Empiezo a pensar que te gusto, o algo.[Martha]

Esta vez la desesperación que me había causado ese ataque de histeria, había tenido como consecuencia un magnífico espejo con un marco caro de plata esparcido por el suelo, con todos los cristales rotos. Me había hecho un pequeño corte en la palma de la mano, que dejó de sangrar justamente cuando metí la mano debajo del grifo del baño. Mi imagen no era demasiado bonita en ese momento, todo el maquillaje estaba corrido y el pelo alborotado.

Después de arreglarme otra vez físicamente para no parecer una vagabunda, decidí que necesitaba salir de allí. Abandoné mi casa sin recoger nada y salte las escaleras de mi edificio de dos en dos, todo eso me asfixiaba.

No había mucha gente por el palacio, era demasiado tarde para eso. Miré a mi alrededor atentamente, estaba un poco obsesionada con la búsqueda de esa loba pelirroja que tendríamos que encontrar y llevarla con mi actual postor.

Caminaba lentamente por el palacio, con un paso firme. Mis piernas estaban cubiertas con un pantalón vaquero largo, de un color gris oscuro. Llevaba una camiseta blanca algo descotada y una chaqueta negra de cuero, con una daga de plata en el bolsillo derecho.

Caminaba más cerca del castillo cuando la presencia de un lobo me alertó. Era un aurea claramente reconocible. Giré mi rostro hacia aquel licántropo, y me quedo totalmente claro que era él cuando lo vi tranquilamente tumbado sobre el césped con su habitual vestimenta oscura, sin faltar su gorro negro.

No sabía si era por simple aburrimiento o por que no tenía nada mejor que hacer, pero me acerqué a él, metiendo mi mano en el bolsillo derecho de mi chaqueta para empuñar mi daga. No quería hacerle daño-no si él no pretendía hacerme daño- pero siempre era bueno estar preparada, solo por si acaso a Kiefer se le cruzaban los cables.

Una vez que ya estaba a su lado me agaché, apoyando una rodilla en el césped. Sonreí ampliamente. Sabía perfectamente que él no estaba dormido y que sabía que yo me encontraba allí, a su lado. Eso podía significar dos cosas, o estaba demasiado seguro de que podría defenderse incluso así, o demasiado seguro de que no iba a atacarle. Si se decantaba por la segunda, estaba bastante equivocado, porque aunque no mortalmente, si pensaba hacer un pequeño entrenamiento con él.

- ¿Los chuchos no roncan cuando duermen Kiefer? - Fue el único saludo que emití de mi boca, simplemente me dediqué a sonreír con la daga bien agarrada.

Kiefer se toma su tiempo para contestarme, haciendo que ambos nos deleitáramos del silencio. No lo hace con su típica ironía, su comentario no es algo que me agrade demasiado, y menos al intentar que sea un cumplido. Aún así tiene algo de gracia que me haya dicho perra a mí, siendo lo que es claro. Intenté que la molestia por ese comentario no se notara en exceso cuando respondí. - Creo que las perras suelen hacer otro tipo de sonidos en la cama, no ronquidos, ¿aullidos tal vez? Aunque claro, eso lo tendrás que saber tú mejor que yo, mis relaciones con ellas tienden a tener un placer distinto, más sangriento diría yo. -

Veo como su mirada se fija en mi bolsillo, y su comentario me hace entender que sabe que tengo en mi bolsillo un arma. - Menos mal que tú sabes que no soy de esas que salen armadas a la calle -contesté en un tono irónico- y respecto a lo del baile, no estaría nada mal, así podrías volver a humillarme, ¿no? -

En ninguno de los dos combates que habíamos tenido había existido ningún claro vencedor, por lo que la humillación no llegó a producirse, pero si era algo con lo que al lobo le gustaba fantasear, ¿quién era yo para romperle la fantasía?

- Creo que tendrás mucho tiempo para descansar cuando pierdas el combate cachorrito, pero ahora, no. Prefiero que estés despierto -

El hombre lobo parece relajado y cómodo hablando conmigo, incluso la diversión de nuestra particular charla de piropos se veía reflejada en la sonrisa que mantenía en el rostro.

Su respuesta me pilló por sorpresa por lo que abrí los ojos algo más de lo normal. Con mi comentario anterior no pretendía que él me contara su vida privada, ni mucho menos darme detalles de como las lobas se comportaban en la cama, además, ¿quién era él para decir si mi cuerpo era bonito o no? El ego de Kiefer estaba demasiado subido si realmente se creía perfecto.

Después de asimilar las palabras y que mi rostro volviera a la normalidad, volví a hablar. - ¿Acaso sabes cómo gimo yo Kiefer? - Sonreí levemente mirándole, posiblemente su comentario de "como yo" pudiera estar relacionado con el tema de no tener una parte animal, pero aún así me parecía divertido. Enarqué una ceja- ¿Un lobo perfecto? Permite me dudarlo. - Ni siquiera sabía que decirle respecto a la supuesta belleza de mi cuerpo, dado que primero me había halagado mínima mente, pero después dio paso a un enorme fastidio - No deberías opinar algo así sobre el cuerpo de una cazadora, podría ofenderla-

Sé perfectamente qué es lo único que no tengo que hacer cuando el baile se inicie. Debo intentar que ninguna gota de mi sangre se derrame, ya que eso posiblemente haga que Kiefer se vuelva más agresivo y esto deje de parecerse a un juego, y la verdad, es algo que no me apetece para nada. Me gusta divertirme con él, por que aunque tenía que seguir atenta, era un combate mucho más relajado y en los que disfrutaba de solo tener que hacer unos simples moratones o rasguños medio juguetones.

Estaba tan pendiente recordando los últimos dos encuentros con el lobo que me doy cuenta de que su pierna se dirige hacia mi casi demasiado tarde para esquivarla. El viento que la patada a levantado me da en la cara. Caray, había estado demasiado cerca. Me incorporo rápidamente, solo un poco después que él.

Asentí sonriendo hacia su propuesta, aunque esta vez no quería dejarlo en un simple empate. Quería intentar ganar. No me gustaba ser la primera en atacar, no cuando sabía que él estaba perfectamente preparado para contrarrestar mi ataque y posiblemente empezara a tomar él ventaja. Flexione un poco mis rodillas, lista para cualquier ataque que él pudiera hacer o en caso de que él no se decidiera hacerlo, poder hacerlo yo. Puse toda mi atención en él, mis ojos no se separaban del cuerpo de Kiefer, mis oídos solo querían escuchar el ruido de nuestras respiraciones, preparados para detectar cualquier cambio en mi adversario o en el entorno.

Con un intento de sonrisa sincera, mucho más de lo que muchos habían conseguido de mí, empecé a moverme alrededor de él dibujando un circulo con mis pies. La humedad hacía que mis cabellos al viento se encresparan, dándome un aspecto más salvaje. - Tendré que aguantarme, eres más entretenido que cualquier lobo con el que haya bailado - No pretendía ser un cumplido, simplemente decía la verdad. Kiefer hacía todo más entretenido.

Cuando vi el amago de sonrisa irónica que él realizaba, supe que no se había olvidado de mi pregunta y que no iba a dejarla pasar. Estaba a punto de contestarle a eso de "podemos comprobarlo" cuando algo se interpuso entre nuestras miradas. Era su gorro. No se puede decir que simplemente me irrité, ya que fue muchísimo más que eso. Era... era jugar sucio. De mi boca salió, sin poder controlarlo, un pequeño gruñido de indignación mezclado con enfado.

Mi mano estaba ya en mi cara para retirar el gorro, pero fue demasiado tarde, ya que una patada me alcanzó. Logré reaccionar a tiempo, por muy poco, y con un movimiento de pies conseguí mantener mi equilibrio. No podía distraerme en la conversación o acabaría llena de moratones, como el que seguro me iba a salir en el muslo.

En el segundo impacto, demasiado seguido como para poder contraatacar, no tuve tanta suerte. Mi equilibrio se vino abajo junto con mi cuerpo. Apoye mis manos en el césped para quitarle impacto a la caída. Estaba realmente irritada con ese lobo.

En cuanto él se pone sobre mí e inmoviliza mis manos, mi mente empieza a trabajar con demasiada rapidez. Podría pegarle un cabezazo, aunque solo fuera para confundirlo unos instantes para que soltara mis muñecas. Podría intentar darle con mi rodilla en la espalda, incluso algún mordisco. Sin embargo consigo reprimir mis instintos de cazadora, (muy difícilmente por mi estado de enfado, a decir verdad) ya que todo esto realmente era un juego, y no buscaba hacerle realmente daño. Me arrepiento de no haber hecho todas estas cosas justo cuando él se inclina hacia mi cuello. Mi cuerpo se pone en tensión, no creía que Kiefer fuera a convertirme en su cena pero, nunca se sabía.

Al ver que él solo olía mi cuello volví a relajarme, incluso sonreí ante su comentario- Me perfumé en cuanto adiviné que ibas a bailar conmigo, ya sabes, en mi tiempo libre, cuando no mato licántropos, me dedico a echar las cartas y mirar la bola de cristal - Dije en tono irónico. Cuando el lobo dejó de estar encima mía me incorporé rápidamente, echándome el pelo hacia atrás mientras le escuchaba.

- Yo también te doy las gracias por lo de cazadora de mierda- No es algo que realmente me moleste, es lo que soy y no iba a cambiarlo tan solo por el hecho de no tener ninguna ética. El dinero sólo era un aliciente más, me venía bien liberar mi ira de vez en cuando.

No podía creerme que Kiefer hubiera tropezado. Era demasiado fantástico para ser verdad. Me avalancé sobre él antes de que tubiera tiempo de levantarse. Me coloqué sobre él, con mis rodillas sobre el césped. Con un toque de humor, intente repetir su escena, inclinándome sobre su cuello- Hueles a sudor, a césped... Y a perro mojado. ¿Has estado bajo la lluvia antes de que yo llegara? - Tampoco era exactamente así, es más, tenía un olor agradable, pero yo tampoco recordaba haberme echado perfume.

Fue demasiado extraño ver como Kiefer alzaba las manos en signo de rendición. No sonaba muy típico de él, así que no me relaje en exceso. También se podía adivinar en su rostro que mi pequeña broma no le había sentado bien, y eso era algo que me agradaba, quizás en exceso. Posiblemente esto haga que las contestaciones de Kiefer contengan menos simpatía.

- Me habrán estafado con el perfume entonces, no recuerdo haber pedido la nueva fragancia de chien d´eau - No sabía por qué sus comentarios ahora no me afectaban, más bien todos me hacían gracia. La forma que tenía de aparentar que podía manejar la situación aun cuando ahora mismo yo me encontraba en la posición ganadora.

No entiendo muy bien la segunda frase hasta que sus rodillas se clavan en mis riñones, haciendo que vuelva a girar. No puedo ignorar que ese golpe me ha dolido, pero no dejo que ningún atisbo de dolor cruce mi cara.

-¿No tienes ninguna opción más divertida?- No me sentía a gusto teniéndole sobre mí y poniendo ese tono de voz tan triunfal, así que le pegué un mordisco en el hombro. No era para hacerle realmente daño, simplemente para molestarle y para ver cómo reaccionaba.

Reí ante su comentario, al que ni siquiera contesté. Debía de ser un sueño para él el hecho de que los cazadores desapareciéramos, un sueño que no iba a hacerse realidad jamás. Ni siquiera sabría que hacer si los cazadores decidían marcharse de Bucarest, mi vida sería más desastrosa de lo que acostumbraba a ser y mis ataques de histeria, sin duda, más frecuentes. Lo único que impedía que mi apartamento se encontrara sin mobiliario era el dinero que conseguía de mis bien pagados servicios.

Me recorre un placer interno escuchar ese pequeño sonido que sale de la boca de Kiefer. Ni siquiera sé si es por que le ha gustado, o por que le ha dolido. Prefiero pensar que la causa ha sido el dolor, es la opción más apetecible.

La única razón por la que creía que Kiefer no contestaba a mi pregunta era por que aún meditaba cuál de las tres opciones escoger. Estaba segura de que cualquiera que nos viera, él encima mía y ambos con una pinta algo salvaje, pensaría cosas que realmente no pasaban, o al menos no por el momento. El lobo tenía un aspecto extraño sin su habitual gorro cubriéndole la cabellera, aunque no por ello menos atractivo.

Mi sorpresa es realmente grande cuando él muerde mi labio y tira, como jugueteando. Debido a la sorpresa no sé muy bien cómo reaccionar. Mi parte racional me pedía que le agrediera, pero, ¿no era esto solo un juego? Sin llegar a pensármelo para no arrepentirme antes de tiempo, estiré mi lengua y lamí muy lentamente la superficie de sus labios. Me separé un poco para mirarle directamente a sus ojos verdes, solo para ver cómo quería él que siguiera esta situación.

La poca iluminación de las farolas y algunos rayos de luna que podían alcanzar el parque solo eran capaces de iluminarnos a los dos, ya que el lugar estaba vacío, siendo lobo y cazadora sus únicos ocupantes.

El aire parecía no tener espacio para pasar entre nuestros cuerpos. Mis labios se movían lentos y suaves sobre los suyos, intentando que a mi mente no acudieran mensajes de arrepentimiento y que fuera ese beso el que la llenara por completo. Sentía sus manos cálidas sobre la piel de mi cara y aunque, sin duda, no lo admitiría nunca, no me resultaban molestas, es más, eran incluso agradables.

Ignoré el deseo de seguir con ese beso, que se había vuelto más pasional, y me separé sonriendo pícaramente. No sé si lo hice por que un beso podía llegar a tener mucho significado o simplemente para ver la reacción que el lobo iba a tener ante ese tipo de juego.

Apoyé mi espalda sobre la rugosa piel del árbol, creando un poco más de espacio entre los dos, pero sin llegar a dejar de sonreír. Una de mis manos fue a parar a mi cabeza, echándome el pelo hacia atrás de manera sensual, una manía que tenía desde hace tiempo y de la que aveces ni siquiera me daba cuenta.