La que trae el dolor (libre)

Aquella noche me apetecía ir en la moto, la noche estaba clara por la próxima luna llena, estando la señora a un poco llena de la mitad. El gruñir de la Indian Chief sonaba por la calle, estaba cerca del parque, y podía permitirme el atravesarlo pues había suficiente espacio para poder pasar junto a peatones nocturnos, además, de que la seguridad de que lo atravesaría en pocos minutos.

Atravesé la verja y giré el puño adquiriendo velocidad, tomando las leves curvas que trazaba el camino empedrado. Disfrutaba de la sensación de libertad que daba el viento al acariciar mi tez, me erguí agarrando tan solo el acelerador entrecerrando los ojos pues estaba en una recta. Mis ojos se abrieron rápidamente al recibir por el viento varios olores característicos -Sangre…- Fue lo primero que susurré, los otros olores eran de lobos. Sangre humana y aroma lupus…alguien iba a salir mal parado esa noche por cazar fuera de la llamada…

Aceleré siguiendo el olfato, no tardando en llegar a donde estaba aquella muchacha en el suelo y alguien a su lado. Frené dejando que la moto culeara quedando a escasos dos metros de ambos. Con prisa puse la pata de cabra y bajé de la moto -¿Qué demonios ha pasado aquí?- Dije clavando mis ambarinos ojos en aquel muchacho en pie junto a la mujer tendida.

Con el ceño fruncido miraba a aquel medico –deducción por el uniforme- Mi instinto estaba alerta, percibiendo a otro dos lobos mas. Primero me giré hacia donde el médico indicó mirando en dirección hacia donde el otro olor provenía, oliendo claramente el ambiente cual animal en busca de presas. Caminé adelantándome de manera acechante encogiendo levemente el cuerpo moviendo con rapidez a la vez que con sutileza y elegancia mi cuerpo. Adelanté al muchacho de bata blanca pasando incluso por encima del cuerpo de la mujer muerta, a modo de protección del mismo por si el artífice pretendía llevárselo y cenar tranquilamente dejando los restos luego por el parque. No podía permitir nada así, significaría el levantar sospechas sobre nosotros en los pocos clasificados como lunáticos que creían en nuestra existencia.

Me detuve en seco al ver a la muchacha salir de su escondite -Quien eres…- Pregunté en una clara postura defensiva, conocía a todos y cada uno de la manada, y aquellos olores eran nuevos para mi, tanto el del médico, el de la muchacha y el que estaba escondido –Y tu sal de ahí, ahora...- Hable claramente al oculto, sin apartar la mirada de la mujer pues estaba armada con una especie de espada pequeña -Estais en mi territorio…-Aclaré dejando firme mi posición como macho alfa del lugar. No podía permitir cacerías por muy prostituta que fuera la presa. Los nuestros en Bucarest teníamos un día fijo para realizar aquellas cazas y participábamos todos, siendo las presas asesinos pederastas narcotraficantes…la “belleza” de la ciudad.

Me mantuve inmóvil mirando a aquella muchacha. Tal como había casi ordenado el otro lupus salió de donde se escondía recibiendo una mirada fugaz mia. Mantenía mis ojos ambarinos en los de la muchacha, en apariencia una cachorra mas de los presentes, para mi todos lo eran.

-Gabriel Silverfang…y no soy tu amigo…- respondí a ambos presentándome, e incluso a aquel medico, el que mas y el que menos conocía mi nombre en Bucarest. Si aquel era mi territorio y en el que se movían los míos. De sobra entendí que los tres allí presentes eran “almas libres” pues ni eran de los míos y ninguna otra manada residía en la ciudad. Cual animal, de nuevo olisqueé el ambiente ante otra posible sorpresa. Pero la sorpresa me la llevé yo al ver y notar él como la cachorra colocaba aquella pequeña espada en el cuello, alcé el mentón aun mirándola e incluso llegue a hacerme hacia delante haciendo que en cierta manera clavara el filo del arma, era resistente a ciertos ataques y más si los limitaba yo, aquello era una caricia.

Mantuve la postura cual figura de piedra con los brazos semi-extendidos, pero sin previo aviso mi diestra golpeo su brazo haciéndolo a un lado y si, provocándome aquel corte en el cuello que comenzó a sangrar. Alcé una de las piernas con aquella misma rapidez realmente sorprendente para propinar en su torso una patada frontal para hacerla retroceder -¿Quieres medir tu fuerza con el macho alfa? Porque defenderé este territorio con mi propia sangre…- Pasé la mano por mi propio cuello el cual sangraba por la herida no demasiado profunda, luego lamí mis propios dedos sin apartar la mirada de ella.

Luke observó la pelea con una media sonrisa. No cabía duda de que sería interesante. Una psicópata y el grandullón jefe de la manada local... pero antes de quedarse mirando, se acunclilló y cogió en brazos el cuerpo de la prostituta, ya impregnado de sangre y lo dejó tendido en el banco. En cualquier momento la pelea podría descarriarse, y esos dos no pararían por el cuerpo muerto de una joven. Y, obviamente, el cuerpo ya no podría salir por patitas. Tras dejarla en el banco, Jonathan cerró sus ojos con los dedos, los cuales seguían abiertos debido a la sorpresa final.
Más le valía a Gabriel no dejarse ganar por ésa...
Antes de alejarse del banco, Luke se persinó. Si, era Cristiano. Un médico lobo Cristiano. ¿Y qué?

Volvió al lado del otro lobo, y enarcó las cejas al escuchar que la psicópata le debía 120 pavos. Encima endeudada. Realmente habían tenido mala suerte en que ese especímen acabase en Bucarest. Al menos, esperaba que después de esto volviese de donde había salido. Si no la mataba Gabriel antes.
Jonathan soltó una carcajada ante la apuesta del otro lobo.

-Venga, yo otros quince por el grandullón -respondió Luke -Sino, no tiene gracia. Aunque pensandolo bien -dijo con una media sonrisa burlona -...Tal vez sea mucho hablar, y después no sepa hacer nada - dijo remarcando las últimas palabras, a pesar de que sabría que, o uno, no las oiría, o haría caso omiso. Se volvió hacia el lobo y le tendió una mano -Jonathan Marshall -se presentó, a pesar de que llevaba su apellido en la bata médica -Veo que eres nuevo por aquí. Me alegro de que haya sido una bienvenida tan calurosa -añadió con ironía.

Tensé mi cuerpo homínido, mi espalda se curvó como si curvara el lomo erizando mi pelaje y esperé a aquel placaje agresivo, aguantándolo estirando los brazos para ponerlos sobre los hombros de la chica y así evitar el intento de mordisco. Mis manos se clavaron en sus hombros como si de garras se tratasen, con fuerza. La hice hacia un lado intentando que perdiera el equilibrio para luego hacerla mover hace el otro de forma furiosa y agresiva, soltando sus hombros con afán de que se alejara unos pasos o que callera al suelo. Sin esperar reacción corrí el espacio que nos separaba para ahora yo ser el que se lanzase encima con afán de placarla y tirarla al suelo pretendiendo quedar sobre ella.

Mis ojos se habían tornado amarillos desapareciendo los tonos marrones del ambarino que tenía siempre. Olvidé la presencia del médico y el otro muchacho por el momento, ahora me centraba en el herir el orgullo del contrincante, hacerle ver quien mandaba, hacerle ver quien era más fuerte, haciéndole ver por qué era yo el líder y no otro. Aquello que hacía día a día, era el fruto de una vida entera de preparación, gracias al anterior líder Silverfang, mi padre

Edit: sorry >.<

Agarré en la medida de lo posible a aquel inquieto animal, propinando un puñetazo en su tez mientras se agitaba. Apreté los dientes ejerciendo fuerza, emitiendo un gruñido que bien podía ser el de un animal. Intentó en vano empujarme con las piernas, pero mi posición sobre ella me daba ventaja, además de que pesaba más, continué sujetándola aun notando el cómo dejaba de moverse mirándola fijamente clavando mis aun amarillos ojos en los suyos, viendo como su color regresaba al verde de antes.

Solté una de sus muñecas para poner la mano en su cuello haciendo que me mirara nuevamente, acercando mi rostro al suyo dejándolo a escasos centímetros -Este es mi territorio…y has de respetarlo a tal a los míos que por el andan y a mi…- Dije entre gruñidos sin desaparecer ese amenazante amarillo de los ojos, teniendo el ceño fruncido -Ahora tienes dos opciones…o más bien las tengo yo…dejarte aquí tirada junto a ese cuerpo y llame a la policía…o que vengas conmigo- Dije si dejar que apartara la mirada, en silencio ahora, pensando.

Tras un largo silencio -casi 10 minutos- en aquella posición, pudiendo aguantarla perfectamente, moví una de las manos para llevarla a mi cuello manchado de sangre, el cual estaba cicatrizando sangrando menos –tenía el pecho manchado y la camisa por el interior mas los bordes de la cazadora- manchando el dedo pulgar con ella, luego acerqué aquel dedo a su frente, trazando una línea en ella con aquella improvisada pintura. Luego solté su cuello levantándome dejándola caer. La había marcado con mi propia sangre y eso solo significaba que había elegido la segunda opción. Como si nada caminé hacia la moto abriendo la mochila del costado, quitándome la cazadora dejándola sobre el asiento, saqué un pañuelo para retirar del pecho lo que podía de la sangre. -Hemos de llevarnos el cuerpo- dije despreocupadamente mientras me limpiaba -No podemos dejar que abran ninguna investigación-