¿Tú? ¿De nuevo? {Didier}

-¿Madmoiselle Bovie?- Didier, depié y mirándola a varios pasos de la muchacha, llamó su atención para que se diera cuenta que él estaba allí. -No se si me recuerda, soy el detective Chicot-

Claro que le recordaba, y como no hacerlo. Si hubiera podido elegir, él la habría llamado por "eh tú, ¿te acuerdas de mi?". Pero como en su trabajo las reglas de cortesía eran esenciales, no tuvo más remedio que hablarle de forma educada.

-Creo que le comenté que hoy pasaría por su casa, pero no estaba. Me ha costado trabajo encontrarla.- siguió, acercándose más hasta quedar frente a ella y mirarla fijamente de forma severa -Debe estar siempre localizable-

¿Acaso hacía eso por placer? ¿El dedicarse a rastrear a personas por su propio bien? El no ganaba nada, en términos personales, por preocuparse por ella. Seguramente otro policía no la hubiera seguido.

-¿A donde se dirigía?-

Natasha Bovie, poco antes, había sido testigo de un asesinato. La única testigo, para ser exactos... y para empeorar las cosas, identificada por el asesino. Ocurrió en una zona de marcha de la ciudad, por donde la chica pasó de vuelta a su casa y se topó con lo que la policía supuso un ajuste de cuenta entre dos criminales.
El muerto fue identificado como un camello de poca monta, por quien nadie preguntó ni se presentó como familiar y conocido... pero al asesino todavía no habían llegado a identificarlo.

Y allí estaba ella. Sola, esperando al metro, al alcance de cualquiera.

-¿A dónde iba?- volvió a insistir.

La actitud de la joven hizo fruncir levemente el ceño de Didier, que suspiró llevandose el dedo índice contra la sien. Ella era irritable, en demasía... pero todavía tenía un poco más de aguante para soportarle las tonterías -solo un poco de aguante, no más- que se gastaba cada vez que él intentaba hablar con ella. Y lo peor de todo era que no era la primera persona que se encontraba con esas maneras.
Parecía increible que muchas personas trataran de acosadores a otros que simplemente hacían su trabajo, y que para más inri, lo que hacían lo hacían para protegerlos.

-Le conviene que no se olvide de esas cosas, señorita. No solo soy un tipo pesado que no para de llamarla, sino que soy un tipo pesado que intenta alejarla de alguien que, posiblemente, se halla quedado con su cara y sea muy peligroso- dijo todo con tranquilidad, despacio, dándose su tiempo para que Natasha se hiciera a la idea de que no era una broma con lo que andaban jugando.

El con el ceño fruncido, ella con la boca apretada. Desde luego, entre ellos dos no se recibían buenas vibraciones, sino más bien una tensión hostil. Estaba claro que ella no quería ni verle en pintura, pero él, a su vez, estaba deseoso de dar carpetazo al asunto y dejar perseguir a testigos que huían por las mañanas.

-Bien, entonces decidiré por usted.- dió un paso hacia atrás -Por su culpa no he tomado café, y no soy una persona muy simpática sin cafeina en el cuerpo-

Le hizo señas para que saliera con él de la estación y subieran por la boca hacia la calle.

-Lo suelo ser con las personas que lo merecen- agregó secamente a la afirmación en forma de murmullo que la muchacha dejó caersonre lo de ser una persona simpática. No sin educación, pero si con la suficiente dureza para que interpretara que no estaba acostumbrado a torear muchos carácteres cerrados como el de ella.
También la miró de reojo cuando ella le recriminó sobre lo malo de la cafeína. En el retintín de su tono empleado, Didier adivinó de que palo iba... Seguramente ella incluso se daba a cosas fuertes y verdaderamente malas, y sin embargo, él no la atacaría por ahí.

Ambos, al salir de la boca de metro, fueron fugazmente cegados por el exceso de claridad. El cielo esa mañana estaba nublado, coloreando de un gris oscuro las nubes, pero varios rayos de sol conseguían filtrase entre dichas nubes para no permitir que la calle tuviera un tono tan triste. También les atizó un poco el frío, húmedo por las noche anterior pasada por agua, a lo que él contestó subiéndose el cuello de la cazadora para abrigarse un poco más.

Sin esperar confirmación, camino calle abajo con ella. A esas horas no existía mucha afluencia de gente, y el escenario solitario casi parecía reforzar el ambiente gélido que transportaba el aire.

-Quería verla para comprobar que no se ha sentido observada o seguida estos últimos días-

Caminando a su lado, la miró de reojo. Seguida no, pero si observada... ¿Cómo debía interpretar eso? No le costaba imaginar que una chica atractiva como ella sintiera todos los días ojos clavados en su cuerpo más de lo habitual -incluso debía de estar acostumbrada a que algunos se girasen cuando pasara-, así que lo de sentirse observada podía significarlo todo, o nada en absoluto.

Cuando ella le preguntó sobre cómo sabía si uno de sus "clientes" estaba a salvo, él sonrió de lado.
-Bueno, en eso se basa mi trabajo. Si no son asesinados, estan a salvo- empleó un tono coloquial, menos agresivo que el que empleó en los túneles del metro. Él, aunque le resultara imposible de comprender a Natasha, podía resultar un conversador agradable. -De todas formas, es un proceso complicado el saberlo... y más, cuando mis "clientes" me intentan dar esquinazo- al igual que ella, hizo el gesto de comillas con los dedos.

Llegados a la cafetería en que se sentarían, Didier pasó tras la joven. Sintió alivio, sobre todo de temperatura, notando como dentro del modesto local la calefacción funcionaba y te hacía sentir incluso el abrigo como innecesario.

-Un café solo, por favor- dijo a la camarera que, desde la barra, les miraba sonriente y cordial esperando a que hicieran el pedido. -¿Y ella?- dejó a elección de la castaña el pedido.

Luego, procedieron a sentarse. Él eligió por ambos, tomando asiento en una pequeña mesa -redonda y modesta, de mármol- pegada a la cristalera que daba a la calle.
Con tranquilidad, sopló en la taza, esperando a que se enfriara un poco.

-Sobre las miradas que notó sobre usted. ¿Fueron normales?- carraspeó para corregirse, a modo de disculpa, ya que no era la forma correcta de decirlo -Quiero decir, si esta acostumbrada a que la miren habitualmente cuando pasa por la calle-

Mirándola atento hablar, él también cogió su taza de café llevándosela a los los labios para beber un poco. Amargo, muy amargo, el sabor -en cierta forma desagradable- se le pegó al paladar dejándole el regustillo agrio que no se iría hasta que bebiera un vaso de agua. El líquido espeso estaba caliente, y el cuerpo del hombre lo agradeció.

-De acuerdo Natasha. Te trataré de tú.- contestó Didier asintiendo ante la sugerencia de que no la tratara de usted. Sonrió y asintió, de forma afable. Al parecer, la cordialidad del encuentro entre ellos dos había mejorado: por parte de ella parecía que se había propuesto aguantar su genio con éxito, y por parte de él, al poder tomar café le hacía parecer más relajado a la hora de enfrentar un caracter irritante como el de la señorita Bovie.
-Ya te comenté que solo tienes que llamar a comisaría para asegurarte de que no corres peligro. Podemos hacer que un coche patrulla vigile la entrada de tu domicilio- se inclinó medianamente sobre la pequeña mesa de mármol, dejando la taza sobre el platito que le servía de posavasos y tomando un papelito del servilletero para limpiarse la comisura de los labios, manchada ligeramente por un hilillo de café. -Tal vez no sea nada, solo tu imaginación. Pero si no es así, estas corriendo un peligro innecesario al sospechar y no confiar en la policía.-

Antes de seguir con su café, rebuscó en su bolsillo el paquete de cigarrillos arrugado y casi vacío. Lo sacó y se colocó uno de los pitillos en la boca.
-No te importa que fume, ¿verdad?-dijo a la vez que encendía el clipper y prendía el tabaco, su preguntó quedó más como un formalismo que como una verdadera petición de permiso. -Si fumas, coge uno-

Dió una larga calada al cigarro, dejando escapar el humo en una hilera fina a presión que lanzó por la comisura de los labios. La columna de humo así quedaba lejos de la cara de Natasha, evitando el detalle de tirarselo a la cara.
Ella tenía razón, preguntarle aquello había estado de más. Se había hecho una idea del estilo de vida de la señorita Bovie, y además había comprobado la ficha de la joven: escarceos con drogas, peleas, algo de escándalo público... un ritmo que la colocaba como una persona que no confiaba en la policía.
Pero lo que ahora la rodeaba estaba muy por encima de aquellos juegos. Peligraba su vida, de forma real. Un asesino estaba suelto, y ella debía de comprender que aunque no le gustara la idea de aguantar un coche patrulla en la puerta de su casa vigilándola, lo necesitaba.

-Un spray de pimienta no te servirá contra un hombre que le asestó más de veinte puñaladas a su víctima- endureció su voz, serio, exponiéndole la gravedad del asunto. Apoyando los codos en la mesita, se inclinó hacia delante para hablar en un tono más bajo y hablarle casi al oído, así no alarmaría a la demás clientela que no tenía porque escuchar ese asunto turbio. -Corres peligro, Natasha. Lo sabes, pero eres muy cabezota-

Apartó el cigarro a un lado, y prosiguió hablándole con la mirada clavada fijamente. Si no entendía aquello, seguramente él no podría hacer nada por ella.

-Los policías son hombres, y hay malos al igual que buenos, como en cualquier trabajo. Pero creeme... si me he tomado la molestia de seguirte para asegurarme de que estas viva. ¿Piensas que mandaría a dos corruptos para que la cagaran?- frunció el ceño. -Lo que has dicho es insultante, no me pagan más por hacer de niñera.-

-No me has ofendido, para nada-

Didier relajó su ceño fruncido, y volvió a inclinarse hacia atrás para dejar de presionar a Natasha. Se alteraba un poco cuando los factores humanos se interponían en el cumplimiento de su trabajo... pero eso estaba mal. Un factor humano conllevaba una persona, como ella, que vivía una situación dura. La muchacha había optado por afrontarla de esa manera, poco acertada, pero tenía el problema.
Eso no significaba que no la "obligaría" a confiar en la policía para defenderla, pero no podía olvidar, que Natasha sufría -aunque no lo aparentara abiertamente-.

-Eso esta hecho. Ni te enterarás de que estaremos allí- con un tono amable, contestó a la escueta petición de la chica. -Un par de agentes de paisano, en un coche secreta, que no estorbarán en nada de lo que hagas.-

Sus ojos se posaron en el cigarro que desmenuzaba, pensativo. Quizá hasta Sylvie y él podían ser los que se encargaran de la vigilancia... ya que de todas formas, esa semana era el único caso que les habían encomendando. Con suerte, incluso pillarian al cabrón del asesino. Tenía el presentimiento, ese instinto que todo poli desarrolla, que las miradas que Natasha experimentaba era él mismo, el navajero del callejón.

-¿Y ahora... me contarás a donde ibas antes?-

A Didier le gustó las sonrisas que desde ese momento Natasha le mostraba. Sin duda alguna, el ambiente había cambiado radicalmente de uno de desconfianza a otro más ameno y relajado. La perfecta hilera sincera de dientes que se dibujó en el rostro de la joven hizo sonreir también al detective, que acababa de apagar la colilla en el cenicero que tenían delante de ellos.

-Bueno, me alegro de haberte encontrado antes de que te montaras en el metro a la aventura.-dijo en un tono relajado -Ya no me quedaban más pistas para encontrarte, sinceramente-. confesó ladeando su boca, en una mueca graciosa.
Y es que, no fue casualidad que la encontrara en la estación aquella mañana. Bajó a los túneles de metro en la estación cerca de su vivienda pensando que tal vez allí se encontrara para ir a trabajar... y si no la veía allí, habría ido a la cafetería de ésta. Hubiera sido un chasco acudir y encontrarse que no había acudido.

Ella entonces le preguntó por su trabajo, de una forma bastante dulce que alejó de la mente de Didier la idea de cria prepotente tenía de ella. Se paró a pensarlo, guardando silencio con la mirada fija en el cigarro deshecho a un lado de la mesa -aunque no mirara aquello, sino que perdió la mirada-.
-¿Lo qué más me gusta? Ayudar a la gente. A veces ni siquiera te lo agradecen, pero cuando lo haces bien, siempre te sientes mejor contigo mismo... te ayuda a seguir con el día a día.-
Lo que dijo pudo sonar bastante pretencioso y demagogo, pero así lo sentía. Lo cierto era que sin ese trabajo, hace ya tiempo que no sabría como seguir adelante...

Didier creyó adivinar un leve sonrojo en las mejillas de Natasha. Eso le hizo pensar que se veía agradable, dulce, acorde con sus escasos veinte años. Poco a poco, él olvidaba que tan solo un día atrás maldecía el nombre de la señorita Bovie por actuar de una manera tan desconsiderada y malcriada al obstaculizar su investigación por lo que él creía el mero hecho de joderle por ser poli. Tan solo un día, si, en que buscaba la manera efectiva más rápida de deshacerse del asesino que rondaba suelto por las calles y así perder de vista a Natasha.
Pero sentado allí mismo, ella comenzaba a preocuparle como persona. No había resultado tan estúpida como creía, y eso impulsó al detective a profundizar más en ella, a pensar en otro modo de capturar al navajero pero a la vez hacer el menor daño posible a la chica.

Ella claramente esquivó la pregunta que Didier le hizo, en un tono más personal que policial. La pregunta iba destinada a aclarar la razón por la cual ella acarreaba aquel aura de pesimismo palpable. Ya no solo por su mala actitud anterior, sino que incluso ahora, comportándose dulcemente daba la impresión de soportar una melancolía pesada. Sabía que vivía sola, que no tenía familiares en Bucarest... tal vez aquella era la razón. Él no lo sabía.

-Natasha- inquirió de nuevo en su nombre, para que le mirara -No tienes porque preguntar si no quieres, pero creo que algo te ocurre.-

Él no tenía que hacer esa pregunta, pero sentía la necesidad de hacerla.

-Suponía que tendrías problemas, todos lo tenemos- tal vez la voz del detective sonó a sabelotodo, pero el único punto desde el que hablaba era la experiencia. Había visto a muchas personas a lo largo de su vida, personas que lo pasaban mal, lo habían pasado mal o estaban a punto de pasarlo mal... Incontables veces había tenido que contarle a un padre que su hijo había muerto, y ese sufrimiento que vió delante de sus ojos él consideraba que era el más aterrador que había contemplado.
Problemas pequeños como despidos, medianos como divorcios o grandes como la pérdida de familiares. Todos tenían problemas, y el que los sufría no entendía de niveles: cada uno consideraba el suyo como el fin del mundo. -Pero ello no puede hacerte considerar que el asesinato que presenciaste no tiene relevancia frente a eso-
Omitió la parte de que considerarlo de esa forma la hacía correr el riesgo de incluso morir. Estaba de más.

Él mismo vivía el día a día con un problema sin resolver, algo que lo devoraba poco a poco y lo estaba transformando en un muerto en vida. Pero el mundo no se detenía, ni para el resto de personas ni para él. El espectáculo continuaba.

Con cuidado, adelantó su mano para tocar la de ella apretada en un puño, con intención de que supiera que no había la necesidad de ponerse nerviosa. Podía confiar en él -por algo últimamente estaba velando en su seguridad-. Tomó con sus grandes dedos los de natasha y los invitó a abrirlos para que se relajara, apartando luego su mano y dejándola sobre la mesa.
-Si no te sientes segura, no lo hagas- dijo refiriéndose a si quería contarlo -Pero saber a donde escaparías podría darme una pista si otro día intento encontrarte- lo último lo dijo amable, considerado.

Cuando Natasha le confesó que la escapada que planeaba trataba de ausentarse unos días sin un paradero concreto, la vena policial de Didier resurgió para hacerle pensar que eso habría estado muy mal. Sintió la necesidad de decir algo como "pero no puedes marcharte días sin avisar, estas involucrada en una investigación por mucho que te cueste"... pero no se lo dijo. Ahora ella empezaba a confiar en él, y no solo como poli, sino como alguien con quien conectas para abrirte un poco y dejarle ser participe de sus problemas.
Benditos extraños y la confianza, había veces que personas recien conocidas eran más predispuestas a ser receptores que amigos de toda la vida -o eso pensaban muchos de los contaban sus vicisitudes-

Didier llamó con la mano a la camarera, sin interrumpir en ningun momento a la muchacha, para pedirle discretamente otro café. Aprovechó para hacer eso una pausa que tuvo Natasha, para no parecer descortes.

-¿Y entonces?- dejó caer la pregunta para que ella siguiera con su historia.

Siempre había un y entonces, un pero que daba la vuelta a la vida de las personas. Siempre se llevaba una vida normal, o decente dentro de lo que se daba, hasta que un gran palo destrozaba la feliz estampa. Estaba seguro de que la chica de sonrisa perfecta, tan desenvuelta en otras situaciones con apariencia de ser frívola y superficial, pero que ahora se deshacía poco a poco en la meláncolía, tenía un Y entonces.