Sorprendida [Privado]

Recién transferida de Francia, Sylvie ocupaba su nuevo despacho en la oficina de la comisaría, ahora en Bucarest. Esta era fría, de paredes grises y sin nada que alegrara la vista, cosa de lo que se ocuparía luego. Cajas y cajas de papeles se amontonaban en las esquinas del despacho, haciendo que la joven hiciera una mueca, pues la paciencia no era algo de lo que gozase, desde luego. Había que decir, que aquel translado no había sido muy de su agrado, ya que ella estaba perfectamente en París con sus dos hermanos mayores, también policías. Pero claro, ¿quién le negaría nada a ese asqueroso jefe suyo? a donde se dijese, se iba. Y por mucho que le pesara a Sylvie, así era. Así que aquí estaba, en Rumanía, y sin muchas ganas de ello.

Depositó la última caja a rebosar de papeles y bártulos en la mesa, soltando una exalación. Tenía los brazos agarrotados de llevar tanto peso de aquí para allá. Y es que Sylvie no gozaba de una fuerte constitución física.
Cuando hubo colocado la mitad de las cosas en la oficina, decidió tomarse un descanso y tomar un café, por lo que salió de este, dirigiendose hacia donde, supuso, sería su lugar favorito de ahora en adelante; la Esquina de la Cafetera.
Tras cerrar la puerta, frunció el ceño, pues le pareció escuchar que alguien hablaba en francés. Bueno, hablar, más bien gritaba. Curiosa, Sylvie se acercó hacia el bullicio, donde podía escuchar diferentes conversaciones en rumano; habían pillado a un hombre en el control de seguridad del aeropuerto portando una gran cantidad de armas y sin autorización alguna, desde Francia, París, para ser más exactos. Y al parecer, nadie allí sabía francés. Sylvie se acercó, tal y como hacían los demás, hasta que se percató de algo.

Abrió los ojos de par en par, y maldijo por lo bajo. Era Francoise Dumont. Dumont.
Cuando Sylvie no tenía más que siete años, el padre de Francoise asesinó a sus padres, y juró con sus hermanos que llegaría el día en que encontrarían a aquel hombre y lo matarían como él había hecho con sus padres. Inocentes ambos. Y hace dos años llevaron a cabo la venganza. Sylvie había hecho migas con Francoise para acercarse a su padre, y así confirmar las sospechas. Lo que no sabía, era que él lo sabía. ¿Cómo podría haberlo sabido? y ahora estaba allí, gritando a los cuatro vientos en cuanto la vio.

-¡Tu! ¡Lo matasetis tu y tus sucios hermanos! -gracias a Dios que allí nadie sabía Francés. -¡Y ahora haré lo mismo contigo, zorra!

-¿Qué dice? -preguntó uno de los oficiales en rumano, a Sylvie. Esta enarcó una ceja y negó con la cabeza.

-Cree que me conoce de algo, pero yo no estoy tan segura -respondió quitandole importancia al asunto. ¿Así que había ido allí, solo por ella? ¿cómo diablos había sabido que se encontraba en Bucarest? Sylvie arrugó la nariz. -No, definitivamente no le conozco. ¿Qué harán con él? -preguntó. Así que había venido en el mismo avión que ella. Debería haberse dado cuenta, o haberse fijado más. Ahora podría estar muerta.

-Seguramente lo mandarán de vuelta a Francia, y allí la policía local se hará cargo. -eso la relajó, ya que su familia no tenía buena reputación allí, y nadie escucharía lo que dijese. Además, Francoise sufría de esquizofrenia. ¿Quién le creería?. El hombre siguió gritando, sin que nadie excepto Sylvie le entendiese, por lo que cuando finalmente lo sacaron de la comisaría suspiró hondo, mucho más tranquila, aunque no del todo.

-¿Qué locura, eh? -preguntó uno de los oficiales antes de irse. Sylvie simplemente esbozó una media sonrisa y asintió, mientras metía unas monedas en la máquina de café, esperando a que este se llenase.

-¿Quién era ese tipo?- una voz preguntó, en un francés coloquial, a la detective desde detrás de su espalda -Al que matasteis debió de significar mucho para él por como se ha puesto-.

Didier Chicot esperó a que ella se girara para mirarla de frente. Apoyado con el hombro contra el marco de la puerta contigua, que daba a una pequeña habitación de archivos, esperó a que ésta terminara de rellenar su vaso de café y así hablar con ella. Él, como muchos otros en la comisaría, se había asomado al pasillo para averiguar quién demonios estaba armando tanto alboroto, sorprendiéndose en encontrar a aquel tipo francés clamando por todos los santos y todos los insultos, además de dejar claro sus deseos de venganza... Desde luego, tenía todas las papeletas para parecer un desquiciado, pero esa mañana el detective no creía en las casualidades, y le veía bastante sentido a la escenita.

¿Un tipo gabacho arrestado en Bucarest? La pieza encajaba a la perfección. El día anterior, el comisario anunció a Didier que pronto un compatriota suyo vendría destinado a ese mismo sitio, en condición de cedido, como él. Al principio no le fascinó la idea, sobre todo recordando las malas relaciones que entablo con la policía parisina el año anterior -todo iba rodado... "amigos" aquí y allí- y pensó que tener a otro poli francés en el mismo edificio entorpecería su misión en la ciudad rumana. Pero luego, se dijo a si mismo que debía dar una oportunidad al nuevo, que tal vez no se interpusiera en la búsqueda que le obsesionaba, la búsqueda de "Le Chien". Una oportunidad, nada más.
Pero no le esperaba tan pronto, o mejor dicho la espera, solo fue cosa de un día. Se veía que quien fuese el que la había destinado, necesitaba quitarla de Francia lo antes posible.

-Parece que los problemas te persiguen- añadió, siguiendo en su idioma natal.

Los compañeros de ambos les miraron con desconfianza antes de volver a sus puestos y obligaciones. Chicot apostaba lo que fuese a que por sus cabezas pasaba la idea de: Genial, como no aguantamos con uno nos mandan dos. Que les jodiesen, y que se metieran en sus propios asuntos.

Tras ella, él también hechó una moneda en la máquina, seleccionando el café solo -porque como todas las mañanas, necesitaba cafeína como motor impulsar, a falta de horas de sueño- y esperando a que se rellenase, como antes había hecho él.

-Didier Chicot, detective- se presentó, alargándole la mano para estrechársela. -No se si ya te habían avisado de que tendrías un compatriota en el cuartelillo-

Cogió el vaso ya lleno y se dispuso a darle un sorbo con cuidado de no quemarse, cuando escuchó que alguien le hablaba en francés, por lo que, sorprendida de nuevo, bebió más de la cuenta y apartó el vaso de café de su boca haciendo una mueca por el líquido caliente que acababa de insensibilizarle la lengua. Se dió la vuelta en seguida, para encontrarse con un hombre más o menos de su misma edad, tal vez un poco mayor, y que, por lo que parecía, era Francés también.
No supo si alegrarse o por si de lo contrario sentirse algo preocupada por el hecho de que hubiera entendido todo lo que Francoise acababa de decir.

-Eso parece -dijo sin darle mucha importancia, a pesar de que para ella si que era algo de suma importancia. ¿Cómo era posible que Francoise la hubiese seguido hasta allí? o lo que es mejor, ¿cómo era posible que hubiera descubierto que era ella quién había asesinado a su padre? se ve que los padres de Sylvie le debían dinero al padre de Francoise, y este al cansarse de esperar, acabó con la vida de ellos. Años después, ella y sus hermanos lo mataron a modo de venganza, claro que nadie lo sabía.
O eso se suponía hasta hoy.

-Los problemas son como el acné -respondió la joven ante su comentario -Hay que eliminarlos, pero corres el riesgo de que se expandan, ¿no crees? a mi me salió el tiro por la culata -Sylvie era consciente de las miradas que les dedicaban el resto de agentes rumanos, al parecer, no muy contentos por que hablasen en francés, ya que a la gente le gustaba enerarse de todo, o bien por el hecho de haber sido transferidos a su comisaría. La joven les fulminó con la mirada, a tiempo que se daban la vuelta y desaparecían por ahí. Mucho mejor. Desde luego, que buen empiece...
Cuando el hombre se presentó, Sylvie se sorprendió de que fuera detective, al igual que ella. Negó con la cabeza.

-No, creo que se les olvidó ese pequeño detalle -contestó haciendo una mueca. No es que le importase mucho, pero le molestaba que no le informasen de las cosas, en aquel caso, de con quién iba a trabajar -Sylvie Francés, detective -le estrechó la mano con energía -...aunque creo que a diferencia de mí, a ti ya te habían informado.

Se agachó un poco para tomar el vaso, que humeante, olía ya a amargo y espeso. Café de máquina del peor que había probado en su vida en el caso de aquella comisaría, pero los suficientemente fuerte como para despavilarlo. Con los dedos índice y medio lo sujetó, para no quemarse, llevándoselo cerca de la boca para soplar ligeramente. Con un par de soplidos esparció el vaporcillo que emanaba, mirando a la presentada como detective Francés, bebiendo un sorbo a continuación.

Ambos estrecharon la mano, y aprobó mentalmente la firmenza con la que aquella mujer lo hizo. No con fuerza, que era lo más fácil, sino con una energía que mostraba determinación. Al igual que él, era detective. Por su apariencia, parecía ser más joven que él... Él ya se consideraba un adelantado, con tan solo 27 años en un puesto como el suyo. Aquello la dejaba a ella en una promesa por encima de él, curioso.

-Bien Sylvie, a parte de traerte "amigos" a Bucarest- con cierto tono jocoso, hizo referencia al otro francés que hasta hace poco clamaba por su venganza en los pasillos. -Debes de tener un buen motivo para venir a trabajar a Rumania. Ésto queda un poco lejos de Francia-.

Precisamente, que dos polis franceses estuvieran destinados en un país que no era el suyo no entraba en la definición de situación clásica. Para acabar tan lejos de su país solo existían dos motivos: o algo importante te ha traído al lugar empujándote a pedir la colaboración internacional, o han considerado que la mejor manera de librarse de ti era la de arrojarte al agujero más alejado. ¿A qué grupo pertenecería su nueva compañera?

-Y no te preocupes por las miraditas de nuestros colegas. Te tendrás que acostumbrar... parece que no se han tomado muy bien nuestra incorporación, supongo que sentirán invadidos-

Porque motivos no les faltaba, en menos de un més dos extranjeros incorporados era claramente una invasión de terreno. Cualquiera hubiera hecho lo mismo en su lugar.

-Ahá...- asintió a medias a lo que Sylvie le dijo de los post-it y el acoso hacia su jefe. Aquello le hizo arquear ligeramente una de sus cejas, por puro reflejo, en una expresión que revelaba que el detective no picaba en una contestación tan facilona y trivial.
¿Qué no admitía el por qué de su traslado? Genial por ella, era su vida. Cada uno tenía sus propios problemas, ambiciones y motivos por los que actuar de una manera o hacer algo concreto. -Post-its, si...-

Bebió lo que le quedaba del café de golpe, en un rápido giro de muñeca acompañado de una brusca inclinación de la cabeza hacia atrás. El poso del vaso le recorrió la garganta dejándole un regustillo amargo que seguramente no se marcharía hasta casi el medio día. Estrujó el vasito con una mano haciendo una bolita y lanzándola a la papelera a su lado a modo de canasta.
Volvió a mirarla, medio sonriente y confiada frente a él, sin saber que pensar de ella. Casi podía asegurar con certeza que aquella chica le traería problemas... y no solo se refería al asunto de los post-it. Su corazonada sobre la detective se sumaba al halo de misterio en su traslado, al perseguidor que se había traído de Francia y los posibles asuntos que seguramente también se trajera a ese país.

-¿Yo? ¿Pertenecer a ese grupo?- sonrió abiertamente girándose a medio cuerpo para observar a los agentes "poco abiertos y comunicativos" que todavía les miraban y cuchicheaban. Como si nada, se llevó la mano a la frente para realizar un saludo militar hacia ellos, en tono desenfadado y bromista, con los dedos índice y medio. -Me encantaría, pero creo que no soy su tipo ...-

Rió entre dientes y negó con la cabeza cuando, como respuesta a su saludo, sus compañeros escupieron palabras malsonantes en rumano y salieron de la oficina.
-Bienvenida a tu nuevo hogar...-

Era más que obvio que no se había tragado lo de los Post-its, o al menos, no que eso hubiera sido el verdadero motivo de su traslado. Realmente ella tampoco lo sabía, pero se olía que Anton sabía de su pequeña... venganza de hacía dos años. Syl no pudo evitar esbozar una sonrisa divertida al ver como repetía "Si, post-its, si..." ya que realmente, era algo cómico. La joven le dió un par de sorbos más al cafe, rodeándolo con ambas manos para calentárselas, mientras seguía dándole vueltas al hecho del porqué le sonaba su nombre. Didier Chicot... Chicot... definitivamente, debería jugar más al Braining Train Academy. Aunque pareciera una estupidez, funcionaba.

Syl soltó una carcajada cuando saludó así a esos estirados Rumanos, quienes refunfuñaron y volvieron a sus respectivos despachos.

-¡Os voy a lavar esa sucia boca con jabón! -exclamó en rumano antes de que se marchasen. Ciertamente... ella no era la más indicada para hablar -...mira quién fue hablar -se dijo más para si que para Didier, aunque negó con la cabeza -En fin, me alegro entonces. Sería un desperdicio que siendo tan joven todavía te convirtieras en un amargado y te hechases veinte años encima -se había encargado de continuar hablando en rumano, recalcando las últimas palabras para que estos lo escucharan. Realmente, Sylvie no tenía paciencia, y mucho menos para aguantar groseras miradas y cuchicheos de viejas.

A su pesar, suspiró, y cuando habló de nuevo lo hizo en Francés.

-Si, supongo que este es mi nuevo hogar, Didier... -entonces se dio cuenta de algo y frunció el ceño -...Chicot. ¿Chicot? ¿tu no eras ese detective que iba tras la pista de Le Chien? -preguntó con una repentina curiosidad.

Se cruzó de brazos volviendo a apoyarse contra la pared y soltó una corta carcajada al ver el fuerte arrebato de Francés contra las malas palabras por lo bajo de los otros compañeros rumanos. Con un rumano bastante fluido para ser una recién llegada, Didier disfrutó del revés que les pegó a los cretinos de turno.

-Vas cogiéndole el truco a la convivencia en este sitio- añadió también en rumano para que los otros lo entendieran claramente, aunque el suyo era mucho más burdo y mal pronunciado. Su voz sonaba sarcástica y jocosa. -No seas tan dura, ya les conocerás... no son tan estúpidos y trogloditas una vez que...- No terminó la frase en rumano, se rascó la punta de la nariz riendo, y negó con la cabeza.

-No es verdad, nos han destinado a un zoológico cromañón- sentenció en francés de nuevo, realizando una mueca graciosa en un mohín con la cara. -Tan solo espera a conocer al comisario Vlašic, es el modelo original en el que se basan todas estas copias baratas-
Pobre de ella, aún le quedaba presentarse ante el comisario de aquella comisaría -normalmente el presentarse ante el responsable de un distrito se hacía en cuanto entrabas a primera hora, pero eso resultaba imposible si el comisario tenía la costumbre de dormir todos los días hasta las 11 del mediodía-. El comisario Alin Vlãsic... el más pedante, insoportable y tocapelotas de todo Bucarest. Didier no la envidiaba, aunque sospechaba que lo toreraría muy bien.

La sonrisa del detective se torció durante unos segundos. Su compañera, tras hacer memoria... reconoció su apellido.

-Así es. Iba detrás de él- el tono amigable y coloquial del francés desapareció, dejando paso a otro más apagado y serio. No podía evitarlo, era menciar ese asunto y accionar el interruptor de su cabeza. El interruptor que le hacía revivir las imágenes de las víctimas, de las veces que lo vió de refilón y no pudo atraparlo, de su hermano... -Le Chien.- pronunció el nombre, con parsimonia, como si se regodeara de escucharlo pronunciado por sus propios labios.

A la mierda, ella lo sabía. Todo se complicaba un poco más. Un comienzo ideal.

-Se montó un buen revuelo, ¿eh?- como si nada, dejó caer esa pregunta para conocer que sabía ella o recordaba del caso.

Sylvie sonrió al escucharle.

-Sí. La Supervivencia es una de mis virtudes -realmente, era cierto. Syl se amoldaba perfectamente a cualquier ambiente en el que la encasquetasen, o en su defecto, los obligaba a amoldarse a ella. Era una mujer con carácter, y cuidado con quien le tocase las narices, porque la palabra "paciencia" no está incluida en su vocabulario. De ahí que tienda a usar la táctica del poli bueno, poli malo ella misma. Si de una manera no funcionaba, saltaba a la otra de una manera drástica y repentina. Era una mujer difícil.
Soltó una carcajada cuando escuchó su muy acertada definición. "Zoológico Cromañón".

-No te imaginas cuan de acuerdo estoy contigo. -finalmente apuró el vaso de café, ya no tan caliente y lo tiró a la papelera. Vaya vaya, es cierto. Eso si que se lo habían comentado. El Comisario Vlašic. Le habían dicho con anterioridad que se trababa de un hombre difícil y de muy mal caracter. Estupendo. Pensó que tal vez estarían exagerando un poco, pero visto lo visto, Syl supuso que no exageraban ni pizca.

-Oh, venga ya... ¿el modelo original? apuesto a que de aquí a un mes estoy de patitas en la calle, o en guerra con él -dijo haciendo una mueca. Realmente, tenía un cierto problema para controlar su lengua delante de gente así.

Su compañero cambió de actitud totalmente cuando mencionó a Le Chien. Asintió con la cabeza ante su pregunta -Si. Pero nunca lo pillasteis. Los rumores decían que te lo tomabas muy en serio, Didier -comentó -¿Ya te has rendido? ¿o tal vez estés aquí precisamente por eso?

Los rumores decían que te lo tomabas muy en serio, Didier.

Le Chien se había carcajeado de todos los operativos. Desde el primer asesinato, Didier se quedó perplejo. Nada de descuidos, testigos ni pistas a seguir, en todo momento habían perseguido a una sombra que se mofaba de ellos en sus narices. Siempre un paso por delante, el asesino les sorprendía con algo nuevo, algo que nunca esperaban y que les tomaba por sorpresa... Había llegado incluso a pensar, al borde de la desesperación, que todo lo estaba soñando: era imposible que dentro de un circuito cercado como eran los barrios turcos de París, cometiera los homicidios impunemente sin que nadie se percatara.
Pero todo se complicó, y pasó a ser personal. Phillipe tuvo que ser el siguiente a manos de Le Chien. Phillipe, al que nunca consiguió decirle que lo sentía, con el que el último trato que tuvo fue una pelea... La obsesión entonces lo desbordó. Le Chien y Didier quedaron entonces sellados para siempre.

-No, estoy aquí por acoso mediante post-it- le contestó devolviéndole la pelota que ella misma le lanzó hacía poco.

Rebuscó en el bolsillo de sus vaqueros sacando un paquete de tabaco arrugado, del cual sacó un pitillo un poco doblado.
-Acompáñame a la puerta y te pondré al día, incluso hasta aquí ha llegado la ley anti-tabaco-

Caminó delante de ella, no a su lado, para que no pudiera apreciar su rostro tenso. Si, estaba allí por el asesino de su hermano, por el asesino de tanta gente, y solo hablar del tema el peso del mundo se le echaba encima. Atravesaron los cubículos, la recepción, y finalmente cruzaron los portones de madera que daban a la calle.

Se colocó el cigarro en la boca y se lo encendió con un clipper.

-¿Fumas?-

Una calada larga al principio al cigarro, un par de ellas apresuradas después mientras no terminaba de expulsar el humo de la primera e hizo descansar el cigarro entre sus dedos índice y medio durante un rato. Le pasó a ella el encendedor, observando como ésta se prendía el suyo. Sylvie disfrutó de la calada, más que de costumbre -cosa que se adivinaba en su gesto-, revelando que, efectivamente, era como ella decía. De vez en cuando.

Didier apoyó su trasero contra el poyete de piedra que servía de pasamanos en la escalera que descendía de la puerta de la comisaría a la acera, se frotó con los nudillos un poco el entrecejo -señal de que no había dormido lo suficiente esa noche y que no había conseguido todavía el desperezarse del todo- y volvió a colocar el cigarrillo en su boca.

-Como ya has visto, no gustamos mucho los extranjeros entre la policía. Al principio pensé que era solo yo, pero me acabas de confirmar que los franceses no son muy bien recibidos. No somos los únicos foráneos que trabajan aquí... creo que hay más, al menos un yankee y un alemán, que llevan más tiempo que nosotros.- decía la verdad, no los conocía todavía, pero entre un comentario y otro de los demás pudo deducir que así era. -No es mi intención presionarte en tu primer día, pero ándate con ojo.-

Hizo una pausa para mirar a ambos lados asegurándose que no había nadie. En ese momento hablaban en francés, pero nunca se estaba verdaderamente seguro en temas de este tipo.

-He trabajando antes con policías rumanos, en París. Allí me especialicé en el crimen Rumano y Turco-era por todos sabidos que en Francia era necesario este tipo de especializaciones, ya que ambas bandas tenían un gran peso en el país -No son lo que se dice... ortodoxos. Lo que hacen y el modo que utilizan funciona, pero siempre piensan que el fin justifica los medios.- con aquello se lo decía todo, dándole a entender que si desagradaban a Vlãsic más de la cuenta, no iba a suspenderle a ambos el sueldo precisamente.

-Ambos estamos aquí por los post-it, y esas formas nos traeran problemas. Pareces una detective ruda, Francés... pero no te descuides-

Sylvie asintió con la cabeza ante sus explicaciones. Así que era tal y como había pensado desde el principio... los extranjeros no caían demasiado bien a los Rumanos. Caracter cerrado. Tsk, no había nada más que irritase a la joven que las personas urañas y amargadas, tales como las que había en la comisaria. O al parecer, en toda Rumanía.
Así que había entre ellos más forasteros, ¿eh?

-Tranquilo -dijo con una media sonrisa, soltando todo el humo del cigarro lentamente-Estoy especializada en trabajar bajo presión. No voy a permitir que unos viejos cascarrabias como esos me arruinen la fiesta -puntualizó arrugando la nariz, en un claro gesto de desagrado hacia ellos. Cuando estaba en París, su jefe, Anton, a pesar de conocerse desde hace años, se ocupaba de que Syl no tuviera un maldito respiro. Si no era esto era lo otro, y si no lo otro de más allá. O Louise. Con esa realmente tenía declarada la guerra. De una forma literal.
Nunca ante sla habían dejado por los suelos, y no veía una razón para empezar ahora. Sonrió. Volvía a recurrir a su excusa de los post-its. Veríamos como se lo tomaría de ahora en adelante.

-En tal caso, tendré que impresionar a ese tal Vlašic y darles a entender que tengo intención de quedarme en Bucarest. Aunque solo sea para molestar al Consejo Cromañón -comentó pensativa. No tenía claro como iba a hacerlo, pero si había algo que Syl no aceptaba era la derrota, o en su defecto, la humillación. Quisiera o no quisiera ahora su trabajo se encontraba en Bucarest, e iba a quedarse ahí por cojones. -De todas formas, gracias por los avisos.

Le dió otra calada al cigarro.
-Y ahora, volvamos a la verdadera razón por la que hemos salido aquí afuera -Le Chien.

Didier inclinó la cabeza hacia atrás para exhalar el humo despacio, por su nariz. Se quedó así asimilando las palabras de la joven, que irradiaban confianza en ellas mismas y muchos cojones... pero esas cosas seguramente no le bastarían para enfrentarse a aquella comisaría, y sobre todo, al hueso que suponía el comisario.
Tampoco es que él era un veterano en aquel lugar. Solo tenía una semana más que Sylvie en la comisaría, pero él siempre había sido alguien con la facultad de captar pronto -y con escaso margen de error- de que iba el "royo" en los sitios. Siete dias fueron los que necesitó para comprender como se las gastaban allí, cual era la actitud y formas de Vlãsic. No, no solo eran unos viejos cascarrabias, eran unos viejos perros cascarrabias y con demasiadas malas pulgas... además de la rabia.

-Tú solo procura joderlos por un buen motivo.- le advirtió para zanjar el tema. Lo hacía porque la impresión que ella le daba era la de alguien bastante "suya" e inconformista -como había demostrado en sus primeras horas de su primer día de trabajo-. No estaba de más que tuviera en cuenta que se pensara dos veces si realmente era necesario machacar a sus anfitriones por simples trivialidades.

Luego, ella exigió variar el rumbo de la conversación. Esto provocó en el francés que alzara una ceja y sonriera abiertamente. Era mandona, e iba directa al clavo. Entendió perfectamente que con la verdadera razón quería decir que comenzara a explicarle el motivo por el que realmente él estaba allí.
Pero así no funcionaban las cosas.

-La mía la de fumarme un cigarro... la tuya, supongo que acompañar al único que no te ha escupido a la cara- dijo enseñándole la mano en que todavía el pitillo se consumía -Metafóricamente hablando- lo de escupir a la cara, eso lo aclaraba, por si las moscas.

Por supuesto, no estaba dispuesto a contar lo que sabía de Le Chien a alguien que acababa de conocer y con quien no tenía confianza. Era más, tratándose de Le Chien, incluso solo se lo contaría a alguien con un nivel mayor al de la confianza.

Syl esbozó una media sonrisa mientras le estudiaba con los ojos, examinándole de verdad. La joven había estudiado durante un largo tiempo el lenguaje corporal de las personas, ya que pensó que para su trabajo de detective le sería especialmente útil. Sobretodo en los interrogatorios. Pocos conseguían colarle una mentira.
No le había pasado desapercibido el cambio de actitud de Didier cuando mencionó a Le Chien. Se había tensado de repente y su actitud había cambiado a la par. Y conocía perfectamente ese tipo de mirada.

Era el tipo de mirada y de expresión que ponían sus hermanos cuando mencionaban al asesino de sus padres, al que acabaron por matar. ¿Dónde dejaba eso a Didier?

-Ninguna persona se exalta tanto al mencionar un caso -comentó dándole una larga calada al cigarrillo, tomándose su tiempo en continuar, para después exalar lentamente el humo -... a no ser que se haya convertido en algo personal -Miró el cielo, apoyándo sus manos detrás, en la barandilla, con una especie de regocijo en la mirada mientras recordaba la noche en la que mataron a Charles. Nunca se había tomado algo tan en serio, aunque claro. Aquello había sido algo personal. Y por supuesto, no había sido abierto como un caso. Las autoridades lo habían ignorado.

Y, ¿por qué no abrir oficialmente el caso? porque cuando lo pillasen, lo enviarían a la cárcel durante unos cinco o seis años, y después quedaría libre. Pero las vidas inocentes de sus padres se habían perdido para siempre, y los tres hermanos solo quedarían satisfechos si le devolvían la misma moneda. Y así lo hicieron.

-No voy a indagar si prefieres trabajar por tu cuenta, Didier. No me gusta meter las narices donde no me llaman, asi que no te preocupes. -le dió otra calada al cigarro -¿Cuánto tiempo llevas aquí? -exaló lentamente el humo.

Didier cruzó por un instante la mirada con Sylvie, y se dió cuenta. Los ojos de la chica se concentraron entornándose ¿Acaso le estaba analizando, se estaba atreviendo? Efectivamente, eso era lo que hacía y lo hacía con descaro. El no solo era policía, sino que antes de ingresar en la academia para seguir los pasos familiares había ido a la universidad, licenciándose en psicología. Ya dentro del cuerpo, nunca pensó que su carrera le permitiera ser mucho mejor agente, y le ayudara a estar más atento, a comprender mejor al que tenía delante ... Ella le analizaba, se fijaba en los ojos de él y en como se movía, y él lo sabía.
Una buena observadora.

Apuró el cigarro con un par de caladas, que ya casi había llegado al filtro, arrojándolo al suelo y apagándolo con el tacón de uno de sus zapatos. Supuestamente ya tendría que estar satisfecho, pero su cuerpo le pedía otro cigarrillo. Últimamente fumaba demasiado, incluso por encima de lo que fuma un fumador compulsivo medio.

-Yo nunca me exhalto, Sylvie. Dejé de hacerlo hace tiempo- sus palabras fueron firmes, y las acompañó de una mirada seria que clavó en los ojos de la detective. El tono, calmado, encerraba una connotación de advertencia; advertencia no agresiva, sino solo un aviso de que nunca le volviera a insinuar que lo que hacía lo hacía por algo personal.
Sobre lo de que ella no metería las narices en sus asuntos, prefirió no seguir con el tema, contestando a continuación la siguiente frase que la mujer formuló.

-Una semana, bueno, algo más si contamos el viaje y la mudanza- diciendo eso separó su culo del poyete de piedra y encaró la calle, llevándose ambas manos a la nuca y estirándose, arqueando la espalda hacia atrás. -Me mudé a las Veneidas el jueves pasado, un sitio bastante de moda en esta ciudad... ya oirás hablar del barrio. El apartamento, el metro y mi despacho en comisaría... La verdad es que no he podido ver más de la ciudad.-

A pesar de que Didier había hablado seriamente, Syl chasqueó la lengua, aunque no de una forma enfadada. Una persona normal tal vez se hubiera sentido algo incómoda debido a la sequedad de su comentario, pero Sylvie no era una persona normal. -Eso es lo que dicen todos. Veamos quién es el primero en exaltarse de ahora en adelante, Detective Chicot -el tono de la joven mostraba jovialidad, dando a entender que no tomaba sus palabras para mal. No porque el estuviera tratando de mentirla, sino porque probablemente, eso era lo mismo que él pesaba. Pero lo dicho, sería una acosadora. Mediante los post-its. No psicológicamente. Al menos, no cuando no estaba en un interrogatorio.

Sylvie podía llegar a ser realmente irritante si uno no soportaba las bromas, o la jovialidad. Y Didier había cambiado repentinamente con la mención de Le Chien. ¿En qué grupo debería encasquetarle? no estaba muy segura, pero todo se vería con el tiempo.

-Asi que una semana, ¿eh? -comentó. Por el momento, Syl se alojaba en un apartamento de una amiga de su antiguo Jefe, que había arreglado las cosas. Debido a que el translado había sido tan repentino, la joven no había tenido ni tempo de buscar un apartamento o algo. Cosa que debería hacer ya, pues no le gustaba tener que deberle favores a la gente. Ella solo llevaba un día y ya se sentía cansada... tal vez se deberían a las tantas preguntas que se hacía -Me pregunto cuando empezaré el trabajo. Supongo, cuando vea al comisario. ¿Así lo hiciste tú?

Efectivamente, estaba por ver quién de los dos sería el primero en perder los estribos. Ocurriría, tarde o temprano, ya que por lo que llevaban de conversación, el uno podía saber del otro que no eran simples polis traga mierda y que su estancia en Bucarest iba a ser bastante movida.

-Una semana- volvió a mencionar Didier, como confirmación del dato. -Y si, subirás a ver al comisario, te dará la charla típica sobre cooperación internacional... aunque sepas hablar rumano, haz que te hable en inglés, te partirás de la risa. Cuando después vuelvas a tu despacho, encontrarás varios informes y ya habrás empedazo. Bucarest es una ciudad mucho más movida de lo que aparenta-

Ahora que salía el tema de empezar a trabajar, ¿Cuál sería la ocupación de Sylvie?
Él estaba en el departamento de homicidios. En París siempre se dedicó a la lucha contra el crimen organizado, y si Le Chien no hubiera actuado en el territorio de las bandas que él vigilaba, jamás hubiera estado en el caso. No, él en un primer momento no estuvo destinado a perseguir al perro, pero por las circustancias, el perro se cruzó en su vida. Ahora en Rumania, y siguiendo las pistas de que su enemigo se encontraba allí, la manera más probable de dar con él era trabajando en los asesinatos de la ciudad... aunque no podía investigar de manera abierta. En su situación, debía de encargarse de todo lo que le endilgaran, y trabajar en Le Chien en sus horas libres. Por lo menos, por ahora.

-¿Y en que departamento estas? Yo ando en homicidios- preguntó curioso, tenía la impresión de que la detective no tendría un curro de oficina...

off: siento la brevedad, pero tengo prisa >.<

Syl escuchó atentamente sus palabras. ¿El comisario hablaba mal el inglés? eso sería algo divertido de ver, sobretodo si era un viejo cascarrabias. Por el resto, sería como había sido su primer trabajo y "entrevista" con el jefe en parís, asi que no sería demasiado dificil. Realmente, tenía ganas de empezar a trabajar. Syl no era una mujer a la que le gustase estar de brazos cruzados viendo como los demás hacían el trabajo. Es más, ella era de las que metían zizaña.

¿Cómo sería moverse por las calles de Rumanía? al parecer, sería ocupado y divertido hacerse con cargos en aquel país, ya que por mucho que la irritasen, llegaba a ser divertido. O podría llegar a serlo con el tiempo. La joven se amoldaba a todo, o al contrario, lo amoldaba a ella.

Syl enarcó una ceja cuando Didier le dijo que también estaba en homicidios. Vaya vaya, qué casualidad.

-Cuando estaba en Francia también trabajaba en Homicidios. Aquí haré lo mismo -esbozó una media sonrisa -veo que no te librarás de mí -añadió con una sonrisa irónica. Eso podría ser bueno. O podría ser malo. Todo depende de lo cómo se mirase el asunto. Y de si sería capaz de aguantarla. No había duda de que aquello podía ser divertido. Qué pensaba. Iba a ser divertido.

-Te digo lo mismo- contestó Didier sonriendo también, aunque por su parte su sonrisa no pareció irónica. Pero tampoco agradable, mostró una sonrisa neutra, más un gesto de cortesía que una expresión.

Aquello daba que pensar. El detective se había vuelto en el último año demasiado paranoico, y mirándola fijamente extraños pensamientos le pasaron por la cabeza. ¿Podría ser que ella estaba allí por él? ¿Y si era una agente de asuntos internos, enviada para investigarle?
Desde luego, ya había tenido escarceos con ese tipo de policías. En París fue investigado por pasarse de la raya en su investigación sobre Le Chien -la extorsión, el chantaje y propinar palizas se habían convertido en su modus operandi para intentar llegar al asesino- y no le resultaba nada raro que se tomaran las molestias de enviar a Francés para seguirle la pista.
¿Divertido? Seguramente para ella. Para él esto no suponía otra cosa que sumarle tensión al asunto.

Alzó su mano izquierda, y se miró la muñeca. Las once pasadas, el comisario seguramente ya se encontraría arriba.

-Bueno, va siendo hora de que veas al viejo.- hizo un ademán para que volvieran a entrar -Pásate luego por mi despacho, te daré algo para que no te aburras. Hoy saldremos de caza-

La muchacha había llegado en el día indicado. Desde luego, no podría quejarse por aburrimiento.
Si estaba en homicidios, significaba que iría junto a él en busca de un sospechoso. Didier había estado investigando un caso que le ocupó la semana entera -cuando no tenía la cabeza puesta en su hombre-. Pasaba que una joven había sido encontrada degoyada en un callejón cerca de Victorei, de madrugada, tras encontrar pruebas de que había sido violada. Todo apuntaba a un amigo de la víctima. Tenía pensando ir al medio día a por él, con el conocimiento de que a esa hora salía de trabajar del supermercado donde era el encargado.

Sylvie asintió con la cabeza. Asi que ya iba a conocer al monumento original de las copias cromañón. Realmente sentía cierta curiosidad por conocerlo, pero algo le decían que no le agradaría tanto como su antiguo jefe. Aunque tampoco es que le agradase mucho, pero al menos tenían confianza.
Aquello iba a ser todo un desafío, aunque hubiera preferido que la hubieran destinado a otro sitio. ¿Por qué demonios decidiría estudiar Rumano? podría haber escogido Japonés, ya que Japón era un país que siempre le había llamado la atención.

-Te veo luego, pues -y despidiendose con un gesto, subió las escaleras en dirección del despacho del Ogro.