Espera a que su chófer le abra la puerta para salir con elegancia aristocrática del Chrysler. Se echa la brillante cabellera negra hacia atrás con un gesto. Contempla el local desde fuera un instante antes de hacerle un gesto a su chófer, al que da un billete que saca del escote, y entrar al local. Solía elegir aquel lugar para comenzar la noche porque la música no te reventaba los oídos al cruzar la puerta, ni la gente te agobiaba demasiado, pero no era un coñazo. A ella le parecía el sitio ideal, para empezar. Además todo legal, más o menos.
Hace retumbar sus pasos en la sala debido a sus interminables tacones negros a conjunto con el minivestido que luce esa noche, de cinturón ancho en color plata. Ahora una gabardina color rojo la tapa hasta algo por encima de las rodillas, con lo que da la impresión que no lleva nada debajo. Se acerca al guardarropa y se quita la gabardina,caminando hasta la barra con decisión, moviendo la cadera en un vaivén hipnótico. Se sienta en uno de los taburetes, cruzando sus contorneadas piernas y esperando a que se acerque uno de los camareros para pedir. No sabe muy bien cómo comenzar, pero le apetecía algo dulce, quizá pedía algo nuevo como ron con grosella o alguna de esas extrañas mezclas o se dirigía al clásico ron con naranja. Se pone el pequeño bolso rojinegro en el regazo y comienza a rebuscar en él sacando una pitillera de plata con adornos en cuero y su nombre grabado en el reverso. Saca un cigarro más largo que cualquier cigarro normal y se lo lleva a los labios encendiéndolo con su zippo de plata, también con una "N" grabada con una estilosa letra. Lo guarda todo de nuevo en el bolso y suelta una bocanada de humo, esperando a que la atendieran de una santa vez.