Proximamente llegaremos a la estación de autobuses de Bucarest, esperamos que hayan disfrutado del viaje
La voz de la conductora a través del megáfono la despertó del ligero sueño en el que se había sumergido. La mujer que viajaba con el recién nacido le estaba acunando tras darle de comer,por eso el maldito crio se había callado, por fin. Después de ocho horas sentada aguantando el ambiente que se concentraba en el autobús. Cedió el paso a la mujer con el niño, que le sonrió aliviada, aunque fue el plasta de su marido el que aprovechó la oportunidad y salió apresurado del autobús. Atloxia se compadeció de aquella mujer, pero no pudo hacer más. Ante todo, sin llamar la atención,se acercó al maletero del autobús y sacó la bolsa de viaje. No le preocupaba que alguien le quitara la ropa, pero si que alguien se diera cuenta del doble fondo. Con la muerte de Nikolai había tenido que salir corriendo, literalmente, pero había dejado la bolsa de emergencia lista. El operario revisaba los billetes antes de dejarlos entrar a la estación, así que agachó la cabeza, oculta por la capucha, cruzando los dedos para que al pobre desgraciado no le picara la curiosidad y le pidiera la documentación. Tenía una nueva vida que labrarse, y no le apetecía empezar con mal pie.