la moral aquel tipo de personas, iban por ahi acosando a chicas jovenes para violarlas o simplemente ponerles una navaja en el cuello y atracarlas. Menos mal que esta vez no había sido nada de eso.

No estaba de servicio así que saqué el movil y llamé a comisaría para pedir que se llevaran a aquel desgraciado. Una vez hecho me cerré la gabardina pues el frio de la noche calaba hasta los huesos. Antes de acercarme a la chica esperé a que llegara el coche patrulla. Los chicos que vinieron a buscar al detenido parecian encantados de poder tener que encerrar a alguien esa noche.

Al ver como se iban me acerqué a la joven. Parecía algo aturdida por lo ocurrido, aunque no estaba seguro exactamente, estos humanos siempre eran demasiado raros y uno nunca sabia como realmente se sentian o que querian.

- Señorita, ¿se encuentras usted bien? -Pregunté guardando las distancias. Podía entender que estuviera asustada y en aquellos momentos a la gente no le agradaba la idea de tener a un policia cerca.

Él apresó al delincuenta de una manera muy sencilla. Lo esposó rápidamente, y llegaba a pensar si era que yo estaba frente a un experto, o bien el maniático ese era mucho ruido y pocas nueces.
Al parecer no estaba de turno, ya que llamó para que vinieran a buscarlo, y al mirarlo un poco mejor, no tenía su uniforme de federal, como solían llevar los policías por aquí, y obviamente, en todos lugares.
Llega el coche policial. Quienes bajaron de él la miraron rápidamente, pero fueron directo al hombre tirado boca abajo en el suelo. Lo levantaron brúscamente, como si les gustase eso de tener a quien apresar en esta noche fría.

Finalmente, cuando se lo llevan, dirigió su mirada a aquel hombre que la sacó del aprieto, un aprieto muy grande a decir verdad, con todas las letras, aunque claramente, podría haber sido peor.
Los separaban a ambos apenas unos metros. Aún así, él mantenía distancia de ella. Seguramente, con tal profesión, tenía claro que cualquiera podría entrar en un ataque de pánico o algo por el estilo, pero ella, estaba curada de espanto, sinceramente.
Se lo quedó viendo a los ojos, mientras el viento volvía a alborotarle el cabello. Esbozó una pequeña pero deslumbrante sonrisa, agradecida, al oír sus palabras.
- Sí, muchas gracias señor.. - musitó con una voz suave, sutil. No sabía si decirle 'señor' exactamente, pero fue lo que le salió en el momento. Esperaba que no le molestase aquel atrevimiento.

Sonreí ligeramente. Por lo menos estaba bien y había llegado a tiempo de que no le pasara nada a la joven. Parecía una chica tranquila sin aspecto de meterse en problemas muy amenudo. Seguramente la pobre había sufrido el ataque de imprevistos sin darse cuenta de nada. Esas cosas pasaban amenudo. Chicas jovenes eran seguidas por algun criminal, violador, atracador, etc y eran secuestradas. Esta vez había conseguido evitarlo, aunque me había pillado fuera de servicio.

- No tienes por que darlas. Pero creo que el callejón no era el mejor sitio para esconderte si te seguian. -Dije tranquilamente guardando el arma y tapandola con la cazadora- ¿Conocias de algo a ese tipo? ¿Llevaba siguiendote mucho rato?

Tenía que hacer esas preguntas aunque no estuviera trabajando en ese momento. Era mi trabajo y si había mandado que vinieran a buscar al delincuente lo más normal era que luego hiciera las preguntas necesarias a la victima... Si esta seguía viva claro. Como en este caso no había sucedido ningun trágico hecho pues tenía que hacerlo aunque no era mi obligación.

Al ver que él le sonrió ligeramente, ella lo hizo también, ya dejando de lado los nervios. No vaya a ser que sea él uno de esos que porque le dices 'señor' o le preguntas la edad ya te tienen entre ojos.

Se acomodó un mechón de cabello rebelde tras la oreja, sonriendo aún, tímidamente, cuando esuchó las preguntas del federal.
Él tenía razón. Si ella creía que a veces era astuta, pues esta vez todo lo contrario. Quizás lo que tenía de inteligente lo tenía de estúpida cuando se metía en problemas, y es que los problemas la seguían amenudo, pero no era de meterse en ellos con facilidad, siempre trataba de evitarlos. No le gustaba llamar mucho la atención entre la gente.

- Bueno, creo que tiene razón, pero es que no conozco la ciudad ni sus atajos, llegué ayer aquí y me falta demasiado por conocer..- confesó tranquilamente. Sin duda, el hecho de ser una extraña en la ciudad la salvaba de quedar como una tonta inocente corriendo por callejones, pero vaya a saber.

- Y al hombre ese, no lo conozco. Me estaba siguiendo desde mas o menos media hora..- comentó luego. Dando respuestas concretas y precisas. Las que alguien con el trabajo de aquel hombre que tenía enfrente, sin duda, necesitaba. Simple pero útil.

- Veo que no está de turno. Lamento que tenga que sacrificar horas libres..- dijo esta vez algo apenada por arruinarle su momento de distracción.
Se sentía, de todos modos, alegre de que la haya ayudado, pero era mas que obvio que era un buen hombre realmente, con tal de 'salvar una vida' a cambio de sus pocas horas de ocio.

La chica explicó que no conocía al hombre de nada, era nueva en la ciudad y se había perdido. Bueno, solía pasar. Aunque ultimamente había demasiados extranjeros en la ciudad, cosa extraña, pero yo lo sabía pues la mayoría eran lobos. Si, muchos llegaban ahora para unirse a las filas de Gabriel. Demasiados quizás. Había un exceso de lobos. Me aparté el pelo del rostro y sonreí levemente cuando se disculpo por haber interrumpido mi horario de ocio. Negué con la cabeza.

- No hay por que lamentarse. Este de turno o no, no podría dejar que atracaran a alguien o le pasara algo si estoy cerca. - Dije tranquilamente sin borrar la sonrisa. Era evidente que mi moral me impedía dejar a la gente de lado cuando sufría un apuro y sabía perfectamente que podía ayudarla- Creo que sería lo más comveniente salir de aqui, si quiere que la acompañe a algun sitio... - No era lo habitual estando en periodo de descanso, pero tampoco tenía demasiado que hacer.

Sin embargo siempre había excepciones y no iba a ayudar a un criminal. Siempre me gustaba decantarme por el lado bueno, aunque hacer el bien siempre es lo más complicado, pero lo más interesante.

Sonrió a medias al oír que no había problema, pero de todos modos, sabía que lo había interrumpido. Quizás buscara luego una manera de remediarlo, mientras tanto, no le vendría mal conocer a alguien por estos sitios, ya que estaba mas sola que perro malo. Era una completa extraña.

- Bueno.. yo debería ir yendo hacia mi casa pero.. - lo miró atentamente - puedo ir sola, no se preocupe..- mintió, ocultando un poquito de miedo que la hacía sentir algo nerviosa. Realmente, le daban escalofríos de tan solo pensar que tendría que recorrer todo ese camino, pasar por el sendero del bosque, y finalmente, todo eso, para llegar a su casa ¿No podría haber conseguido algo mas céntrico? No, claro. No tenía el dinero suficiente, y esa casa era de las antepasadas de la abuela, así que la tenía gratis, aunque careciera por el momento de luz y de gas. Simplemente, ya lograría poner todo al día, pero ahora fuera esos pensamientos, debía enfocarse en la propuesta de aquel hombre.

En verdad, agradecería que la acompañe, pero ya le había quitado demasiado tiempo. Era mejor intentar arreglárselas solas. Quizás él tenía una familia a la cual atender, cuidar.. y estaba perdiendo tiempo aquí, con ella. No podía evitar sentirse culpable, aunque claramente ella no tenía la culpa de que existan algunos maniáticos que no tienen otra cosa mejor que hacer mas que molestar a las personas.

Yo no era de esos tipos que solian insistir con las cosas y mucho menos con gente desconocida. Hubiera insistido, pero la chica parecía segura de poder volver sola a su casa. Asentí despacio mirandola.

- Esta bien, tenga cuidado al volver aunque no creo que tenga más problemas. -Dije con una ligera sonrisa. La chica pareció empezar a caminar y yo hice un gesto con la cabeza a modo de despedida.

Saque el paquete de tabaco del bolsillo de la cazadora y me encendí un cigarrillo. No sabía cuanto tiempo llevaba el paquete ahi, pero desde que había conocido a Jacqueline no había fumado nada en absoluto. Incluso creía recordar que el paquete era del mismo día que la había conocido... Uff, a ella no le gustaba que fumara, pero solo era uno. Dí una larga calada pensando en que seguramente volvería a encontrarme con aquella chica.

Aunque con toda sinceridad, esperaba que la próxima vez no fuera en un intento se secuestro o atraco, no me gustaba aquel tipo de situaciones donde encontrarme a algun conocido.