Soñando, soñando... ¿me aburrí caminando? [Libre]

Lobo Mensajes : 27

Kathryn no era una de esas chicas que desperdiciaban la vida sentadas en el sofá observando un reloj en el que pasaban con lentitud exagerada las horas, los minutos y los segundos que indicaban el paso del tiempo, chicas que se sentaban en el sofá dejando correr la oportunidad de tener una vida divertida, sino todo lo contrario, chicas que veían como se les acababa la vida y no habían hecho nada de provecho para ser recordadas. Chicas que al fin y al cabo de no moverse no tendrían una sola arrugita en la cara, algo tan importante cómo saber la composición química de las bolsas de patatas, claro.

Kathryn necesitaba salir a la calle, necesitaba sentir el viento correr entre su pelo, o al menos mover las piernas para no crear una celulitis de caballo, que dinero disponible para operaciones poco poco. Y por eso mismo salió a la calle a pasear, a ver Bucarest, la ciudad desconocida en la que acababa de instalarse. Ciudad en la que hasta los perros Chou Chou se congelan del frio que hace, por cierto, y cómo hace tanto frio no le falta su gorro del frio. ¿Qué cómo es su gorro del frio? Pues fácil y sencillo, cómo todos los gorros de frio que te protegen las orejas y parte de la cabeza con una mata peluda que hace parecer que has rapado una ardilla y te has puesto todo su pelamen en la cabecita. Sí sí, como este , exactamente igual.

Pues ahí que va ella, acompañada de su gorro y de su poco abrigadora habitual chupa de cuero, que en realidad con es de cuero ni de nada parecido pero cómo es de esa tela negra que brilla Kath finge que es de las caras caras que sólo lleva Victoria ¨la posh¨, la mujer del futbolista famoso y sexy que siempre se hace miles de peinados. Pitillos ajustados de color verde pistacho y una camiseta blanca sin adorno alguno, simplemente algo más grande de lo que debería ser una talla adecuada para ella. Ah sí, lleva un collar de esos feos y extraños con miles de formas juntas que se compra una en el mercadillo porque están baratos y como tienes algo de dinero no puedes evitar demostrar que tu poder adquisitivo es suficientemente alto comprándote algo, aunque sea tan feo cómo aquello. Náh, en realidad le gustaba pero eso no podía demostrarlo ya que siempre había necesitado la aprobación de los demás, aún así, arriesgándose a que la criticaran por mal vestida y hortera, ella se lo había colocado tal cual, feliz de la vida. Al fin y al cabo no conocía a nadie, o al menos nadie con opiniones interesantes e importantes.

Con las manos en los bolsillos y masticando chicle, la única manía que se podía apreciar en ella, Kath pasea por la Plaza de no sé qué, no era un GPS andante y ella para los nombres de los lugares y calles era algo bastante despistada. Una desorientada en esas cosas.

Salgo de casa vestida con mi habitual estilo, un vestido, mientras paseo con el coche mirando diferentes lugares. Finalmente lo aparco en un parking a cubierto y salgo de allí cantando alegremente paseando por las calles de Bucarest mirando escaparates mientras miro algo de ropa, adoraba comprar, luego consigue comprarse un helado de chocolate (en donde solo ella lo sabe) y sigue caminando alegremente. Cuando termina el helado mira a su alrededor para descubrir que esta en una plaza pero no le da demasiada importancia, ya encontraría el camino de regreso a casa luego, don’t worry be happy.

Con alegría se pone a cantar en voz alta una canción sin molestar a nadie pero aun así cantando cuando sin querer choca con el hombro de otra chica lo que hace que se pare y la mire un poco aturdida aunque sabía que la culpa había sido suya en esta ocasión

-Lo siento mucho, no me fijaba por donde iba ¿estas bien?- le pregunto mirándola con intensidad comprobando que estuviese bien, no había sido mi intención chocar con ella ni mucho menos, lo que pasa es que iba despistada y... bueno ya se sabe lo que pasa en este tipo de ocasiones.

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Tranquila se para frente a un escaparate de los que rodean la plaza. ¿Y esa camiseta a cuadraditos de colorines? Uhm, estaba chula y todo, algo hippie y demasiado holgada para su gusto, pero seguro que combinaba con su falda vaquera, esa que tenía en el fondo del armario por fea y odiosa. Pues nada, dentro de la tienda que se dirige. En el interior una mujer de pelo rubio mal teñido y peinado de peluquería, con peste a laca para más inri, se acerca a ella y empieza a preguntarle, agobiarla más bien, sobre su talla, sus gustos y que desea al entrar a dicha tienda. Menos mal que Kath tiene toda la paciencia del mundo y entiende que el trabajo es el trabajo… trabajo mal realizado, pero trabajo al fin y al cabo.

Tras sonreírle un par de veces, contestar a un par de preguntas sin mala cara y asentir con la cabeza otro par se dirige por fin a su objetivo. La camiseta de cuadraditos de colorines. ¿Qué haría una camiseta cómo esa en una tienda como esa? A lo mejor era de contrabando del mercado negro, o simplemente se había colado entre las cajas y tenían que venderla. Quién sabe, el caso es que por la simple idea de que fuera la primera opción acaba comprándola. 20,99 moneditas menos para el bolsillo, ale. Más feliz que una castañuela en la feria de Sevilla porque le han dado una de esas bolsas que lleva la Vicky cuando sale de compras, esas que llevan papelitos por fuera como si la tienda fuera de alta costura, sale de nuevo a la calle, con tan mala casualidad que una chica con un helado de golpea contra ella.

- No, tranquila no importa yo tampoco iba mirando a dónde iba –contesta, después de pensárselo bien y no responderle con una mala contestación sobre su poca visión. No, ella no es de contestaciones bordes y malas caras, hombre cuando se cabrea tiene su genio y es algo bastante rencorosa pero no en ese momento, estaba feliz por su camiseta- Tendrían que poner un cartelito en la acera, ¨Cuidado con las salidas de las tiendas, riesgo de choque¨

Aconseja mientras se alisa el lugar del choque. Y su consejo era cierto, las tiendas tenían pequeños escalones para entrar a ellas, lo que te impedía tener un buen campo de visión tanto al salir como al entrar, ya que por cierto la puerta de la tienda de la que acababa de salir era de un transparente algo opaco.

Miro extrañada el cucurucho ya vacío del helado, no me gustaba el barquillo, solo lo otro, así que por suerte no se había manchado, en ese momento percibo su olor, otra loba, al menos era de los míos eso ya era algo, me hacía sentir un poco más seguro el saberlo por extraño que pareciese… pero ahora quería otro helado, uno de limón y chocolate o turrón… incluso aceptaría uno de limón y frambuesa con trocitos de caramelo... Si lo reconocía era un adicta a los helados, me traían loca, estaban buenos y eran refrescantes... lo tenían todo, solo un pequeño fallo, luego daban mucha sed, pero era un mal menor con un botellín de agua en el bolso se solucionada.

Con elegancia me arreglo un poco la ropa arrugada por el choque y miro una sonrisa apacible a la loba mientras tiro el cucurucho a la basura con tranquilidad y luego vuelvo a mirarla siempre de buen humor, últimamente era mi estado anímico más común y me alegraba de ello, cuando estaba triste estaba mimosa y con ganas de abrazar peluches así que como que no.

-Si que deberían poner el cartelito o al menos cristales menos opacos para poder ver si alguien sale, pero bueno no lo harán ya se sabe- coincido con ella con voz amable sonriendo alegremente mientras jugueteo con mi pelo, mi eterna y amada mala costumbre de la que nunca, nunca me separaría... ni bajo amenazas con decapitar a triki (mi kolada de peluche).

-Mi nombre es Lilith- me presento por cortesía extendiendo la mano como bien indican los modales para estrecharla.

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Levanta la vista hacia la chica que a punto ha estado de tirarle todo el chocolate en la camiseta nueva con una mirada no de las más amables que sabe ofrecer. Mira que intenta ser amable y extrovertida con las personas, y al principio con esta chica lo había intentado, pero porque no se había dado cuenta de que llevaba en las manos un helado de chocolate. Puaj, por cierto, el único helado que merece la pena es el de stracciatella, o cómo se escriba, ese que lleva trocitos de chocolate metidos en nata que cuando lo muerdes hace que te crujan los dientes debido a los pequeños trocitos que aparecen por sorpresa dejándote un muy agradable sabor en la lengua. Ese, ese.

Pero tampoco es una mirada de odio profundo y extremo, para nada, simplemente mira a la chica con una sonrisa algo fingidilla, y eso que ella no es nada falsa. Báh, que cojines, la mira con los entrecerrados y una sonrisa ¿contentos? Pues sí, yo al menos sí. Se rasca la cabeza algo incómoda cuando la chica le ofrece la mano. Uh, que formal. Pero ella se la estrecha porque la educación es algo que debería sobrar por este mundo.

- Kathryn Benz, acabo de llegar a Bucarest –con la misma pequeña sonrisa que antes se presenta de igual modo que había hecho la chica anteriormente ¿Lilith había dicho? Hm, ya no recuerda, ella para los nombres es muy mala. Si es que tiene que prestarle más atención a la gente cuando le habla. Y ahí se queda, sin decir nada más. ¿Qué vamos a hacerle? Cómo bien pone en su fichicáh es una chica de pocos temas de conversación asi que no sabe muy bien qué decir ante una desconocida que acaba de chocarse contra ella a punta a mancharla… Mejor sonríe y se recoloca el gorro, sí, va a ser lo mejor.

-Encantada de conocerte- digo alegremente con tranquilidad, algo me decía que no le caía demasiado bien pero no importaba, yo siempre intentaría llevarme bien con todos, no me importaba que la gente se mostrara fría yo siempre intentaría ser amable, no me gustaban las caras largas y tristes, eran muy deprimente. Prefería llevarme bien con la gente, eso evitaba que saliese mi lado sádico y despiadado y yo preferiría mostrar sólo mi lado alegre y amable que era el predominante. Ahora tenía sed, una sed espantosa por culpa del delicioso helado por suerte llevaba un botellín de agua que saco de mi bolso y del cual doy un pequeño sorbo para quitarme la sed, luego lo vuelvo a guardar.

-¿Y de momento te gusta la ciudad?- pregunto amablemente mirándola mientras registro su olor en mi memoria olfativa porque dentro de nada su nombre se me iba a olvidar, tenía peor memoria que un pez con conmoción cerebral de modo que lo mejor que podía hacer era intentar recordar su olor por si acaso me volvía a encontrar con ella poder recordarla porque no me fiaba de la otra memoria, era bastante penosa.

EL frío se cuela por entre el fino vestido que llevo pero no tirito, estaba acostumbrada a pasar más frío por culpa de los rodajes… malditos productores psicópatas que creían que las actrices éramos de hierro… pues no, no lo somos, somos como el resto, pero eso no se tiene en cuenta.

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