Asesinato de Russel Reid [Didier Chicot]

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Eran las 3 am, estaba tumbada en mí cama pensando en como llegar hasta Russel Reid, un hombre cuya ambición llegaba más allá de cualquier mente humana, tan lejos que hasta le había causado una depresión de las grandes. Pude averiguar lo de la depresión por una entrevista que le realicé hacía más o menos unas semanas atrás, pude observar que se tomaba unos antidepresivos, además de poder fijarme en el pequeño botecito para colocar las lentillas que en sus ojos llevaba. No fue muy difícil averiguar su horario semanal, fui interceptando entrevistas y luego las cancelaba para poder volver a pedir otras, así ir viendo cuando estaba libre y cuando no, de vez en cuando me dedicaba a seguirle y a fotografiar a donde iba, todos sus movimientos, los lugares que más frecuentaba, no era difícil siempre estaba con un teléfono en la oreja, gritando y poniéndose de los nervios, pobre hombre desgraciado pensaba. Un día me dí cuenta de que no deseaba vivir, no lo quería, simplemente quería descansar en paz, yo lo haría, conseguiría que el hombre descansase en paz ¿Cómo? Eso ya lo tenía en mente.

La noche antes del día previsto para la muerte de Russel me adentré en su despacho en mi forma lobuna, no había nadie dentro, una vez allí coloque una pequeña sustancia liquida en sus lentillas, era una droga que mezclada con su medicina antidepresiva haría que tuviera unas ganas de suicidarse que nadie podría haber visto jamás, no era más que esperar a que esto surtiera efecto en él. Mi idea era conseguir que el hombre estuviera tan desesperado de morir que ni siquiera sintiera dolor cuando lo hiciese, quizás tenía la suerte de que éste se matase antes de que yo lo hiciese por él, pero no lo tenía claro, lo mejor era estar a una distancia prudente aquel día, si me relacionaban con él era mujer muerta.

Ya decidida a que era la hora me levanté de la cama y me dirigía a la puerta, Izel estaba con una amiga en su casa, le dije que me iba de fiesta un par de horas, y eso es lo que haría, me iría de fiesta, no podrían meterme entre los sospechosos, además se me había ocurrido una nueva idea “Hombre muere suicidándose y acaba devorado por los animales” Buena idea aquella, sólo Didier sería capaz de no creerse semejante estupidez. Incluso yo que era la persona que menos deseaba hacer eso en el mundo sabía que era una estupidez, pero algo tenía que hacer, y aunque fuese lo que fuese, no era mala idea.

Caminaba media escondida por la Avenida Kisseleff, estaba completamente desierta, mejor dicho, desierta era poco, no había ni un atisbo de corriente por la avenida ¿Quién se lo podría creer? Suerte del principiante pensé. En ese momento tendría que estar muy nerviosa, pero estaba completamente todo lo contrario, tenía claro lo que iba a hacer y no creía que fuera a fallar. A los pocos minutos Russel apareció, estaba subido a una de las cornisas de su edificio, en ese momento si que se me paró el corazón, me escondí dentro de uno de los callejones para convertirme en el ser que tanto detestaba a veces, pero era la única solución, me quedé esperando allí abajo a que el hombre cayese de la cornisa, era cuestión de segundos el que lo hiciese. Como bien predije, cuestión de segundos, a las 4:32 am el hombre era una completa hamburguesa de carne, su olor a sangre me resultaba hasta apetitoso pero descarté esa idea por completo, me acerqué lentamente hasta él percatándome de que nadie estuviese allí, nadie por suerte, nadie. Una vez pegada a él me quedé observándolo por un buen momento, era hora de actuar, lentamente con las patas delanteras fui rasgándole la camisa creando cortes profundos en el tórax y parte del abdomen, después dirigí mis colmillos a sus brazos creando cortes en forma de canino en sus muñecas, haciendo que se desangrase lentamente, poco a poco baje a sus pies olisqueándolo le arranqué un zapato y lo tiré lejos, más o menos cerca de una alcantarilla, luego mordí ese pie y fui arrastrando al pobre hombre por la avenida hasta meterlo en un callejón dejando un rastro de sangre hasta él, acto seguido arañé su cara dejándole marcas dignas de un animal, cada vez que lo miraba me daba más cosa, ya era una hamburguesa, pero ahora era algo mucho peor que una hamburguesa, menos mal que estaba muerto. Finalmente volví a mi forma humana solo para hacer mi última jugada, saqué un punzón de un par de centímetros, con él hice dos pequeñas marcas en su cuello como si fuesen marcas de vampiros, ya que estaban tan de moda por qué no probar. Guardé el punzón y desaparecí de allí sin dejar rastro de que había estado por el lugar a esa hora, por la mañana podría ver como sentó la noticia.

A la mañana siguiente una llamada me despertó, se decía que Russel Reid había muerto en unas terribles situaciones, me levanté y me vestí lo más rápido que pude y fui al encuentro. Por la mañana eso estaba diferente, se veía todo más trágico, la cantidad de sangre que había desde donde cayó hasta donde lo dejé era bastante, menos mal que no llegaba a ser un río. La zona estaba acorralada por varios policías de la zona, a los periodistas no nos dejaban pasar pero yo necesitaba la noticia, aunque la supiese ya tenía que investigarla para no causar sospechas, miré que a lo lejos se encontraba Didier, le hice un gesto con la mano para que se acercase, él era mi amigo dentro de lo que cabía, seguro que me dejaba estar con él y me contaría las últimas noticias del pobre Russel. Nunca me había sentido tan malvada.

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Didier se fumaba un cigarro apoyado en el capó de un coche algo apartado del núcleo policial, donde habían encontrado el cadaver, pero dentro del precinto de seguridad que separaba la escena de la muerte del gentío. Parecía absorto en sus pensamientos, observando como unos responsables sacaban el cuerpo de allí metido en una bolsa para meterlo en un furgón de la morgue. Y aunque parecía mirarlo fijamente, no veía lo que tenía delante, sino que su cabeza trabajaba deprisa atando cabos.

Esa mañana, a primera hora, habían recibido la llamada de un hombre aparecido muerto en Kisseleff. Al parecer había saltado de una cornisa en lo que parecía un suicidio, pero algo en la descripción de los hechos no cuadraba. Sylvie y él estaban liados con otro caso, así que él aceptó ir allí mientras su compañera seguía investigando la otra tarea.
Se encontró con el despliegue policial rutinario cuando llegó al lugar, y se dispuso a buscar indicios que aclararan lo que había ocurrido allí. Asesinato o suicidio, como siempre era en esos casos.

Pero lo que encontró allí le dejó perplejo. Una mancha de sangre extensa y reseca mostraba el lugar donde había caído, pero un rastro indicaba que el desgraciado se había arrastrado hasta un callejón colindante... o lo habían llevado. La mayoría de los agentes que estaban allí dedujeron que se arrastró, pero él había visto bastantes casos parecidos para distinguir que el reguero que dejaba en el arrastre era de un cuerpo lacio, sin vida, llevado por otros. Sin embargo, fue en la callejuela cuando se dio cuenta de quién se trataba: Le Chien. La bestia francesa, que asesinaba con signos de ataque animal pero de forma cruenta y despiada. Los policías le habían expresado su opinión, que era la de un perro callejero que encontró el cuerpo moribundo del que se arrastró y se ensañó con él... Pero para él estaba claro.

Las muñecas habían sido desgarradas a conciencia, solo las muñecas, para hacer desgarrar ya el cuerpo sin vida. La cara destrozada, desfigurada hasta hacerlo parecer carne picada mezcla de hueso y carne sanguinolenta. Un animal no dispondría ese despiece tan tétrico. Era el modo de Le Chien, que al fin volvía a actuar tras la pausa, en su nuevo destino.
Únicamente, algo nuevo extrañó a Didier. En su cuello, un arma punzante había sido utilizado para hacerle dos pequeñas marcas en el cuello y eso no era propio de su asesino, ya que nunca utilizó armas manufacturadas por el hombre para comenter sus atrocidades.

¿Por qué las atrocidades fueron post-morten? No había indicios de que en la azotea del edificio donde saltó el pobre hombre hubiera existido lucha o resistencia alguna. ¿Por qué las marcas en su cuello?
Aquellas eran las razones por las que el detective parecía ausente, encerrado en sus propios pensamientos.

Unas señas insistentes detrás del cordón policial le hicieron salir de su empanamiento y fijar la mirada en la figura que lo llamaba. Apretada junto a los demás policías, una muchacha insistía en que la hiciera caso. Se trataba de Blaidd, una joven periodista con la que Didier había entablado una relación profesional: él le concedía informaciones embargadas -exclusivas sobre sus casos, que ella no tenía derecho a publicar hasta el mismo momento en que el caso de que tratara se cerrara- y ella a veces le ayudaba con investigaciones de su periódico para facilitarle datos difíciles de conseguir.
Le resultaba una chica agradable, francesa como él, y madre muy joven. Incluso veía en ella una dulzura inocente, demasiado para este mundo.

-Dejadla pasar- les dijo a los agentes que custodiaban la cinta y controlaban el alboroto de periodistas, indicándole a Cibach que entrara. -¿A esta hora trabajando ya, Siba?-

Sonrió indicándole con la mano que se alejaran de los demás periodistas. Le habló mientras caminaban.

-No puedo dejarte pasar a verlo. Se lo han llevado... y creeme, no es nada agradable contemplar el cuerpo-

Sus palabras eran amables, pero algo en su tono indicaba que estaba atontado. La idea de que Le Chien apareciera de nuevo le emocionaba, pero a la vez, le aterraba.

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Antes de que Didier pudiera verme me puse a observar toda la escena, como bien me había fijado con anterioridad todo parecía peor de lo que creía, había causado mucho revuelo en la avenida, la calle estaba cortada y muchísimos periodistas estaban dispuestos a sacar alguna conjetura de lo que pudiese haber ocurrido, y pensaba en conjeturas porque eso era lo que serían, nadie sabría exactamente lo que le había pasado de verdad. Con una mano empecé a jugar con mi labio inferior con la mirada perdida, pensaba en todo lo que podría pasar y en lo que ya había pasado, no tendría por qué sentirme tan mal, pero estaba bastante mal, la culpable de todo eso era yo y nada más que yo, después de todo si que acabaría siendo una asesina, daría igual cuales fueran mis razones, era una asesina y eso ya no iba a cambiar, no lo podía rectificar.

Volviendo a la tierra seguí haciendo señas a Didier, éste por fin me hizo caso y se encaminó hasta llegar a mí. Didier era uno de esos hombres no muy altos pero con algo que los hacían atractivos, para mí lo que Didier tenía de especial eran esos ojos saltones y ese hoyuelo que tenía en la barbilla, a veces incluso me reía por el hecho de que parecía el típico policía de las series de televisión, lo más curioso es que no lo hacía adrede, él era así. Poco a poco conseguí ganarme su confianza y así poder meterme en las noticias más jugosas, de las cuales ningún otro periódico que no fuera el mío, podía conseguir, eso me hacía especial en mí trabajo y he de reconocer que me encantaba que fuera así, al fin y al cabo lo mejor de mi trabajo era investigar, aunque eso de investigar era un poco difícil suponiendo en el caso que estaba, intentar fingir que no sabía nada sería igual de divertido o esa esperanza tenía.

Didier dio la orden de que me dejaran pasar, con una sonrisa pasé encantada de la vida y me coloqué a su lado para que me pudiese contar con todo detalle lo que había ocurrido en la zona, pero antes de eso me hizo una pregunta que me hizo reír, yo trabaja las 24 horas del día, cualquier cosa era importante en mí vida, claro estaba que él no lo sabía todo.

- Claro, hay que trabajar desde bien tempranito para conseguir las mejores noticias, si no otros podrían arrebatártelas, hay que estar al pie del cañón aunque eso signifique que te puedas quedar sin pie –Me reí sola ante mi comentario- Lo sé, un chiste muy malo –Seguimos caminando mientras le escuchaba hablar. No me dejarían ver el cadáver, eso significaba que no habría fotos, no recordaba que el hombre acabará tan mal como para no poder ser visto, a lo mejor en el tiempo que no estuve un animal se pegó un buen banquete. Me quite esas ideas de la cabeza y me puse seria, tenía que trabajar como siempre- No tengo porque ver el cadáver, no te preocupes por ello, normalmente las fotos son un extra pero si no puede haber no hay ningún problema –Le dije amablemente- Eso sí, necesito que alguien me describa la escena del crimen, como lo encontraron, que heridas tenía… Esas cosas, así al menos puedo describirlo en el artículo y mantener a los ciudadanos al tanto. Si no es mucha molestia ¿Tú lo harías? –Le pregunté con una mirada interesante como si fuese Sherlock Holmes pero a la vez amable y educada, deseaba que el pudiese hacerlo.

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Didier la escuchó sin mirarla, dándole una última gran calada para apurar el cigarro ya consumido, tirándolo al suelo y pisándolo con el tacón de su zapato. Lo espachurró bien, y después la miró de soslayo, observando como le miraba ella con un deje inteligente en la mirada. Aquella chica sabía sacar cosas de los demás, era una buena periodista que exprimía información incansablemente hasta conseguirla. Incluso si creías que no le habías contado nada, lo aprovechaba y sacaba sus no pocas acertadas conlusiones de escasos detalles que siempre se te escapaban.
Sonrió.

-Aún es pronto para saber nada. El cuerpo apareció en condiciones extrañas, demasiadas. No puedo decirte de momento nada más en relación a la escena del crimen, al menos hasta que pase algo de tiempo y avancemos en la investigación... lo entiendes, ¿no?-
Paró sus pasos cerca del lugar donde fue encontrado el cadaver, justo a la entrada del callejón, y se giró hacia ella para hablarle. -Se trataba de Russel Reid- ojeó en su mano un bloc de notas donde había escrito lo esencial recopilado en trabajos de documentarse sobre la víctima -Un empresario extranjero que andaba en el negocio inmobiliario, al que últimamente no le iba muy bien... relación con extorsiones, compraventa ilegal de acciones, especulación fraudulenta-

Así era. El bastardo encontrado no era una buena persona, para nada. Su ambición le había llevado por malos derroteros, y no tardaría mucho en caer por su propio peso. Aquello apuntaba a muchos sospechosos, socios y trabajadores que seguro le tenían manía, pero él tenía claro que había sido Le Chien.
¿Cómo podría explicar a nadie que estaba seguro de que era el asesino al cual persiguió desde Francia? ¿Alguien le creería? Nadie. Por tanto, debía descartar esa explicación de su discurso.

-Nos pondremos enseguida a buscar indicios que lo relacionen con alguien que quisiera verle muerto. Pero ahora no tenemos nada-

Se colocó otro pitillo en la boca, y se lo encendió sin dudarlo. Fumaba demasiado, y su pulmón ya le avisaba de que aquello no llegaría a buen puerto, pero para el era inevitable. Esa mañana, sobretodo, necesitaba calmarse ante la excitación de presenciar la vuelta de su enemigo.
Lo ocultaba muy bien, pero estaba hecho un flan.

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Como era de costumbre Didier estaba fumando, y mientras terminaba de hablar éste acababa con la vida de un pobre cigarrillo que seguramente terminaría con la vida de Didier antes de lo previsto, era una pena que fuera a acabar de esa manera, a lo mejor no era así y simplemente seguiría viviendo más sano que un roble, pero lo dudaba y mis dudas no solían fallar casi nunca. Cuando terminó de espachurrar al cigarrillo con el tacón de su zapato me miró y empezó a hablarme, sus palabras no me gustaban en lo más mínimo ¿No podría contarme nada? Por un lado lo entendía pero por el otro no, los puntos clave del asesinato estaban muy bien definidos, las heridas, todo estaba claro, todo se veía muy claro en el cadáver, lo que ya luego fuera completamente dudoso era el cómo, quién, por qué, dónde… Y el dónde era por una sola razón, Russel cayó desde la cornisa, pero si aún no habían averiguado nada del asesinato no podrían saber que la causa de la muerte fue esa caída, cuando lo averiguaran empezaría el resto.

-Lo entiendo, es difícil averiguar cosas solo mirándolo, seguramente tendrían que haber mil pruebas que analizar, y la autopsia como en la mayoría de los casos podría revelar muchos datos concluyentes –Siguiendo sus pasos paramos bastante cerca de donde dejé a Russel. Él se giró hacía mí para seguir hablándome. Didier fue explicándome quien era y lo que hacía en la vida, todo lo que me contó leyendo su bloc de notas yo ya lo sabía, era fácil seguirle el rastro a aquel hombre- Vamos, un hombre de lo más maravilloso –Dije con cierto tono de ironía- Los hombres como el señor Reid nunca acaban bien, normalmente suele haber algo que falla en los negocios, quizás una pelea con sus financieros, cobros de clientes sin pagar, algún que otro socio, demasiados sospechosos, pero ¿Qué te voy a contar yo a ti? Tú eres el profesional aquí –Le dije riendo levemente.

Mi papel de momento iba a la perfección, fingía completo y absoluto interés por el caso, e incluso me divertía intentando averiguar cosas sobre el susodicho, hasta había momentos en el que pensaba verdaderamente en un posible asesino y eso que ya sabía que el asesino era yo, pero lo que de verdad importaba era que Didier creyera que el “Le Chien” mientras eso fuera bien yo estaba contenta, al fin y al cabo solo había una cosa que desvinculaba a “Le Chien” de ese caso: Las punzadas en el cuello y que el hombre no era una persona buena, ni alguien que te encuentras por un parque tan tranquilo, éste era completamente uno de esos que te daban ganas de matarlo tú mismo.

Finalmente me indicó que enseguida se pondrían a buscar indicios que lo relacionasen con alguien que quisiera verle muerto. Pero que de momento no tenían nada. Mi mirada fue paseándose por toda la escena del crimen, yo seguía inmóvil al lado del señor Chicot pero buscaba con la mirada algo más allá que quizás se me hubiera escapado hasta mí aquella noche, o que a lo mejor algo en lo que no hubiese pensado demasiado. Cogí mi libreta de notas y me saqué un bolígrafo del bolsillo, seguidamente me puse a apuntar ciertas teorías e incluso a dibujar un dibujo del supuesto cayendo desde la cornisa.

-Señor Chicot, al menos ¿Saben si cuando saltó estaba muerto o vivo? Lo digo porque eso podría abrir muchas teorías y de paso poder saber exactamente como cayó, ya que al observar como lo han arrastrado hasta aquí no podemos asegurarnos de que no hayan alterado las pruebas, cambian mucho las cosas. También es verdad que no se sabe que ocurrió en esa cornisa ¿Han estado buscando pistas arriba? –Le pregunté seria de forma profesional, a ese paso un día podría ser actriz, pero de verdad me interesaba buscar otras maneras de crear un asesinato completamente diferente a como lo había hecho yo.

Mientras esperaba a que me contestase observé que se colocaba otro pitillo en la boca, suspiré levemente mirándolo como si estuviera cometiendo un delito, no era de mi incumbencia pero la mejor solución para resolver ese asesinato no era fumándose tres toneladas de cigarrillos.

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-Limpia, ningún signo de pelea ni de forcejeo. EN la azotea solo estaba la víctima y todo indica qe saltó por su cuenta- contestó Didier a lo de la azotea, elevando su mirada hacia arriba para describir la trayectoria de la caída que Reid había experimentado. Frunció los labios pensativo, y por unos segundos, se olvidó de que Siba seguía a su lado hablándole.

Tenía el presentimiento de que Le Chien estaba detras de todo aquello: el modus operandi del descuartizamiento, marcas similares parecidas a las de una bestia ... pero había tantas cosas que no encajaban, que lo convertían en algo demasiado extraño. Su asesino, Le Chien, nunca había actuado como carroñero, siempre había sido él el asesino de sus víctimas. Entonces ¿Por qué en este caso parecía haber esperado a que el desgraciado muriera por su propia cuenta?
Tendría que esperar a investigar más. También estaba la posibilidad de que fuera un imitador del que años atrás actuó en Francia, algun perturbado que encontrándose el cadaver suicidado quisiera alcanzar la fama de Le Chien. Si la autopsia revelaba que la tortura después de la muerte, tendría que tener eso en cuenta. Después de todo, el original nunca se había cebado con cadáveres, y no cambiaría sus formas tras tanto tiempo. No era su estilo.

Esperar a ver si fue asesinado. Es lo que le quedaba.

-Tendrás toda la información que quieras y pueda darte. Como siempre- tras otra larga calada, la miró fijamente y con interés. Había llegado el momento de negociar. -Pero tienes que ayudarme, ya lo sabes-

-Hace poco le hiciste una entrevista.- él estaba bien informado, no se le había escapado el detalle de que la periodista tenía relación con la víctima. -Necesito que me des toda la información que conseguiste de él, la que redactaste en tu artículo y la que desechaste.-

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Didier aclaró que no habían encontrado nada en la cornisa, estaba completamente limpia, todo indicaba que había saltado por su cuenta, algo era algo. Dentro de mí me empezaba a preocupar un poco mucho, necesitaba llevar el caso lo mejor posible sin que se delatase nada extraño, tampoco era la necesidad de que lo resolvieran, la cuestión es que creyeran que era “le Chien” pero no sabía lo que Mister Chicot estaba pensando en su cabecita, aunque me gustaría saberlo, la mente de él siempre había sido un misterio, al menos desde que le conocí. Podrías verlo sumamente pensativo y jamás sabrías en que estaba pensando, eso de vez en cuando me frustraba un poquito, pero solo un poquito, sabía contener la compostura y seguir adelante con todo.

Sumisa en una masa de pensamientos sin sentido Didier comenzó a ser el policía que era, ya estaba en plan negociante marchando, me hacía sonreír. Me gustaba tener toda la información que necesitaba pero también me gustaba que necesitaran mi ayuda para ciertas cosillas, te hacía sentir importante y única, sentirme así no estaba mal después de todo. No se subió por las ramas, directamente fue a lo que quería, como bien pude suponer era la entrevista, claramente que me la iba a pedir pero yo tenía que poner alguna cosilla para que todo encajase mejor.

-Claro, yo te lo doy todo, e incluso te puedo contar cada detalle que ocurrió dentro de su despacho. La entrevista fue hace una semana, me había costado mucho conseguirla, era un hombre de lo más ocupado pero finalmente lo conseguí, es lo que tiene ser periodista –Sonreí levemente- Pero no hay muchas cosas interesantes que contar, el Sr Reid era verdaderamente reservado, no soltaba casi prenda pero pude sonsacarle un par de cosas, y hubo algo que me extrañó un poco, a mitad de nuestra entrevista le llamaron por teléfono, él hablaba en francés con el que estaba detrás del teléfono, parecía muy cabreado pero no pude sonsacarle quien era, cuando terminó su conversación terminó nuestra entrevista, tuvo que marcharse, no me preguntes a dónde porque no lo sé –Le dije con seriedad.

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