Oh, por favor... [Eithne]

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Las cosas marchaban mejor de lo que en un principio podía esperar, y sé, soy consciente, de que gran parte de ese
sentimiento viene gracias a haberme reencontrado con Ethan, a haberme quitado la deseperanza y el pesimismo por pensar que estaba muerto, y, por lo tanto, a ver las cosas desde una mejor perspectiva.

Sin embargo, eso no quitaba que mi situación no era la que más deseaba. No queria esconderme de nadie, ocultar a Ethan a ojos del mundo y mucho menos mantener en secreto algo que no veo por qué hacerlo. Y el primer paso para erradicar eso, para eliminar esa mancha, es derrocar a Gabriel, a mi tío.

Y lo mejor de todo es que sé perfectamente cómo hacerlo. Aunque aún tenía que hablar con Jeremmy, sé cómo hablar,
qué palabras decir y cuando para ganarme su favor y su apoyo. La escena en el dos caras había sido dolorosa y fructífera a la vez, no había hecho falta más que mirarle a los ojos cuando sostenía a aquella.. Puta para ver algo más que una mera amistad.

Era una baza que no pensaba desaprovechar, y mis labios se curvan en una suave y dulce sonrisa en lo que bebo de mi capuccino, cruzando una pierna sobre la otra, evitando que se vea más de la cuenta del vestido morado que hoy
llevo.

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La verdad, no guarda demasiado buen recuerdo de ese lugar, o quizá sí. Es bueno porque ahí tuvo el honor de ver componer y de conocer a Ketsuo, y malo porque la situación fue, cuanto menos, vergonzosa. Quizá por eso esté aquí, porque ahora no tiene de que avergonzarse, y va a demostrarlo, restregándole al camarerucho de la otra vez que ella tiene todo el derecho del mundo de disfrutar de un buen café donde sea.

Abre la puerta despacio, ataviada tan solo con unos vaqueros oscuros y un suéter negro con los hombros descubiertos. Su cabello rojizo hoy cae ondulado, y no hay ni gota de maquillaje en su pálido rostro, ¿para qué? A estas horas no lo necesita.
Camina hacia el mostrador, depositando un billete sobre este, aunque no se encuentre con la misma persona que la otra vez, vaya...

-Un capuccino vienes, tamaño grande -Pide, en tono neutro- Y una cookie de chocolate blanco, además -Añade, observando como le cobra- No, no, quédese con el cambio de propina -Añade, palmeteando con los dedos encima de la mesa unos instantes hasta que es servida y, tomando su bandeja, se encamina hacia una de las mesas, junto a la ventana.

Sus ojos azules se fijan en el exterior, observando a la gente que viene y va... Su mente, sin embargo, está lejos de ese paisaje, igual que tampoco parece encontrarse en el local, ni en el caliente café que sus manos sostienen. No, realmente divaga sobre muchas cosas que debe decir y no se ha atrevido aún a confesar, sobre muchas elecciones difíciles de tomar y, en general, sobre demasiadas preguntas sin respuesta.

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Divagando entre mis pensamientos un súbito ramalazo me asalta el pecho, orpimiéndome hasta el punto en que tengo que contener la respiración.

¿Y si realmente no estoy actúando como debería, y si Gabriel tiene razón y es peligroso, y si pongo en peligro a la gente que me importa...? Llego a plantearme seriamente todas esas cuestiones, pero en cuanto a mi mente acude el rostro de Ethan, me queda todo mucho más claro, más nítido...

El fin justifica los medios, y no puedo flaquear, no debo si quiero conseguir lo que quiero en mi vida. Mientras tanto uno de los camareros se me ha acercado, intentando conquistarme de una forma demasiado vanal. Mis ojos verdes se fijan en los de él un solo segundo, dejando denotar una superioridad que le deja clara la negativa. Sin embargo mi mirada solo se desvia unos centímetros, porque reconozco esa voz sin demasiadas dificultades.

Hablando del rey de Roma... O de la reina en este caso, o bueno, ni de reina, más bien de cortesana venida a menos. Me resulta ciertamente divertido ver como pide las cosas, como si no estuviese acostumbrada y tuviese que destacar que posee medios económicos para tomarse, oh, cuidado, una galleta y un capuccino... Lo que hay que ver.

La sigo con la mirad,a mi rostro sereno, en apariencia dulce y con mis labios suavemente curvados en una sonrisa que no dice gran cosa.

¿Por qué no? Quizá sea hora de ponerle las cosas en su sitio y de que entienda dónde se está metiendo... Aunque primero quiero ver una cosa, por lo que me levanto con elegancia y estilo, contoneando mis caderas de forma ligermanete sensual pero sin resultar provocativa, pasando por la mesa en la que ella está sentado y parándome, como si me acabase de fijar e su presencia:

-Oh, tú por aquí, Eithne... ¿Tomando un café? -Pregunto con perfecta educación y cortesía. No logro pasarla, se me atraviesa la jodida, pero eso no quita que tenga el suficiente estilo como para guardar las composturas y saludar.

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Lo intenta, realmente que lo intenta con ganas, pero no puede. No logra apartar de su cabeza todo ese bullicio de voces dispares que la fragmentan y confunden, ni si quiera para tomarse un maldito café que, por cierto, para el bombo que le da la gente al hablar de él, no está tan bueno. Piensa en Gabriel, en la extraña situación que ahora se abre ante sus ojos, sin comerlo ni beberlo, en todo lo que no le ha contado. En Kiefer, en Nicole... ¿Donde estarán? Nadie sabe nada y ella sabe algo: que estén donde estén, no debe ser un lugar seguro teniendo en cuenta lo que pasó en el local.

Suspira, para sus adentros, sin apartar sus ojos azules de la ventana, observando a los peatones, preguntándose como todo parece seguir con el mismo ritmo cuando ellos dos, sus mejores amigos, ya no están. ¿A nadie más le preocupa su desaparición? No, no lo parece... Y eso le hace darse cuenta de que ella tampoco debe estancarse, porque el mundo sigue girando. Y quizá, por eso mismo, sea hora de...

Una voz le impide confirmar esa conclusión de su subconsciente y volverla consciente. Una voz que, además, reconoce bien. Rueda los ojos, aún sin ladear el rostro hacia ella y, una vez lo hace, deja que Liah se encuentre con una inexpresiva mirada clara y fría. Enarca una ceja, fijando los ojos en su capuccino y luego en la chica:

-No, he venido a un sitio donde sirven café a beber whisky de malta -Responde, sin darle ningún matiz a su tono, puesto que no es necesario dado que la frase es ya de por sí irónica. Y seguidamente, tras dar otro sorbo a su caliente bebida, vuelve a mirar hacia el exterior, a través del cristal, ignorándola.

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La frialdad de su mirada ni me molesta ni me interesa, tampoco me importa haberla molestado en un momento de reflexión, únicamente mantengo la sonrisa, parpadeando un par de veces ante la ironía de ella. Es tan vulgar... Aún sigo pensando qué ha visto Gabriel en ella, aunque claro, después de ver lo que hizo con mi tía tampoco me sorprende demasiado:

-También tienen de eso, ¿sabes? Lo digo porque quizá va más acorde a tus gustos, ya me entiendes. -Y es que, a simple vista, entre ella y yo ya hay diferencias, haciéndome, a mi parecer, superior... Lo que incrementa mi interés por ver qué hay detrás de la vulgaridad y la prostituta, al menos para darle un uso, que no por interés real o preocupación.

Sin pedir permiso me siento, con elegancia y suavidad, cruzando una pierna sobre la otra y depositando el capuccino sobre la mesa. Ladeo el rostro un par de centímetros, mirando como vuelve a mirar a la ventana, esperando el momento...

Y, cuando veo que más abstraída esta, suelto la pregunta directa, clara y profunda:

-¿Cómo está mi tío? -Pregunto sin más, en un tono inocente y condescendiente... Que realmente deja ver dos cosas: Que vi la mirada de Gabriel esa noche, y que sé, más bien intuyo, que ella tiene un contacto de algo más que un jefe, aunque rápidamente "matizo mis palabras, realizando un suave ademán.-Ya sabes, por lo que pasó en el local, muy trágico todo... ¿Ya han encontrado el cadáver del cantante?

Pregunto, ocultando como perfectamente puedo una mínima preocupación, ya que a Kiefer lo conozco, poco, pero lo conozco. Sin embargo también sé que se dio un beso con la que tengo delante, y por ello lanzo la pregunta, borrando gradualmente la sonrisa y dejando mis labios relajados, a la espera de respuestas en lo que le doy un sorbo a mi café.

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Permanece todo el tiempo mirando por la ventana, incluído cuando ella habla. No ve necesario prestarle atención, no demasiada, con torturar a sus oídos es suficiente. ¿Por qué joder también a su visión? Sin duda alguna es mucho más interesante ver como un perro trata de morderse la cola a si mismo... Fascinante.

-Creo que el concepto de ironía no entra dentro de tu exquisito vocabulario, disculpa por pensar que este era más extenso -Responde aún sin mirarla, utilizando un tono sorprendentemente educado. Y es que, triste pero cierto, también la obligaban a presentar buenos modales con los clientes más exigentes. Así que es algo que puede aprovechar a su favor, para decorar la mordacidad con la que se protege de cualquier embiste -pobres y simples por cierto- de la mujer que tiene delante.

Nota como se sienta frente a ella sin decir nada. Y realmente le da igual, aunque le resulta curioso que presuma de modales y luego haga ese tipo de cosas. Claro, debe ser que ella no está a su altura, ¿cómo ha podido olvidarlo? Va a recordarle esa lección de protocolo cuando escucha su primera pregunta...

...Lentamente, vuelve a ladear el rostro hacia ella, manteniendo la misma expresión en su rostro: ninguna. Sus irises azules se fijan en los verdes de Liah. Visualmente es como una batalla entre cielo y tierra solo que, a nivel emocional, realmente no tenga nada que ver, es más bien un tema de contrastes. Sí, de contrastes, la situación está llena, porque cualquiera que vea a una y a otra es capaz de percibir eso mismo, que chocan en diferencias de todo tipo.

-¿Y por qué no vas a visitarle y se lo preguntas a él? Yo no tengo por que saberlo -Contesta, encogiéndose de hombros, manteniendo la normalidad, algo que le cuesta conseguir cuando formula su segunda pregunta, pero lo logra gracias a los años de autocontrol- Vaya, pensaba que una señorita debía estar al tanto de los asuntos sociales, es decir, que se informaba mediante las noticias en vez de mediante el populacho... -Una forma de decirle que si eso fuese así, saldría en los periódicos.

Por su mente ve pasar imágenes de Liah siendo asesinada por ella, de diversas formas: Estrangularla, hacer que se trague la taza, transformarse y arrancarle el cuelo... Pero su gélida mirada no refleja pensamientos tan sádicos en lo que, clavándola sobre su propio café, vuelve a beber como si nada.

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Claro que el concepto de ironía entra en mi vocabulario, otra cosa es que me interese meterme en esa batalla con ella, algo que en mi opinión es perder el tiempo, mucho más cuando no está a mi nivel, solo hay que mirarla. Simplemente me limito a sonreír en señal de disculpa, que es falsa pero queda hasta sincera, escuchando las posteriores respuestas a mis preguntas, apoyándome suavemente en el respaldo del sofá y mirándola, analizándola tranquilamente, sin amedrentarme ante la fría mirada de ella, aunque me entran ganas de decirle un par de cosas subiditas de tono por atreverse a mirarme de esa forma.

Por suerte me contengo y mantengo la calma, volviendo a sonreír, como quién no quiere la cosa y dice las cosas por decir:

-Ah, no sé, porque cuando me presenté parecía bastante ocupado... -Suelto la primera indirecta, lo vi, y en primera fila, y en esas cosas no suelo fallar.. Aunque no termino de asetar otro golpe a lo que sea que ella oculta, a ver si veo lo que quiero ver.-... Y hablé con gente que trabaja allí, al fin y al cabo soy la sobrina del dueño, y vaya, como un super heroe que se lanzó a salvarte, olvidando todo lo demás...

Una actitud más que reprochable, una cosa es dar antígenos para repartir y otra dedicarte por entero a una única persona. Pero en mi rostro no se refleja ninguno de estos pensamientos, manteniendo la sonrisa com si charlase con una amiga. Así que no ha aparecido Kiefer, vaya... No debe estar en un muy buen sitio, eso seguro, proque todo apunta a un secuestro:

-Las noticias se pueden adulterar, querida Eithne, con dinero se puede hacer de todo, ¿no lo sabías?-No sueno irónica ante esa pregunta aunque suitlmente sí quiero decir que lo de tener dinero la putita no lo debe tener muy asimilado.-Lo decía simplemente por ver si mi tío ha movido pieza para buscar a dos de los suyos o... Anda demasiad ocupado.

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Sí, sin duda alguna su taza de café quedaría muy bien decorando su cara, sobretodo esa bocaza con la que sonríe y... Ya. Logra apartar del todo esos instintos asesinos, porque al fin y al cabo ella no es una asesina, ¿no? No, aquello quedó atrás, y fue por superviviencia, y... ¿Por qué le da vueltas a aquello? Ah, sí, porque está deseando hacer que Liah se trague sus perfectos dientes y deje de sonreírle de esa forma.

Ladea suavemente el rostro, logrando quedarse del todo en la realidad, atendiendo a sus palabras con la misma inexpresivdad en sus ojos, siempre fijos en los de ella, resiguiendo su trayectoria de manera constante:

-Bueno, es normal, me quedé atrapada tras la barra en un incendio... Lo habría hecho por cualquiera de los suyos -Responde, ocultando que algo se le remueve por dentro cuando ella le dice aquello, aunque sus manos se crispen ligeramente sobre la taza un par de segundos- Sigo sin entender por qué, si les has preguntado por eso, no lo has hecho por cómo está, ya que este encuentro es casual y no lo has concertado para interesarte por Gabriel conmigo, ¿no?

Da el primer mordisco a su galleta, tragando despacio y sin apartar la mirada. Sigue escuchándola y, de nuevo, las ganas de hacer que deje de sonreír se vuelven notorias. Pero sencillamente niega con la cabeza, rodando los ojos:

-Sí, eso explica muchas cosas... -Comenta de forma casual, cuando realmente quiere decir que lo del dinero explica que personas como ella tengan la reputación que tienen porque por cerebro no cree que Liah tenga el poder que tiene, y seguramente por méritos propios tampoco- ¿Y me puedes explicar por qué razón debo saber yo lo que haya dejado o no de hacer en asuntos de la manada? -Inquiere, como si realmente no lo entendiera- Quiero decir, se supone que tú eres la sucesora... ¿No debería reunirse contigo para tratar esos temas? -Añade, de nuevo como si fuese una ignorante total en el asunto.

Y, tras eso, vuelve a beber de su café, desviando la mirada y fijándola en la ventana, una forma de hacerle ver el interés que tiene hacia ella y su conversación: nulo.

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Claro que lo haría por cualquiera, sí... Me costaba creer que Eithne se tragase sus propias mentiras, yo la vi y apenas estaba herida, bueno, quizá un poco, pero lo que stá claro es que fueron otros los que se llevaron la peor parte, los que sangraban agonizantes en el suelo o bien ardían en llamas... Y Gabriel se preocupaba de todos por igual.

Já. No le respondo a la pregunta, el estado anímico de Gabriel no es algo que me llame demasiado la atención, ya tengo bastante con el mío propio, últimamente muy inestable y cambiante, como para preocuparme por el de un lobo venido a menos. No obtengo ninguna respuesta interesante, pero a decir verdad, ya he conseguido lo que buscaba y lo que ella me puede ofrecer, no tiene más la pobre chica...

Pero eso no quita que cuando menciona esas últimas palabras me envare de forma amenazante. ¿Quién se cree ELLA para decirme a MÍ lo que tengo que hacer o dejar de hacer? Maldita puta sin prestigio ni fama. Acababa de salir del vertedero y ya se creía en un palacio por beberse un capuccino y una galleta. La estupidez, al parecer, no solo era propia de los humanos. No pienso perder los papeles, me niego a hacero delante de ella y tirarle el café a la cabeza, por lo que me levanto con rapidez y tomo mi vaso entre las manos, inclinando la cabeza en una señal aparentemente de respeto que se torna burlesca, porque no le tengo ninguno:

-Eso no te importa... Y si me disculpas, ya hemos charlado suficiente. Que se te atragante el café, querida. -Cntesto con falsa modestia y educación, antes de dejar un billete que paga de sobra las consumiciones de las dos, guiñándole un ojo.-Toma, por si no estabas muy acostumbrada a recibir propinas en el... otro trabajo, ya sabes. -Y, sin más, doy media vuelta y me marcho del local, manteniendo la misma sonrisa con la que he enrado.

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