Un mal salto antes de volver a la realidad ( Gabriel // Jeremmy )

Aquella noche había salido con un par de mis hombres para revisar el bosque para la próxima caza, para mi sorpresa alguien había profanado aquel bosque como otras tantas veces dedicándose a beber y hacer cualquier fiesta. Aquello era más habitual de lo que parecía y para ello la ciudad tenía un servicio de limpieza diurno que nos liberaba sin saberlo de peligros para la realización de la caza.

Habíamos acabado de revisar todo. No habíamos precisado de adoptar nuestra forma real para aquello, por si de nuevo encontrábamos no solo restos de acampadas si no a los que acampaban. Saliendo por el linde del bosque, hacia la salida donde estaba el coche, pude observar el perfil trasero de una figura totalmente reconocible para mí -Adelantaos...- Dije a los dos lobos que me acompañaban desviándose estos en dirección al coche.

Mi paso se hizo silencioso, pero no más lentos, acercándome de manera acechadora hacia la "presa". Tras los minutos que tardé en acercarme lo suficiente... -Una noche algo fresca para caminar con un libro bajo el brazo...- Hable a espaldas de ella sin detener el paso.

Noche fría, noche oscura, noche condenada, noche perseguida eternamente por el día que parecía querer despuntar en cualquier momento. La luna llena se alzaba en lo más alto del cielo como si desde esa privilegiada posición pudiera supervisar a los seres de la noche y adueñarse de esa sensación de dominio que solo ese gran satélite podía tener. Sus ojos ambarinos, demasiado parecidos a los de su padre a su parecer, se clavaron de forma indiferente en ese gran queso que coronaba lo más alto del cielo. Sus pisadas hacían crugir los miles de ramitas que se rompían al sentir el peso de un cuerpo humano casi adulto recaer sobre ellas. Iba descalzo y -una vez más- llevaba esos caros zapatos italianos en la mano derecha, zarandeándolos de forma incosnciente a cada paso que daba para adentrarse en ese misterioro bosque que se conocía de memoria ya. Un olod invadió sus fosas nasales sin previa autorización y aceleró el paso del modo más sigiloso que podía hasta asomarse a un claro dónde vió lo último que deseaba ver. Su padre. Su madre. Juntos. Solos. La noche. Un libro. La brisa. Un amor no correspondido. Parpadeó un par de veces mientras notaba como los músculos de su cuerpo se ponían en tensión y empezaban a recibir sacudidas y espasmos hormonales. Era hora de cambiar de forma. Era hora de liberarse. Era hora de aullar a la luna. Era hora de todo. Era hora de nada.

Aspiré profundamente, el olor natural de Jacqueline infló mis pulmones -La noche es nuestra cobija- Dije en mientras expulsaba el aire de los pulmones mirándola. Uní las manos a la espalda en una posición relajada -Has de tener cuidado, hemos revisado el bosque y hay nuevos indicios de presencia de humanos, ya no es tan seguro como antes y debemos cuidar los paseos nocturnos- Aunque Jacqueline no fuera esposa mia, velaba por su seguridad al igual que por la de Jeremmy. A pesar de estar semi-separados (pues había noches que compartíamos cama) sentía aun ese cariño por ser la madre de mi hijo.

-Te pido…- Hice una pausa para luego volver a hablar -Te ruego tengas cuidado… No podríamos permitirnos ninguna pérdida… - Descrucé las manos de la espalda alzando la diestra, para con el revés de esta tocar levemente la mejilla de ella. Era cierto, la perdida de alguno de la manada era dolorosa, pero la de Jacqueline o Jeremmy sería fatal.

Casi sin querer olisqueé el aire, viniendo ahora un leve olor a sangre a mis fosas nasales, aparté la mirada de ella para intentar percibir de donde venía, pero el olor desaparecía. Regresé la mirada a ella volviendo aquel tan llamativo olor - ¿Estas herida?- Pregunté después de aquel rápido reconocimiento.

La noche es nuestra cobija... La noche es nuestra cobija acababa de decir el hombre que probocaba más revueltas entre lo que le dictaba su mente y su corazón. Ese hombre era el culpable de sus transtornos solitarios cuando se venía abajo dándose cuenta de que no estaba a la altura. No cumplía las espectativas que se habían dictado sobre él. Tenía que odiar a ese repulsivo ser. Tenía que despreciarlo. Escupirle a los pies. Sentir verdaderas ansias de arrancarle la cabeza, partirle las rodillas, dejarlo ciego sordo y mudo a la vez. ¿Le ponemos nombre a eso? Ira. Vendetta. Venganza. Odio. ¿Porqué él no podía ser el indicado para liderar la manada? ¿Quién iba a mandar si no era él? No conocía que hubiera otro posible heredero... Y otro tema, su madre. ¿Porqué no podía ser ella la mujer que viviera eternamente al lado de su padre? ¿Porqué a Gabriel no le bastaba con Jacqueline para ser feliz? No, necesitaba otra mujer... Eso era lo que le probocaba arcadas solo de verlo. Le odiaba pero... pero... pero era su padre. El único que tenía. Siguió escuchando con auténtica confusión y cuando su padre acabó el discursito seductor se dignó a salir a escena, entrando en el claro bajo su aspecto humano, aún. Lanzó los zapatos con ira al suelo y no dudó en interponerse entre ellos dos, mirando a los ojos a su padre - Sí, pero no necesita que seas tú quién la cuide. Tienes demasiada gente a la que cuidar como para irte a fijar en nosotros, mas cuando nos necesitas siempre nos buscas... vuelves arrastrándote como una pútrida rata que eres - espetó sin alzar el tono de voz, pero con la mirada vidriosa de odio.

[Cambio mi 3era persona por primera que me está costando un montón y solo lo hacía por ensayo por otro pj]

No sabía porque cuando estaba en presencia de aquel hombre me sentía bien, tal vez lo más cercano a la felicidad que podía estar en ese aspecto, ya que la otra parte de mi felicidad de basaba en mi hijo y en mi sobrina, a los cuales adoraba…no sin cierta tristeza por en medio.
No llegaba a comprender como era capaz de hacerme sentir protegida por él…pero lo hacía y a mí me encantaba.

-Lo tengo-y lo tenia, por mucho que esa noche hubiera tenido un pequeño accidente estaba bien, la herida de mi mano parecía haber seguido sangrando débilmente, pude notar el olor de mi propia sangre…y él, también lo hizo.

-No es…-no llegue a terminar la frase, alguien, tan querido y conocido como el primero entró en el claro, el fruto de mis entrañas y el objeto de mi inmenso cariño, lanzó unos zapatos al suelo, mis ojos se fijaron en él, conocía la situación y no podía evitar entristecerme de saber de esa relación, yo había perdido a mi marido, no en todos los aspectos pues a veces aun era suya en ocasiones, pero Jeremmy no había perdido a su padre, sus palabras eran calmadas pero se podía respirar su tensión, mas aun cuando se interpuso entre Gabriel y yo.

-Tranquilízate cariño…-dije posando una mano relajada en su hombro, intentaba comprenderlo con todo mi ser, aunque parte de sus palabras parecían dolorosamente ciertas, yo simplemente me limitaba a ignorarlas.

Sus palabras fueron interrumpidas por un nuevo olor que pude reconocer con facilidad. Desvié mi mirada hacia el recién llegado, fijándola en sus movimientos. Por respeto a Jacqueline, ya que estaba cerca de él, evité la reacción agresiva para apartarlo -Yo tambien me alegro de verte Jeremmy- Sonreí de lado manteniendo su mirada -¿Todo bien?- Era consciente del odio que ese muchacho expresaba en sus palabras su mirada y en el propio olor que desprendía, me odiaba y no lo culpaba, tampoco es que me importase que lo hiciera.

-Curioso, ¿no?- Ladeé la cabeza aun sin dejar de sonreír y mirarle -¿A quien seguías a tu madre o a mi?- Casqueé la lengua siseando luego -Cachis... ya no recordaba de tus paseos nocturnos y solitarios además de pensativos...- Aquel ímpetu de Jeremmy era lo que me encantaba de su persona, aunque pareciera lo contrario aquel chico era mi orgullo...

¿Porqué su madre había tenido que juntarse con ese estúpido ser que no era digno ni de ser llamado padre? Vale, debía reconocer que en su más fuero interior lo quería, y mucho, por no hablar de lo que lo admiraba. No os creáis que lo consideraba un mal líder, para nada. Nada más lejos. Sabía del cierto que a pesar de sus múltiples defectos su padre era digno de guiar a toda la manada. Lo que pasaba era que le consideraba un auténtico capullo integral malnacido. Le costaba creer como podía hacerle eso a una mujer que tanto lo había amado y lo amaba. Claro, Jers era lo suficiente sensible como para deducir que su madre estaba que se moría por un poco de cariño de Gabriel, y eso era lo que más asco le daba de todo el asunto.

- Yo no me alegro de verte... y tampoco te espiaba. Mi deber es proteger a los seres que amo, y no, no te incluyo entre ellos, pap.. Gabriel - decidió llamarlo por su nombre, en un intento banal de desvincularse de su persona. La mano de su querida madre aterrizó de forma poco casual en su hombro, dándole una vez más todo el apoyo que el joven necesitaba. Sabía que contaba con el apoyo incondicional de ella, pero algo le hacía temer que si algún día se enfrentaba seriamente contra su padre... a lo mejor ya no contaría tanto con ese apoyo incondicional. No podía hacerla escoger entre su marido y su hijo, la moralidad se lo impedía. Completamente. Por eso tenía claro que aplazaría la pelea final para un momento en el que ella no estuviera presente, entonces sacaría todo el odio acumulado, todas las promesas rotas, todos los sueños destrozados y todas las noches en vela -que no eran pocas-.

Su pecho se movía en un baile agitado de respiraciones mientras trataba de mantener la compostura ante las mordaces palabras de su padre, que a sus oidos no parecían otra cosa que probocaciones. - Lárgate... ya no eres bien recibido entre nosotros.- Sentenció con la cabeza bien alta.

Mi sonrisa se borró clavando los ojos con furia sobre mi primogénito, a pesar de ser mi hijo no tenía ni don ni voto de decidir si era o no bien recibido, tanto en aquel bosque , como en la manada, como en la vida de ambos aquí presentes. Entreabrí los labios para contestar a aquella -para mi parecer- burla por su parte, pero mi instinto hizo que mis ambarinos ojos se desviaran a los de Jacqueline, viendo aquella mirada suplicante tras la furiosa de Jeremmy.

Alcé el mentón de forma altiva regresando mis ojos a los de Jeremmy -Ahorra tus fuerzas para cuando sea necesario…- Hablé en un tono firme, manteniendo la mirada fija en mi cachorro. Dejé un silencio, conteniendo la mirada de él, pero no a modo retadora, si no tranquila. -Hazte a un lado Jeremy…- Aquello no fue una petición desde la posición paterna, si no una orden desde el líder de la manada que era. No gesticulé después de aquello, simplemente aguardé a que ,como miembro de la manada que era, cumpliera la orden.

No me era agradable tener que usar la autoridad que poseía, con los de mi propia sangre, pero era eso o el usar la fuerza, pues era obvio que no marcharía de aquel lugar, aquello significaría una derrota ante Jeremmy, no era yo quien se iría con el rabo entre las piernas

Con rostro serio mantenía aquella mirada de Jeremmy. En aquel momento lo único que cortaba la tensión entre ambos era el viento que cruzaba. Aquel silencio ayudó a que aplacara mi temperamento, para evitar cometer locura alguna. Por respeto a Jacqueline y a al propio Jeremmy, si aunque no lo pareciera o el no lo creyera le respetaba, tanto como lobo como por hijo mío que es. Pero su forma de pensar su odio hacia mí me hace estar atento a sus reacciones, para no dejarle caer el muro de sentimientos nulos hacia todo.

Escuché a Jacqueline hablar, por un instante mínimo, mis ojos hicieron afán de mirarla, desechando esa idea pues aquello sería un tipo de retirada ante el duelo de miradas que mantenía con Jeremmy -Ten un poco de honra y respeta a tus superiores...- Tanto Jacqueline como yo estábamos jerárquicamente por encima suya, eso había quedado claro -Si no es por mí al menos por tu madre...- Concluí sin bajar ni subir el tono, aunque de seguro Jacqueline notaría el énfasis en evitar males mayores, sabiendo de sobra que era gracias a aquella mirada oportuna.

No se atrevió a retirar la mirada de la de su padre. Sus ojos ambarinos siguieron penetrando esos parecidos ojos amarillentos que se empeñaban en reflejar la luna que se alzaba en lo más alto del cielo y que solo se dejaba ver de forma intermitente cuando el viento no mecía las ramas de los más altos árboles, impidiéndoles verla. El viento logró ondear los cabellos de los tres componentes de la escena mientras el más joven sentía como le empezaban a temblar los antebrazos y las piernas, en tensión, señal de que estaba desobedeciendo por demasiado tiempo al macho Alfa. El dolor se acabaría haciendo insoportable. Pero prefería sufrir él de esa forma tan elegante y mártir que no ver a su madre despechada una vez más. Eso lograría hundir lo poco del jóven Silverfang que aún se mantenía a flote. Parpadeó velozmente dos veces y cerró los puños con fuerza al oir las duras pero autoritarias palabras del líder de la manada. Su lider Tenía dos opciones. O estallar y soltarlo todo... o cerrar los ojos, bajar la cabeza, serrar los dientes, y acabar marchándose con el rabo entre las piernas. ¿Eso sería rendirse? Probablemente. Y no pensaba hacerlo...

O eso pensaba antes de presentir el avance de su madre hasta su lado. Entonces fué cuando la miró a los ojos... Miró esos vidriosos ojos azules que destilaban una falsa delicadeza y fragilidad. Automáticamente se le entreabrieron los labios. Se acababa de dar cuenta. Él sobraba... Sobraba. Sobraba. Sobraba... No podía parar de repetírselo sin dejar de mirar, con el rostro desfigurado de dolor y confusión, los brillantes orbes azules de su madre. No era nadie para decidir por ella. No era nadie para detenerle los pies al líder. Solo era... un cachorro. Un maldito cachorro que había crecido creyendo que contaba con el invisible apoyo de una madre. Y sí, había tenido ese apoyo... pero solo de forma parcial. Pudo ver en sus ojos, cuando ésta miró a su padre, el amor que por él desteñía. Jeremmy bajó la mirada y sin mediar palabra se retiró del medio. Y no solo eso. Se alejó cuatro o cinco metros y en un abrir y cerrar de ojos gruñó de dolor. Ese gruñido acabó en aullido cuando se acabó de transformar en un lobo casi adulto de hermoso pelaje marrón oscuro con reflejos claros. Un hermoso lobo fuerte de brillantes y desgarrados ojos color miel. Los miró por última vez y tras un aullido de desespero, saltó y se perdió en la maleza, dejándoles la intimidad que precisaban... tal vez para siempre.

Seguí con la mirada cada movimiento de Jeremmy, observando el cómo se transformaba en el esplendido ser que era. Ya no era un cachorro, eso lo sabía y me quedaba lo suficientemente claro como para asimilarlo, pero en el fondo siempre seguiría siéndolo para mí. Sostuve la mirada de la bella bestia el tiempo que nos miró, apreciando su espalda su forma su porte, luego desapareció.

Entonces alcé la mirada a lo que podía ver de la señora luna, rogándole silenciosamente apoyo como cada noche. Jacqueline habló pero yo no retiré la mirada de lo que podía ver de la luna entre las ramas -Si...- Susurré, sin bajar la mirada a ella. Tras unos minutos bajé la mirada pero evitando a Jacqueline medio girándome, alzando una mano para pasarla por el pelo, sin más comenzando a caminar en dirección a donde los muchachos esperaban junto al coche. En otra ocasión tal vez podría disfrutar de y con Jacqueline, pues aquel enfrentamiento con Jeremmy habiendo crispado parte de mis nervios, deseaba regresar a casa y tomar un trago de absenta.

[To be continued...]