En que momento se me ocurrio venir... [Gabriel]

Estaba en el salón de mi apartamento -sobre el Luna- medio recostado en el sofá con el codo sobre el posa brazos y la mejilla sobre la mano de ese mismo brazo, con la otra mano sujetaba el mando a distancia de la televisión, cambiando de canales sin llegar a ver nada. Sobre la mesa de pié un walkie, prefería que me llamaran a través de ese cacharro si fuera necesario antes que ir a molestar a picar la puerta.

Bien, pues aquel cacharro hizo un ruido quejoso al abrirse la línea -Señor ha venido- Dijo una voz entre el barullo que había abajo con tanta gente. Fruncí levemente el ceño apagando la tele, sentándome en el sofá –la camisa acabó de abrirse pues como es normal casi me la había quitado para estar más cómodo, y los zapatos estaban a un lado- Suspiré brevemente agarrando aquel aparato, apretando para poder hablar -Bajaré yo mismo…- Dejé caer el aparato sobre la mesa y me puse en pie acercándome a los zapatos calzándomelos mientras abrochaba la camisa.

Caminé hacia la puerta mientras metía la camisa por dentro del pantalón para luego salir y comenzar a descender las escaleras para llegar al tumulto de la discoteca abriéndome pasos entre ellos cruzándome con uno de los muchachos -¿Dónde está…?- El tan solo me señaló a la barra donde podía ver la espalda de Narvla. Sin esperar más me acerqué hasta llegar a ella -¿Qué haces aquí?- Dije parándome a su espalda, aun no la había hecho llamar a no ser que aquello sea una casualidad, lo cual iba a comprobar en aquel momento.

La agarré del brazo haciendo que me tensara al completo, acerqué mi rostro a su oído para que me escuchara bien ya que la música sonaba como cada noche alta -Te dije que no vinieras por aquí y que si querías verme avisaras a alguno de mis hombres- Dije frunciendo levemente el ceño. No es que me cayese mal ni nada de eso… pero es de entender que si un día alguien quiere cortarte el cuello… no te caiga demasiado en gracia que se pasee por “tu casa” como si nada a tomar unas copas, aunque eso sea cierto. En mi había nacido hostilidad hacia aquella muchacha por mucho que la hubiera aceptado en la manada, si lo había hecho era para ser lo suficientemente eficiente en ciertos casos que fueran necesarios, ya que estaba acostumbrada a trabajar de sicario.

La cicatriz de mi cuello casi había desaparecido quedando une leve marca casi inapreciable si no fijabas con descaro tus ojos en mi cuello, cosa que era de cierta molestia si notaba lo que miraban. No me entretenía en tapar opuesto que eso, solo era una leve marca ya, nada importante comparado con el escandaloso corte recién hecho y sangrante.