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 El dulce abrazo de la muerte.[Privado]

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Kiefer Kirchner
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Kiefer Kirchner


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MensajeTema: El dulce abrazo de la muerte.[Privado]   El dulce abrazo de la muerte.[Privado] EmptyJue Abr 29, 2010 2:04 pm

Un paso, tras otro, tras otro... Y conforme los va dado, tiene la sensación de que más que alejarse del tormento está cayendo más aún en él. No ha dicho nada en todo el trayecto, incapaz por el dolor y el agarrotamiento d etodos y cada uno de sus músculos, y aún así sigue avanzando, sintiendo la sangre gotear de sus heridas, el cuerpo de Nicole entre sus brazos, tembloroso y aún en estado de shock, sus ojos verdes, vacíos, sin brillo o expresión, fijos en el frente. Pero realmente no ve nada, absolutamente nada, guiándose por un instinto y un afán de supervivencia que le han permitido llegar hasta donde está ahora... Pero lo peor no es eso, lo peor es la culpabilidad y el dolor que siente hacia la persona que tiene entre sus brazos.

¿Por qué se tuvo que meter, joder, por qué? Al parecer lo querían a él, él era el objetivo de esos enfermos, y no ella... Y aún así no puede quitarse de la cabeza lo que acaba de ver, la sangre, el colhón, los dos desnudos, la mirada perdida y vacía de Nicole... No puede, simplemente es incapaz de soportar la imagen y la destierra a lo más profundo de su corazón, a ese sitio cerrado con candado donde se encuentra todo lo que no le gusta, todo lo que odia y que le duele, evadiéndose por enésima vez... Y el dolor físico ayuda a ello. Siente como el veneno plateado se propaga por su sístema sanguíneo como la misma peste, debilitándolo cada vez más y más... Pero esta vez no se va a rendir, no va a sucumbir, esa vez no, porque por una vez, por una jodida vez, quiere ser el sacrificado, salvar a la mujer que tiene entre sus brazos, aunque le pueda costar la vida...

Pero, ¿realmente quiere morir, lo desea, lo necesita..? Una pregunta que ahora mismo, al ver tan cerca la respuesta, no puede evitar pensar y no encontrar algo que se lo confirme o, por el contrario, se lo niegue. Parece que camina sin rumbo, pero sus pies van guiándole, despacio en su tortura ya no solo física si no mental, hacia la casa de una mujer a la que puede considerar una amiga, una mujer que tiene trato con Gabriel, una mujer que, quizá y solo quizá, tenga el antígeno y pueda salvarle la vida... Y si no lo consigue, sucumbirá al dulce abrazo de la muerte del que tanto habla en sus canciones, morirá... Y morirá con una sonrisa en los labos por salvar a la chica que tiene entre sus brazos. Está a punto de sonreír ante ese pensamiento, al darse cuenta de que se está preocupando por alguien de nuevo.. SIn embargo no llega a hacerlo, el dolor le supera, es demasiado, su mente se embota, se aisla y se encierra, queriend descansar para toda la eternidad.

Lo que antes era una calle semi iluminada comienza a oscurecerse ante los verdes ojos de Kiefer, quién parpadea un par de veces en un vano y fútil intento de mantener consciente, sabiendo que no está lejos, que queda poco... Pero a veces lo físico supera al deseo y a la voluntad, y solo tiene tiempo para dejar a Nicole en el suelo. Un último paso y la luz se cierra ante sus ojos, sintiéndose volar en el mismo momento en el que su cuerpo se da de bruces contra el suelo, deshaciendo el torniquete y dejando ver la pierna cuyo entramado venoso está oscuro, una oscuridad que emponzoña y aniquila toda parte de su cuerpo...

Irónico, porque esa oscuridad parece un reflejo de la que siempre ha arrastrado interiormente, una especie de castigo o de muestra de que, en efecto, no vale nada, absolutamente nada, y de que su destino es morir envenenado, tanto por dentro, como por fuera. Ahora sí, sintiendo como su cuerpo se relaja sobremanera, deja de tensarse e incluso el dolor comienza a desaparecer, se permite sonreír, de forma ida, sardónica e irónica, burlándose del mundo en lo que puede ser su última sonrisa...

Sintiendo como el frío, y no solo el de la helada noche de la capital de Rumanía, se apodera de todas las partes de su cuerpo, escuchando incluso una voz, femenina, suave y aterciopelada perfecta...

"Duerme, Kiefer, duerme... Y no vuelvas a despertar"
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Nicole O. Doyle
Lobo
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Nicole O. Doyle


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MensajeTema: Re: El dulce abrazo de la muerte.[Privado]   El dulce abrazo de la muerte.[Privado] EmptyJue Abr 29, 2010 8:17 pm

Tenía frío, mucho frío, demasiado frío. Cerraba los ojos con demasiada fuerza mientras la esencia de Vladimir le llenaba la garganta de una substáncia que la repugnaba más que la idea de acostarse con el tipo ese raro que había torturado a Kiefer. Un Kiefer que acudió a salvarla estando malherido de bala, mas Nikki no logró reparar en ello dado que estaba demasiado cerrada en banda como para hablar, ni siquiera pudo fijarse en el deplorable aspecto del que antes del concierto la había besado. No sabía ni como, pero en sus pupilas celestes se reflejó la imagen de un varón de ojos verdes placando a un hombre desnudo y atizándolo para dejarlo inconsciente.

Ella no se movió, no respiró apenas, solo dejó caer los párpados y tragó esa esencia que durante años la perseguiría en sueño, envenenando su interior de una forma asquerosamente insultante. Le ardió la garganta más que si hubiera bebido una botella de absenta de un solo trago y sin haber comido nada antes que pudiera salvaguardar su estómago. Se sentía usada, rota, lanzada al suelo cual trapo viejo, cual juguete abandonado. Aún podía sentir el dolor en su interior, esa porra agujereándola por dentro todo lo que sus músculos le habían permitido. Le dolían los labios de ser desgastados por los sucios morros de ese animal sin alma ni perdón de Dios. Le quemaba la lengua de ser mordida por esos dientes humanos que férreamente se habían adueñado sin consentimiento alguno de su cuerpo.

Su cuerpo había yacido inmóvil, tembloroso y sudoroso cuando Kiefer la envolvió en la sábana cual infante recién nacido y la tomó en brazos para saltar por una ventana -haciéndola estallar- para poder escapar posteriormente por ella. La luz de la noche no alumbraba una mierda, o eso le pareció a ella que no se esforzó en alzar unos párpados firmemente cerrados que le impedían ver su realidad. Su miserable, agónica, asquerosa y maltratada realidad. De haber sido plenamente consciente de lo ocurrido habría luchado por zafarse del abrazo del hombre de su vida y habría huido cual comadreja para esconderse en algún lugar donde nadie pudiera volver a tocarla nunca más. La macabra sonrisa de placer que instantes previos había hecho gala en el rostro de Vladimir ahora yacía grabada en el interior de sus retinas, impidiéndole olvidar.

¿Qué había hecho para merecer aquello? Dignarse a luchar por un sueño, por algo que hasta el momento no había creído posible. Se había sacrificado y arriesgado para hallar lo que los demás mortales se emperraban en llamar amor. Había usado todos sus trucos y ases en la manga, mas había perdido. Y allí estaba ahora, llegando a una casa que ya se conocía, la de su mejor amiga Eithne. Pero ni se dio cuenta. Tampoco pudo percibir los bamboleantes andares del chico, estaba egoístamente concentrada en darse asco a sí misma. El frío suelo la acogió en sus brazos como había hecho hasta ahora Kiefer, y ella se aovilló. Se volvió pequeña e insignificante en ese suelo ya manchado de sudor y sangre. No abrió los ojos en ningún momento, pero pudo oír un cuerpo desplomarse a su lado, y supo que era el varón de ojos verdes.

- ¿Ki-Kiefer? - Siseó sin poder alzar la voz, su garganta ya había gritado lo suficiente por ése interminable noche. - ¿Kie…fer…? - Volvió a gimotear agarrando las sábanas con fuerza y excesivo miedo. No obtuvo respuesta, pero no podía hacer nada, estaba literalmente en shock. - Kiefer... háblame... - Insistió con voz temblorosa. Empezó a sospechar lo que ocurría, y su respiración se agitó notablemente. Podía sentir de nuevo las manos fuertes de Vladimir ahorcándola sin pudor. Gimoteó, sin llegar a derramar ni una sola lágrima ni moverse para nada más que temblar ligeramente.
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Kiefer Kirchner
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Kiefer Kirchner


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MensajeTema: Re: El dulce abrazo de la muerte.[Privado]   El dulce abrazo de la muerte.[Privado] EmptyJue Abr 29, 2010 8:48 pm

"Todo ha acabado, Kiefer, unos pocos minutos más y podrás descansar, sin preocuparte por nada, tus pecados serán expiados, tu culpa removida... Sólo duerme, pequeño alemán, duerme y déjate llevar". El frío comienza a dejar de extenderse por su cuerpo sustituido por una extraña calidez, como esa que uno siente antes de irse a dormir, a caballo entre el mundo real y el de los sueños... Solo que esa calidez es buena, y la de ahora es mortal, envenenada y camuflada por algodones y almohadones de seda cuyo único fin es hacer más fácil la atracción, lograrlo hasta el punto en el que cualquier alma humana desiste...

"Kiefer... Kiefer, háblame..."Un mero susurro, apenas audible, es lo que escapa de los labios de Nicole, buscando hace reacciones en un cuerpo que parece ya muerto antes incluso de que su corazón haya dejado de latir y de existir. Sin embargo su voz le hace reaccionar, ser algo más consciente y combatir con las últimas fuerzas que le quedan. Ya le da igual morirse o no, le importa todo poco o nada, si con ello logra acercarla más a su salvación, porque sabe que no puede caminar, está demasiado rota tanto por dentro como por fuera para sacar fuerzas... Y esta vez es él el que tiene que tomar las riendas de la vida y llevarlas a buen puerto, porque si ella muriese por su debilidad y por su culpa, no se lo perdonaría, jamás. Un único movimiento de uno de sus dedos vaticina que, en efecto, aún no está muerto. Al prmer dedo le sigue otro más, otro y otro, y así hasta los diez de las manos y los diez de los pies...."Poco a poco, Kiefer, poco a poco..." -Intenta hablarse a sí mismo, volver a contactar con esa voz que lleva sepultando desde hace quince años, tan apagada como la última hoguera en la oscuridad, viendo como ésta le come terreno y la oprime hasta morir del todo.

Sin embargo su fuerza de voluntad se impone, y la antorcha resurge, iluminándose con mayor fuerza, cuya manifestación física es un crispamiento de las manos, transformándose en dos puños que apoya en el suelo. Se levanta tras cuatro intentos, recibiendo en los tres primeros el duro y frío suelo como respuesta, un intento de burla de su jodida mente para hacerle desistir. Parpadea repetidas veces, totamente ido y con la mirada perdida... Aunque con un objetivo claro. Tambaleante, se gira hacia Nicole, estando a punto de caer de nuevo un par de veces, parándose enfrente. Quiere mirarla, quiere mirarla a los ojos, ver esa mirada azulada que le hace arriesgar su propia vida, sacrificarse, y decirle que todo va a ir bien... Y, sin embargo, no puede, lo único puede hacer es agacharse, aún goteando sangre por la nariz dado que su capacidad regenerativa ha caído por efecto de la plata, tomarla de un brazo y pasárselo por los hombros, ofreciéndole el apoyo de su maltrecho cuerpo.

Su respiración se torna sumamente pesada y lenta, cada paso que da es una agonía, apenas ve donde se dirige excepto por las vanas siluetas que reconoce, y la perfecta voz femenina continúa tentándole con su voz aterciopelada y envenenada. "¿Por qué no desistes, Kirchner? Sólo tienes que abandonarla, lo has hecho antes, y esta vez no habrá arrepentimiento, no habrá nada... Polvo eres y en polvo te convertirás, y, ¿sabes qué? El polvo no tiene recuerdos, Kiefer, no tiene recuerdos porque es precisamente la nada... Duerme." .Pero no duerme, y sin darse cuenta, aguantando gruñidos de dolor entre sus dientes, alcanza el portal de Eithne. Tiene suerte, mucha, de que esté abierto, porque ahora mismo sería incapaz de matar una mosca por la fuerza, y con la mano libre abre la puerta, sintiendo el chirrido de la misma clavarse en sus oídos como la misma tiza. Su corazón le pide que siga, su mente, que ya basta, que se detenga por completo y termine por descansar...

Y, por primera vez en muchos años, gana el primero la batalla, así se demuestra cuando sube un escalón, otro y seguidamente otro, uno a uno, sin prisa alguna, como si no se estuviese muriendo por dentro... Sin embargo Kiefer no puede vivir solo de voluntad, tiene un cuerpo físico que le retiene y le limita como a todos... Y, a unos pocos escalones de llegar a la puerta, a lo que él considera una salvación y que ni siquiera sabe si servirá, se vuelve a derrumbar con estrépito. Sus labios se mueven sin emitir sonido alguno, ya más en el mundo de los sueños que en el de los vivos, y si alguien sabe leer los labios, podría leer pefectamente esto...

"Eith... Ayúdala... Lo siento..."
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Eithne Karenina
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MensajeTema: Re: El dulce abrazo de la muerte.[Privado]   El dulce abrazo de la muerte.[Privado] EmptyJue Abr 29, 2010 9:42 pm

Mañana, tarde, noche... desde hace tres días, Eithne no establece diferencia alguna entre uno y otro momento. Ha permanecido metida en la cama, aovillada y con el rostro enterrado entre las manos, hasta el punto de que se ha acostumbrado a las agujetas y ya ni las siente. No, ya no siente nada, ni si quiera dolor; ya ni siente, ni piensa, ni padece... Es una mera autómata, un cuerpo vacío y sin más vida que la orgánica. Únicamente ha salido de esa habitación cuando ir al baño era estrictamente necesario, el resto del tiempo ha seguido exactamente igual, sin importarle si había sol o luna, sin importarle si las goteras lograban crear charcos en aquella deprimente estancia. Ni si quiera el frío había hecho que se moviera en busca de una manta, y llevaba desde que él se fue sin cambiarse de ropa, vistiendo únicamente esa camiseta de tirantes morado oscuro y las braguitas negras decoradas con algo de encaje. Su larga melena, que cae llena de enredos en lugar de simplemente revuelta, parece haber perdido viveza e intensidad en su ígneo color; sus ojos están rodeados por el matiz azulado de unas ojeras que delatan al insomnio, y su rostro parece haberse demacrado de nuevo. El absenta era lo único que se había permitido digerir, junto con agua y, de cuando en cuando, un trozo de pan que doliera al tragar... Todo aquello pasaba factura, como podía verse en el aspecto anteriormente descrito.

Gabriel no está. Gabriel se ha ido para nunca más volver. Y junto a él ha parecido marcharse toda la vitalidad que Eithne había adquirido en los últimos meses, toda la autoestima ganada, todo el optimismo conseguido, toda la ilusión y la voluntad... Todo. Incluso su alma parece haber saltado por la ventana cuya persiana ahora permanece bajada casi del todo. Ya no le queda nada, ni nadie... Gabriel la ha abandonado gracias a ella misma, porque ella así lo ha querido y ha logrado. Kiefer y Nicole siguen desaparecidos y, sin ellos, no tiene hombro en el que apoyarse para consolar a su ahora vacío corazón. A Jeremmy ella misma se había encargado de hacerle desistir y olvidarla. No sabía nada de Sonja desde el incendio. A Nikolas le ha hecho ir junto a Gabriel, al verse incapaz de atenderle y de fingir normalidad, habiendo gastado sus últimas fuerzas en inventar una excusa y actuar bien al despedirse de él. Y en cuanto al resto de seres que la han rodeado durante este tiempo..., ni si quiera deben saber donde se encuentra ella, algo que prefiere antes que exhibirse así, aunque realmente no sea consciente de sus preferencias.

Es de noche, pero Eithne ni se ha percatado de ello. Solamente sigue igual, en la misma postura, aovillada y escondiendo entre sus temblorosas manos un semblante con dos surcos permanentes en las mejillas. Y así habría permanecido hasta el amanecer siguiente, de no ser porque algo retumba en las escaleras. En su semiautismo ni se ha percatado de los pasos arrastrándose peldaño a peldaño, pero aquella caída si logra sacarla de ese extraño trance y sobresaltarla. Se incorpora en la cama con pesadez, mirando a todas partes, asustada, hasta lograr reccionar. Con torpeza, baja de la cama y corre hacia la puerta, sin plantearse si será peligroso, abriéndola de par en par. Lo que sus ojos enrojecidos e hinchados ven, logra hacer que algo se la remueva en un interior que creía que se le había quedado hueco:

-¡KIEFER! ¡NICOLE! -Exclama, parpadeando varias veces al creer que la vida quiere gastarle una jugarreta en forma de alucinación. No, no, aquello es real. Ni si quiera le sale entonces preguntar qué ha pasado, solo puede saltar los escalones de distancia hasta ellos, de dos en dos, y llegar a su altura. Es entonces cuando distingue el peculiar color que parece ir tiñendo paulatinamente la piel del muchacho, y, al borde de un ataque, mira a Nikki en busca del mismo signo. Si bien no lo encuentra, sí que ve que su estado es igualmente lamentable pero... Lo primero es paralizar el fluir de la plata por la sangre de Kiefer. Tarda unos segundos, demasiados, en lograr acceder a su parte más racional para llegar a esa conclusión y agacharse, haciendo un esfuerzo muy costoso en lograr apoyar a Nicole en la pared y dejarla sentada en las escaleras- Espera aquí -Logra decir, agachándose para pasar uno de los brazos de su mejor amigo por sus hombros y comenzar a arrastrar su cuerpo escaleras abajo.

Una vez el cuerpo de este yace en una bañera llena de agua helada, y habiendo usado su peculiar habilidad con la curación para detener mínimamente el rápido avance del veneno que le está sesgando la vida, Eithne vuelve a por Nicole. Repitiendo el proceso de guiarla en un descenso de peldaños, la sienta en el water, volviendo a observarla. No hay que ser muy listo para saber qué le ha sucedido, y aquello le duele en lo más hondo de su ser. Sí, parece que al volver ellos su alma ha decidido regresar para darle el lujo de volver a sufrir por alguien.

Mientras busca en un armarito algo con lo que ir curando a Nikki, una de sus manos busca en su teléfono móvil. Lo que va a hacer, está claro que lo hace por una razón de peso, porque se trata de sus dos mejores amigos, porque es uno de ellos quien está en esa bañera y no va a ser tan cobarde de sacrificar su vida por culpa de la vergüenza o el miedo. Tomando aire e intentando que el dolor que empieza a sentir en su pecho sea controlable, Eithne marca un número concreto: el de Gabriel.
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Gabriel Silverfang
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Gabriel Silverfang


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MensajeTema: Re: El dulce abrazo de la muerte.[Privado]   El dulce abrazo de la muerte.[Privado] EmptyJue Abr 29, 2010 10:57 pm

Tres días, los cuales me los llevé de un lado a otro sin decidirme a donde ir, tres días agónicos, tres días que se asemejaban a mi anterior vagabundear por las calles de la ciudad sin rumbo fijo, simplemente recibiendo la mirada de compasión de otros. Mi aspecto no era el mejor, llevaba aquella misma camisa ahora abrochada manchada de sangre, la sangre procedente de mi nariz anteriormente rota, ya sana por mi condición lupina y la rápida regeneración.

No me había molestado en limpiar los restos de sangre a la altura de mi bigote, este y la fina barba que siempre portaba, estaban acompañados de una barba de tres días por las mejillas, ojeras marcadas, por la falta de sueño ¿Comer? Eso se me había olvidado en estos días que tantas cosas se me habían venido encima ¿De verdad era aquel líder que muchos defendieron en aquella multitudinaria reunión? Ahora era yo quien lo dudaba.

Una llamada, una simple llamada, hizo que mis ojos se iluminaran mínimamente, la duda me asaltó en si cogerlo o no, pero la coherencia la madurez y la intuición me hicieron descolgar mientras caminaba por la Plaza de la Unión.

En cuestión de minutos tomé un taxi para ir más deprisa, dirigiéndome hacia mi apartamento entrando en este por la parte de atrás pues aun estaba de obras el local. Todo lo deprisa que pude abrí la caja fuerte sacando el antígeno y cogiendo las llaves de la moto, además de la chupa de cuero la cual me coloqué justo antes de saltar por la ventana y correr hasta el callejón. Monté en el vehículo, guardado la caja de metal en el bolsillo interior del cuero para seguidamente arrancar el motor que rugió con fuerza, en poco tiempo iba a toda prisa hacia su casa… la volvería a ver ¿Qué pasaría? ¿Sería capaz de hacer algo?

Poco tardé, teniendo en cuenta que me saltaba todas las señales habidas y por haber de tráfico, apartando dificultosamente el hecho que iba a verla, uno de los nuestros estaba en peligro por infección de plata, y como líder, era mi deber ayudarle.

Detuve la moto frente a aquel edificio asegurándola apagando el motor y bajando para entrar atropelladamente –¡Eith!- Mi corazón palpitó con fuerza al gritar su nombre mientras subía aquellas escaleras en su busca y en busca de aquel que necesitaba del antígeno, llegando finalmente al baño donde estaban. Mis ojos se fijaron primero en ella buscando inconscientemente esos ojos claros, para luego observar a la mujer de cabellera rubia sentada en el wáter y luego ver al propio Kiefer en la bañera -¿Qué ha pasado?- Me acerqué a Eith q estaba junto a la bañera y al observar a Kiefer no me hizo falta respuesta alguna.

Saqué la caja del bolsillo del interior cuero acuclillándome junto a la bañera dejando la caja en el suelo sacando una de aquellas jeringas más parecidas a un dosificador de insulina -Tiene que estar fuera del agua…- Dije agarrando entre los dientes la salvación metiendo los brazos en el agua sacando al chico de ella para dejarlo en el suelo –Busca alguna manta- Dije mirando a Eith por un instante tras retirar la jeringa de entre los dientes buscando el foco donde comenzaba la infección encontrándolo en el muslo. Sin retirar ropa y con un impulso fuerte puse aquella inyección apretando el émbolo dejando que aquella medicina comenzara a hacer efecto.

Le observé, mientras dejaba caer a un lado la jeringa usada. -Kiefer…- Su nombre resonó en mi mente, desviando la mirada hacia Nikki aun sentada allí -¿Ella también está herida?- Pregunté sin apenas moverme vigilando aun la reacción del cuerpo de Kiefer, por si necesitara alguna dosis más.

Sangre fría…mascara… eso era lo que dejaba ver, la tranparente cobertura había vuelto al atravesar el portal, y más al entrar en aquel baño y ver quiénes eran los que necesitaban de mi ayuda. Mi corazón palpitaba, pero era frenado por aquel alambre de pinchos que aun lo rodeaba.
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MensajeTema: Re: El dulce abrazo de la muerte.[Privado]   El dulce abrazo de la muerte.[Privado] EmptySáb Mayo 01, 2010 1:32 pm

Esos ojos negros como la noche recorriéndole con la mirada. Esas frías manos intimidantes que magrearon y contaminaron cada centímetro de su piel. Esa pistola con balas de plata amenazándola ahora en su frente, ahora en su boca, ahora en su interior. Esa pantalla parpadeante de matices grisáceos que reflejaron en su momento a un Kiefer torturado. Sus párpados seguían cerrados con demasiada fuerza. Quería olvidar. Necesitaba olvidar, mas aún podía notar esas manos escundriñando cada rincón de su cuerpo, de forma amoral. Tembló más, echa un ovillo en el suelo, envuelta en la sábana con la que el cantante de ojos verdes la había rebozado como si de una croqueta se tratase.

El mismo hombre no respondió a sus ruegos, ni Dios a sus plegarias. Su cuerpo recibió otra perceptible sacudida cargada de escalofríos y sudores gélidos. Se aovilló más cuando oyó una puerta abrirse. Alguien les socorrería, o no. No tenía ni idea de dónde estaba, luego no había tendio la suficiente calma como para abrir los ojos. Tenía miedo a volver a ver esa habitación y esa erección queriendo ensartarla cual mano que atrapa el cundimento para metérselo en el culo a un pavo de acción de gracias. No, no y no. Pero no precisó abrir los ojos para hallar la respuesta. Esa voz era inconfundible. Eithne...

Sálvalo, sálvalo, sálvalo... Rogó en sueños. Pudo oir los pasos de la mujer -seguramente descalza- coger el pesado cuerpo de Kiefer y llevárselo hacia dentro. Ella acabó recostada contra una fría pared. Por eso le gustaba Eithne, sabía cuando merecía la pena actuar y siempre, o casi siempre, de forma acertada. Eso sí, luego las cosas salían mal algunas veces, pero la intención siempre era hacerlo lo mejor posible. Poco después esas mismas manos femeninas la ayudaron a alzarse. Las piernas le pesaban y las rodillas habían perdido toda su fuerza. Aún así puso todo su empeño en moverse y, poco a poco, avanzaron hasta entrar en casa y acabar sentaza en un wáter con la tapa bajada. Las sábanas la abrazaban, manchadas en parte por la sangre de Kiefer.

El chapoteo del agua hizo evidente que Eithne estaba actuando con cabeza en cuanto al cantante. Y entonces apareció esa voz que no quería oír. Gabriel. Inspiro y expeiró. Inspiró y expiró. DE nuevo podía sentir esas manos agarrándola del cuello o esas dolorosas palabras de 'bang bang' cada vez que el dolor la rompía en dos. Gruñó de forma leve mientras el líder curaba a Kiefer. Logró alzar los párpados lentamente, dejando ver esos irises azules -sin brillo- que llameaban de forma irada. Cuando él preguntó si ella estaba herida, Nikki le clavó la más gélida de las miradas. Quería hablar, pero su garganta aún no le permitía ese lujo. Tembló de nuevo y subió las piernas al wáter para abrazárselas, asemejándose a un fantasma con cabeza humana.

- Eres... un... grandísimo... hijo de... puta... - Logró sisear, refiriéndose a Gabriel, mientras miraba con dolor evidente a Kiefer. ¿Y ese se hacía llamar líder? No recordaba que nadie les hubiera ido a salvar. - Sálvalo... sálvalo...- Repetía una y otra vez, de nuevo en trance. Se abrazó aún más a sí misma, sintiendo como le ardía cada arañazo y moratón en su cuerpo, por no hablar de los restos de esencia de Vladimir que aún recorrían recónditas partes de su sucio cuerpo. Miró de nuevo a Kiefer y rogó a la madre luna que no le pasara nada. "Abre los ojos... ábrelos..."
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MensajeTema: Re: El dulce abrazo de la muerte.[Privado]   El dulce abrazo de la muerte.[Privado] EmptySáb Mayo 01, 2010 4:12 pm

"Ya terminó, ya puedes descansar... No lo has logrado, pero da igual, dejarás la culpa en este mundo... Se te perdona por tus errores, Kiefer Kirchner..."La voz se hace más clara y audble en su mente conforme sus ojos se van nublando más y más. Lo que antes era una escalera ahora es solo un escalón que va difuminándose, como si alguien por un capricho lo estuviese borrando de delante de sus narices, cuando lo que sucede realmente es que sus ojos van perdiendo nitidez, se van cerrando despacio, sin prisa alguna, ya solo pensando en la posibilidad de descansar. Su cuerpo y su mente, agotados de sufrir y de soportar, se relajan, el uno se queda totalmente quieto, únicamente enturbiado por una respiración que cada vez es más lenta, así como los latidos de su corazón, un tamborileo que parece llegar a su fin como el final de una ópera o una obra de teatro... Sólo que esta vez no ha habido clímax, no han habido aplausos finales... Lo último que hay, es él y su mierda, él y su culpabilidad, él, él, y él... Él y el saber, ser consciente, de que detrás hay una mujer tirada en las escaleras, una mujer a la que le ha salvado la vida... Un mínimo acto de redención que no cubre todo lo demás. Tres palabras surcan su mente con rapidez, pensando en una pálida mujer de ojos azules como el mismo hielo y pelo negro cono la misma noche, vislumbrándola con una sonrisa cariñosa y comprensiva en su rostro redondeado...

"Lo siento, Lianna.". Y es que no ha podido disculparse, no ha podido pedir perdón por el mayor pecado que ha cometido en su vida... Y se siente horrible, un horror que se va difuminando conforme las fuerzas abandonan su cuerpo. Ni siquiera escucha el chillido, ni siquiera se queja cuando se ve levantado con un costoso trabajo, dejándose arrastras, ni siquiera musita un mero quejido o sonido cuando lo sumrgen en agua helada... Porque el frío que va por dentro, ya no solo de su cuerpo sino de su corazón, es infinitamente superior a la sensación originada por el agua fría. Los minutos pasan en lo que a él se le hacen horas de eterna agonía... ¿A esto se refiere con sus letras, cargadas de rencor y dolor, esto es realmente sentir todo lo que él expresa...? Quizá siempre ha sido un niño mal críado que no entiende las cosas, que únicamente se ha convertido en otro cliché sin sentido... No, no, no, eso nunca, jamás, pero viendo tan cerca la muerte es capaz de pensarlo. Una sensación extraña y difuminada le ecorre el cuerpo, un extraño bienestar que parece evitar que el veneno llegue finalmente a su ya marchito desde hace años corazón, algo que le hace mantenerse aún con vida...

E interiormente maldice ese efecto. "Dejadme morir, dejadme terminar con todo, joder, dejadme..."Quiere decirlo, quiere gritarlo, pero no le sal, sus labios no gesticulan, únicamente se mueven sin orden o coherencia alguno... Un orden que comienza a adquirirse cuando inicia el delirio, removiéndose en el agua como si esta ardiese, salpicando por todas partes. En su mente ve decenas de imágenes sucediéndose entre ellas, demasiado reales como para no pensar que realmente lo está viviendo y que no está en casa de su amiga. La cicatriz del costado ahora mismo le arde como fuego incandescente, y sus ojos se abren presos de la fiebre y el delirio, mirando sin ver a Eithne en estos momentos:

-No... Hers, no, no... ¡NO QUIERO, MALDITA SEA! -
Un chillido rasga su gargante y le hace toser, escupiendo sangre en el proceso, la sangre procedente de la nariz partida, aunque rápidamente sigue hablando, aún con los labios ensangrentados, soltando incoherencias que probablemente Eith no vea como tales.-Lianna... Tuve miedo, yo.. Yo... No supe como decírtelo, no supe, quiero morir, dejadme, decidle que lo siento, que me duele, Lianna...

La presencia de otra persona, de Gabriel, no le afecta lo más mínimo para continuar con su tormento, su particular huracán de pecados y culpa, todo entremezclado en un cocktail venenoso y mortal. No es muy consecuente de lo que dice o del efecto que puede tener sobre el líder de la manada cuando vuelve a hablar, la mirada perdida en un punto vacío de la pared... Realmente no ve nada:

-Eith, no te ahogues, no... La noche del parque fue increíble, no... No mueras, la hipotermia, el frío... Me gustó, me gustó mucho acostarme contigo, pero no te mueras por favor, no...
-Se ve sacado de la bañera, a lo cual se queja de forma prominente. No ve el techo tampoco, únicamente ve unas fauces negras como la misma noche, sombrias y sin forma, abrirse en torno a él, dispuestas a cerrarse y llevárselo del todo de una jodida vez... Y lo siguiente que ve es la pared que tiene detrás cuando le inyectan el antídoto. Se arquea completamente, quedando en un ángulo que denota una flexibilidad asombrosa, la frente pegada al suelo, soteniéndose su cuerpo con el efecto de sus pies. Un potentísimo jadeo escapa de sus labios en lo que siente recorrer el antídoto por sus venas... Y una parte de él lo maldice en silencio, tan cerca ha estado, tan cerca... En efecto subidón del antídoto hace efecto a los pocos segundos cuando sonríe de forma amplia, demasiado ido aún como para darse cuenta de lo que hace, alzando una de sus manos y acariciando la mejilla de Eith:

-Me alegro de tu relación con Gabriel. -
Sonríe, sin saber qué está diciendo, dejando caer la mano de nuevo, dedicándole una mirada perdida a Nicole, dos meros segundos antes de que el agotamiento haga mella en él y se deje caer en el suelo, sin fuerzas ni ganas para continuar. El abrazo del descanso eterno comienza a extinguirse y, en su fuero interno, no sabe si alegrarse o sentirse aún peor.
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Eithne Karenina
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El dulce abrazo de la muerte.[Privado] Empty
MensajeTema: Re: El dulce abrazo de la muerte.[Privado]   El dulce abrazo de la muerte.[Privado] EmptyDom Mayo 02, 2010 6:50 pm

-¡Y una mierda voy a dejarte morir, Kiefer Kirchner! -Grita, desesperada, demasiado nerviosa como para poder evitar hacerlo- Tú mismo podrás decírselo, porque vivirás... -Susurra, impacientándose ante la tardanza de Gabriel- Eres mi mejor amigo... No puedes irte sin más y dejarme aquí, por favor... -Suplica, intentando no perder del todo el temple ni dejarse llevar por una histeria que amenaza con hacer acto de presencia si esto no se soluciona.

Logra hacerse con los botes que necesita, aunque sabe que para curar a Nicole primero tendrá que limpiarla... Y eso, hasta que no llegue el antígeno, será imposible dado que tendrá que mantener frío el cuerpo de Kiefer para retardar al máximo el avance de la muerte plateada... Una voz grita su nombre, su diminutivo, y la reconoce enseguida. Él ha llegado, y no debe dejar que la vea consumida por la soledad y el dolor. Desvía la mirada cuando el viejo lobo busca sus ojos, incapaz de sostenerle un contacto visual sin que lea su dolor, aunque su estado no se le pasa desapercibido y, durante unos instantes, se ve tentada a acercarse a él, mirarle, y confesarle todo... No, maldita sea, no. Sin lugar a dudas, mejor evitar mirarle, al menos hasta que logre tener un autocontrol suficiente. Ante su pregunta señala con la mirada a uno y otro, tensándose levemente cuando se acerca a ella:


-Su estado es obvio, ¿no? -Murmura, ligeramente sarcástica- No tengo ni idea de como ha ocurrido, simplemente aparecieron aquí en este estado... -Explica, sin mirarle- ¿En serio? -Pregunta con la misma ironía cuando informa que debe estar fuera de la bañera para inyectarle nada- Únicamente retardaba el acusado avance de la plata por su cuerpo mediante el frío, ¿sabes? Algo que no sería necesario si alguien les diese a los suyos un jodido antídoto al puto mes, algo que dudo que sirva para volverse un yonki pero que podría haber evitado que él esté agonizando y sumido en el delirio -Suelta, sin pensar, sin plantearse a quien le está hablando ni como, solamente destilando su ira y desesperación ante una situación que se le va de las manos.

Se gira hacia Nikki cuando Gabriel saca a Kiefer de la bañera y lo tiende en el suelo a inyectarle su salvación. Eithne se inclina en el water frente a la rubia, que permanece cubierta con esa sábana, y, con las manos entrelazadas bajo el mentón, busca mirarla a los ojos, en vano. Suspira, incapaz de evitar que los fantasmas del pasado azoten con su presencia a su mente, recordando... ¿Cuándo fue la primera vez que acabó así? Cree que ni si quiera sabía atarse bien los zapatos cuando sucedió. Y el shock no evitó que se repitiera más y más veces seguidas... Hasta que logró resignarse, evadirse, y dejarse hacer. Con el tiempo, incluso aprendió a fingir que no le desagradaba. Pero ese no era el caso de Nicole, que seguramente se había visto por primera vez cruelmente ultrajada de forma inesperada...


-Nicole... -Dice en un susurro, tras escuchar las palabras que le dedica a Gabriel e ignorarlas salvo por agradecer que sea un signo de que sigue ahí- ...No te preocupes, se va a salvar. Y tú también... Solo espera y enseguida me ocuparé de ti, te lo aseguro -Añade, al escuchar la orden del Alfa. No le contesta, solo asiente y desaparece de ahí en busca de una manta, pero, por el camino, pensando en su mejor amiga, aprovecha para encender los viejos fogones de la cocina y colocar tres cacerolas enormes llenas de agua a calentar.

Regresa, con una manta bajo el brazo, la misma que una noche de tormenta cubrió a ella y al hombre que ahora intenta salvar a su amigo. Intenta no pensar demasiado en ese hecho cuando se acerca a él, tendiéndosela, y poniendo los ojos en blanco. Qué si está herida, pregunta... Emite un leve bufido, debido a la exasperación del pánico a que algo salga mal, y, sin mirarle, niega con la cabeza, apartándose mechones llenos de nudos del demacrado y ojeroso rostro:


-Creo que es obvio lo que le ha pasado a ella... -De nuevo, mordacidad e ironía, las únicas herramientas para no derrumbarse frente a él, hasta que escucha a Kiefer y no puede evitar que el dolor la traspase- No... No digas eso... No... ¡Yo no me voy a morir, Kiefer, maldita sea! -Se arrodilla frente a él, ignorando el comentario acerca de la noche que se acostaron juntos, algo que no cree que ayude mucho a su situación recordar, pero...- No voy a morirme y tú tampoco, ¿entiendes? -Susurra, conforme comienza a repartir una pomada por las zonas donde tiene fracturas y heridas, con cuidado de no hacerle daño. Las caricias de sus manos al curarle, gracias a su peculiar habilidad, están destinadas a aliviar el dolor de las zonas afectadas, al menos las físicas- Está delirando... -Le dice a Gabriel, de nuevo incapaz de mirarle con sus azules y enrojecidos ojos- Súbelo a la cama y aplícale paños mojados en agua fría en la frente hasta que logre... -Traga saliva y corta su hilo de palabras. El último comentario de Kiefer le hace cerrar los ojos con fuerza... "No hay ninguna relación", diría si él estuviese bien, pero decide no contestar- ...hasta que logre volver a razonar con naturalidad y ser más consciente de lo que le rodea... Si es necesario, por favor, dale conversación sobre la primera chorrada que suelte. -Sí, lo pide por favor, porque si Kiefer no sale de esta, ella... Bueno, no va a pensar en eso.- Yo me encargaré de ella...

Sí, es obvio que entre lo que le ha soltado a Gabriel y su estado, que ese hombre esté presente mientras Eithne limpia y cura a su amiga, al menos externamente, no es procedente. Corresponde a la caricia recibida por Kiefer en la mejilla con una similar, mirándole una última vez antes de darles la espalda a ambos y regresa junto con Nicole. El dolor en su pecho y la sensación de hueco aumentan volviéndose agónicas, pero su rostro logra no reflejar esa tortura más allá del lamentable estado que, en conjunto con toda ella, presenta. Ahora eso no importa, ahora su mejor amiga es quien requiere toda su atención... Y ella va a dársela, por supuesto.
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Gabriel Silverfang
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El dulce abrazo de la muerte.[Privado] Empty
MensajeTema: Re: El dulce abrazo de la muerte.[Privado]   El dulce abrazo de la muerte.[Privado] EmptyMiér Mayo 05, 2010 9:57 pm

Tras sostener aquella mirada percibiendo la inexpresividad de aquellos ojos escuchando sus palabras -- No le negué, pues era cierto que no había hecho nada al respecto…aunque no había hecho nada al respecto a nada ni nadie. Regresando la mirada al frente busqué en el suelo y recogí la caja para de nuevo guardarla en el bolsillo interior de la chaqueta, teniendo esta y los pantalones mojados por el hecho de haber sacado de la bañera al muchacho.

No era la primera vez que me “enfrentaba” a alguien infectado de plata y seguro que no sería la última. Por experiencia propia, tan solo había que esperar a que aquel antígeno hiciera efecto, luego ya el cuerpo descansaría hasta poder recuperarse. Y eso es lo que yo haría, espera a que aquello hubiera pasado para luego marcharme de la misma manera que había llegado.

Arrodillado a su lado simplemente le observaba desde atrás de la máscara impuesta en mi rostro, ni siquiera alcé la mirada a Eith cuando trajo aquella manta. Como si un padre que arropara al hijo, cubrí a Kiefer en su pausa de delirios. -Eso lo decido yo- Respondí tras unos minutos después de que ella trajera la manta, ante el comentario de ella ante el efecto del antígeno -No conoces su composición, su preparación ni su distribución, las cuales todas son escasas- Fue entonces, cuando mis ojos se alzaron buscando el contacto cara a cara, mostrando aquella máscara de seriedad -Así que la próxima vez antes de hablar infórmate sobre lo que estás diciendo de que manera y a quien…- Mi “discurso se interrumpe por las siguientes palabras del cantante sin apartar la mirada de Eith hasta que esta se inclinó a hablarle.

Definitivamente no esperaba nada de aquello…El alambre de espinos que rodeaba mi corazón pareció extenderse apresando todo mi pecho e incluso queriendo atravesar las costillas y romper la cascara de mi piel. Apreté la mandíbula manteniendo el silencio costándome el mantener en alza mí ahora cada vez más fina máscara. Nunca hemos tenido de eso… y tal como estaban las cosas nunca habría nada entre ambos, algo que ahora mismo mi “chip” de líder comenzaba a enterrar.

-Yo ya he cumplido con mi compromiso- Refiriéndome a que ya le había inyectado la cura y no pintaba nada más allí. Aun así me incliné sobre el cantante para cogerlo en brazos alzándome para ponerme en pie, alzándolo un momento para recolocarlo bien entre los brazos -No pinto nada aquí…- Comencé caminar, aquello creía haberlo pensado pero las palabras fluyeron por entre mis labios saliendo de aquella habitación, subiendo las escaleras para ir hasta la habitación dejándole reposar sobre el colchón, manteniendo la manta sobre él.

Le observé en su “sueño” con rostro impasible, pero manteniendo la mandíbula apretada ¿Qué pasaba por mi cabeza? Realmente demasiadas cosas como para enumerarlas, pero entre ellas celos y envidia.

“Vete ¿Qué haces aquí?” Mi subconsciente me hablaba y tenía razón pero ahí permanecía cual figura de cera, observando a alguien que un día llegué a comparar conmigo mismo, como si de un estúpido me tratara.
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