If we ever meet again...(Nicole)

Ahora no se me escaparía. La había seguido hasta esta zona de la ciudad algo desierta y cuando casi la tenía la zorra había desaparecido, pero pude seguir su rastro hasta la entrada de metro abandonada. Había construido una nueva a unas pocas manzanas dejando esta a la intemperie, tabicada con cuatro tablones mal clavados dejando que el polvo, la humedad y el tiempo la fueran consumiendo.
Bajé las escaleras que me llevaron a la entrada y gracias a mi escueta silueta me colé entre dos de los tablones que andaban sueltos metiendo primero la cabeza y el torax y luego el resto del cuerpo.

Caí al suelo polvoriento encendiendo una pequeña linterna de mano que llevaba colgando en el cinturon para así iluminar la zona. Tosí un poco por culpa del polvo y aquel olor a cerrado pero enseguida me puse en pie aferrándome a mi semi-automática y a mi fuente de luz. Al menos aquí dentro no llovía, aunque unas cuantas goteras aportaban ese extra de humedad.
Moví al linterna a mi alrededor familiarizándome con aquel anden en ruinas. Había un par de bancos tirados por el suelo, los azulejos de las paredes se había caido y estaban echos añicos por el suelo, los cables del techo se habían descolgado...era como una película de terror real.
Caminé rodeada de oscuridad hasta el borde del andén. Con cuidado miré a un lado y a otro, no había ni rastro de mi presa y aquello me hacía estar alerta. Sabía que podría salir de cualquier lugar, era muy silenciosa y rápida.

Salté a las vías del metro aterrizando agazapada y atenta a cualquier movimiento o sonido que la delatara, pero nada. Silencio y oscuridad en aquellas vías destinadas al olvido. El metro había sido desviado y no pasaría ninguno por aquí, solían hacerlo más adelante.

Pegada a la pared abancé por el túnel apagando la linterna y guiándome con al penumbra que arrojaban unas luces guía que seguían funcionando. La linterna me delataría más rápidamente que en la oscuridad a pesar de que si ella estaba por allí ya me habría visto, pero debía de tomar precauciones.

¿Por qué estaba bajo tierra a oscuras persiguiendo a un licántropo? Porque ese era mi trabajo y porque lo mío con aquella loba era algo personal ya. Varias veces habíamos coincidido y todas ellas acabamos las dos con vida, con alguna herida quizás pero no llegamos a hacernos mucho daño como para abandonar nuestra lucha. Era una digna contrincante y siempre suponía un reto intentar darle caza de una vez por todas.

Consulté el reloj de mi muñeca. Las tres y cuarenta y siete de una madrugada lluviosa del miércoles.

Spoiler:

Serían las tres y algo de la madrugada de un lluvioso miércoles. Los reiterados sonidos de sus ágiles tacones rompían el tedioso silencio que la negra madrugada otorgaba a una gran ciudad dormida y sumida en una plástica serenidad que en realidad no tenía. Sus ojos azules yacían firmemente posados al frente, a pesar de ser plenamente consciente de que, en esa mal iluminada noche, no estaba nada más lejos de la soledad. Alguien le pisaba los talones, y ese alguien tenía nombre y rostro en la mente de la rubia licántropa. Hayley Black. Humana. De buen ver. Peligrosa. Muy peligrosa. En ningún momento se volteó a verla con tal de reconocerla, luego su peculiar olor humano respaldaba su acetada hipótesis.

Esas malditas calles se hacían más y más largas. Eternas, a los ojos de una femme fatale con una particular naturaleza salvaje reflejada en todas y cada una de sus miradas teñidas de color mar. Estaban jugando, una vez más, al gato y al ratón. O más bien a la cazadora y la presa. Pero ese juego era tan cambiante que en un abrir y cerrar de ojos el cazador podía pasar a ser presa y la presa ascender al puesto de cazador. Igualdad de condiciones, probablemente. Ella siguió taconeando mientras sus caderas femeninas se contoneaban enfundadas en un vestido negro, de escote gratificante, que llegaba a cubrir la mitad de sus tonificados muslos.

Vió la vieja boca del metro y automáticamente sus carnosos labios se curvaron hacia arriba. Una oportunidad de alejarse de la costumbre. Una pelea en el bosque le otrogaba cierta ventaja a la loba. Una pelea en la jungla de asfalto se la otorgaba a la preciosa y lista cazadora. La carrera contrareloj comenzó cuando logró escapar del hechizo de sus ojos y se movió como una sombra en medio de la noche hasta descender por las escaleras de la boca del metro y colarse entre los mohosos tablones de madera corcada. Sus pupilas se dilataron y, sin mayor dificultad, se adaptó a la oscuridad intermitente en la que se sumía la nueva escena.

Sin perder la sonrisa, se perdió en el laberinto que apestaba a agua estancada y a rata muerta. El hedor no era un inconveniente fuera de lo común, por lo que solo dificultaría un poco el sentido del olfato. A lo lejos pudo oir un trueno. Se acercaba la tormenta pronosticada por esa pechugona mujer y ese estirado varón que anunciaban el tiempo en el canal de notícias 24h. Quedó oculta tras una falsa salida de emergencia que yacía aparcada en medio de uno de los túneles interminables. Momentos previos, se había sacado los tacones y había dejado que los desnudos pies se familiarizaran con el nuevo atrezzo. La pudo ver no demasiado lejos, tratando de quedar oculta... era jodidamente preciosa, y jodidamente peligrosa. Por eso le encantaba ¿Qué le iba a hacer? Le daba morbo.

Maldita sea...no veía una mierda en aquel túnel, las luces de seguridad se fundían más a medida que pasaba y encender la linterna sería como apuntarme con una flecha de neón brillante que dijera: Estoy aquí, mátame!
No...seguiría en la oscuridad.

Me detuve a los pocos pasos tratando de percibir el más mínimo susurro, respiración o ruido. Sabía que ella estaba cerca y lo más posible era que supiera donde estaba, los lobos tenían ventaja en la oscuridad por su estupenda visión.
Por que era ella...sino este juego se hubiera acabado mucho antes. Nicole era muy escurridiza y letal cuando hacía falta. A veces tenía la sensación de que ambas tratábamos de pelear a muerte pero en el último momento dejábamos pasar las oportunidades. Si el juego acababa la acción y el entretenimiento se esfumaría y eso no lo quería ninguna de las dos.

Sí seguía andando a ciegas acabaría por tropezarme con algun saliente de las vías. Un momento...espero que no hubiera cucarachas por aquí...ratas y ratones todos los que quieras...pero lo otro...
Negué con la cabeza y seguí adelante sosteniendo el arma de balas de plata en la mano derecha, preparada para apretar el gatillo a la primera oportunidad.

Mis botines de tacón ancho eran bastante cómodos para correr y también elegantes a la vez. Me daba igual mancharme de mugre en aquel lugar, llevaba una ropa de lo más casual y cómoda para la caza, unos shorts vaqueros negros algo raidos, un cinturon donde tenía algo de munición, el móvil y la navaja de plata de mi padre, arriba una camiseta blanca que llevaba el hombro izquierdo descubierto y una cazadora borgoña de imitación al cuero resguardándome del frío nocturno de la ciudad.

Yo no tenía esos dones tan desarrollados de los cazadores de la Hermandad de Artemis. Estuve a punto de entrar pero con todo lo sucedido... pensé que estaría mejor por mi cuenta, con cazadores furtivos que no se rigeran por estúpidas normas ni creéncias. Mi padre siempre dijo que había heredado ciertos dones, pero al no saber entrenarlos bien estaban algo apaciguados, pero lo suficientement activos como para darme algo de ventaja frente a un cazador normal.
Ahora debía de hacer acopio de esa pequeña fuente de reserva por si esta noche la pelea se ponía de parte de la loba.

-¿Disfrutando de la noche Nicole?-pregunté a la oscuridad esperando que me contestara.
Era inutil seguir avanzando, ella tenía todas las de ganar y prefería hacer que salira de donde estaba a seguir avanzando y que se me abalanzara sin más.

Pronto me encontraría de nuevo con su salvaje melena dorada y esos ojos en llamas...

Aguardé en aquel silencio que se quebró por un lejano trueno ¿Tormenta? La fina capa de lluvia que me había mojado antes de entrar al tunel no atestiguaba.
No sabía si contestaría o no a mi pregunta, pero si no lo hacía no tendría más remedio que seguir avanzando internándome en la boca del lobo irremediablemente.

Di otro paso al frente tanteando el terreno, otro más y...

Apunté con mi arma al frente, a varios metros más allá de donde estaba a través de la oscuridad del lugar. Un ruido sordo y seco había delatado a Nicole. Bien podía ser una de sus tretas, pero al menos ya había demostrado que seguía ahí abajo conmigo.
Como segunda confirmación, llegué a apreciar su voz. El metro creo una corriente de aire en el túnel al pasar por alguna estación adyacente y me despistó a la hora de seguir la dirección de su voz. Solo sabía que aquellas palabras habían echo que un ligero escalofrío subiera por mi espalda.

Apreté firmemente el arma contra mi mano derecha supirando levemente y sonriendo con ironía. Conocía bien su voz, aquel susurro salvaje, indómito y con un toque de seducción que hacía que sus presas se acercaran a ella queriendo probarla. Quizás en parte fuera una presa...porque al escucharla comencé a caminar al frente.

Mis sentidos estaban al máximo, no podía cometer ningún solo error o estaría muerta. Revisaba como podía cada hueco tras las columnas del tunel o portales, pero no podía ver nada de nada a menos de dos pasos en torno a mí.
Aguanté la respirción a medida que avanzaba, podía sentir mi corazón latir fuertemente, bombeando sangre a todo mi cuerpo frenéticamente.
Golpeé algo con la punta de mis botines. Agachandome teniendo presente la pistola en todo momento tanteé el suelo obtenteniendo posiblemente el objeto del ruido anterior. Unos tacones.
-¿Ahora vamos a jugar a la Cenicienta? Tengo tu zapatito de cristal...-murmuré consciente del peligro cercano apuntando a la oscuridad del tunel a mis espaldas.

Me alteraba no controlar la situación, no ser yo la que tuviera en mi punto de mira a la presa... acabar siendo la cazada y no la cazadora.

Dejé caer le zapato al suelo y sostuve firmemente mi arma al frente, apuntando ligeramente a todas partes al no saber donde estaba mi blanco.

Escuché unos leves movimientos sin saber donde estaba con precisión, pero ahora mismo le daba igual, volvió a escuchar la voz de su pesadilla o quizás sueño más ansiado. Estaba jugando conmigo....y eso me gustaba al fin y al cabo ¿A quien no?
-¿Y no te han dicho a ti que esconderse también lo es?

Los truenos estaban cada vez más cerca y el agua se filtraba creando mil y una gotera en el subsuelo. Tenía una justo encima que goteaba en mi hombro y me moví unos pasos para evitarla.
En el suelo había algunos pequeños charcos ya, escuchaba el chapoteo de algun roedor.

Sonreí guardando el arma en la funda que soportaba el cinturon sobre mi cadera y saqué la brillante daga plateada regalo de mi padre a forma de herencia a parte de todo su dinero y más. Era un arma muy afilada, con una empuñadura forrada en cuero y con algunos grabados en la hoja. Sabía manejarla con soltura, más que las armas de fuego, pero estas últimas siempre solían ser más letales y rápidas.
-Como quieras... juguemos bien entonces, aquí me tienes Nicole-me ofrecí con una media sonrisa impulsada por la adrenalina que ya empezaba a extenderse por mi cuerpo.

Ya que sabíamos que ambas estábamos en el mismo lugar, me di la vuelta y alcé la linterna con la mano libre dándole al interruptor.
-Tan salavaje como siempre...
La luz ilumino parte del tunel y pude ver al fin a mi contrincante, aguardándo en la penumbra, con aquella rebelde melena rubia y esa aura de poder que podía percibirse en ella. Habría que andarse con mucho cuidado... esta loba tenía unas uñas muy afiladas, varios arañazos en mi piel de anteriores luchas lo atestiguaban.

Nicole seguía mirándola fijamente, sin un ápice de miedo en la mirada mientras recordaba las palabras que alguien sabio le dijo en su día. Sus ojos azules seguían escrutando la mirada del mismo color de Hayley. Ya no sonreía, al contrario, su rostro yacía teñido de matices sombríos y fríos. La bestia ansiaba salir y, por un momento, tuvo miedo de que ella disparara. - No me cansaré de repetir que corre usted un peligro mortal. - Dijo en un intento de parecer como si no quisiera luchar esa madrugada de miércoles. Los cazadores debían aprender a asimilar la idea de que con los lobos no se podía jugar precisamente por eso, por que eran lobos.

Bestias ávidas de sangre, ansiosas por beber sangre y desgarrar carne con sus colmillos. Seres de la noche, nobles hijos de la luna. Pero los cazadores se empeñaban en verlos como una amenaza, un ser mitológico al que cortar la cabeza y colgarla en lo alto de una estantería en pro de fardar de la misma. Por un momento, Nicole se imaginó su cabeza colgada en una pared, con la melena rubia intacta pero sin mecerse por las constantes corrientes de aire que esos sucios túneles dejaban transitar libremente. Un leve chillido de rata sonó no demasiado lejos, a la vez que las goteras se hacían más notórias. La oscuridad la rodeaba, por el momento.

De repente, un potente foco la alumbró, logrando que ella arrancara un gutural gruñido desde lo más profundo de su garganta. Entrecerró los ojos y pudo ver como la daga de plata relucía en lo alto de la mano de ella. La plata, su peor enemiga. - Dicen que a toda béstia le llega su hora, mas ésta no es la mía. - Se atrevió a sisear. Retrocedió un paso como si temiera, mas no era esa su intención, solo se estaba preparando. Sus párpados descendieron suavemente y sus músculos vibraron justo antes de que un aullido se propagara por la escena antes de que su cuerpo se metamorfoseara en una hermosa pero imponente loba de pelaje grisáceo y ojos dorados. Un gruñido amenazante pero burlón salió de entre sus mandíbulas lobunas.

En un abrir y cerrar de ojos inició una carrera hacia ella, dispuesta a agarrarle la yugular entre los colmillos.

Peligro... tanto ella como yo jugabamos con eso, lo intentábamos esquivar pero siempre nos encontraba. A veces lograba alcanzarnos de pleno y otras pasaba de largo ¿Cómo sucedería esta noche?

La luz enfocó de lleno a Nicole haciendo que sus pupilas se hicieran más pequeñas y el color celeste de los bellos y salvajes ojos brillara con intensidad. No me iba a intimidar... siempre lo hacía...pero había que disimular y hacerla creer que no había logrado hacerme caer en sus garras.

Gruñó y tragué saliva notando cada vibración de mi cuerpo preparado para el enfrentamiento. No había marcha atrás, huir era muerte segura, podía alcanzarme con toda la facilidad del mundo... y luchar era también muerte pero menos segura.
Aguanté inmovil observando como retrocedía y se internaba un poco más en las sombras comenzando la transformación. En ese momento podría haberle disparado y acabar con todo pero entonces... ¿Dónde estaba lo divertido de la cacería?

El cuerpo de Nicole se sacudió violentamente en un veloz ráfaga desgarrando su vestido negro, dando lugar a una enorme loba de aspecto fiero y elegante. Su pelaje grisaceo brillaba a la luz de la linterna con reflejos plateados y daban ganas de pasar la mano por su lomo notando aquella suavidad... pero lso colmillos que asomaban por su hocido me hacían mantenerme distante.
El jugo había dado comienzo de una vez por todas.

Con la velocidad características de los de su especia emprendió la carrera en mi dirección, mas no me moví, seguí alumbrando con la linterna y agarrando la daga con fuerza...
No iba a dejar que el pánico se apoderara de mí, me había enfrentado a bastantes licántropos. Que ella fuera distinta para mí no cambiaba las cosas, la batalla sería a vida o muerte como siempre.

Al tenerla a escasos metros me aparté pegándome a la pared del túnel esquivando su embestida corriendo para alejarme unos metros cogiendo la daga en posición de ataque.
-Tampoco es mi hora...
No había que alterarse aún. Caminé hacia ella con el cuchillo delante de mí dejando una distancia prudencial.
Tensé la mandíbula y aguantando la linterna en la boca saqué otra pequeña daga del cinturon arrojándola como un dardo directo al cuerpo de la loba.
El pequeño objeto plateado cortaba el aire y se dirigía directo a ella.