¿Qué hago aquí?[Sonja]

Dios, llegaba tarde. No, tarde no, tardísimo. Bueno, realmente no, pero últimamente era demasiado impuntual. Y en algo como lo de hoy, una cita, no era bonito llegar tarde – por mucho que digan que resulta elegante, mentira, no lo es – por lo que estaba bastante estresada. Daba gracias de que la Calea Victorei no quedaba demasiado lejos de su casa.

Como cada vez que le hacía falta arreglarse, es decir, siempre, se entretenía. Pero hoy se había entretenido de más. Todavía tenía que curarse y controlarse algunas heridas. El recuerdo de aquella noche hacía que una bandada de escalofríos la recorrieran. Pero no se dejaba amilanar por ese recuerdo, podría haber pasado en cualquier sitio. Aunque las botellas haciendo explosión alrededor de ella no era un recuerdo agradable. Ahora las miraría con más respeto. Pero el caso es que nos estamos desviando, se había entretenido demasiado curándose los cortes y cubriendo con maquillaje los moratones, además de maquillándose, eligiendo ropa y demás. Una vez decidida la vestimenta procede a cambiarse y peinarse. Se había decantado por un vestido verde caqui sin tirantes que había hecho el invierno pasado, poniendo su toque particular con diferentes medias, finos mitones a rayas y botas altas con calcetín. La larga melena recogida en dos graciosos moños hechos con pocas ganas y decorado con una flor blanca.

Tenía ciertas expectaciones sobre la cita. La verdad es que el chico, Cédric, prometía. Habían tenido un pequeño rollo, nada más allá de unos cuantos besos, pero el chico le había hecho gracia. La había sorprendido gratamente su invitación. No creía que se volvieran a ver, al menos no a solas. Pero no se queja, no estaba de más tener una cita decente de vez en cuando.

Así, perdida en sus pensamientos, dobla una esquina y llega a la Calea Victorei, ve a lo lejos el precioso Impala que le había dicho poseía y con el que pasaría a buscarla. Echando a correr como puede, pues uno de los cortes más profundos lo tenía en un muslo, se acerca sigilosa a la ventanilla del piloto. Ladea un poco la cabeza y esboza una sonrisa divertida, al verlo mirar el reloj, a la par que inocente. Pellizca suavemente el brazo de él para hacerle ver que ya ha llegado y no sobresaltarlo al hablarle directamente. – Siento muchísimo el retraso. – Con la tontería pasaban casi diez minutos de la hora acordada. - No tengo excusa, así que no me voy a inventar una ahora. – Tan pancha, da la vuelta por delante al coche. Espera a que no pase ningún coche y entra dentro, cerrando la puerta con suavidad. - ¿Qué tal estás? – Pregunta antes de acercarse y darle un suave beso en la mejilla. - ¿Adónde me vas a llevar? – Le da la sensación de que habla demasiado o, quizá, demasiado rápido, así que opta por callar y esperar respuestas, con una sonrisa ladeada entre divertida, alegre y juguetona.