El señor Hacha y sus negocios {Libre}

-Gracias buen hombre, ha sido un placer hacer negocios con usted- hizo incapié en la palabra placer, sarcásticamente, al ser totalmente cosciente de que habían sido tomados por primos. Pero ¿Qué más podían hacer?

Sonrió al ver el detallito de Sylvie con el post-it. En cierta forma, no le había mentido cuando, en el primer día en que se conocieron, ella hizo mención de los papelitos amarillos y su problema con éstos. Incluso él ya se había encontrado varios mensajes pegados en mitad del monitor de su ordenador que decían cosas como: "La próxima vez, habla tú con Vlãlsic" y "¿Alguna vez levantas la cabeza de los archicos?"

Frente a ellos el Nibelheim. El local donde debían encontrar a un camello de mala muerte, de quien solo tenían un nombre. Hacha -si a eso podían llamarle nombre- para ser más concretos. Francés había dejado claro su disconformidad por ir tras él, ya que no veía ninguna relación entre el tipo y su trabajo en homicidios.
Pero Didier sabía porque estaban allí. Se lo explicaría después a su compañera, no tenían ninguna prisa.

Observaron la cola, bastante larga. No era plan quedarse como borreguitos al matadero, y más teniendo en cuenta que no era seguro de que Hacha estuviera allí. Suspiró, frotándose la nuca, y miró a la detective.

-Tienen que tenerla, y si no, ya volveremos otro día para denunciarles por no cumplir las normas- contestó, haciéndole señas para que caminaran por el callejón de al lado.

Llevando sus pasos hacia donde dijo, se fijó en los chavales que esperaban en la cola. Desde luego, tenían toda la pinta de divertirse de las formas más ilegales. Incluso le llamó la atención un tipo con maneras de cara dura, que leía un libro mientras esperaba su turno para entrar.
Sonrió de lado, negando con la cabeza.

En el callejón de atrás, encontraron una puerta de chapa de doble hoja, cerrada con una cadena. Frente a ella, sacó su pistola de la cadera, y asegurándose de que nadie miraba, golpeó la cerradura con la culata haciendo que saltara.

-Et voilá, las damas primero-

Antes de que Sylvie pasara, Didier se hizo un paso al lado e hizo un ademán gracioso con la mano invitándola a pasar primera. Lo hacía más como una broma de confianza que como un detalle, ya que tras días juntos, para el detective la chica se había convertido en uno más. Sin distinciones, ella pasaba a ser otro compañero de trabajo, otro poli, sin género.

El característico tufo de una fiesta atestada de gente saltando y sudando les pegó una bofetada al pasar al interior del local en si, dejando atrás la puerta de emergencia encajada. La música, alta y estruendosa, parecía tener un efecto hipnótico en los jóvenes que danzaban al compás de los estallidos de los bafles. Pero pensar que el sonido era lo único que movía a los allí reunidos era pecar de inocentes. Hacha no debía de andar lejos, ya que los clientes del Nibelheim necesitaban a las ratas de su clase para funcionar por la noche.

-¿Sentarnos tranquilamente? ¿Tú has visto este sitio?- le contestó a Francés, inclinandose hacia su oído y elevando la voz por encima de la música.

Caminó tras ella atravesando el gentío. Mirara hacia donde mirara, su vista solo encontraba movimientos espasmóticos de personas poseídas -dejando la mirada más tiempo de lo debido puesta sobre un par de chicas que, abrazadas, se pasaban una pirula con la lengua-. No lo hicieron rápidamente, teniendo que esperar a que se crearan huecos de vez en cuando delante de ellos y asó aprovechar para pasar.
En su camino, una tipa semidesnuda vestida con un atuendo de noche que no dejaba demasiado a la imaginación, se le colocó enfrente. Le miró directamente a los ojos lascivamente-con unos ojos maquillados que le recordaron a Didier más a una pantera que a una mujer- pegándose contra él, en un invite a que se quedara con ella y dejara a su acompañante. El detective se limitó a devolverle una sonrisa pícara y a guiñarle un ojo, para luego apartarla con delicadeza y continuar siguiendo a Sylvie.

Para cuando llegó a la barra, su compañera ya estaba hablando con el camarero. Ella se dejaba ver desenvuelta en el ambiente, enseñando inteligentemente aquel tubito que antes había preparado y que ahora Didier comprendía para que lo quería. Chica lista.
Se sentó en un taburete al lado de Sylvie y su coca-cola "adulterada", para ver de reojo que la pantera seguía con la mirada clavada en él. Eso le hizo sonreir, pero ignoró a la femme fatale. Además, una manada de niñatos que antes habían estado acosando a la danzarina felina también le miraban a él, comentando entre ellos y realizando gestos obscenos. Sabían de que iban, y si les prestaba atención, comenzaría una pelea innecesaria que jodería toda la operación.

-¿Ah? Si si claro... parecer simpático- contestó por inercia cuando la detective le habló, fijándose en como los tipos chungos se les acercaban.

Rocky no se levantó de su taburete, y durante un tiempo, tuvo su boca sellada. No dijo ninguna palabra, símplemente se limitó a sacarse un cigarrillo y encenderlo con tranquilidad, con la mirada en todos lados y en ninguna. Se lo comenzó a fumar con parsimonia, despacio, disfrutando de las caladas y de la música -esto último, por supuesto, era un decir- al igual que de las luces parpadeantes de diferentes colorines que hasta la barra llegaban.
En su gesto se podía ver la actitud de alguien aburrido, no acostumbrado a ese tipo de sitios y deseoso de que a su amiga se le quitara el antojo de tomarse una copa allí. Todo se trataba de seguir un plan, un papel... que personalmente, a Didier le repateaba.

Habían acordado antes en hacerlo así, salir al escenario del Nibelheim en sus interpretaciones, idea de Sylvie. Haciéndose pasar por turistas franceses, ella apostaba a que tendrían más oportunidades de dar con Hacha si insinuaban que eran compradores inexpertos. Él, por contra, no lo tenía tan claro. El detective tenía otra forma de trabajar, de menor subterfugio. ¿Qué por qué habían optado por las formas de la detective Francés? Porque Didier fue incapaz de soportar la avalancha de post-it que su compañera empleó para, literalmente, ahogarlo.

-Balboa- dijo desinteresadamente, en tono jocoso, cuando Dine le presentó por su nuevo nombre. Rocky sonrió al tipo. Pero su sonrisa no desapareció, quedándose marcada en su cara sin apartar la mirada de su nuevo amigo. Lo reconocía. Era el de la cola, el de la lectura al lado de una discoteca, el mismo que le devolvió la mirada y sintió interés en la pareja de policías, mirándoles más de lo que normalmente se mira a unos desconocidos. También era a quién bastantes zombis empastillados miraban hipnotizados, sin decir nada, incluso ahora que estaba hablando con Dine. -¿Y tú eres?-

Ofreciendo su mano para estrechársela, abrió mucho los ojos todavía sonriendo. Desde luego, cualquiera que viera a Rocky en ese momento pensaría que estaba un poco mál de la azotea.

Todo hubiera ido perfecto si el hombre no hubiera enarcado una ceja antes de responder. Por ese diminuto detalle, hizo que Sylvie prestara más atención en sus movimientos y palabras. Durante las Proposiciones había estudiado el lenguaje corporal(ficha) a fondo, ya que su deseo era convertirse en Detective, y eso sería un arma infalible a la hora de interrogar a las personas. Hasta el momento, casi nadie, por no decir nadie, había conseguido colarle una mentira a rasgos importantes como esos, cuando se empleaba a fondo.

Eso hizo que Syl se preguntase el por qué le había mentido. ¿Sabría que eran policías y le estaba encubriendo? o tal vez no le hubiera mentido y le estuviese diciendo la verdad, ya que con tanta luz parpadeante y entre que sus ojos son sensibles a la luz ya de por sí, era posible que ni siquiera hubiera llegado a enarcar una ceja y hubiera sido producto de las luces.

Realmente, odiaba aquellos locales. Le hacían dudar.
En ese momento, ese que se había presentado como Axel la besó en las mejillas de repente, cosa que sorprendió a la detective he hiciera que se sobresaltase levemente, de una forma casi imperceptible. No se lo había esperado. Maldita Vlalsic, realmente deseaba pillar al Hacha y largarse del local a lo que, comparado con este lugar, era la "Confortable Comisaría".

Entonces, se puso a leer un libro. ¿Quién coño leía un libro en un sitio como ese? realmente le daba mala espina aquel rollo. Además, ella se había imaginado al camello algo menudo, no tan grandote como ese el cual Axel les había señalado.

-¡Vaya! así que está aquí -dijo alegremente. -Pues allá vamos, gracias -cogió de la mano a Didier y de un tirón lo puso en pie, tirando de él, hasta mezclarse en la multitud, donde le soltó -No me fio, no sé por qué -su acento se había normalizado -Pero vamos a preguntarle de todas formas.

Didier se encontró literalmente arrastrado por el pequeño torbellino vital francés en dirección del mastodonte exaltado. Conducido hacia el gentío, ella le soltó y le miró para darle su impresión.

-¿No te lo tragas?- le preguntó exagerando una expresión de sorpresa. -¿Será porque no concuerda que uno de los camellos más importantes de Bucarest este drogado con su propia mercancía?-
Giró la cabeza para mirar de nuevo al tipo al que el caradura había señaldo. La mole con ojos desorbitados parecía estar al punto de sufrir un paro cardíaco, y evidentemente, confiar en un tipo que daba la sensación de que iba a despegar de un momento a otro para hacer negocios no era muy inteligente. ¿Desde cuando los traficantes caían en su propia trampa? Nunca, ellos jamás se engachaban a su mierda... No, eran demasiado inteligentes para joderse la vida ellos mismos.

-¿Te has aburrido de jugar a los juegos de rol?- dijo ladeando la cara, buscándole las cosquillas a la detective -pincharla a veces era divertido- para que pusiera mala cara. -Porque así estaremos dando vueltas toda la noche.-
Pegó su boca al oído de la mujer para que le escuchara bien, dispuesto a hacerle entender que su turno había terminado y ahora le tocaba a él intentar pillar a Hacha.
-Ahora me toca a mi. Con suerte podre estar en casa para ver el partido de liga- el Paris Saint Germain jugaba a esa hora en Francia, y con ese asunto no se bromeaba.

Tiró de ella de nuevo hacia el extraño lector que todavía seguía en la barra, colocándose a su lado y dejándole la cartera abierta encima del libro, enseñándole la placa.
-Bien, señor Corleone- utilizó un tono con retitín para nombrar el sagrado nombre del Padrino, pero su voz sonó a la vez seria, muy alejada de la que imitaron como estúpidos turistas -¿Va a decirme donde se encuentra Hacha? O tendré que hacerle tragar...- levantó un poco el libro de su apoyo, para leer el título. -¿Orgullo, Prejuicio & Zombies?-

El chico frente a él escenificó un repertorio antipolicial bastante convincente. Didier lo contempló bromear con la frase del Padrino, reirse de él, asemejarlo con el típico poli de peli e insinuarse a la detective Francés en tono burlesco.
No respondió nada de momento, dejándole hablar, limitándose solo a palmearle la mano cuando manoseó su placa. Analizando sus palabras, el tipo sabía más de lo que aparentó en un momento -y osaba dejarlo ver-, cosa que escamó al agente policial. ¿Les había visto entrar por la puerta de atrás? ¿Qué interés tenía en darles una pista falsa? ¿Acaso pura diversión?

Frunció levemente su ceño. No le caían bien los listillos: demasiado acostumbrados a la presión policial para saber sus derechos, demasiado autosuficientes para creer que podían eludir la ley con aparentar que no les importaba lo que les dijeran, que estaban por encima de aquello...
En Francia Didier se había topado con muchos como él. Pero aquel lugar distaba mucho de ser el país galo, Rumania era distinta -y tampoco le había frenado al trabajar en Paris, donde en el último año se había buscado problemas con asuntos internos por cosas como las que iba a hacer ahora.

-¿Crees que se merece la opción buena, Post-it?- le preguntó a Sylvie tras sus amenazas al piltrafa. No tenía ninguna gana de mantener un tira y afloja en ese ambiente por más tiempo, y el St.Germain apremiaba a terminar aquello más si podía.

Pateó fuertemente el taburete de él quitándoselo para dejarlo depie, para agarrarle de forma firme la pechera del abrigo y tirar de él hacia fuera, como había marcado Syl antes.
El camarero se sobresaltó, sacando medio cuerpo tras la barra para empezar a hablar en favor de su cliente habitual, pero Didier le puso la placa en la cara.
-Eh, Eh, por mi primero y todos mis compañeros- le dijo mirándole con cara de pocos amigos. -Vamos Sid Vicious, no te olvides tu libro-

La maldita culebra se le escurrió entre los dedos. De forma hábil, el chico se zafó de la cazadora en un movimiento que le recordó a una serpiente amenazada, dejándole al detective en la mano el peso muerto de la chaqueta.
De nuevo, el cuentista necesitó el volver a escenificar su papel de sinvergüenza intocable. Como Didier había pensado antes, ahora tocaba el discurso que tantas veces se había tenido que tragar, el de listillo invulnerable y su inmunidad ante el abuso de poder. Aquello no hacía otra cosa que asentar el pensamiento del francés sobre el caradura. Lo había calado desde el principio, pero le sorprendió que memorizara su placa de un solo vistazo, había que admitirlo -tenía algo de cabeza a parte de para fanfarronear-. No había problema, no estaba dispuesto a que se le subiera a la chepa.

Didier puso cara de extrañeza al ver lo que hacía, incluso el numerito de pedir la cerveza para darle un buche le pareció insultante. Así debía de pensar que daba la sensación de que controlaba todo lo que le estaba pasando.
Negó con la cabeza a la vez que pasaba la chaqueta de sus manos hacia atrás, donde Sylvie la recogió para registrarla. Miró de reojo a su compañera y confirmó que estaba limpio.

-Bien persona civilizada, andando- dijo transmitiéndole que se dejara de monólogos y que hiciera lo que él mismo había propuesto, transmitiéndole con la mirada que si se pasaba otra vez, tal vez Didier considerara darle su placa a Sylvie para que se la guardara y darle una paliza al chaval de tú a tú.

Caminó tras él atravesando la marabunta humana que continuaba dando botes, y para cuando salieron, se percató de que Sylvie todavía no les había alcanzado.

-Bien princesa, documentación- volvió su atención a su amigo, extendiéndole la mano.

Al tener constancia de que el chico no se iba identificar, Didier frunció ligeramente el ceño. Se quedó plantado frente a él sin siquiera contestarle a la frase con retintín que había utilizado para decirle que no solía llevar la documentación encima. Casi que estaba a punto de mandarlo a tomar por culo, presintiendo que haberlo tomado a él para conseguir el paradero de Hacha iba a traerle más problemas que beneficios. Quizás ni siquiera sabía donde estaba, y les había tomado el pelo dándoles una pista falsa solo para divertirse... Sí, cada vez pensaba más eso de ese listillo, que se mostraba insolente por naturaleza y no por necesidad.
Aún así, esperaría a la detective Francés para decirle quelo dejaran libre, que no merecía la pena ofuscarse con él y que seguramente si Hacha se encontraba esa noche allí, ya lo habrían perdido al ver el numerito que montaron con el sin identificar.

Pero se sorprendió cuando al volverse se encontró con su compañera apuntando al lector de discoteca, sin entender de primeras que es lo que estaba sucediendo ¿Tan mal le había caído para llegar a ese punto?
Pero cuando ella habló, él lo entendió a la perfección.

-Así que tu eres Hacha, ¿eh?- le dijo volviéndole a mirar, y agarrándolo por el brazo para darle la vuelta. -Te has equivocado de país. Los toreros estan más al oeste, en España-

Lo colocó contra las rejas del recinto colindante al Nibelheim, ante la atenta mirada de los que guardaban cola en el lugar para entrar, para proceder a cachearlo.