Un café, un helado y un lápiz, por favor ~libre~

Le contradice absolutamente todo lo que ha dicho, lo cual no le hace demasiada gracia. Pero por otro lado mantiene ocupada a su mente, en busca de una buena respuesta que darle a todo eso que ella apoya. En realidad le encanta la situación. Le encanta que lo hagan sentir de esa forma, por mucho que no lo demuestre.
- Entonces soy alguien diferente a los demás. Según tú. Pero sigo sin ver cual es la diferencia. No soy el único capaz de sorprender a las personas. De hecho incluso la personas más previsible podría llegar a sorprender a la persona más observadora y atenta. Esa persona también puede marcar la diferencia tanto como yo. No me vale. Sigo siendo alguien normal y corriente. Menos previsible pero normal al fin y al cabo.

Sigue la línea de su mirada hacia la calle, por donde no paran de pasar personas constantemente. Ahora escucha su segunda respuesta. Y para eso también tiene una contestación.
- ¿A caso no crees saber qué vestiré yo la próxima vez que nos veamos? Yo creo que está bastante claro, teniendo en cuenta lo que llevo en estos momentos
-Se revuelve el pelo, desordenándolo un poco más de lo que ya está.

Eso sí, con lo segundo acaba de pillarle. De todos modos se toma su tiempo para intentar buscar aunque sea un mínimo fallo a su teoría. Nada, no encuentra nada que responderle en eso. Deja escapar un suave suspiro.
- Vale, en eso tengo que darte la razón -Y de pronto se le enciende la bombilla- ¿Pero no seguimos todos a caso algún estilo, alguna persona o algún tipo de cosa? Yo también lo hago, seguro que tú también lo haces. Sigo siendo una persona que no destaca sobre los demás.

Su explicación es larga y algo difícil de seguir, aunque Devynne la entiende a la perfección. No se le escapa detalle. Las palabras de ella se mezclan con la suyas propias, haciéndole un cacao mental de los buenos. Esta chica es capaz de colapsar su mente si lo desea, está más que comprobado. Cierra los ojos, intentando poner en ese margen de tiempo todas sus ideas en orden. No quiere empezar a hablar por hablar y en realidad no decir absolutamente nada con sentido. Eso no es hablar, es hacer el tonto.

- Bien, tengo que reconocer que esta vez sí me has pillado, muy a mi pesar. Pero también te digo que sigo sin parecerme una persona peculiar. Si realmente lo fuese todo el mundo se me echaría encima por la calle o algo parecido. No destaco, la gente no se para a mirarme cuando voy por la calle. No me piden autógrafos ni nada por el estilo. Soy una persona normal y corriente -Es muy cabezón y no hay forma de hacerlo cambiar de opinión, está más que comprobada la cosa- Porque, dejando todo lo general a un lado, es posible que tú me veas con los ojos que no deberían de mirarme. Es posible que solo tú opines así. ¿No te habías parado a pensar eso?

Abre por fin los ojos para mirar a la chica, a la espera de su respuesta a todo eso. Está interesado sobre lo que ella va a replicar después de la vuelta que le ha dado a todo lo que ella ha dicho.

Diferente al resto... es lo que se repite en la cabeza una y otra vez, sin descanso. ¿Entonces se supone que él es diferente? Ya sea para bien o para mal, claro. Es algo que ella insiste mucho en hacerle creer, si lo dice será por algo, ¿no? Al final acaba por asentir con la cabeza, dándole la razón. Su cabezonería no llega tan lejos.
- Está bien. Ahora hablemos un poco de ti, ¿te hace? No me gusta ser el centro de atención. Es horrible. Y más cuando se cuestiona mi normalidad -Aunque no sonría ni utilice un tono de voz cómico es una broma. No está molesto- ¿Tú eres normal? ¿O te consideras igual que el resto de las personas? -Se reserva su opinión para más tarde. Primero quiere escuchar la respuesta que le da.

- Sí, en apariencia por lo general somos todos normales, todos tenemos lo mismo. Por lo general, claro -Se reserva lo que iba a decir al respecto, dejando lo dicho en el aire. Tampoco es que sea nada sumamente interesante ni nada de eso.

A llea le gusta tanto hablar de sí misma como a Devynne. Pero le toca a ella, pues él no ha estado filosofando con ella para no obtener ahora una buena respuesta a todas sus preguntas. Porque sí, le interesa bastante la chica. Su forma de pensar, de darse a entender. Como se mueve, lo que hace... todo es interesante y curioso en ella.
- Bueno, puestos a horrorizarnos... quiero saber de donde eres, por ejemplo -Sí, se está centrando en la vida personal de la chica, algo que en un principio no debería de irle ni de venirle al muchacho.

Es curiosa la descripición que da de sí misma. Él no es capaz de describirse así mismo ni de casualidad. Cree que la palabra que lo define a la perfección aún no se ha inventado. Su explicación va junto con una opinión. Mejor, más juego le da a él a la hora de hablar.
- Entonces ninguno de los dos es normal. ¿Casualidad que nos hayamos encontrado tú y yo precisamente? -Deja caer, como quien no quiere la cosa. En realidad él no cree en las casualidades. Nunca ha existido- No ser normal a menudo supone estar solo y ser despreciado. ¿Eso tampoco te molesta?

Se esperaba recibir más información por su parte, y no tenerla le inquieta un poco. Y ahora además le devuelve la pregunta. Tiene mucho que decir de esas ciudad de la que viene, pero, al igual que ella, se va a limitar a decir lo mínimo posible.
- Canadiense -Una sola palabra basta para entenderse. Ella no ha aportado más información, él tampoco está dispuesto a hacerlo. El intercambio de palabras continúa, aunque casi empieza a parecerle aburrido. Hasta que ella consigue llamar su atención una vez más. Entorna ligeramente los ojos, mirándola fijamente- Entonces... te llamo la atención -No es una pregunta, directamente una afirmación- Tú también llamas mi atención en ocasiones -De no ser por ello no se hubiese sentado en la silla en la que está, obviamente.

Mientras ella se dedica a hablar saca un cigarro de uno de los bolsillos de la sudadera, colocándoselo entre sus gruesos labios para sostenerlo mientras lo enciende con el mechero sacado del bolsillo contrario. Aspira el humo mientras lo enciende, guardando después el encendedor en su sitio correspondiente.
- Espero que no te importe -Ya lo ha hecho, es tarde para preguntar. Con el dedo índice se acerca el cenicero que se encuentra en el centro de la mesa, depositando ahí los primeros y escasos restos de ceniza- Supongo que sí que me importa. No son buenos, ¿no? Si no lo son no deberían de darme igual. Aunque, he de reconocer que eso también depende de quien venga ese desprecio.

Sí, es posible, aunque él de encontrarse en su situación hubiese pasado bastante del tema. Ya vendrá lo que tiene que venir, no hace falta alterar nada pues sus caminos están escritos. Las cosas no ocurren por casualidad. A modo de respuesta a esa preguntá retórica él deja escapar muy lentamente el humo por la nariz, mirándola fijamente. Es un no bastante claro. Él en ocasiones tiene que adaptarse a las personas, no está mal que de vez en cuando sean las personas las que se adapten a él.
- Me entiendes, pero yo no te entiendo a ti -Replica mientras se dedica a quitar la ceniza del cigaro con los bordes del cenicero, con la mirada perdida- Dime una cosa: ¿Qué escondes? -Está claro que se ha guardado algo más, y no espera que ella se lo vaya a contar. Le basta con que ella sepa que se ha percatado de que ahí falta algo de información que le interesa saber. No la conoce, por algo se empieza, ¿no?

Espera en completo silencio la respuesta de la morena, una vez más centrando su atención en ella para poder sacar información de cada uno de sus gestos mientras se dedica a consumir el cigarro que sujeta entre sus labios.

En eso está totalmente de acuerdo con ella. Alguien a quien se supone que quieres no se le puede despreciar, haya hecho lo que haya hecho. O dicho. Si la situación se da es que esa persona no merece la pena y punto, y en esos casos es muy fácil deshacerse de la gente. Pero él no se refería precisamente a las personas queridas. De todos modos no se encuentra con ganas de ir por ese camino, por lo tanto da por zanjado el tema de los desprecios y demás historias.

Sigue entretenido con su cigarro, dándole largas caladas y dejando escapar siempre el humo por la nariz. Hasta que este ya está casi consumido. Apura una última calada antes de apagarlo contra el cenicero, volviendo a situarlo en el centro de la mesa. Ahora cambian de tema. ¿Qué esconde la chica y qué no?
- ¿Y por qué no iba a poder tenerlas? ¿Por qué estás tan segura de ello? Es posible que de con la manera de conseguirlas todas. Y si me lo propongo estoy seguro de que lo conseguiré -Es muy cabezón, y cuando algo se le mete en la cabeza no hay manera de hacerle parar hasta que lo consigue- Bueno, yo sé qué quiero y qué no. Y te digo que me interesa saberlo. Eso puedes tenerlo bastante claro.

Una buena pregunta... Nada, es algo a lo que él no puede responder pues ni él mismo conoce la respuesta. Pese a ello no quiere reconocer que se ha quedado en blanco y busca rápidamente una buena respuesta que darle. Que sea coherente y que más o menos se acerque a lo que el cree.
- Pues que por lo general consigo lo que me propongo. Y bueno, más cosas que por el momento no considero necesario ni conveniente comentarte. Ya lo sabrás -Se encoge de hombros, con la esperanza de que ella no siga con el mismo tema.

Y vuelve al tema de que no querría saberlas. Escucha todo lo que dice, mirándola fijamente, casi sin parpadear. Vale. Estupendo. Total, le va a hacer el mismo caso a todo lo que diga. Vuelve a negar con la cabeza, emperrado en lo que quiere.
- Lo siento por ti, pero verás... no voy a cambiar de opinión. No por el momento -Ahora, como si nada, le dedica una media sonrisa la mar de inocente, cosa que en pocas ocasiones va con él. Todo un record, ha sonreído ya dos veces.

Apenas le da tiempo a terminar de hablar, pues, para cuando ha pensado una buena respuesta de las suyas, ella ya ha salido por la puerta. Se queda ahí sentado, sin querer moverse por el momento. Mientras espera a que las ganas de hacer algo le lleguen, se saca otro cigarro más y lo enciende, fumándose ya el segundo del día. Se dedica a fumar durante un largo rato hasta que cansado y con el cigarro medio acabado, lo apaga contra el cenicero y se pone de pie. Antes de hacer nada se vuelve a poner los cascos, cogiendo su iPod y encendiéndolo, para sumergirse en esa música en la que la guitarra eléctrica es la protagonista. Va a salir de allí, pero antes recuerda que ella ha hecho algo más sobre el último reposabrazos. Lo coge sin mirar ni que ha puesto y sale de allí.