The Hunt (jeremmy)

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Una de las pocas cosas que amaba de Bucarest era el frondoso bosque que la rodeaba, podia pasarse horas y horas corriendo, siguiendo rastros y sintiendo la emoción de poder cazar animales salvajes, de joven habia tenido tanta sangre humana que excepo cuando la caza era colectiva ella no sentia el impulso de incarle los colmillos a un humano.

Y ahora esta allí agazapada entre los matorrales, situada contra el viento para que el animal no pudiera percibir su aroma, se acerco silenciosa, casi arrastrando su cuerpo de pelaje negro sobre la hojarasca del bosque, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, corrio y salto contra el animal, intentando placarlo y que sus dientes se clavaran cerca de su cuello o al menos en su carne para tener una presa...

Su cuerpos rodaron sobre el suelo, mientrastas el sabor a sangre inundaba su paladar, quedo bajo el cuerpo del ciervo que pataleaba intentando ponerse en pie mientras sus colmillos se cernian fieros sobre su traquea y sus mandibulas presionaba impidiendo el paso de aire... Poco a poco el animal dejo de respirar y de moverse..

Cuando sintio que el ultimo suspiro habia escapado ya del cuerpo del animal se escurrio desde abajo y se incorporo, no mataba por matar, eso solo lo hacian los humanos... Su cuerpo pedia carne y ella iba a darsela. Sus mandibulas comenzaron a horadar la piel de vientre del animal y arranzar los pedazos de carne, aquella parte era la mas rica en grasas y por lo tanto la mas nutritiva.

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No sabía qué hora era. Ignoraba el tiempo que hacía. Restaba importancia a la temperatura de la escena. Por desconocer, hasta desconocía el día del año en el que se encontraba. Ya hacía un tiempo que había decidido irse de la manada para hacer su vida. Dejar la manada, lo que es dejar la manada, no lo había aclarado, pero se sobreentendía que el hecho de llegar a ser el heredero de dicho grupo de lobos ya había desaparecido de sus espectativas en esta vida. Su padre le había repetido día tras día, año tras año, que la manada no le correspondía por que no era apto para el cargo. Un par de letras cruzaban su maltratada mente una y otra vez hasta grabarse con fuego; In. ¿In qué? Inepto. Inadecuado. Inpredecible. Incomprendido. Insoportable.... La idea quedaba bastante clara solo con ver ese par de ojos dorados como la miel, un alimento cuyas cualidades compartía esa ensombrecida mirada. Siempre gozaba de ese ápice dulzón, pero también tenía la propiedad de impragnar a la gente con su odio o sus ideas. Era en cierto modo... pegajoso.

Sus pies descalzos hacían crujir pequeñas ramitas que se quebraban en el suelo bajo su imponente peso. Unos quejidos en forma de criks y craks en los que el licántropo de apellido sobrevalorado no reparaba ni dos segundos de su desperdiciada vida sin sentido. Sus párpados yacían medio caidos de modo que esa mirada ambarina resultaba ciertamente imponente. Los brazos, también desnudos, colgaban de un modo inerte a ambos lados del cuerpo, balanceándose de forma pendular. Sus pies se movían, sus rodillas se flexionaban y sus pies se hundían en la húmeda tierra de forma autómata. No sabía dónde iba. No tenía ni idea del lugar de dónde venía. El alcohol circulaba por sus venas y sus marcadas ojeras oscuras indicaban que la noche anterior había sido tal vez demasiado larga como para seguir entero ese esplendoroso día en el que un hermoso ejemplar hembra de licántropo se rebolcaba sobre un animal de tamaño inferior en un infernal baile de la muerte.

Jeremmy desconocía quién era, tampoco le importaba. Solo sería una licántropa más. ¿No? Y si no lo era, pues le daba más de lo mismo. La identidad de la gente había pasado a un segundo plano de su vida, del mismo modo que a segundo o tercer plano había pasado el hecho de mantenerse sobrio y consciente de sus actos las veinticuatro horas del día. Sencillamente gastaba las horas. Las mataba de modo poco piadoso de bar en bar, de bosque en bosque, de cama en cama, de todo en todo, de nada en nada. Y allí estaba. Mirando como esos dos ejemplares de la fauna salvaje se demostraban amor comiéndose uno a otro. Bueno, comer comer, solo se comía la loba al otro... De repente le entró hambre. Su cuerpo semidesnudo, a escepción de unos tejanos rasgados a la altura de las rodillas y todos deshilachados vibró con una gélida ráfaga de aire. Sus tripas se quejaron con un elegante o vergonozoso ggrrworg.

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La loba alzo la vista ante la presencia del licantropo, su primera reacción fue gruñir y erizar el lobo, dejandole claro que la presa era suya y que ella se comeria la mejor parte... cosa que ya habia practicamente hecho. Escucho el sonido de sus tripas y se detuvo, estaba ya saciaba y aquel lobo parecia hambriento, segun lo que habia aprendido las ultimas semanas los lobos compartian y su instinto y mas en esa forma le invitaba a compartir la pieza que de otro forma quedaria para los buitres y otros carroñeros.

Se aparto clavando sus iris verdes en él e indicandole con la mirada que podia comer... Despues se acerco en su forma animal, olfateando sus piernas que pese a ser mas grande que un lobo normal era lo que mas a su altura tenía. Olia a un olor familiar, le recordaba al de otra loba de la manada pero era un olor mas aspero, olia a sangre, tierra, alcohol y el olor que deja la pasión en la piel.

Se aparto al no considerarlo una amenaza, y durante unos instantes penso en irse y dejarle a solas con la presa, pero le despertaba su curiosidad porque aquel lobo intentaba reprimir a su bestia a base de alcohol, parecia un macho joven y fuerte, que deberia estar peleando por un monton de hembras y no borracho en mitad de un bosque.

Pese al desgaste que suponia el cambio y lo expuesta que la dejaba contra otro depredador opto por cambiar de forma. Durante unos instantes sintio un dolor atroz y como todo su cuerpo cambiaba, dejando en el lugar de la loba negra a una joven de cuerpo palido como un rayo de luna, curvas suaves calidas y un curioso cabello en el que habia varios mechones teñidos de azul.

Cuando consiguio moverse le miro analitica, con la misma feroz que poseia el lobo. Casi como si valorara desafiarle o no. Estaba borracho y no le gustaba jugar con ventaja.

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Las ramas de los árboles se mecían como si trataran de avisar a los protagonistas de la escena de que ese no era el momento ni el lugar de cruzar sus miradas. Aún así, esos dos pares de ojos intercambiaron un séquito de silenciosas miradas con más significados ocultos que cofres enterrados en una fictícia isla del tesoro. En los ojos dorados del hombre se reflejaron esos oscuros iris de la mujer, y a la inversa. Dorado y verde, oro y musgo... Sus miradas opuestas no quedaban muy desentonadas en un mismo encuadramento. Esa muda mirada logró crear un invisible vínculo entre ellos dos. ¿Un vínculo de amistad? ¿Un vínculo de deseo? ¿Un vínculo de rivalidad? ¿Un vínculo de interés? No me gusta adelantar acontecimientos; Sólo la suave brisa, los apagados rayos del sol y un descarado destino sabían la respuesta. Una respuesta que podía ser la llave de una de dos puertas en las que se bifurcaba su tortuosa senda. Éxito o fracaso. ¿Cuál de ellas sería? Desconocía la respuesta y eso le añadía un estúpido valor de más al encuentro.

Su mirada cansada y ligeramente alcoholizada se posó en esa presa que se desangraba con el cuello partido y esa mirada adormecida traspasando la figura del hombre que luchaba para sostenerse recto. Alzó lentamente una mano y se la pasó por el pelo, logrando el mismo resultado que el gélido viento, despeinarlo, otorgándole en consecuencia un aspecto más desaliñado pero más atractivo. Volvió a mirar, con esos entornados ojos profundos, la ya muerta presa, en paz descanse. La sangre que brotaba tanto de su cuello como del morro de esa loba color noche que, por cierto, parecía empeñada en olfatear sus piernas como si fuera una madre comprobando su su hijo se había dado un baño o solo mentía una vez más. Ladeó la cabeza dejando que el labio inferior sobresaliera del superior ligeramente y parpadeó de forma cansada y pesada. ¿Desde cuando los párpados pesaban cinco quilos cada uno? Efectos del alcohol. Maltido alcoh... estaba en proceso de pensar cuando, tras un gruñido doloroso, ante él se alzó una hermosa mujer de figura modelada por los cuidadosos dedos de los dioses... desnuda... sus pensamientos cambiaron de rumbo... benditas mujeres.

Sacudió la cabeza y miró a la presa de nuevo, como si de un partido de ping pong se tratara. De repente ya no tenía hambre, parecía que su estómago había sido saciado solo de la visión de esos labios perfectos derramando ese tébio líquido carmín... sangre ajena... ese aroma a sangre inundó sus fosas nasales y sus párpados se cerraron para que la sensación lo extasiara más. El alcohol siempre despertaba su sed de sangre más de lo común. Y ahora que no estaba su padres, se acentuaba al saber que no se sentía atado a normas morales, reglas o ética alguna. Sus párpados se alzaron y dió un par de pasos para acercarse a la presa, pero simplemente estaba usando ese pretexto para acercarse más a esos labios del mismo color que el cielo. Color pasión. Color ira. Color vendetta. Color deseo. Color sangre. Demasiada sangre. Deseada sangre. Anhelada sangre. Ansiada sangre... Ansiados labios.

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El ocaso del día comenzaba a crear al hora sin sombras, esa en que las siluetas de los cuerpos desaparecian para dejar paso a la oscuridad del bosque unicamente iluminado por la luz de la luna que comenzaba a menguar, convirtiendose en el rostro de la misteriosa Hecate señora de los misterios. Y ante un misterio se encontraba en esos momentos la loba, aquel lobo no se parecia en nada a los otros que habia conocido en la ciudad, no llevaba la mascara de felicidad intentando finjir humanidad, en esos momentos casi tenia la sensación de mirarse en un espejo.

Podia notar la debilidad provocada por el alcohol, ¿cuanto habria tenido que beber para que este le afectara? Seguramente mucho, un lobo así no era de los que se emborrachara con un simple chupito de absenta... No le paso desapercibida la mirada de deseo que le dirigio a ella ademas de a la presa, pero ni siquiera se sonrojo, se mantuvo observandole, con una expresión relajada en su gesto, dejandole claro que no se encontraba ante una tierna caperucita roja.

Aquel lobo tenia una historia que contar, un misterio por desvelar y que su naturaleza curiosa queria desvelar. descubrir el secreto que se escondia tras esos furiosos ojos ambarinos a los cuales mantuvo la mirada depredadora, si de verdad queria saciarse con ella primero debia fortalecerse, recuperar algo la consciencia por encima de los velos del hada verse y sus traviesas amigas... Se inclino sobre el cuerpo del animal y sin reparo alguno arranco un trozo de carne del animal y se lo ofrecio al lobo, su mirada no se aparto de la de él mientras realizaba la ofrenda.

-Come.-Ordeno con firmeza, pidiendole de forma muda que recuperara parte del orgullo y fortaleza propia de la naturaleza que ambos compartian.

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El gesto de ella fué más simbólico que útil, teniendo en cuenta que en un abrir y cerrar de ojos él mismo se habría adueñado de esa porción de carne que sus pupilas gustativas estaban ansiosas por probar. El gesto en el que la mujer, de cuerpo aparentemente de belleza utópica, arrancó y le tendió ese pedazo de carne desgarrado con un simple tirón indicaba que sus manos eran fuertes, como probablemente también lo era el resto de su cuerpo. La compleja mente adormecida del muchacho de naturaleza canina funcionaba como un ordenador almacenando datos. Sí, cada vez que conocía a una persona creaba un nuevo apartado en el que recopilar todos los datos posibles para evitarse probles o hasta para forzarlos si la ocasión lo requería. Era una de sus pocas cualidades que aún tomaba conciéncia de tener. Por el momento había aprendido de ella que era una mujer dura, fuerte, implacable y con cierta oscuridad que brillaba en cada destello reflejado en esos ojos color ciencia ficción.

Entreabrió los labios e inhaló una bocanada de aire que, a pesar de su estado de embriaguez, se conviertió en una elocuente frase mordaz cargada de sinceridad y cierta madurez mal camuflada. - No me liberé de la tiranía déspota de mi padre para sucumbir a las órdenes de otra gente, aún así agradeazco el gesto y lo acepto -. Las palabras salieron de entre sus entreabiertos labios para posteriormente surfear de forma serpenteante el aire hasta llegar a los oídos de la bella mujer y penetrar su interior como veneno inyectado por la más peligrosa de todas las víperinas mordeduras. Apoyó su mano encima del pedazo de carne, haciendo lo que literal y comunmente llamamos un sandwitch. La mano de ella debajo, la carne chorreante en medio y la fuerte mano varonil encima para cerrar el ritual de la entrega de víveres. Acabó por cernir los dedos en torno de esa flácida carne y adueñarse de ella, dejando que las gotas de la aún cálida sangre resbalaran a modo de riachuelos por su bien tonificado brazo derecho. Se acercó la carne a los labios, tratando de que el alcohol no le jugara una mala pasada y le dió un bocado que logró dejar su mentón, labios y cuello como su brazo. Lleno de pequeños afluentes que cabalgan cabalosamente su piel color de luna hasta perderse entre sus pectorales. Masticó con ganas, luego ¿qué otra cosa podía hacer?

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Su mente racional no era capaz de apreciar todo lo que estaba sucediendo en ese momento en el que ambos se encontraban amparados entre las sombras de aquel claro, envueltos por el manto de la oscuridad en mitad de los tenebrosos y misteriosos bosques de Rumania, describiendo un extraño ritual que si fuera visto por humanos hubiera generado en sus mentes nuevas leyendas sobre su raza. Pues aunque no estuviera propuesto habia algo ritual en sus gestos, algo primitivo ue se podia remontar a los origenes de los de su raza y casi de la propia humanidad, pues en esos momentos ella representaba al rostro mas oscuro de la tierra, a su siniestra mascara de reina fantasma, mortal como el filo de una espada que ofrecia su muerte al Dios de el ocaso, señor de las tierras salvajes y de los mundos mas alla de la vida, al señor de la muerte. Ninguno lucia los simbolos, ni necesitaban para ser durante esos instantes una imagen viva de los dioses del bosque.

Escucho sus respuesta, a su mente agil no le hizo falta mucho para saber su procedencia, era el hijo de Gabriel, entendio entonces porque aquel aroma le resultaba tan familiar, era sangre de su sangre y por sus palabras pudo entender que la relación no era demasiado cordial entre ambos. Le entrego la carne y le observo comer, para cualquier otra mujer le resultaria un espectaculo desagradable, pero ella era una loba, ellos eran lobos, daba igual que en esos momentos usaran una mascara humana. Dejo entrever durante unos instantes el brillo amarino en sus ojos, y no precisamente por sentir la sed de sangre en su piel en esos instantes.

-La sangre de Gabriel fue la primera que derrame al llegar a la ciudad, no le venci, pero le deje un bonito recordatorio en el cuello.-Si habia aceptado formar parte de la manada fue porque la vencio en el combate y porque era la primera vez que encontraba a otros como ella. Era consciente que dentro de la manada era casi una paria, el perro de presa como lo era para la bratva.

Arranco otra pieza de carne, que matuvo tambien ofreciendosela. Habia algo en él que le llamaba la atención, veia rabia contenida, un fuego que amenazaba con consumirlo o consumirlo todo a su alrededor. Tal vez en esos momentos no estaba en su mejor momento pero veia a un lobo capaz de liderar a la manada durante la caza, no necesitaba medir sus fuerzas con él, solo mirar sus ojos ambarinos.

Se mantuvo sirviendole, como una siniestra Selene al Siniestro Silvano...

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Jeremmy seguía devorando con verdadero anhelo ese pedazo de carne cruda, saciando esos adormecidos impulsos más animales, que latían como un excitado corazón, en su interior. Sus incisivos atrapaban esa carne y los colmillos la rasgaban de forma incansable. Sus muelas apisonaban todo lo que alcanzaban a apropiarse al mismo tiempo que sus labios se ocupaban de conformarse siendo un mero atrezzo de esa escena digna de ser recordada y usada en el contexto adecuado en una película con la pelotita roja anunciando que no es recomendada para menores de edad. No nos olvidemos del punto más erótico y macabro de la situación. La sangre.

Esa cálida sangre que aún mantenía el calor acumulado al navegar por las venas de esa pobre víctima de la ira, sed, hambre y sadismo de una atractiva, atrayente y disciplinada loba. Las gotas de sangre carmín surcaban su mentón hasta perderse cuello abajo. Esas mismas gotas eran las encargadas de delinear sus marcados, pero sin ser excesivos, pectorales. Ese par de músculos medianamente hinchados y desnudos que se movian rítmicamente tratando de acompasar su agitada respiración con los ululos de un buho de fondo que parecía avisar a todos los transehuntes y pequeños animales del bosque que el terror se había adueñado de todo cuanto alcanzaba la vista. En ese preciso instante, ellos dos eran los dueños, amos, soberanos y señores del bosque. Por separado eran dignos de ser temidos, juntos... sencillamente invencibles. Sus almas eran compatibles y algo en el interior de Jeremmy le obligaba a cuestionarse si sus cuerpos podrían encajar tanto como sus mentalidades o si se acoplarían de tal modo en el que lo hicieron sus impuras miradas.

Al terminar de devorar la carne, en silencio, miró el otro pedazo que ella le tendía. Le recordó a su madre cuando lo alimentaba. Hacía tantos años de eso que creía ya tenerlo olvidado. Entrecerró los ojos y el dolor, como la nostalgia, desaparecieron al perder su mirada dorada en los grandes senos de ella, bueno, en su figura en general. Pocos días se podía deleitar con tan agradables vistas. Era cierto que solía ver a lobas desnudas y que, además, tenía el suficiente éxito con las lobas como para creer que podía tener cierto sexappeal lobuno. Aún así, no era puro deseo carnal lo que la loba desperaba en él. Negó con la cabeza suavemente, indicando que por el momento no precisaba más de su caridad. Volvió a su monólogo interno. ¿Había sido capaz de herir a su padre? Definitivamente ella era especial... y a cada segundo que pasaba, esa idea iba echando raices en su mente, en su pecho y en muchos otros lugares que no creo oportuno nombrar. - Jeremmy -. El nombre salió expedido de entre sus ensangretados labios.

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Como una misteriosa anima la palida loba comtemplaba al señor del bosque sin perder detalle alguno de sus gestos o de sus palabras o mas bien de su unica y escueta palabra...

-Narvla.-contestaba ella, mientras dejaba caer el sangrante pedazo de carne sobre la tierra, en muda ofrenda. Sonrio misteriosa al lobo mientras se perdio en su mirada, era facil leer en el las heridas aun sangrantes y la rabia reprimida de Fenrir encadenado sin poder alcanzar de un mordisco a su hermana luna. Le gustaba verse reflejada en esos hermosas piezas de ambar, no apreciaba el simple deseo que solia ver en los ojos de los machos, o la preciada joya que veia en los ojos de Allen, en los ojos de Jeremmy se veia como una igual.

Y es que en cierto modo, por mucho que hubiera vivido lejos de la comunidad de lobos era una hembra alfa, su genetica la delataba como un ejemplar fuerte, siendo mas alta en su forma humana y mas corpulenta en la animal que la mayoria de lobas. Posiblemente no tendria la fuerza necesaria para derrotar a un alfa como gabriel pero si para poner en su sitio a un par de machos y por que no decirlo a la mayoria de hembras. Y es que en el bosque de su mirada se podia leer una fiereza primitiva, animal, instintiva, alejada de las de una niña que quiere romper las reglas de la manada, es una cazadora que domina las tecnicas de caza de los lobos y de los hombres. Es peligrosa, no es una cachorra jugando a serlo.

En si no sabia muy porque actuaba como estaba actuando, solo entendia que el despertaba en ella una fuerza primitiva y salvaje que se alejaba de la simple fachada de frialdad con la que se cubria. Se relamio unos instantes y cedio a los instantes. Ropio la distancia que les separaba y se inclino para lamer la sangre de su pectora y su cuello. No se trataba de un gesto lujurioso, si no de un gesto de atención en respeto propio de los lobos, limpiendo el pelaje de su compañer, de su igual. Su lengua fue subiendo por su cuello hasta llegar a su mandibula, y la comisura de sus labios, pasando sobre estos como si pasara por su hocico en su forma animal.

Despues toma su mano tambien manchada por la sangre del venado y la limpio del mismo modo. Era su forma de reconocerle como igual. Honrandole tal y como llevaba en su instinto, en su imprenta genetica o para las mas misticos en la profundidad de su alma de lobo, en los misterios que la convertian en señora de la noche.

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Su profunda mirada, entornada gracias a unas largas pestañas negras como su pelo y como la noche en general, siguió clavada de forma solemnemente silenciosa en ese precioso rostro que empezaba a enpalidecer bajo la luz de la madre luna. Sus vidriosos ojos, inyectados por un licer ápice de alcohol aún, se alzaron tras repasar y desear poder morder esos labios una vez más. Miró fijamente ese gran queso que coronaba sus cabezas. El satélite del planeta Tierra, cómo llamaban los humanos a su madre. Y es que ese pedrusco que colbaja de alfileres invisibles en lo alto del cielo era tal vez la única autoridad a la que el apuesto e impulsivo Alfa junior podía sucumbir o subordinarse. Ese gran queso pálido se reflejó en las grandes orbes color Winnie the Pooh del barón de la escena. Bajó la mirada lentamente y acarició con sus impuros iris ese rostro que le rebelaba más de lo que precisaba para sentirse atraído por esa figura que, a la par que deseo, le incitaba a sentirse parte de un mismo todo. ¿Serían tan parecidos como sus almas rebelaban a través de sus intimidantes y honorables miradas sigilosas como un leopardo acechando a un cervatillo?

Narvla... ese simple nombre le sirvió para situarse en el contexto de la escena. Ya sabía quién era más bien de lo que tal vez desearía. Bueno, pensándolo bien sabía más o menos lo mismo que había logrado averiguar hasta el momento con sus própios dotes 'sherlockianos'. No era una hembra común. Era una mujer dominante, de compostura atlética y fuerte. Difícil de doblegar e imposible de subordinar de un modo u otro. Era puro fuego, puro veneno, pura ira, pura venganza, pura sensualidad y pura eficacia enfundada dentro de un mismo cuerpo modelado a semejanza de las antiguas musas griegas. ¿Musa? Sí, musa. Qué palabra más acertada para referirse a esa mujer cuyos ojos verde botella centelleaban de forma perversa en esa noche cubierta por un íntimo manto de oscuridad. El choff de la carne amoldarse al suelo le hizo volver en sí justo cuando ella se acercó y se agachó un poco -dado que era ya de por sí, alta- y con su áspera lengua le repasó los pectorales de un modo que, de no ser lobos, se habría malinterpretado. Sus párpados se tomaron la libertad de descender a la vez que sus labios se entreabrían para ahogar en la fría brisa nocturna un suspiro de placer que su parte humana no logró reprimir. Maldito alcohol. Bajó la mirada al sentir la rasposa lengua perfecta trazar un camino de lamidas por su cuello, como limpiándolo y aseándolo de esa sangre impura que oscurecía ciertas zonas de su pálida y tensa piel juvenil.

Sus labios se encontraron breves instantes y una descarga eléctrica sacudió el cerebro y los sentidos del hombre. Abrió lentamente los ojos y observó más de cerca esos ojos verdosos que contenían dos infinitos universos paralelos la mar de caóticos, con su seriedad y su silencio característico. Observó como el mentón de la chica aún recordaba los afluentes rojizos que habían cruzado su piel, así que, con la misma nobleza e imparcialidad mal disimulada, agachó la cabeza y, tomando con su mano derecha los cabellos de ella para retirarlos a modo de cortina de su pálido cuello, atrapó con un simple beso un poco de esa sangre que empezaba a secarse en esa zona que tantos habían deseado besar y que tan pocos habían logrado hacerlo y salir con vida. La conexión era irrefutable...

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Deja que el repita el mismo y secreto ritual con ella, estremeciendose ante la caricia de su lengua sobre su piel, ahogando un gemido en su garganta antes de que pueda nacer. Fue un gesto mas suave que el de ella, pero su cercania, el haberse atrevido a romper el tambien la distancia que ambos le separaban. Olia a sudor, sangre, bosque, tierra, alcohol, con un regusto lejano a tabaco y tal vez restos de lo que fue una colonia humana. Sintio como su aroma se mezclaba con el suyo propio, aquella mezcla de sangre, bosque y restos de una colonia florar y afrutada como la flor de un cerezo.

No le dejo apartarse, su mano ascendio hasta su cabello y obligo con algo de fiereza a que permaneciera inclinado sobre ella, para atrapar sus labios entre los suyos con fiereza. En aquella caricia que distaba mucho de ser delicada su propia esencia salvaje buscaba fusionarse con la de él, penetrar en su interior y descubrir algo desconocido mas allá.

Y habia algo mas allá, lo sentia pero no con un parte de si que pudiera ponerlo en palabras, simplemente sabia de una forma instintiva, que esa noche bajo su unica señora ambas almas se habian unido estableciendo un vinculo. No se podia esperar que ambos se volvieran santos, castos y devotos amantes, seguirian jugando a conquistar cientos de corazones, pero ella sabia que muy poco o solo él podian conocer lo que el habia conocido esa noche en ella.

Eran iguales, dos lobos intentando comerse el mundo a mordiscos...

Queria saber mas de él...

-Dime.-susurro casi ronroneo en su oido.-¿Por que veo a un señor del bosque vagando como un simple fantasma? Porque era el dolor y no el deseo lo que mostraba a la bestia en tu mirada. Dime que garganta debo desgarrar Jeremmy...

Lo que no habia conseguido Gabriel con su fuerza lo habia conseguido su cachorro. Que aquella hija de la Luna deseara cazar por él, ofrecerle la presa a su señor.

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Sus ávidos labios recorrían, en forma de mordiscos carentes de dientes, el cuello de la chica, succionando pequeñas porciones de piel y adueñándose de esa erógena zona de ese femenino cuerpo desnudo al que poco faltaba para quedar amoldado a su semidesnudez. Sus entreabiertos ojos dorados se clavaban de forma solemne en esa verdosa mirada color musgo. Recorrió su yugular con suburviosa persimonia, deleitándose con esa cálida sangre que recorría los inescrutables valles de su femenina figura. Tras perder la noción del tiempo y tal vez también el uso de su capacidad de raciocinio, se separó lentamente con una expresión que tenía tanto de divertida como de comprensible, nada. Todo él era seriedad, distáncia, misterio. Era una figura impredecible. Era un par de ojos que componían una mirada perdida. Era... Jeremmy Silverfang, el heredero sin herencia, el discípulo sin maestro, el asesino sin víctima, el cachorro sin manada.

La oscuridad ya ocultaba sus respectivas desnudeces -o, en el caso del lobo, semidesnudeces-. El caso es que todo adoptó un misticismo ejemplar al ser acompañado ese silencio nocturno con unas miradas que se cruzaron de forma simple pero intensa, y el hululo de fondo, que dictaminaba el ritmo de la escena hasta que fue otro de los elementos de la misma el que decidió qué velocidad y frenetismo debía poseer la dicha. ¿Que qué era eso a lo que se redució toda la importancia del encuentro espontáneo y azaroso? Dos labios. Cuatro labios. Un beso. Un excitante beso nada más lejos de la dulzura femenina y el orgullo masculino. Solo era un intercambio de alientos, un intento de sellar un sigiloso pacto de complicidad. Jeremmy sucumbió al estado de embriaguez y dejó que sus labios se movieran con maestría sobre los de ella mientras podía sentir las yemas de esos largos dedos femeninos hundirse entre sus hebras color noche y aferrarse a él con su todo. Y, ¿para qué negarlo? Le gustó. Narvla no era como las demás, ya no cabía duda alguna sobre ello.

Sus cuerpos no llegaron a rozarse, pero tampoco hicieron el intento de crear un vacío entre ellos dos. Estaban a un escaso metro, o tal vez solo medio. El caso es que podía sentir esa calidez que desteñían los poros de ese pálido cuerpo escultural digno de la deesa Afrodita de la antigua mitología griega. ¿De dónde había salido esa loba? ¿Dónde había estado tanto tiempo? Tal vez luchando contra la tiranía de una desacertada figura paterna, tal vez tratando de saciar su sed de juventud con la sangre de sus víctimas... quién sabe. Miró fijamente esos relucientes labios entreabiertos que pronunciaban célebres palabras dignas de ser recordadas - No hay gargantas que tú puedas desgarrar por mí, yo mismo debo hacerlo. Lo quiera o no, tengo mi orgullo. Además, ya no me siento perdedor. He ganado. - a la vez que dejaba que su pecho musculado bailara de forma hipnotizando en un frenético vaivén respiratorio digno de ser visto. Suaves bocanadas de vapor escapaban de sus desnudos labios enrojecidos. La siguió escuchando con suma atención y pensó una buena respuesta, que apagara las ambiguedades, que no tardó en encontrar - Han traicionado todo el amor que he dado, he estado creyendo fervientemente en algo que no existe, he luchado hasta dónde puedes verme. - Las palabras salían de entre esos labios, camufladas entre nubes de vapor color luna. Esa era la única respuesta que podía darle sin que el alcohol le hiciera desvariar más de la cuenta.

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Su mente consciente luchaba contra su instinto, queria levantar barreras, alejarse de él, de aquel que esta siendo capaz de ver su esencia mas alla de la mascara, pero su lobo interior queria quedarse, sentir a quien como ella era capaz de arrancar las cadenas que encadenaban su esencia y su espiritu, tal como indicaban sus palabras. Sentía como sus caricias, instintivas y casi tiernas apelaban no simplimente al placer de su parte humana si no algo mas profundo, consiguiendo serenar en parte a ese espiritu inquieto que siempre solia mostrarse tan feroz.

Tal vez fuera por la atmosfera, pero con el las cosas no estaban siendo como con todos.

-Admiro al lobo que ha sido capaz de romper sus cadenas.-Tomo su mano y la guio por la piel de su cuello, una parte que solia dejar que el cabello o una cinta de cuero ocultara, la fea cicatriz que habia marcado para siempre en ella los años de los primeros cambios..-Una vez fui esclava de los hombres, un simple perro de presa, arrancado de las raices del bosque...

Cuando supo la verdad de quien era y de que a los que creia su familia habian sido los asesinos de su propia familia no dejo nadie con vida, el fiel perro de presa se convirtio en el lobo de el mas terrorifico cuento infantil, devorando cada uno de los que le robaron su vida. Tras eso huyo de Irlanda... Despues de eso se vio perdida en las calles de Paris, sin tener ni idea de que hacer con su vida... E hizo lo unico que sabia hacer, lo unico para lo que la habian enseñado... Seguir matando...

Pese a que buscaba respuestas solo encontraba mitos, leyendas... pero nada real, nada a lo que aferrarse... Y ahora estaba allí ante otro igual, ante alguien a que se atreveria a llamar hermano, compañero... Era algo extraño para ella, porque acostumbrada a la compañia de los hombres, acostumbrada a ser una criatura extraña, una especie de alienigena que envejecia mas lentamente que todos los seres humanos, ahora tenia las respuestas... casi se sentia parte de algo, queria sentirse parte de algo...

Su mano acaricio el rostro del otro licantropo, casi como si pretendiera comprobar si era real, que su rostro era algo tangible, real, no una ilusión... Y era real, como lo era el aroma de su piel algo aspero y tan dificil de describir. Sentia deseo por él, pero tambien habia una atracción mucho mas poderosa que la habia sentido por la que habia sentido por otra criatura.

Una parte de ella estaba asustada, algo que delataba su expresiva mirada esmeralda, se encontraba ante una encrucijada, el final de un camino que terminaba en un abismo y era su momento de decidir si daba o la vuelta o saltaba... Otra criatura hubiera retrocedido, alejandose y perdiendose en la noche, volviendo a una vida en la que todo era sencillo, en la que no tenia que arriesgarse a sentir...

Pero queria sentir...

No era capaz de llevar a palabras humanas lo que sentia en ese momento, pero su mirada o la forma en la que en ese momento acariciaba su rostro eran mas claras de cualquier palabra. Ya que nunca habia aprendido aquellas que debia utilizarse en ese instante, obligada siempre a reprimir sus emociones.

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Sus ojos ambarinos seguían puestos de forma firme pero sin dureza excesiva en los de ella. Esos colores se mezclaron una vez más en una misma vorágine caótica que contenía miles de sentimientos y sensaciones entremezcladas, entrelazadas y azarosamente emparejadas. Tragó saliva, sintiendo como dentro de la misma gélida noche, sus cuerpos cálidos desprendían un ardor animal que lograba erizarle el bello de la nuca. La mano de ella encontró la de él. Sus pieles se rozaron en un electrizante contacto efímero por el momento. Se dejó guiar sin alzar esas comunmente usadas barreras que parecían decir hasta aquí voy yo, y hasta aquí te quedas tú. ¿De dónde diablos salía ese sentimiento de inminente proximidad que lograba dejar al pequeño alfa con cara de no querer perderla de vista ni un solo segundo?

Parpadeó lo más rápido que supo con tal de que esos pesados párpados no nublaran una bella visión de una licántropa desnuda con la cual acababa de crear dos vínculos. Uno de carácter místico y mental; y el otro puramente físico. Sus manos unidas que en ese preciso instante ascendían de forma decidida hasta forzar las cálidas yemas de los dedos de Jeremmy a acariciar el dulce y desnudo cuello pálido de ella. Ese leve contacto fue mágico. Simplemente era sobrenatural. Sintió las marcas de un collar invisible que la había tenido atada durante más tiempo del necesario. La imagen mental que se acababa de crear se complementó de forma apostólica con su explicación. No retiró la mano de su cuello ni cuando sintió como la mano de ella desaparecía. De golpe... hacía más frío. Pero esa sensación fue tan efímera como la vida de una mariposa o de una gota de rocío, luego la mano de Narvla aterrizó de forma delicada en su mejilla y le acarició el rostro de un modo distinto al que jamás lo habían acariciado. Nisiquiera Jacqueline lo había hecho sentir así. Esa paz... esa serenidad... esa ansia de... de no separarse de ella.

No sabía qué decir. Las palabras habían decidido hacer una dolorosa huelga y parecían haber creado una cadena humana en su garganta de modo que ningún sonido con un simple ápice de inteligencia saliera de entre esos varoniles labios relucientes por la sangre y la dulce esencia de la boca de Narv. Sus ojos amarillos se movían de forma intermitente entre el ojo derecho y el izquierdo de ella. Mientras, su corazón bombeaba sangre de forma casi agónica, acentuando el nerviosismo y la desesperación del lobo al no saber qué diantres le estaba ocurriendo. ¿Qué era esa sensación? ¿Qué hechizo le lanzaron esos perfectos ojos color esmeralda... color ciencia ficción? Desconocía la respuesta, mas un impulso lo llevó a inclinarse un poco sobre ella sin que ninguno de los dos retirara la mano de la calidez del otro, como si no quisieran romper el vínculo físico.

Sin pretender reprimir más ese bamboleo o vaivén de su pecho. Atrapó con suma delicadeza el labio inferior de ella, con persimoniosa lentitud... y ¿porqué no? romanticismo. Ella iba desnuda físicamente hablando, y él, se acababa de desnudar metafóricamente hablando.

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Todo aquello era extraño para ella, se estaba dejando acaricia con algo cercano a la dulzura, ternura... palabras que para ella hasta hace poco eran una especie de leyenda, desconocidas y ajenas, pero ahi estaba con las piernas temblandole, sintiendose perdida ante el alubion de sensaciones que la embargaban en ese momento. Solo sabia que no queria separarse de él, aquel contacto calido en su cuello la relajaba y la llevo a que la mano acariciaba su rostro descendiera por su pecho acariciante hasta colocar la palma sobre su corazón.

Desbocado, latia con la misma intensidad que el suyo propio que parecia intentar escapar de su cuerpo tal y como le ocurria en una caceria, aunque ahora no sentia la emocion de la caza, era una emocion distinta que le hacia sentir nerviosa, insegura, sin saber apenas como reaccionar, mientras sentia como si mariposas volaran dentro de su estomago ¿Que era lo que provocaba en ella el lobo? ¿Porque estaba nerviosa? ¿Temblando como una tierna cachorrilla?

Apoyo ambas manos contra su pecho con la intencion de empujarle contra el arbol mas cercano y dejar que la loba tomara el control, llevandole al mundo que habia conocido, placer y dolor mezclado entre rabiosas caricias. Pero se descubrio a si misma con los ojos cerrados y correspondiendo a la tierna caricia de sus labios devorandolos lentamente y rondeando su espalda con las manos, crispando las manos sobre ella, arañando levemente, casi como si se sujetara para no caer...

-No se quien eres...-susurro sin casi separar los labios de los suyos vertiendo su aliento sobre sus labios, una llamarada calida.-Pero creo que... me importas...

De los labios de Narvla era lo mas parecido a una manifestación de emoción que se podia ver ella, ella no era princesa de cuento de hadas, su reino habia sido la calle, la violencia y la muerte, negandosele toda la ternura, amor y cariño que un cachorro debia tener. La princesa oscura estaba desarmada adentrandose en aquel mundo desconocido en el que aparte de sombras habia un monton de otras emociones, detalles y normas que desconocia, era como una cachorrillo abriendo por primera vez los ojos y dando los primeros pasos torpes fuera del cubil. Por suerte sabia que él la guiaría a traves de ese nuevo mundo.

Acaricio su espalda y luego su pecho, de forma delicada, como si estuviera descubriendo algo nuevo y preciado. Sabia que no era como los demas, que cuando amaneciera no podría olvidar su rostro y su sabor como hacia con todos, porque por primera vez se encontraba con un igual, alguien al que podria pertenecer.

Bajo la mirada en un gesto casi sumiso, le estaba cediendo el honor de explorar cada centimetro de su cuerpo, que de alguna forma sentia que le pertenecian, pues era el unico digno de poseerla y no de que ella le poseyera...

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Las cálidas y sensibles yemas de sus dedos largos y finos, poeticamente apodados dedos de pianista, rozaban de forma azarosa esa pálida piel acariciada por el ténue resplandor de la pálida luna que custodiaba sus actos con cierto carácter maternal. Su expresión seguía siendo un mapa confuso, hibrido entre varios sentimientos completamente polarizados. Me explico. Una oleada de sensaciones sacudía su interior cada vez que entraba un suspiro entre sus labios perfectamente encajados a los de ella. Miedo y excitación. Ganas de huir y a la vez que pegarse a ella y no dejarla escapar jamás. Tristeza por una individualidad perdida y alegria por el desvirgamiento de una nueva etapa de su vida. Un nuevo descubrimiento. Una nueva vida. Había encontrado en la ausencia de amor paternal, aquello que lo haría hombre. Aquello que lo llenaría como persona y como lobo. Aquello que solo aparecía relatado en las novelas más romanticamente perfumadas de color rosa. Aquello que había creido inexistente tras la separación de sus padres. ¿Aún no lo habéis adivinado? Claro que sí, estamos hablando de amor.

Jeremmy Silverfang creía haber caído bajo el ridículo hechizo de una mirada castigada. El embrujo de unos perfectos ojos verdes que transmitían sufrimiento almacenado y liberado a base de derramar sangre. Había sido cegado por la idea de poder tener un futuro cuyo derecho había creído tener denegado... Esos luceros caídos del cielo le habían creado un vacío en el pecho que tal vez y solo tal vez, Narv podría llegar a llenar. Una mujer. ¿Una salvación o una condena?

Por el momento era preferible ignorar la respuesta. Por mucho que lo intentara no pudo dejar de autoreprocharse el ser incapaz de encontrar respuestas a sus preguntas. De todos modos. Esa tortura poco duró. El tiempo justo que tuvo Narvla de empezar a hacer danzar sus perfectos labios, llenos de experiencias amargas, por encima de los de Jeremmy, ligeramente aromatizados con altas dosis de alcohol y nicotina. Ese no fue un frenético baile. Tampoco fue un beso de película romántica. A su vez quedó muy lejos del típico beso de colegiales que descubren que los labios sirven para algo más que pintárselos y sellar con ellos cartas de amor. No. Ese beso fue distinto. En él se encontraba el equilibrio perfecto. La balanza entre el bien y el mal. Entre lo correcto y lo incorrecto. Entre la carencia y el exceso. Entre Jeremmy Silverfang y Narvla Cannagan.

Su mano zurda hasta el momento había caido de forma inerte a un lado del cuerpo, como una aguja de un reloj que marca las eternas seis de la tarde. Llegó su turno para entrar en escena. Subió con la lentitud con la que se mecían los ojas empujadas y moldeadas por la brisa nocturna. Un ligero aroma a carne y sangre se coló por sus fosas nasales. El deseo augmentó, pero ambos supieron controlarse. La mano zurda no tardó en hacer compañía a la diestra, colocándose al otro extremo del cuello en una especie de estrangulamiento dulce que a los pocos segundos ascendió por esas niveas mejillas. Sus manos acararon resiguiendo su fina línea de la mandíbula, como si sostenieran con extremada delicadeza ese rostro de mujer dura, mientras sus pulgares se movían pendularmente acariciando dichas mejillas. Sintió las manos de ella ascendiendo por su desnuda espalda y, de nuevo, ese espasmo electrizante lo recorrió desde los extremos de las orejas ligeramente sonrojadas hasta las puntas de esos dedos de ambos pies desnudos.

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Nada seria igual... Era una certeza que latia en su pecho cada vez con mas fuerza... Ya no era el mostruo de cine que tenia que ocultarse y paliar el vacio de su pecho con noches de alcohol y lujuria, de cuerpo sudorosos y de olvido al amanecer, era un monstruo, habia sido educada para ser un monstruo, para destruir todo lo hermoso que habia en el mundo...

Y alli estaba, sintiendo como la frágil llama de la esperanza comenzaba a llenar el vacio de su pecho junto con él... Y no era solo el, era todo lo que habia comenzado a conformar su nuevo mundo, tenia una familia, una manada, un lugar al que pertenecer... Una parte de ella, aquella que habia sido criada a golpes recelaba, desconfiaba de que todo fuera un cumulo de mentiras, que todo fuera a desvanecerse como un castillo de naipes ante una rafaga de viento...

Y por otro lado estaba la serenidad que le proporcionaba su tacto, la sensación de que por una vez no debia herir para no correr el riesgo de ser herida, el refugio calido que ofrecia esa mirada ambarina. Ya no debia seguir buscando... Estaba en casa... Podia olvidar el pasado y pensar en el mundo que le esperaba, podia permitirse soñarl al menos durante los restos del plenilunio que esa noche les alumbraba...

Tal vez al amanecer todo se desvaneciera como solian hacerlo los sueños, aquellos regalos extraños que algunas noches entre tanta pesadillas su mente le regalaba...

Decidio olvidarse de todos los posibles porques y se dejo llevar, sonrio de forma casi inocente algo que contraste con la esmeralda tiñiendose de ambar, el lobo de su interior tenia hambre y no precisamente de carne y ella queria saber que se sentia al entregarse a uno de los suyos, pertenecer a un igual y no a un cachorro sumiso...

Su mirada y su sonrisa se tornaron traviesas, y le empujo levemente haciendo que su espalda chocara contra un arbol cercano, era una tentación, una propuesta de juego... Era su prueba final, solo se entregaria a aquel que fuera capaz de domar a aquella loba feroz. Tiro con algo de brusquedad de su pelo y le hecho la cabeza hacia atras y le da un mordisco, algo doloroso, pero sobre todo incitador.

-Atrapame.-susurra sensual sobre su cuello.

Y antes de darle oportunidad sale corriendo por el bosque cual gamo... Su instinto le estaba llevando a reproducir los juegos de cortejo de su especie, regida por su lado animal, interpretando el papel de driada perseguida por el dios de la caza. No frena su carrera si no que se esfuerza en ella, confia en que sea capaz de atraparla, de ganarse el puesto que su parte animal le grita que debe ser capaz de ocupar, por mucho que su parte humana se niegue a sentir algo...

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Sus labios siguieron danzando un rato más mientras la fresca brisa se colaba entre los largos cabellos color noche de la chica. Jeremmy nunca había logrado ser exclusivamente de nadie. Sus más duraderas relaciones habían durado lo mismo que los pájaros en emigrar a tierras más cálidas una vez llegado el invierno. En consecuencia no había sido capaz de experimentar nada más allá de placer. El placer que le proporcionaban unos carnosos labios femeninos recorriendo cada recóndito lugar de su cuerpo. Jamás había sentido la necesidad de saciar a la bestia de un modo que no fuera ese. Nunca había podido sentir esa exigencia de un vacío pecho que hasta el momento había mantenido ocupado a base de odio destinado a su padre, Gabriel, el líder de la manada.

De nuevo, ¿qué diablos le estaba ocurriendo? ¿qué era esa sensación de haber encontrado a la persona no esperada pero sí necesitada? Sus labios se separaron escasos segundos, logrando que el lobo retomara el hilo de sus tediosos pero filosóficos pensamientos. Su espalda se golpeó suavemente contra el tronco rugoso de un árbol, pero no se quejó. La mirada color ciencia ficción estaba evolucionando a unos matices más dorados. La bestia deseaba salir. La parte lobuna vencía a la humana una vez más. Tampoco se quejó. El golpe sordo cubrió el ambiente con un ligero eco. Las ramas se mecieron como si negaran con sus vegetales manos, advirtiéndolos de que estaban haciendo algo prohibido o incorrecto. ¿Prohibido para quién? ¿Incorrecto para quién?

El doloroso pero erótico mordisco en su cuello le rebeló una vez más la respuesta. Le daba igual. Sus párpados descendieron lentamente mientras los labios relucientes por la saliva de ella se tensaban hasta formar una imperceptible mueca híbrida entre dolor y excitación. De nuevo experimentó algo que jamás pensó que existiría. Una simple gota de sudor cruzó su varonil y fruncido ceño. Un buho ululó a lo lejos, haciendo de eco a las incitantes palabras de ella. Aún podía sentir como esos blancos y letales dientes rozaban su desnudo cuello. Esa sensación de estar sobreexpuesto a una probable muerte -o al menos tortura- lo excitó aún más. La adrenalina y la testosteriona pasaron a ser más importante que sus neuronas en menos de lo que tarda un hielo en fundirse al entrar en contacto con una de las pieles ardientes de ambos lobos, por ahora, juguetones. Ella desapareció como la madre luna al ver despuntar el sol. Desapareció entre la maleza, o huyó más bien. Ahora era una presa. Su presa. Los ambarinos ojos de Jeremmy adoptaron tonalidades más claras y un gutural gruñido se le escapó. Era hora de ponerse en marcha.

Sus pies se movieron, derrapando sobre la maleza, sin importarle el hecho de poder herirse las plantas de los mismos. En un visto y no visto, ya no se podían apreciar los troncos de los árboles entre los cuales se movía como una maldita sombra perseguida por el mismísimo diablo. Todo a su alrededor se sumía en una vorágine huracanada de matices, sombras y sonidos en los cuales el joven alfa no reparaba. Solo se dejaba llevar. Su impecable olfato, acompañado por la dulce brisa que le traía ese aroma a ella, no podía fallarse en ese distinguido y particular plenilunio dónde, al parecer, se jugaba algo más que el honor y el orgullo... Derecha, izquierda, izquierda, derecha, izquierda, derecha, derecha... Los movimientos salían despedidos de su mente sin necesidad de dalr vueltas, y es que se conocía el bosque como si fuera su propia casa, y es que había sido su cárcel durante más años de los esperados. El aroma de ella se hizo más intenso a medida que sus piernas se movían velozmente y sus pies parecían volar -y lo hacían cada vez que saltaba agilmente por encima de las rocas-. Si os habéis fijado, ella dijo Atrápame, podría haber dicho Intenta atraparme, pero no lo hizo. Le dió una órden, o más bien lo retó. Y Jers.... no sabía perder.

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No conocia el bosque tan bien como él pero no era la tipica loba que llevaba tanto tiempo entre humanos que habia olvidado quien era, su alma era salvaje y su cuerpo sabia responer a su parte primitiva. Sus zancadas eran largas, agiles, atleticas y veloces, pese a la oscuridad su instinto le decia donde debia pisar. No se lo iba a poner facil, zigzagueaba y saltaba sobre los arboles para alargar sus zancada e interrumpir su rastro por los saltos.

Estaba en forma, y la noche se abria para ella como una flor floreciendo, podia sentir el bosque en todo su explendor, su olfato era seducido por el aroma del ciervo que pastaba en la noche, podia escuchar el leve sonido de los ratoncitos asustarse por su carrera y presentir el vuelo de la lechuza entre los arboles.

Disfrutaba de sentir el corazón desbocado latiendo salvaje su pecho, sentiendo como la adrenalina llevaba al maximo cada uno de sus musculos, dejando que a su alma le embargara la maravillosa sensación de libertad. Y es que sentia libre, pese a sentir que poco a poco se estaba encadenando a la ciudad y aquel misterioso lobo se sentia libre, por primera vez podia ser quien realmente era, sin importarle el pasado, su naturaleza, por primera vez era ella sin todas las cargas que arrastraba... No sentia su peso, sus cadenas se habian roto creando otras.

Dejo escapar una carcajada sincera, la primera en mucho tiempo, una muestra de jubilo que solo podia permitirse allí entre los arboles.

Llego a un arroyo y se sumergio en el, dejando que el agua la calmase y la refrescase, disfrutando de un par de brazadas en la helada poza. Salio sacudiendose el agua como lo haria en su forma animal y se escondio entre las huecas raices de un roble cercano, acurrucandose en busca de calor.

Solo esperaba que el la encontrase.

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Hasta esa mismo atardecer había estado buscando una eterna calma inalcanzable. Necesitaba que nadie rompiera ese silencio que él mismo se había esmerado en construir a su alrededor con tal de encubrir su própio pesimismo, ese estado de ánimo que constantemente lo avasallaba como si de un sistema de estamentos medievales se tratara siendo el pesimismo su señor y el mismo Jeremmy un simple plebeyo.. Necessitaba ocultar un sentimiento, huir, ocultarse como una rata. Ocultarse como ahora se ocultaba el aparentemente frágil cuerpo de Narvla entre las acogedoras raices maternales de un robusto roble. Pero todo eso parecía haber cambiado, haberse borrado o simplemente desvanecido como esa fina capa de nuves que minutos antes había compuesto una imagen un tanto encapotada de la luna. Ahora era una noche perfecta. Esa iba a ser su noche perfecta.

Una sonrisa traviesa curvó unos varoniles labios que parecían ser la única vía de escape de esa relativa felicidad que surcaba sus venas a modo de eléctricas descargas de excitación que la caza potenciaba en él. A medida que corría el aire golpeaba su rostro ya despierto. Sus pies se movían más deprisa que sus neuronas, incapaz de seguir un mismo hilo de pensamientos más de cinco minutos seguidos. Sabía el peligro que suponía lo que estaban haciendo al jugar al juego del cortejo como dos cachorros hormonados que descubren que tienen unos órganos reproductores para algo más que hacer sus necesidades. Parecían dos traviesos adolescentes jugando al juego de ser adultos, de ser sensuales, de ser amantes, de ser libres. Simplemente libres. Libres bajo un ténue destello permanente de la luna que marcaba perfectamente sus siluetas y delimitaba sus cuerpos desnudos en carrera.

Llegó un momento que la arena derrapó bajo las sucias plantas de los pies de Jeremmy. Un lago. Una barrera que separaba la felicidad de la eterna soledad y tristeza. Miró el agua suavemente. Se acuclilló, dejando que sus tejanos se amoldaran a sus tonificados muslos de un modo total y completamente mudo. Admiró su reflejo tal y como Narciso lo hizo en su día. ¿Quién era él? No lograba reconocerse. Era el Alfa Juniro. El hijo de Gabriel. Un Silverfang. Un Silverfang que abandonó a los suyos para iniciarse en un nuevo estilo de vida más libre e irresponsable. Un pez se sumergió en las aguas oscuras y eso lo hizo volver a su realidad. Un disparo a lo lejos obtuvo el mismo efecto. Las pupilas ambarinas del chico se dilataron y de un salto penetró esas profundidades para dar sigilosas brazadas hasta el otro lado. Salió y sin sacudirse andó con el típico chapoteo siguiéndole como un fiel perro.

Narvla no se había guardado de borrar sus huellas y podía distinguir perfectamente esos piececitos de mujer, pequeños y perfilados en la maleza de la orilla del río. Las siguió mientras su corazón latía inquieto por el disparo que no había sonado demasiado lejano. Una bandada de pájaros sobrevoló la escena y en un abrir y cerrar de ojos, la imponente figura de Jeremmy se alzó delante de una Narvla más acurrucada que un embrión en el útero de su madre. Sus miradas vidriosas se cruzaron una vez más mientras sus cuerpos empapados resplandecían reflejando los pálidos rayos de luna, como dos luciérnagas a tamaño demasiado grande y bello para serlo. - te he encontrado - Se limitó a decir para romper la monotonía del silencio, aunque luego se arrepintió. La escena en silencio gozaba de un plus de morbosidad que lograba erizarle el bello de la nuca, ¿o era la suave brisa gélida? No lo sabía. No le importaba.

La observó ahí hecha un ovillo, desnuda, preciosa. Se excitó suavemente. No estaban en igualdad de condiciones. Bajó lentamente ambas manos que previamente se habían acomodado un pelo chorreante tras las orejas. Agarró con ligereza el botón del empapado y oscurecido tejano. Lo desabrochó de forma hipnótica, pero sin recrearse. Un zzzzip indicó que la bragueta cayó inerte, abatida. Coló los pulgares dentro de la goma del tejano y empezó a deslizarlos lentamente hacia abajo, arrastrando con ellos, unos boxers blancos ahora ya transparentes de la humedad. Sus muslos liberaron la presión y, después de medio minuto tenso, los tobillos se liberaron de la tela pesada y empapada. Los dejó caer a un lado, debilitados. La miró y no se ruborizó. Era feliz. Era estrañamente feliz. Y, finalmente... se rebeló desnudo ante ella.

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Le sonrio cuando dijo aquella frase, y le observo desnudarse en silencio. En cualquier otra situación le hubiera dado ya el primer paso, pero por alguna razón el cuerpo no le pedia violencia en ese momento. Tirito de Frío, pese a ser lobo es invierno y la noche es fria.

Con un gesto le indica que se tumbe a su lado, se acomoda de tal forma que cojan los dos en el hueco del enorme arbol, adquiriendo cierto aire de cachorro mojado, en esos momentos era la presa y actuaba como tal. Se sentia extraña, confusa, porque no sabia muy bien que hacer, como reaccionar... Normalmente no era la presa si no la cazadora, ya no se trataba de un humano o de un cachorro de lobo, si no de un igual...

Dejo que se tumbara a su lado y le acaricio el rostro con suavidad, entreteniendose en sus labios para descender por la linea de su cuello hasta su pecho, seguir por la linea de su pierna, sin acariciar aun su intimidad, dandose tiempo, descubriendo su cuerpo.

-Me atrapaste.-susurra en su oido antes de mordisquear cual cachorra su cuello, juguetona mientras se abraza a su cuerpo, pegando el suyo en busca de calor, aunque dado el chapuzon ambos esten helados.

Y en sus ojos se puede leer que realmente la ha atrapado, que ahora es parte de ella y que ha derrumbado sus barreras sin que se de cuenta dejando a Narvla, la verdadera, desnuda ante él, esa mezcla de cachorra desvalida y loba queriendo romper sus cadenas para provocar el Raknarok. Acaricia con su nariz su mejilla como si se tratara de su hocio en forma animal y besa sus labios, lentamente, mordisqueando su labio inferior al final.

Se separa y sonrie, mientras su mano frota casi con ternura su espalda, tiene cierto rubor en las mejillas pero en general parece comoda a su lado, como si no le importara la desnudez de ambos cuerpos, ambos son dos hijos de la tierra y se estan uniendo en su seno... Unirse... Union... ya no es una loba solitaria, tiene una manada... El es su manada...

Aquella sensacion por unos instantes la abruma... Queria saberlo todo de él... sabia que las respuestas llegarian... Aunque le parecia encontrarlas todas en sus ojos ambarinos... O al menos las que necesita.

Su mano sube por su espalda y le retira un mechon mojado del rostro...

-Soy tu presa...-susurro antes de besarle de nuevo... como instandole a devorarla.

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