Café solo, por favor [Jackson]

Aquella mañana Jack se madrugó, aunque segun su estilo de vida, había cumplido con la hora rutinaria de levantarse. Nunca en su larga vida había sentido gusto por remolonear en la cama más de lo debido, y desde pequeño había aprendido a aprovechar el día, levantándose con los primeros rayos de sol. Incluso en los últimos años había adquirido la costumbre de salir de su casa incluso antes de que el sol despuntara.
Todavía a oscuras había salido a correr, tan solo media hora, para despavilar su cuerpo y desentumecerse. Le bastó con recorrer las manzanas colindantes a la pensión donde se hospedaba por ahora, que ya comenzaba a conocer como el barrio en el que viviría durante un tiempo hasta que consiguiera asentarse en Bucarest.

Que una pensión no tuviera red wi-fi en aquellos tiempos era pecado, y precisamente la de él no la tenía, así que su deber era la de ir en busca de un sitio con conexión como primera tarea de la mañana. Necesitaba mandar unas fotos que hizo el día anterior a una revista americana de viajes, la cual le había contratado para tomar unas cuantas fotos de los monumentos más emblemáticos de Bucarest y alguna que otra estampa llamativa de la ciudad. Nada del otro mundo, ningun negocio importante, pero más o menos así se sacaba el pan de cada día.

Así que tras volver de su ejercicio diario, ducharse y vestirse con unos vaqueros corrientes y una camisa de franela -sus favoritas-, agarró su Mac para ir al Flash Coffee. Días antes fichó esa cafetería, cerca de su actual residencia, como centro de operaciones para sus envíos.
Además, el café no lo servían del todo mal allí.

Fue sin prisas, ojeando un periódico gratuito que le proporcionaron mientras caminaba. Entrando sin fijar su atención en nadie en particular, se dirigió hacia la barra donde desplegó su ordenador mientras pedía un café solo.
Caliente y humeante, todo lo que necesitaba para entrar en calor viviendo ese dichoso clima de frío.

La cafetería estaba alborotada, había que decirlo, pero nada fuera de lo normal. Ese tipo de sitios sufría la mayor afluencia de clientes a esas horas. De fondo, el marujeo de unas cuantas señoras resonaba por encima del sonido ambiente general, aunque auqello no le hizo levantar la mirada de lo suyo.

Sin embargo, algo que afectó a las señoras si que le hizo levantar la cabeza del portatil. Una mujer, bastante insegura de trato al parecer, formó un pequeño espectáculo mandándolas apartar -si a eso se le podía llamar espectáculo, más que nada fue una escena bastante graciosa- para luego ir flechada justo a su lado realizando su pedido.

-Son un incordio, ¿verdad?- le dijo a la señorita, todavía tecleando algo que había dejado a medias. Como tardó en contestar, él aclaró lo que dijo. -Ese tipo de señoras, quiero decir-

Boom, de un coletazo brusco, el azucarero sobre la barra se volcó estrepitosamente dejando caer la mayoría de su contenido sobre el pantalón de Jack. El polvo blanco coloreó todo su muslo derecho y entrepierna, haciendole pensar inconscientemente en lo pequeños que parecían ese tipo de recipientas para la cantidad de material que podían almacenar.
Él se medio levantó de la silla, alzando los brazos en gesto de sorpresa por la respuesta física de la mujer. Si lo llegaba a saber, se hubiera quedado dentro de sus asuntos para no alterar más a ese manojo de nervios ... Una cosa tenía clara, con su reacción, la chica había confirmado su inseguridad al trato. ¿Un mal día, quizás?

-¿Seguro que lo que necesita es café?- le preguntó en un tono agradable, sin darle más importancia al asunto, aunque alzando una ceja viendo como se ponía más nerviosa por momentos. -No tiene porque disculparse... Al menos no es cemento fresco-

Y era verdad. Solo era azucar. Levantándose del todo se sacudió con energía los vaqueros dándose cortas palmadas, haciendo que el polvillo fuera de su ropa al suelo. De reojo vió como las marujas de antes no les quitaban ojo, mientras reían y cuchicheaban. Perfecto, las cotorras ya tenían conversación y anécdota para el resto de la semana.

Para cuando se volvió a sentar, cerró su portatil por si Urkel-Mujer volvía a hacer de las suyas.

Soltó una carcajada contenida cuando la observó divagar sobre lo caliente que estaba el café, y negó con la cabeza a la invitación que le ofrecía a él en pago por su faena.

-No hace falta. Solo prométame que al próximo que le diga algo trivial no le lanzará ningun tipo de edulcorante-

Jack sonrió negando con la cabeza levemente mientras, al igual que ella, se llevaba su taza de café a los labios para beber un poco. Su bebida estaba ya por la mitad, y no sobreviviría a más de dos tragos más.

La chica al parecer tenía sentido del humor. O al menos, eso creía él. Porque todavía no la había visto sonreir, pero sus palabras estaban cargadas de segundas intenciones que parecían bromas. ¿Lo serían? O más bien esa sería la forma que tenía ella de enfrentarse al mundo al ser tan patosa.
Un ser curioso pensó en un destello.

-No le llegó el azucar, tranquila. Y aunque así hubiera sido, este trasto aguanta lo que le venga encima, lo he visto salir de más de un aprieto- no le mentía, aquella máquina siempre le acompañaba al igual que su cámara, en todo viaje que hacía. Nieve, arena, tierra, agua... toda clase de elementos lo habían revoleado y allí seguía el campeón -algo deteriorado exteriormente, sobre todo en su carcasa arañada, pero operativo-.

Le dió al ordenador un par de palmadas, como quien saluda a una mascota, asintiendo. En aquella memoria se almacenaba meses de experiencia acumulada, imágenes de lugares increibles y documentos bastante importantes para él. Incluso dentro de aquel portatil guardaba cartas que le escribía a su difunta esposa a modo de desahogo...
Ahora que lo pensaba mejor, tenerlo cerca de aquella aparente gafe le hizo tragar saliva.
Tengo que hacer copias de seguridad más a menudo, pensó.

-Jack Miller- terminó por presentarse, ofreciéndole la mano para estrechársela. Ya llevaban más de 2 minutos hablando, y quedaba algo feo seguir sin saber quien era quien.

Tras el cordial apretón, Jack asintió.

Jana Sneitzer, JR para los amigos aunque no los tenía. ¿De dónde salía la R de su apodo? Aún la forma de hablar de la mujer le parecía curiosa, siempre con salidas ocurrentes pero sin que pareciera del todo bromista. A simple vista tenía el aspecto de una chica de bien, con gesticulaciones inocentes tras cada palabra, cosa que le indujo a pensar que era muy insegura.
Él, a lo largo de su constante viaje, había aprendido a catalogar a las personas... O más bien a crearse impresiones que casi siempre se cumplían -casi siempre-.

Chica ocupada. La miró mientras revolvía su grandote bolso trasteando en su interior para lanzarle un rápido vistazo al busca. ¿Quizá de las tipas que centran toda su vida en el trabajo? Si era así, la compadecía.

-No, no soy de Bucarest- saltaba a la vista. La ciudad rumana no se caracterizaba por contener muchos "rumanos", dando a ver que era una urbe cosmopolita llena de extranjeros. -Y bueno, se podría decir que estoy aquí por trabajo. Me quedaré una temporada por la ciudad, aunque no creo que más de un mes.-

Ese era su ritmo de vida. Ir a lugares, fotografiarlos durante un tiempo, y marcharse si no veía que nada le ataba. Ese era su deseo, encontrar algo, cualquier cosa, que lo clavara en un sitio. Buscar otro Puchkett.

-Déjame adivinar. Tu si que estas aquí por trabajo-

Con un movimiento del mentón señaló dentro del bolso de ella, haciéndole referencia al busca que había mirando antes.

-Una clase de trabajo poco remunerada. Si no, sería un chollo.- dijo sonriendo guiñándole un ojo.

Abrió de nuevo su portatil, y bajó a continuación la mirada hacia la pantalla. Pidió permiso con un gesto de su mano para seguir con lo que estaba haciendo en el ordenador, mientras hablaban. Ya apenas le quedaba revisar unas tres o cuatro fotos y enviarlas.

Cuando ella le explicó sus agradables condiciones de trabajo, supuso que se dedicaría a la medicina al escuchar en su discurso la palabra paciente. Esto le hizo mirarla con más interes que antes, volviendo a levantar la mirada del teclado para fijarla en los ojos de Jana.

-¿Eres médico? Vaya, que casualidad...-
Pero no continuó hablando, reteniéndose en decir lo que primero se le pasaba por la cabeza. ¿Qué le diría? ¿Qué él también lo era? No, él había sido médico hacía décadas, seguramente cuando los padres de la mujer todavía acudían al jardín de infancia. Ya no lo era. Había pasado tanto tiempo, tantas cosas...
-Yo lo iba a ser, pero nunca acabé la universidad-

Era mejor dejar ese tema en aquella mentira.

Las palabras que ella le dedicó sobre la estabilidad de un hogar se repitieron en la cabeza de Jack una y otra vez, como siempre ocurría. Precisamente, si viajaba tanto era por ese motivo, el de encontrar al fin un sitio al que llamarlo hogar. Pero en el caso de él aquello no era tan fácil, porque los fantasmas de su pasado siempre volvían para recordarle que él no estaba hecho para quedarse en un sitio, y que si no hacía caso a su naturaleza, otros sufrirían como en épocas pasadas.

-Esta vez tienes razón en tus suposiciones. Hace ya bastantes años que no paso más de tres meses, en un sitio.- dijo en un tono tranquilo, ocultando tras esa indiferente manera que aquello le afectaba bastante.

Apuró el poco café que le quedaba y levantó la mano para llamar la atención del dependiente. Le señaló su taza para indicarle que le sirviera otro igual, y miró a Jana por si ella también deseaba pedirse otra cosa. -Venga, te invito-

Él era bastante abierto, pero con sus reservas. Siempre tenía palabras amables y una conversación correcta con aquellos que se prestaban a ello a lo largo de sus viajes, pero en cierta forma, no se abría del todo a los extraños. No le costaba hacer amistades, pero si el poder hacer amigos.

-Bueno, la carrera no era tan fea. El que algo quiere algo le cuesta ¿no?... O eso suelen decir. En mi caso, simplemente descubrí que no estaba hecho para ese trabajo.- pero en realidad, si que fue sanitario -como se les llamaba al soporte médico en tiempos de guerra-. -Me interesaba la cardiología, pero bueno... Cambié el bisturí por la cámara de fotos-

Porque hasta ese momento, no le había confesado que era fotógrafo.