¿Qué estoy haciendo...? (Jacqueline)

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Loca, completamente loca. Demente, majareta, enferma. Sí, todos esos adjetivos sin duda la definen a la perfección. ¿Qué coño hace ella yendo a una iglesia? No cree en Dios, no cree en nada, de hecho, y detesta a los hombres que se postran a los pies de un señor que para ella no es más que el fruto de los miedos de esa humanidad. Y, sin embargo, ahí está, en una maldita iglesia... Lo que ella misma decía: totalmente loca.

Camina despacio, intentando hacer el menor ruido posible, algo que logra gracias a que calza unas botas planas, sin apenas tacón, cuya piel se encuentra totalmente desgastada. De su atuendo un entallado abrigo negro, cerrado a lo americano, que, sin lugar a dudas, ha vivido épocas mejores. Lo que lleve debajo es un misterio, solo son visibles sus blancas piernas desde debajo del muslo, sin medias que la cubran del frío.

Atraviesa toda la zona donde cada mañana acude la gente a la misa diaria, cuyos bancos a estas horas están completamente vacíos, y se deja caer en el camino del centro, sobre la fría piedra, sentándose a lo indio. Debe admitir que el edificio es hermoso, sublime, digno de admirar... Por mucho que esté construido en una base de mentiras. Pero... ¿seguro que son mentiras.?

Con esa pregunta en su cabeza, Eithne alza su mirada hacia el cristo que se encuentra frente a ella, intentando sentir algo, alguna emoción, alguna sensación... Pero no nota nada dentro de ella al hacerlo, no encuentra sentido alguno a esa imagen. Sin embargo, cuando sus ojos azules continúan su ascenso, deteniéndose en la inmensidad del techo abovedado, la joven de cabellos rojos logra sentir algo: una abrumadora paz....

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Todas las personas necesitan creer en algo…algunos de decantan por la religión, otros por la humanidad…siempre alguien efímero…alguien al que poder rogarle, al que poder culpar… yo nunca había sido una persona propiamente creyente, no, mi religión eran las personas que quería, mi familia, yo creía en ellos y en su bien…pero últimamente las cosas no siempre iban bien, mi vida junto a Tyler era el más preciado de mis tesoros, las mellizas en camino iban a ser uno más de mis legados en este mundo cuando dejase de existir…pero seguía habiendo gente cuya existencia no era tan clara, egoístamente, no todos ellos me importaban…pero otros…Jeremmy…Gabriel… Liah, si, el mundo estaba en constante cambio, en constante movimientos, para bien o para mal…

Mis pasos hicieron un pequeño eco en la iglesia, los tacones habían quedado atrás para mí el día que me empecé a volver redonda y a comer por tres, ¿si no me gustaba ese sitio que hacia allí? Habían pasado muchos años a lo largo de mi vida y recordaba cada una de las veces que había pisado ese lugar de plegarias y creencias, a veces para poder pensar, otras para pedir…no recordaba la fecha exacta en la cual había aprendido a rezar, pero si recordaba en la que mis plegarias se habían visto cumplidas…ese día tenia mas de un objetivo…me apoyé en una de las columnas del lugar sagrado, no solía acercarme demasiado al altar, ni a las figuras que con fe habían sido talladas en otra época…no, mi fe no era tan fuerte…

Una figura llamó mi atención, no por su pelo ni por su vestimenta, aunque bien podían haber sido esos los motivos, no, su ubicación, su manera de sentarse en el suelo, en la fila central, mirando a hacia arriba, la conocía de vista, era una de esas personas que ni me iban ni me venían hasta el momento, no tenía intenciones de molestarla, cerré los ojos, sin moverme del lugar, sin juntar la palma de mis manos, tan solo apoyando una de estas en mi vientre, ese día había acudido con dos intenciones…la primera agradecer mi suerte, mi nueva vida…Tyler…los bebes…por otra, hacer una nueva petición por las personas que amaba a las cuales no podía hacer feliz por un motivo u otro…por la aparición de Jeremmy…por la calma de Gabriel…por los deseos de Liah…

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La sensación de paz y calma que obtiene cuando clava sus irises azules en las bovedas es tal, que lo abrumador que resulta acaba sobrecogiéndola. No sabe cuando, no sabe por qué, pero, repentinamente, nota humedad en su rostro. ¿Está... llorando? ¿Ella? Sí, lo está haciendo, aunque no encuentra un motivo exacto para ello. Simplemente se da cuenta, llevando una mano a su semblante, de que las lágrimas llevan minutos naciendo en sus ojos y muriendo en su mentón, dejando húmedos surcos en sus pálidas mejillas.

-Por favor... -Susurra, no sabe a quien, si a Dios, si al cielo, o a las figuras que se dibujan o se muestran esculpidas. Quizá a ninguno de ellos, quizá a la luna que, fuera de ese lugar, brilla en la noche. El caso es que suplica- Por favor... Expíame... No quiero seguir siendo indigna de todo... -Su tono de voz es bajo, como un murmullo que sale en forma de llanto, sobrecogedor y timorato.

Y es que, aunque no lo reconozca, aunque sepa que ahora le va bien... Sigue pensando que no merece nada de lo que poco a poco ha ido obteniendo. ¿Cómo, si ella misma es la nada, va a merecer algo? Nunca podrá borrar del libro del destino las páginas de su historia que la marcan como lo que ha sido, como lo que arrastra y siempre le acompañará. Fantasmas del pasado que siempre van con ella, cubriéndola e impidiéndole echar del todo a volar, ni aún cuando en algunas presencias logre deshacerse de sus propios muros.

De repente pasos, pequeños, como un eco lejano que se apróxima, con elegancia y sutilidad implícitas en ese sonido apenas perceptible que ella logra escuchar; una brisa, quizá inexistente, pero que ella siente como tal, cerca. Eithne se pone en pie, de golpe, intentando contener el temblor, cesando el llanto de golpe. Cabizbaja, se da la vuelta, buscando con sus irises ahora enrojecidos a aquel o aquella que ha irrumpido en ese momento de liberación emocional... Y al ver el rostro de la mujer, al reconocerla de la cacería, sabe exactamente cual es su nombre y, por tanto, quien es ella. Quizá por eso alza el rostro, entreabriendo los labios con una sorpresa que se asemeja al... ¿Temor? Quizá, pero no es lo más semejante. ¿Asco? Tal vez, pero hacia ella misma, y nunca hacia Jacqueline. ¿Culpa? Sí, probablemente ese último.

Sea como sea, no puede evitar dar varios pasos hacia atrás, tropezando absurdamente con el altar en esa extraña huída que sus pies parecían haber iniciado.

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Las suplicas a ese ser superior en el cual no creo realmente, pero por el cual no pierdo nada por intentar…¿pedir? Como si no recibiera plegarias y pedidos de muchísima más gente con mas fe que yo…de todos modos siempre he pensado que era mejor intentarlo…intentarlo y después resignarse a los acontecimientos como había hecho con el tiempo…

Mis plegarias, mi ruegos, son interrumpidos, abro los ojos al escuchar movimiento, en apenas un acto reflejo mi mirada va parar a los de la loba cuyo nombre no logro recordar, no me extraña, creo que apenas abre cruzado una palabra con ella, mi vista la divisa ya de pie, cahiz baja, mis sentidos no tardan en encenderse, todo lo que se mueve deprisa últimamente me pone alerta, un sentimiento sobreprotector por los seres que llevo en mi interior, mi mirada se vuelve recelosa un instante antes de darme cuenta de que retrocede ¿asustada? ¿de mi? Mi mente no llega a alcanzar los pensamientos que hacen que el cuerpo de la chica tropiece con el l altar…si alguna vez me he considerado algo o alguien, nunca ha sido una persona a la que temer, no si no se hiere a alguno de los que me importan.

Me acerco un par de pasos a la chica cuyo nombre aun no reconozco y probablemente si no me lo dice, no lo hare, alzando brevemente una mano en un gesto tranquilo y calmado, lo más sutil que puedo, mientras mi mente divaga en los porque de esa reacción.

-¿Estás bien?- pregunto buscando su mirada.

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Se detiene del todo, al sentir la mesa del altar a su espalda, después de trastrabillar ligeramente con los pies, logrando quedarse finalmente recta. Y, sin embargo, sigue mirando a la mujer que, durante un instante, la observa con recelo. ¿Acaso sabe quién es...? No, no parece haberla reconocido porque, finalmente, se acerca a ella un par de pasos, preocupada en apariencia por la reacción que ha visto en ella.

-Yo... -Traga saliva, asintiendo- Sí, sí, estoy bien... Jacqueline -Mierda, ¿por qué ha dicho su nombre? Ahora seguramente se pregunte de que la conoce, y, la verdad, no sabe que responderle si lo hace. Da un par de pasos hacia delante, logrando relajar su expresión, aunque la culpa vaya en aumento por dentro de su ser- Gracias... -Añade, quedándose parada, en silencio, con los surcos de las lágrimas aún dibujados en su rostro de ojos ahora enrojecidos e hinchados.

Le parece hermosa, Jacqueline. Una mujer perfecta, aún siendo de una edad bastante superior a la suya. Una belleza que nunca marchitará, porque es perenne, en esa presencia, en esos rasgos y, sobretodo, en lo que sus ojos parecen expresar. Y la admira, la admira y eso hace que se sienta más miserable todavía... No puede ni compararse, ni soñar con estar a la altura de sus pies, y, sin embargo...

Suspira, sacudiendo la cabeza y volviendo a la realidad. Sus cabellos rojizos quedan desordenados, aunque no se preocupa por ordenarlos, solo hunde las manos en los bolsillos de su envejecido abrigo que se ajusta a su curvilínea figura:

-Creo que... Debería irme... -Murmura, desviando la mirada- No quiero molestar...

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Me devuelve la mirada, una mirada en la que no cuesta intuir que ha estado llorando por esos ojos enrojecidos y hinchados, ¿Qué motivos puede tener una cachorrilla para llorar dentro de una iglesia? Porque eso era lo que había aparentado hacia unos segundos…una cachorrilla asustada, que parecía necesitar ayuda…

Asiente y lo confirma con palabras, dejando escapar mi nombre, frunzo ligeramente el ceño ¿Cómo sabe mi…? Bueno, tampoco era exactamente raro que me reconocieran, “Jacqueline Roux, ex. Esposa del líder de manada…” me molestaba ese título que se me había otorgado con el tiempo, abría preferido que me viesen como una buena amiga, no como la persona que compartía un hijo con Gabriel, pero no podía hacer nada al respecto, solo sentirme orgullosa de ese pasado y orgullosa de mi presente…en cierto modo era cierto, lo había pasado mal, pero ahora las cosas estaban bien…solo quedaba el sufrimiento de los que quería que canalizaba en el propio, algunos dirían que soy una mártir…no, solo era una persona que se preocupa, que no puede ser completamente feliz porque nunca están todos bien…todo siempre giraría entorno a ellos…

Me da las gracias, no estoy segura de porque, ¿por preocuparme? Era lo mínimo, aparentemente había sido la causa de su tropiezo.

Me encojó de hombros y ella sacude la cabeza, desordenando esa melena rojiza, escucho lo que dice y le sonrió con toda la amabilidad posible.

-Nadie molesta en la casa del señor…-o eso decían los creyentes, realmente no deseaba que se fuese, había dado en mi curiosidad…me sonaba y no lograba encajarla, una parte de mi deseaba saber quien era.

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Para su sorpresa, Jacqueline no le pregunta nada acerca de como sabe quién es. Bueno, seguramente la mujer supondrá que se debe a su fama en la manada, ya que duda mucho que se le pase por la cabeza el verdadero motivo... Mejor para ella, porque no sabría como decírselo, bastante le cuesta ya mirarle a la cara sin sentirse una mierda.

Eithne permanece parada largo rato, limitándose a mirarla... Es perfecta, y punto. Jodidamente perfecta, intachable, imposible de criticar. Su rostro, sus manos, su cabello, sus ojos, hasta su nariz es perfecta. Y por lo que ve, seguramente lo sea también por dentro, dado que ni hace preguntas, ni reprocha, ni se extraña... Solo acepta su presencia sin exigirle nada a cambio de ello. ¿La aceptaría igualmente si supiera...? Quién sabe, pero de hacerlo, solo confirmaría eso mismo, su perfección.

Si no fuera porque sabe los verdaderos motivos que llevaron a Gabriel a dejarla, proablemente no lo entendería, lo vería incomprensible y se lo echaría en cara. Pero los sabe y, peor aún, sabe que ella no y que no puede decírselos. Más culpa, amontonándose a la que ya lleva acumulada de la situación en sí. Se humedece los labios, notando la boca seca, y clava unos segundos la vista en el suelo.

-Lo siento... -Dice, sin saber por qué. ¿Qué es lo que siente exactamente? Demasiadas cosas como para decantarse por una, y Jacqueline no conoce ninguna de ellas.

No añade nada más, tampoco se marcha, solo se queda de pie, con sus ojos azules clavados en la visión de sus propias botas desgastadas y las manos metidas dentro de los bolsillos, cabizbaja.

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Se queda inmóvil, tiempo que aprovecho para intentar encajarla en algún lugar más que en la manada, en algún recuerdo…siempre eme había enorgullecido de mantener la memoria atreves de los años bastante intacta, por eso en el fondo me daba rabia no encajarla en el pequeño puzzble incompleto, cuyas piezas nunca acababan de encajar del todo, pero que construían mi historia, una historia larga digna de un guion de novela rosa o no tan rosa.

La analizo sin éxito en mi búsqueda, conocía esa mirada que parecía esconder algo…la conocía por experiencia…porque no era la primera vez que la veía, ni en la primera persona…en cierto modo no me sentía con derecho a preguntar, todos tenemos nuestros secretos, cosas que ocultar…que tapar, pero….era extraño, no podía negármelo a mi misma…y menos aun cuando su mirad abajó hasta el suelo de aquel lugar sagrado y sus labios murmuraron que lo sentían, algo en mi interior se encogió, como quien teme que algo malo suceda de repente, como cuando reconoces un tono de voz lastimero o doloroso en las personas que quieres…algo se me escapaba y debía de ser algo importante…

Noté como mi cuerpo se tensaba levemente, reconocía esa sensación pero casi la había olvidado, no porque hubiera aparcado mis preocupaciones, siempre las tenia presentes, seguía esperando ver aparecer a Jeremmy por algún rincón…pero me había relajado, lo reconozco, mi embarazo me había ayudado a centrarme en mi misma, no por mi propio bien, sino por el de mis futuros hijos y esas palabras, fueron para mi como la enunciación de algo peligroso y cercano, algo por lo que estar alerta.

Tardo unos segundos en responder, el tiempo en que me doy cuenta de que ella no parece un peligro de nuevo, cabiz bajo, con las manos en los bolsillos…suspiró lentamente para mis adentros y me recuerdo que ante mi tenía una cachorrilla de apariencia humilde y cierto aire de culpabilidad…me haceros a ella con pasos lentos.

-¿Qué sientes…? No has hecho nada malo…-digo con sencillez quedándome a apenas un paso o dos, la distancia de una conversación normal.

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Los segundos pasan, y Eithne prosigue en su silencio. No mira a Jacqueline, no se atreve, puesto que sabe que el desconcierto que encontrara en su mirada le hará sentir aún peor. ¿Qué explicación va a darle a su comportamiento? Debió de haber salido corriendo en cuanto la vio, sin más... Y por el contrario ahí está, clavada en el suelo como un pasmarote, tan pálida que podría parecer una estatua más de la iglesia de no ser por lo vivo del color de su cabello y por sus ropas.

Jacqueline se acerca, y ella es incapaz de alejarse, incapaz de no alzar finalmente la mirada. Sus ojos se fijan en los de ella, con timidez, con culpabilidad... Pero es capaz de mantenerle la mirada, de no desviarla otra vez. No saca las manos de los bolsillos, como si eso le diese una mínima defensa, y sigue ahí. Sin embargo, ante sus palabras, es incapaz de pensar, de no callar... Solo reacciona y habla:

-Gabriel... A Gabriel le importas, ¿sabes? -Suelta, cuando el sentido común decide abandonarla por Dios sabe qué motivo- Siente mucho haberte hecho daño, y realmente no te culpa por tu nueva relación, solo por el hecho de que no se lo dijeras, pero ha entendido que lo hicistes con una buena intención... -Y sigue hablando, como si hubiese cogido carrerilla y, hasta que no llegase a la meta, no podría darse cuenta de que empezar a correr fue un error- ...Lo único que teme ahora es que a raíz de eso pierda vuestra amistad, teme haberte perdido incluso como amiga o que no le perdones... Pero él quiere que seas feliz, Jacqueline.

Lo ha dicho. Sin detalles ni pistas, pero lo ha dicho. Mierda, ¿se ha vuelto loca? En efecto, se da cuenta de lo que acaba de salir por su boca y se lleva una de sus níveas manos a esta, tapándosela. Cualquiera diría que más que una persona, o una mujer lobo, es una especie de aparición mitológica que ha venido a revelar un mensaje que estaba prohibido que fuese dicho, tal y como lo ha hecho.

Es incapaz de hacer nada más. Solo se queda en silencio, reprochándose mentalmente lo que acaba de hacer y rezando porque Gabriel no lo descubra...

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Un largo silencio que la mantiene en tensión…su mirada siguió puesta en el suelo y mis nervios se crisparon levemente, hasta que alza la mirada, siguen siendo los mismos preciosos ojos de antes, cargados con la misma culpabilidad y los mismos sentimientos, pero parece haber algo mas…¿determinación? ¿Decisión? Me costaría ciertamente encajar que es…como me cuesta encajar la pieza que es ella ahora mismo en mi pequeño mundo, pero sus labios se abren y de ellos salen unas palabras, que si bien no esperaba oír nunca, menos aun de una persona que yo creía no conocer.

¿De dónde diantres a sacado ella eso? Durante unos largos minutos me quedo inmóvil asimilando ese mensaje…ese mensaje que me a llegado en forma de loba de cabellos rojizos y mirada clara, en forma de cachorro…bajé la mirada al suelo, ¿confusa? Mucho… ¿dolido? Tal vez… Gabriel y yo lo habíamos pasado muy bien y muy mal…habíamos pasado épocas de nuestra vida juntos y se había ganado un puesto importante en mi vida y de confianza, aunque tal vez no la demostraba…yo no era una persona rencorosa, no lo había sido en el día que me había dolido su ausencia y no lo iba a ser ahora.

-A mi…no me puede perder nadie- dije con sencillez sin desclavar los ojos del suelo, mientras sus palabras daban vueltas en mi cabeza, siempre sobre un mismo eje….siempre en caminando mis pensamientos en una misma dirección. Sonreí brevemente y volví a mirarla.-¿Quién eres?-dije ladeando la cabeza, preguntando en una sola frase, mucho mas de lo que aparentaba, ¿quien era ella? ¿Quién era para Gabriel? ¿Quién era para mi? Y ¿Quién podía conocer aquello que acababa de decir….?

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-Eres... perfecta -Suelta de repente, cuando Jacqueline dice que nadie podría perderla a ella. Y es que, sencillamente, lo es. No la va a perder nadie porque es capaz de superar cualquier posibilidad de rencor como nadie parece poder. O eso es lo que Eithne entiende en esas palabras, que Jacqueline siempre estará ahí para los suyos, que nunca les dejará, aunque le dañen... ¿Es eso? Si lo es entonces, en efecto, tiene a la perfección ante sus ojos.

Ante su pregunta saca con nerviosismo una mano del bolsillo, llevándola a sus labios para morderse las uñas con algo de inquietud. ¿Y qué va a decirle? No sabe ni ella misma lo que es, no sabe quien es, y, de hecho, siempre se ha considerado a si misma poco más que nada, nada inclusive. Si, nada... Pero ahora ya no era nada, ahora era algo, ¿no?

-Yo... -¿Qué? ¿Qué es? ¿Quién?- Yo solo soy... Eithne... -Se presenta, en un susurro, volviendo a bajar la mirada. Seguramente ella se quede como está, porque no le sonará el nombre, pero al menos se ha presentado- Créeme, él no tiene tan seguro no haberte perdido... -Sí, Gabriel estaba convencido muchas veces de que Jacqueline no le seguiría ni como amiga, aunque Eithne pensase que eso no tenía porque ser así y la mujer que tenía delante le acabase de confirmar que, en efecto, ella tenía razón.- Todavía se sigue culpando, no se ha perdonado...

Da un par de pasos hacia ella, acercándose, sacando la otra mano del bolsillo y dejando caer ambas a cada lado de su cuerpo. Sus pasos apenas resuenan cuando lo hace, y, sin embargo, parece que corte el viento al caminar, con su rostro porcelanoso aún manteniendo cierta expresión de culpabilidad y vergüenza, pese a que en sus mejillas no haya ningún tipo de rubor:

-Pero yo sé que tú le has perdonado... Solo que él no lo cree y por eso no puede perdonarse a si mismo -Dice, mientras camina hacia ella- Y para creerlo tiene que poderlo ver...

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Dijo que era perfecta…y negué brevemente, yo no era perfecta, era una loba mas, con experiencias en esta vida, que había aprendido que el rencor no calma el dolor y que hay personas que simplemente, por mucho que hagan, siempre estará ahí y tu para ellas…por suerte para mi, mi vida estaba llena de personas de ese tipo, podía presumir de tener bastantes seres queridos, lo único malo de eso, era que no todos podían estar bien al mismo tiempo.
Tardó un poco en responder a mi pregunta, hasta vi como empezaba a mordisquearse las uñas, se presentó como Eithne, no me sonaba, por lo que hice una leve inclinación de cabeza.

-Encantada de conocerte Eithne- no me presente, ella ya sabía quién era y por lo visto, sabia más cosas de las que yo podía imaginar en ese momento, volvió a bajar la vista y volvió a hablar, fruncí el ceño, en parte porque no me gustaba que dijese que Gabriel pensaba eso, ¿sería cierto? Es decir… ¿Cómo sabia ella aquello de Gabriel?

Se acercó a mí, no me moví del sitio, mantuve mis ojos fijos en ella, mientras hablaba, prestándole atención a sus palabras, dándome cuenta de lo mucho que le importaba Gabriel a la chica que tenia frente a mi…no sabía lo que significaba aquello, pero Eithne se gano un punto de confianza en mi mente…las personas que desean la felicidad de mis seres queridos…eran personas que merecían mis respetos.

-¿Que quieres que haga?-pregunté confiando en que no me estaba mintiendo…

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Observa como niega y suspira. Supone que dentro de la perfección que ella ve en Jacqueline, entra la modestia. No va a discutirle, seguirá viéndola perfecta, a su parecer y punto de vista, diga lo que diga ella.

-El placer es mío, Jacqueline -Responde, correspondiendo a su inclinación de cabeza. Empieza a pensar que aquello no puede ser casualidad, que justo el día que ella decide ir a una iglesia que jamás ha pisado, se encuentra con ella precisamente. Quizá no haya hecho del todo mal en hablar, quizá de ese modo pueda ayudar a Gabriel a encontrar algo de paz, a perdonarse del todo a si mismo... Ya que ella no puede perdonarse muchas cosas, al menos si alguien que le importa puede, se sentirá mejor.

Se peina la roja cabellera hacia atrás, desordenándola levemente. Sus irises azules recorren toda la iglesia, cada esquina, cada rincón, como si Eithne temiera que alguien les estuviera escuchando. Finalmente suspira, encogiéndose de hombros, y terminando por asentir, una muestra de que está dispuesta a responder todo lo sincera que pueda. No va a revelar el secreto que él le contó, pero si va a utilizar lo que sabe para guiar a Jacqueline, pues intuye que ella también desea que él logre encontrar la calma y librarse de esos fantasmas de la culpa:

-Habla con él... -Responde, mirándola fijamente a los ojos- Dile que tú sigues estando ahí, como su amiga y confidente, pero sigues al fin y al cabo. Dile que no hay rencores, que hace mucho que le perdonaste, que solo quieres que él sea feliz. Dile que él también tiene que rehacer su vida, que quedarse estancado no le hará menos culpable, y que además tú ya no le culpas y por eso él no debe seguir haciéndolo. Y dile que estarás ahí en cada paso que de. -Toma aire después de soltarlo todo, dejando a un lado cualquier reproche de su sentido común ante lo que está haciendo- Yo sé que tú piensas así. Tú sabes que piensas así. Pero él no lo sabe, y por eso debes decírselo tú, las veces necesarias hasta que lo acepte -Insiste, mordiéndose el labio inferior después- Pero... No le digas que yo te he dicho nada, ¿de acuerdo?

Lo último se lo pide suplicante, y es que la idea de que él piense que le ha traicionado, que ha dicho algo que no debe, le aterra. Pero cree que puede confiar en Jacqueline, sí, aunque ella no sea de fiarse de su intuición... Hoy ha decidido hacerlo, por él. Permanece después en silencio, sin decir nada, únicamente mirándola a los ojos...

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Me limité a observar y a escuchar, cada uno de sus movimientos, palabras o suspiros, todos ellos me llevan a ponerla un lugar que no sabía si encaja…demasiadas dudas…demasiadas dudas sobre una cachorrilla en la cual habia decidido confiar, confiar en que supiera de lo que hablaba…no tarde en darme cuenta de que estábamos hablando de un tema sumamente delicado, creo que hasta mis bebes aun en mi interior, se dieron cuenta, Eithne tenía razón, yo sentía aquello ¿pero cómo diablos se había enterado ella? ¿Cómo me conocía tan bien una persona con la cual era la primera vez que hablaba?...

-No es…tan sencillo…-dije bajando la mirada, yo me empeñaba en que era amiga de Gabriel, me sentía su amiga y no estaba dispuesta a abandonar su vida, pero desde la noticia de que Tyler y yo éramos pareja…desde mi embarazo…apenas habíamos cruzado un saludo, tal vez dos…y realmente dudaba de que a él le gustase la idea de que le fuera con una charla..La confusión se apodero de mi…pero bueno, si era lo que tenia que hacer para que Gabriel fuera feliz…le recordaría que el pasado era parte del pasado…

-Pero hare lo que pueda…-dije con toda la sinceridad del mundo, no podía garantizar ni asegurar nada, no me veía con el valor de prometerme nada ni siquiera a mi misma-y prometo no decir nada de ti…tranquila.-dije con una sonrisa.

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