[Libre para todos menos para Mia y Jeremmy] xDD

No me gusto su mirada cuando supo que yo era policia. Cierto era que no podiamos permitir que un local como aquel estuviera abierto. Pero yo solo no podía enfrentarme a toda aquella gente por muy lobo que fuera. Sonreí cuando me dijo que no se dedicaba a nada, pero que tampoco vivia bajo un puente.

A decir verdad tampoco tenía pensado decir nada al respecto. Se le notaba que llevaba una buena vida a pesar de sus bajones. Además viendo que vestia de forma tan elegante y era una mujer tan atractiva se notaba que no era una cualquiera.

Otra vez pensando en su atractivo. ¿Acaso empezaba a gustarme? Negué para mi mismo al pensar aquello. Sin duda algo había en Jacqueline que me atraia tanto como para pensar aquel tipo de cosas, pero bueno... No era el momento ni lugar para pensar en piropos ni mujeres ideales. ¿O si?

- Vaya, debe de ser fantastico poder pasar el día haciendo todo lo que te gusta. - Y ahi iba la pregunta tipica de ligon, cosa que yo no queria parecer, pero sentía curiosidad- No me malinterpretes pero... ¿No estas comprometida? Lo pregunto por que no se... Es raro ver a una mujer como... Tan, encantadora sola. -Dije algo cortado.

¡Que payaso! Menuda forma de comportarme, si casi me había dado verguenza preguntarselo. Era una pregunta completamente formal y me había sentido como un crio que se enamora por primera vez.

Escuché con atención su encantadora risa cuando respondió a mi pregunta. Me gustaba su risa...

- ¿Yo? No, estoy soltero sin compromiso alguno y la verdad. - Y yo plantenadome lo de ser padre.

Había olvidado lo más importante. Tener una mujer a mi lado. Casi me pesaba el haber estado soltero tanto tiempo. Había tenido mis pequeños momentos y relaciones con otras mujeres pero nunca algo tan serio como el matrimonio o tener un hijo. Costaba creer que tuviera sesenta años y aun no me había casado cuando lo veia como algo que siempre había querido.

Jacquline había desviado la vista al frente, ¿era para ocultarme aquel ligero rubor que se alojaba ahora en sus mejillas? Que encantadora, sin duda, pero aun no entendía por que conseguia hacer que se ruborizara.

¿Qué raro? Mi pregunta quedo en el aire pues la pelirroja cambió radicalmente de tema, preguntandome a donde nos dirigiamos.

- Pues si, vamos sin rumbo. Aunque si quieres podemos ir a algun sitio. - Vi como se encogía en su abrigo debido al frio, me sentí en parte culpable- Si quieres podemos ir en mi coche y vamos donde tu quieras, empiezo a sentirme verdaderamente culpable por someterte a este frio invernal. - Bajé la cabeza.

Bajo el abrigo de Jacqueline podía ver parte de sus piernas y sus tacones de aguja. ¿De veras todo esto estaba ocurriendo? Es decir... Era estupendo, ella me caia muy bien y en cierto modo ya había mucha confianza, por lo menos yo lo veia así. Empecé a pensar cosas no demasiado acordes a la situación, en parte agradecía a la mujer que hubiera desviado el tema de las relaciones, pero yo sinceramente me moria por saber que le parecía tan raro de que estuviera soltero.

- Bueno y si no se te ocurre nada conduciré hasta donde nos lleve la carretera y punto. Nunca viene mal ese tipo de cosas. -Dije mirandola de reojo.

Continué caminando junto a ella hasta que tomé una calle que giraba a la izquierda, allí estaba aparcado mi todoterreno. A veces pensaba que cuidaba mejor ese coche que mi propia vida. Pero bueno, era como mi segunda casa así que. Abrí las puertas con el mando y cuando estuvimos junto al vehiculo abrí la puerta del copiloto para que Jacqueline pudiera entrar, seguidamente me fui directo al asiento del conductor y me coloqué el cinturon.

Me gustaba conducir de forma temeraria y odiaba ir lento cuando sabía perfectamente que los buenos coches estaban para aprovecharlos. Arranqué el motor y esperé a que mi acompañante estuviera lista.

- Si en algun momento, no te gusta como conduzco me lo dices... Que puedo ir más rápido. - Bromeé.

La broma de la policia resultó ser bastante divertida. Pisé el acelerador y salí de la calle tomando otra para llegar hasta la principal. ¿Qué podía hacer? Bueno, en lo que Jacqueline se pensaba donde quería ir podría conducir un rato para desahogarme. Me gustaba conducir y me gustaba la velocidad, seguro que algun día acababa teniendo algun accidente del que no saldria, pero mientras tanto la cuestión era disfrutar. Aceleré.

- No creo que vayan a detenernos, aunque si quieres. Puedes decirme tus delitos así podría leerte tus derechos y ponerte las esposas. El viaje a comisaria seria directo. - Dije bromeando nuevamente.

Clavé los ojos en la carretera, me gustaba hacer locuras cuando iba rápido, pero esta vez tenía compañía y no me hacia gracia la idea de que tuvieramos un accidente por mi culpa.

No pude aguantar la risa ante su ''confesión'' de asesina. Tomé un desvio que salía de la ciudad cuando me dijo que no tenía ni idea de donde ir.

El bosque.

Si, no era un mal sitio. Aunque no tenía demasiado claro si a ella le gustaba la idea, no quería que pasara frio y tampoco queria que pensara que pretendía hacerle algo. Pero si no preguntaba no iba a saber si la idea le agradaba o no.

- Ya sé que suena un poco raro, pero ¿qué te parece si vamos al bosque un rato? Conozco un claro donde se ve perfectamente la luna y alli podriamos estar tranquila. Lo malo... Es que vas a pensar que quiero hacerte algo o que vas a pasar un frio impresionante y la verdad... - Sonreí- No me gustaría que pensaras ese tipo de cosas de mi...

Bueno... Eso de ''hacer algo'' con consentimiento nunca esta mal. ¿Pero qué narices estaba pensando? ¿Me estaba quedando tonto acaso? Menudas ideas más absurdas me venian a la cabeza, que poca sensatez...

Sonreí aliviado. Gracias al cielo no parecía pensar mal de mi... Bueno, yo tampoco lo haría de ella. Escuché su comentario del bosque y la miré durante una fracción de segundo.

- Si, la verdad es que es un buen sitio. No niego que me gusten más las ciudades por su bullicio, pero de vez en cuando ir al bosque no viene mal.

Si, yo también solía ir al bosque de vez en cuando en busca de algo de tranquilidad. Aunque no era algo que me llamase demasiado la atención puesto que solía haber muchos cazadores y no me gustaba la idea de tener que verme en una de sus trampas. Ya había visto a demasiado ''hermanos'' caer de aquella forma en las garras del hombre.

Tal y como había pensado no tardamos mucho en llegar al lugar indicado para aparcar y poder entrar en el bosque. Paré el motor y bajé esperando por Jacqueline para comenzar el paseo.

- Si tienes mucho frio, puedo dejarte la cazadora. - Ofrecí.

Asentí despacio y me adentré junto a Jacqueline en la primera hilera de árboles. Era un cambio radical. El aire limpio, la tranquilidad de la noche, el reflejo de lal una. Todo perfecto. Agucé el oido y pronto supe que en los alrededores no había nadie, eso mejoraba aun más las cosas.

A medida que nos adentrabamos en el bosque el camino se hacia algo más arduo, pero la costumbre de caminar por allí ya me había adaptado al terreno. De vez en cuando miraba a Jacqueline para ver como le iba. Era impresionante, con aquellos taconazos que llevaba y aun así podía caminar perfectamente por aquel terreno como quien camina descalzo pro su casa.

- Me impresionas. Ninguna mujer caminaría por aqui con el calzado que tu llevas y tu sin embargo parece como si lo hubieras hecho toda tu vida. ¿Eres senderista o algo por el estilo? ¿O acaso sales de alguna pelicula? -Bromeé.

Algo que me encantaba de Jacqueline era su facilidad para sonreir. Bueno, alomejor no era tan fácil hacerla sonreir, pero por lo que yo estaba viendo ella nunca borraba su sonrisa de la cara.

Hice como si pasara una cremallera por mi boca y luego sonreí. No todas las mujeres caminaban con tacones por el bosque, cierto. Pero siempre había alguna que se saltaba esa norma ¿no? No era tan raro. No pude apartar la vista de ella durante un buen rato, era como si le gustara el bosque más que ninguna otra cosa. Lo cierto era que para mi solo era un lugar donde poder pensar tranquilamente y apartarme un poco.

Eso de que los lobos eramos unos solitarios es mentira. Nos gusta relacionarnos tanto como a los humanos e incluso más, por eso siempre acababan formandose manadas. Me asaltaron varios pensamientos sobre los nuestros y luego uno se centró en mi cabeza más que ningun otro.

¿Y si existiera la posibilidad de decirle a Jacque lo que yo era? ¡Imposible! Sería perseguido por toda la manada y aparte ella me tacharía de loco sin remedio. Pero nunca se sabe...

Era frustrante ser algo y no poder compartirlo con nadie que no fuera de tu misma raza. Y esto último era dificil de saber, normalmente nos conociamos en las reuniones que se organizaban cada mes, pero no terminas de fijarte en todo el mundo.

Me mantuve en silencio por primera vez desde que habiamos empezado a hablar.

Me reproché a mi mismo el haberme quedado callada. ¡Que imbecil soy! Me encogí de hombros ligeramente dandole a entender que no era nada importante aquello en lo que pensaba.

- Pensaba en lo que ocurre en este bosque. La gente viene de fiesta y lo deja todo perdido. Y después los cazadores, arrasando con los lobos sin respetar nada. Más de uno que no es lobo ha caido ya en sus trampas, deberian quemarlso a todos.

Si, yo odiaba tanto a mi raza como a la raza humana. Salvos algunas cosas nada nos diferenciaba. Eramos egoistas y con ganas de acabar con cualquier otra especie que pusiera en duda nuestro liderazgo. La unica gran diferencia era que nosotros matabamos una vez al mes y ellos colocaban trampas todos los dias para arrasar por completo con nuestra especie. Como si les hicieramos mucho daño.

En resumen. No me gustaban muchas cosas de ambas razas, pero era así y por lo pronto no podía cambiar nada de nada. Volví la vista a Jacque durante un momento y luego vi frente a nosotros un claro, quizás el que yo había mencionado anteriormente u otro, pero era un claro.

Me adentré en el claro mirando a mi alrededor y luego a Jacque. Sus palabras habian hecho eco en mi cabeza.

- Bueeeeno, este es el claro. Aunque, no se si es el sitio del que te hablé, creo que hay varios claros en este bosque. Y siempre que vengo creo que acabo en alguno distinto. - Admití sonriendole.

Si todos recibiamos nuestro merecido, ¿por que matabamos criminales en las cazas y no cazadores? Negué ligeramente hacia mi mismo, ya estaba pensando como si Jacqueline fuera uno de los mios, no podía cometer el error de confundrla.

El día de la caza estaba cada vez más cerca y... La verdad es que esta vez no tenía ganas de participar, aunque para mi ya era una obligación por que era la única manera de calmar mis instintos.

Si, instintos. Todos los animales tienen instintos, incluso el humano. Pero nosotros no eramos humanos, eramos los lobos vestidos con pieles de cordero, acechandoles, sin dejarnos conocer. Aparté de mi cabeza tan pronto como pude aquellos pensamiento y me centré en mi compañía, debía de estar más atento. Lo malo era que si me centraba demasiado en ella, acababa por pensar cosas que parecian más del tipo de pensamientos que tiene un adolescente enamorado.

Aquella noche -como muchas otras- había salido a inspeccionar el bosque. Muchos eran los grupos de humanos que relazaban sus fiestas en mitad de nuestro bosque dejándolo todo hecho un asco; basura en bolsas, cristales rotos, restos de hogueras...Y la visión que tenía en aquel momento no era distinta. Gruñí ante aquella estampa caminando entre toda aquella suciedad. Un leve crujido metálico me hizo reaccionar echando a un lado mi cuerpo canino, mirando en dirección hacia donde sonó a continuación un vasto “Clark”, una trama...Otro de nuestros problemas eran las trampas que los humanos habían puesto, se habían descubierto cuerpos de ciervos sospechosamente muertos, con mordeduras de otro animal, incluso osos.

Mi paso se aceleró para salir por el momento de aquel lugar, tenía que regresar con alguno de los muchachos para revisar todo el bosque a fondo. Mi paso acelerado se aumentó a carrera, tanto como para llegar más rápido como para disfrutar con el viento acariciando mi pelaje. Saltando troncos caídos, pasando por debajo de algunas ramas que casi tocaban el suelo, me encantaba el correr esquivando obstáculos, probando mis reflejos.

En pocos minutos llegué cerca del claro de la reunión de la caza, y derrapé frenando en seco antes de poder ver el lugar. Olisqueé el aire y mi paso se hizo silencioso acechador, dos olores ambos familiares. Lentamente me asomé por uno de los riscos altos que hacían de pared en aquel claro, observando a los llegados. De pie espere sin querer evitar ser visto u olido.

Sonreí.

- Bueno... Me gusta ser sincero.

Porsupuesto que recordaba aquel claro. Era donde se celebraría el ritual de la caza dentro de poco. Ya decía yo que no podía tener tan mala memoria. Desvié la mirada hacia Jacqueline y luego algo, atrajo mi atención. No conseguí verlo, pero sabía que había alguien... Quizás por el pequeño rastro de olor que llegaba o por un ligero murmullo.

¿Nos estaban espiando? No tenía ni idea, pero si de eso se trataba quien quiera que fuera estaba teniendo bastante cuidado en hacerlo. Miré a Jacque nuevamente y vi que su sonrisa se borraba, pero solo duró un segundo. ¿Qué ocurría? Todo empezaba a ser un poco extraño, no me apetecía que nadie viera que estaba con una humana en medio del claro más importante para nuestra manada. Pero si ya nos habian visto, supuse que lo mejor era esperar ahi, aunque no quisiera.

Les miré desde la altura, reconociendo ambos olores y ambas figuras, entrecerré los ojos sin apartar la mirada -¿Que hacían allí...?- Me volteé con afán de rodear el risco, en una carrera y tras unos minutos había atravesado aquel camino invisible que me trazaba. Mi carrera se detuvo pasando al caminar, apareciendo de entre los árboles que delimitaban el claro.

Con la testa alta continuaba mirándoles esperando el saber por qué estaban allí. Les rodeé mirándoles, subiendo en un rápido salto a una de las rocas sentándome en ella, aun con la testa alta a esperas de que hablaran. La presencia en el claro no es que estuviera prohibida pues incluso los humanos osaban profanarla con sus festejos en sus alrededores, por suerte nunca habían conseguido dar con aquel lugar tan pacifico y sagrado para nosotros. Giré una de las orejas pues un crujir de ramas llamó mi atención por un momento, sin llegar a retirar la mirada de ambos olisqueé el aire -conejo-