Diamantes pulidos a la luz de la luna [Tyler]

Corrí y corrí como si algo me persiguiera, pero verdaderamente no me perseguía nada. No me perseguía nada más que mi propia sombra. No había nadie más. Llevaba mi ropa sujeta entre mis mandibulas, por lo menos un pantalon y una camisa que no me suponían demasiado esfuerzo llevar. El frio azotaba mi cuerpo, pero apenas lo notaba pues mi espeso pelaje me protegía de las bajas temperaturas. Era un lobo en medio de la espesura del bosque.

Corrí hacia el claro uan vez más. Necesitaba volver a mi forma de lobo de vez en cuando para no perder la costumbre, aunque últimamente había habido dias en que lo hacia constantemente. Era mi forma de liberar estres. Ponerme en contacto con mis bestia interior me relajaba, me devolvía el instinto que perdía siendo humano. Me detuvé y levantñe las orejas estando alerta, atento a cada sonido nocturno, se me hacía raro correr solo a esas horas de la noche, pero estaba siendo mi nuevo hobby en mi tiempo libre. Aunque este era poco por que tenía mucho trabajo y cuando tenía tiempo iba a ver a Jacque... Y no, no pedía más tiempo solo. Estaba bien tal y como estaba.

Un olor familiar y cercano inundó mis pulmones. Ese olor que nunca perdía, que podía reconocer en cualquier parte. Jacqueline estaba cerca. ¿Qué hacia allí? Corrí siguiendo el olor, una vez más como si el diablo me persiguiera, pero esta vez con más calma pues no pensaba que estuviera en peligro. Alcancé una superficie rocosa y vi a Jacque a varios metros de mi, sentada en el filo del acantilado.

Me acerqué despacio haciendo algo de ruido para hacer notar mi presencia. La miré unos segundos en mi forma de lobo y luego cambié, no me importaba que ella me viera desnudo, es más, lo había hecho varias veces. El dolor volvió a mi cuerpo como hasta hacia unas horas cuando había cambiado a lobo. Cuando acabó el dolor me vestí y me acerqué a ella despacio, sentandome a su lado dejando que mis piernas colgaran al vacio.

- Hola... -Susurré mirandola y sonriendole.

Ya sabía que Jacqueline había mirado cuando me cambiaba, no me importaba, yo también lo hubiera hecho. Su sonrisa me izo alegrarme, aunque no fuera su sonrisa más sincera, pero era su sonrisa. Nos veiamos muy poco desde lo sucedido y apenas podiamos hablar tranquilamente, quizás era por eso que cuando estabamos juntos aprovechabamos al máximo nuestro tiempo juntos, aunque estuvieramos en completo silencio sin decirnos nada. Los gestos bastaban en aquellas ocasiones.

- Ahora que te he visto es cuando he empezado a dsifrutar... -Me resultaba raro saludarme con ella de aquella forma por eso pegué mi rostro al suyo y allí entre el frio y la noche le di un cálido beso. Un beso que me reconfortó el alma e hizo que durante unos instantes olvidara todo lo malo y solo pudiera pensar en ella.

Desde lo ocurrido notaba que Jacque no era la misma, ni conmigo ni con nadie. A veces había dias en los que no sabía de ella y eso me preocupaba, pero luego me contaba todo lo que hacia, tal y como yo hacia con ella. Aunque por mi parte todo se limitaba al hecho de que estaba con la búsqueda.

En otra ocasión hubiera desistido, o quizás cualquier otro policia. Pero yo no era así, me importaba la gente de la cual se denunciaba su desaparición y esta vez no iba a ser menos. Debía ser mucho más. Empezaba a pensar que quizás mi presencia podía agobiar a Jacque algunas veces, aunque ella nunca me contaba nada, siempre parecía dispuesta a estar conmigo cuando tenía algo de tiempo libre.

Sus palabras casi me dolieron. ¿Pensaba que ya no me gustaba? Me sentí culpable por aquello. Alomejor no pasaba el tiempo necesario junto a ella para que realmente sintiera que me seguía gustando. Me acerqué un poco más hasta sentir que nuestros cuerpos se rozaban por la cercanía. La miré directamente a los ojos, perdiendome en aquellos perfectos ojos azules que muchas veces conseguian llevarme a paraisos de verdadera calma y felicidad. Ella era la droga que mi cuerpo necesitaba, era todo para mi.

- Cariño, nunca vas a dejar de gustarme. Siempre me gustaras pase lo que pase. -Dije acariciando su rostro con una mano- Siento mucho no pasar el tiempo necesario contigo... Creo que es culpa mia que pienses eso. Pero debes saber que si me sigues gustando, como el primer día, desde el primer beso. Y eso nunca va a cambiar.

Y era toda la verdad. Pasara lo que pasara Jacqueline siempre iba a ser el centro de mi vida. Ya llevabamos un tiempo juntos, disfrutando de la compañia del otro, de momentos verdaderamente intimos entre ambos y aunque ahora habian surgido complicaciones que nos separaban en ningun momento había dejado de amarla y quererla.

Deslicé mi mano por su mejilla despacio. Intentando demostrarle todo lo que la quería, todo lo que la amaba.

Se acercó a mi y su nariz rozó la mia. Echaba de menos aquel gesto, añoraba aquel gesto y por fin lo había repetido después de un tiempo. Quizás no había pasado demasiado, pero me gustaba tanto aquel pequeño e insignificante gesto que la vida casi se me hacia imposible sin el. Era nuestro gesto.

- Vaya, ya echaba de menos el roce de tu nariz. -Dije en un susurró acercandome un poco más a ella- Lo había tomado como parte de nosotros después de aquel momento en el bosque, cuando nos confesamos lo que sentiamos. -Sonreí. La verdad es que el decir aquello me recordaba todo lo vivido entre nosotros. Y me gustaba por que eran recuerdos felices, no había ni uno solo malo.

Volví la vista al frente. A lo lejos se veia perfectamente Bucarest. ¡Que maravillosa vista! Era increible lo hermosa que podía ser una ciudad desde lejos y en la oscuridad. Bucarest brillaba por si sola y cada luz para mi era un pequeño mundo que yo observaba desde lejos. Las ciudades eran algo humano pero jamás negaría que aquel tipo de vistas me encantaban.

Volví la mirada a Jacqueline y vi en ella algo de felicidad. Algo de felicidad que se había perdido en aquellos dias. No soportaba la distancia que se había creado entre ambos, era un vacio que por el momento no podía superar y sin embargo quería hacerlo pues quería verla feliz.