Lo bueno de un amigo policía (Didier)

Suspiro profundamente cuando aparco el coche a penas unos metros delante de la comisaría. Hace frío, pero más escalofríos me van a dar si cuando entro empizo a escuchar comentarios y sospechas sobre el pollo que montó Natsuri el otro día en el metro. No puedo evitar cierta angustia ante la reprimenda de Gabriel... ah... no se qué voy a hacer con esta chica.
Se ha pasado dos días encerrada en la habitación (o eso creo, tener una ventana a 4 metros del suelo no es impedimento para una licántropa) en plan autista insufrible, y ni siquiera ha comido nada. Creo que intenta hacer una huelga de hambre porque no la dejo ir a la caza...
... supongo que su estómago no lo aguantará más y alguna noche la pillaré haciendo expediciones a la cocina para asaltar la nevera.

Subo las escaleras y entro en el lugar. En cuanto paso, ya hay dos guardis y otra chica sentada en la recepción que me saludan de forma amable. Lo típico, ya sabéis:

- Kageshi, ¿otra vez por aquí? - me pregunta ella.
- Sí, qué remedio... - suspiro pasándome la mano por la nuca en un gesto torpe. - ¿... ha sido muy grave?
- Bueno, no estoy segura. Sólo se lo que he oído... - ella se encoge de hombros y luego me suelta una mirada de reproche. - Deberías controlar más a tu hija, Kageshi, y deberías empezar a tomártelo más en serio. Sobre todo si va pro ahí entrenando perros callejeros para atacar a la gente... Natsuri se buscará un serio problema si sigue así.
- ¿Perros calle...? Oh... - mi mirada confusa en seguida se torna un melodrama de sobreactuación que estoy tan acostumbrado a llevar que nadie nota que es un falsete enorme. - Ya, claro... Sí estoy harto de decírselo, pero no me escucha. Estoy empezando a replantearme comprarle a ella un collar antipulgas o algo... en fin. ¿Didier está...?
- Donde siempre, entra a buscarle. - dice ella adelándose a mi pregunta.
- Gracias. Nos vemos... - le hago un gesto con la mano y le guiño el ojo atravesado por la cicatriz mientras entro en el pasillo.
- No me cabe la menro duda...

CUando me libro del pseudointerrogatorio suspiro con cierto alivio, aunque ni se me ocurre pensar en tranquilizarme, porque si Didier se ha vuelto a enterar de que Natsuri sigue causando problemas, me va a matar... si no hoy, un día de estos.
Al menos eso pienso mientras entro en su departamento...

Didier, absorto delante del monitor de un ordenador, mastica una manzana mientras con el cursor del ratón parece pasar páginas en la pantalla del ordenador. Con una ceja arqueada, niega levemente al leer lo que frente a él se le expone, suspirando y girándose hacia la persona que acaba de entrar en aquella habitación.

Ese no era el departamento del detective, pero aquel día se encontraba allí con la intención de echar una mano. El departamento de homicidios quedaba al otro lado del pasillo, pero últimamente a Didier se le veía a menudo en detenciones, por el simple hecho de ayudar a un amigo suyo, Ketsuo Kageshi.
Un buen amigo del francés, pero precisamente él no era la causa por la que Chicot se encontraba allí, al menos no directamente. Si Kageshi había ido allí hoy, era por culpa de su hija, Natsuri, la cuál tenía la mala costumbre de meterse en problemas con bastante frecuencia.

-Todavía no he hablado con tu hija- fue lo primero que le dijo a Ketsuo mientras volviendo a girarse hacia el monitor para seguir leyendo. Desde luego, lo que se le plantaba delante de sus narices, aquel informe, era de todo menos normal. -No se si estas al corriente de lo que ella suele hacer, pero aquí dice... aquí dice algo sobre lobos salvajes en medio de Bucarest. Por más que lo leo no le encuentro la lógica-

Termina por apagar el monitor y levantarse. Se levanta y camina hacia él ofreciéndole la mano sonriente.

-Espero que puedas explicarme de que va todo esto Ketsuo, porque comienzo a darme por vencido con Natsuri-