Tentando al peligro.[Eithne] [+18]

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Desde pequeño le habían dicho que meterse en un parque de noche era peligroso, por muy lobo que fuese.... Y precisamente ese era el motivo por el que lo seguía haciendo. Pese a haber abandonado ya todo su pasado, a ya no sentirse parte de algo, ser libre, seguía intentando demostrarse a sí mismo esa rebeldía de la que hacía gala hace años.

El motivo, no lo sabe ni él, pero va paseando con calma y tranquilidad, como si anda pudiese molestarle en este momento, vestido con unos pantalones negros, una americana y una camisa del mismo color. Silba una de sus melodías, dando patadas a cualquier piedra u objeto que se encuentra, en un vano intento de entretenerse.

Resulta difícil saber por qué está aquí y no en cualquier garito disfrutando de una buena música y una buena compañía. Tiene su explicación, y es que hoy necesita estar solo y tranquilo, necesitaba buenas letras y cuanta menos gente estuviese a su alrededor, mejor...

A más peligro, menos gente, así que... No tenía nada que perder.

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Cuando se dice que las ciudades son como las monedas, es decir, que tienen dos caras totalmente opuestas, no se dice por decir... Hasta el lugar más pacífico y lleno de vida durante el día puede ser un puntode violencia y muerte por la noche, como aquel: Un parque en el que los niños juegan y las parejas pasean de la mano, cambia radicalmente con la venida del crepúsculo para transformarse en un territorio de vicios, trifulcas y perversiones.

Y, precisamente por eso, Eithne ha elegido hoy ese lugar, como el vendedor que elige un escaparate perfecto para mostrar su producto, y es que alguien como ella necesita de escaparates como ese si quiere sobrevivir... El frío y el peligro no son inconvenientes suficientes, creyéndose inmunizada ante lo primero y capacitada para salir airosa de lo segundo, y es que cuando hay necesidad, las contras no están permitidas.

Espera apoyada en el tronco de un árbol,vestida con un top negro encorsetado, y una falda de tablas con cuadros rojos y negros. Lleva medias de rejilla a la altura de los muslos, y los ligueros rojos quedan perfectamente visibles. En resumen, no deja nada a la imaginación, y resalta además su físico gracias a los zapatos de tacón y el maquillaje, aunque esto último apenas sea visible dada la poca luz... Tan solo su roja cabellera destaca por encima de lo demás, como delatando su presencia.

Sus ojos azules se fijan en la figura que se aproxima al lugar, cuyo olor reconoce como el de otro lobo, pero, sin embargo, dado que no se acerca a ella, Eithne desvía la mirada, sin decir nada.

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No tarda demasiado en pararse cuando detecta un olor más peculiar de los que normalmente capta. Se iergue de forma sutil, oteando el horizonte y dando con la figura a los pocos segundos.

Una loba, la primera que se encontraba en esta ciudad. Al parecer, ha tenido suerte, y mucha, quizá consiguiese información sobre lo que estaba buscando aquí, en Bucarest... O quizá fuese un fraude y no sacaría nada, difícil de saber. Lo que sí intuye es de lo que trabaja, a estas horas, en un parque y vestida así, no hay que ser muy inteligente.

No puede evitar dedicarle un vistazo de arriba a abajo, una chica joven y atractiva, sin duda alguna, con un cuerpo perfectamente capaz de tener esa profesión. Él no lo ve como un delito ni como algo malo, cada uno es libre de hacer lo que le plazca, aunque tiene claro que pocas veces pagaría a cambio de sexo, cuando lo divertido reside en el proceso hasta conseguir ese sexo.

Pese a todo se acerca a ella, con pasos calmados y relajados, hasta pararse enfrente. Se la queda mirando con sus ojos, hoy azules y, por lo tanto, enmarcados por maquillaje negro:

-No hay muchos clientes hoy, ¿no? -Pregunta con aire casual, mirando a su alrededor como para así cerciorarse de sus palabras.

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Sabe que el desconocido debe haberla olido y que, por tanto, la ha identificado como otra licántropa... No le importa demasiado, la verdad, al igual que tampoco le importa sentirse examinada de arriba a abajo, algo a lo que está acostumbrada. Bah, que huela y mire todo lo que quiera, a ella le da igual...

...Sin embargo, una vez pasa de eso a acercarse, interiormente se pone en alerta, pues desconoce las intenciones que él pueda tener aunque no percibe ninguna amenaza en sus pasos, en apariencia tranquilos. Cuando llega a su altura, ladea el rostro de nuevo hacia delante, fijando sus ojos, cuyo azul es natural, en los artificiales de él. Su rostro le suena, pero no termina de caer en el porqué, aunque tampoco le da demasiadas vueltas.

Ante su comentario, no muta la expresión de su rostro. Le ha molestado, pero no da signos de ello, y por tanto, su molestia no es detectable... Pero no le ha molestado porque recalcase lo que es, algo que no sería lógico, sino porque le hace recordar que está pasando hambre, demasiada: Aunque sabe manejarse por Bucarest sin perderse, aún no conoce las mejores zonas de los parques y callejones para captar gente, y a ese hecho se le suma que ser su propia jefa y no tener, por tanto, un proxeneta, tiene la ventaja de que la libra de abusos, pero el inconveniente de que también la deja sin protección y clientela aseguradas. Por eso, haciendo frío y llevando bastante rato ahí, lo que menos le apetece es que un tío que seguramente se encuentra en una situación mucho mejor que la suya venga a recordarle que no le va bien en la única profesión para la que cree valer, no cuando necesita el dinero para algo más que permitirse unos tragos de absenta... Y sin embargo se mantiene igual que antes de escucharle:

-No todas las noches se tiene la misma sed -Responde, encogiéndose de hombros- Claro que ahora que has llegado tú, no tendré nada que hacer... Demasiado dura la competencia -Ironiza, quedando claro que sus corazas están donde siempre, puestas... Aunque eso ni él, ni nadie, pueda saberlo.

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Una vez ella le ha devuelto la mirada se apoya en un árbol cercano, apoyando su talón izquierdo en la corteza y utilizando el pie libre de equilibrio. Escucha su irónica respuesta, y, más que parecer molesto, la situación, el imaginarlo, le resulta divertido, como se muestra en su sonrisa.

Borde e irónica, pero trabajando de lo que trabaja no le parece raro... Quizá por qué no lo ha visto como un cliente, sabiendo lo que es:

-Probablemente sí, demasiado dura... Si trabajase de eso, claro. Kiefer. -Se presenta, dejándola claro a la primera de cambio que, ni es cliente, ni tiene intenciones violentas, más bien todo lo contrario. Tiene pocos principios, y sólo toca a una mujer más allá del placer en situaciones extremas, y, esta, obviamente, no lo es-¿Por qué no descansas un rato? No sé cuánto llevarás de pie, pero te estás poniendo un tanto morada... Y no tengo muchas ganas de visitar el hospital hoy.

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Durante un rato ni le mira, volviendo su rostro hacia otra dirección, observando la nada que se atisba a ver en la oscuridad. Hasta que él habla, momento en el que Eithne se gira de nuevo hacia él, observándole... Ella, al contrario que Kiefer, no ve la diversión en su comentario, ni siente que deba sonreír. Y, de todas formas, casi nunca sonríe. Cuando dice su nombre cae en quien es, por supuesto, es algo conocido como músico y le ha escuchado alguna vez, y eso habría sido un punto a su favor de no ser por lo que añade después...

Vamos a ver: Un tío que vive de hacer lo que le gusta y, además, yéndole bien, no solo tiene los cojones de resaltar que sigue pasando hambre porque ni en lo único que se le da bien tiene suerte, sino que encima le recuerda que hace frío y no puede permitirse ir abrigada como todo el mundo, así como la de horas que debe permanecer en pie ignorando el cansancio... Si fuese una persona fácil de hacer estallar, habría explotado sin pensárselo dos veces.

Pero por suerte, los años le han hecho ver que la ira no lleva a ninguna parte si no se premeditan las formas de expresarla en las circunstancias más idóneas; y eso, unido a que es una persona cebolla, con tantas capas que el sentimiento queda bien enterrado dentro, hace que nuevamente sus barreras resistan el golpe y se mantenga calmada.

-Porque no soy un cantante al que, viviendo de lo que le gusta, le va tan bien que puede permitirse perder el tiempo molestando a la gente a la que le va obviamente peor mientras invierten ese mismo tiempo en trabajar -Contesta, valiéndose del sarcasmo una vez más para controlar sus emociones... Y de paso dejándole claro que sabe quien es y que, además, él no va a saber quien es ella, porque no se ha presentado, y no ha sido un despiste precisamente- ...Por eso no descanso un rato.

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Aguarda en silencio a su respuesta, y no sabe por qué, es más o menos lo que se esperaba. Algo no marcha bien, y empieza a pensar que no ha encarrilado la conversación de la forma correcta, parece algo molesta, o eso intuye...

Lo que menos desea es enojarla, más aún cuando quiere que le cuente un par de cosas (sin saber siquiera si podrá obtenerlas de ella), por lo que alza las manos en señal de paz. Curioso que le conozca, no todos lo hacían, al menos cuando iba por la calle y no cantaba:

-Calma, calma... No he querido recordarte nada, de verdad, ni pierdo el tiempo... Venía dando un paseo por diversos motivos y te he encontrado a ti, eso es todo. SI me he parado es por lo que eres, no por joderte la vida ni amargártela, ¿eh?

Se explica, con un tono de voz que deja claro que se está disculpando, aunque esas dos palabras conocidas como "lo siento" no salen de sus labios.

Y, en señal de paz, se quita la chaqueta negra y se la tiende:

-Sólo quiero charlar... Si quieres te daré algo de dinero, para que no lo entiendas como una pérdida de tiempo. -No busca ofenderla con el pago de dinero, más bien comprende que no se pueda permitir pérdidas de tiempo, y está dispuesto a pagarle el gaste con él.

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Si Kiefer creía que diciéndole que sabe que le ha hecho recordar su propia miseria y que intuye que eso le ha molestado más allá de las ironías iba a ser una mejor forma de ganarse su confianza, iba muy desencaminado.... Escuchar aquello le hace tener miedo, un miedo camuflado bajo su actitud chulesca y mordaz, el miedo a que haya dejado a alguno de sus sentimientos traspasar sus propias barreras y ser visible en el exterior: Durante años se ha esforzado en ocultar cada emoción y pensamiento bajo diversas corazas, y que alguien pudiese vislumbrar algo no le hacía ninguna gracia.

-Estoy calmada -Responde, porque de hecho, exteriormente lo está- Y no creo que puedas recordarme nada que no tenga presente... Ni tampoco que estés capacitado para amargarme -Muy maquiavélico tendría que ser para ser capaz de eso último teniendo en cuenta lo que ella ha pasado, y no parece que lo sea, simplemente va de sobrado, o eso cree ella- Que los dos seamos lobos no implica que nuestros destinos tengan porque cruzarse...

En ningún momento deja que la ira quede imprimida en sus palabras, hablando en el mismo tono de siempre, sin abandonar el deje irónico de su voz. Rechaza la chaqueta, cruzándose de brazos en una actitud casi provocativa, enarcando levemente una ceja ante lo que dice:

-Soy puta, no mendiga -Le recuerda, por si acaso se le ha olvidado, aunque no parezca ofendida en absoluto, simplemente cerrada- No acepto limosnas, exijo pagos a cambio de mis servicios -Y es que aceptar dinero a cambio de algo como una conversación no es un ofrecimiento del que deba fiarse, demasiado bonito para ser cierto, y es mejor no deber favores que cuesten más caros que el beneficio- Y entre los servicios que ofrece mi lengua no se encuentran las palabras... -Una forma de decirle que, basicamente, a ella no le pagan por hablar.

Si quiere lograr una charla con ella, tendrá que darle un buen motivo para que deje a un lado la idea de conseguir trabajar esa noche al menos una vez, aunque no sabe si lo prefiere...

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Qué... Dura. No encuentra otro término con el que definir todas las contestaciones de ella, una tras otra. En todo movimiento o acto que él ha hecho ha visto ironía, o burla, o simplemente intenciones camufladas, cuando, ahora mismo, él ha sido bastante transparente.

Lo malo es que ese tipo de actitud le impacienta bastante, si quisiese hacer algo, ya lo hubiese hecho, si quisiese sexo, ya le habría pagado. Con un único gesto y mirada indiferente se vuelve a poner la chaqueta, pensando durante varios segundos en un último intento para abordarla sin que termine hasta los huevos de intentarlo, algo que, conociéndole, no resulta difícil:

-Realmente lo único que quería era saber sobre la manada que está instaurada en esta ciudad, pero oye, para soportar ataques como los que me dedicas ya tengo a los críticos musicales, que me ponen por los Infiernos.

Porque muy buenas críticas no recibe, letras demasiado violentas algunas, cargadas de resentimiento y amargura que no cumplen con "los cánones estilísticos de la actualidad" Si querían a un idiota que cantase letras románticas sin sentido alguno que se fuesen a otro sitio, él a sus canciones les ponía esencia, y eso, para él, vale más que cualquier contrato:

-¿Hay alguna forma de que te pueda preguntar sin que te me lances al cuello? -Pregunta finalmente, gastando su última bala. Si es una negativa, se marcha y ya encontrará a otra algo más abierta de miras.

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Ni se inmuta cuando vuelve a ponerse la chaqueta, y agradece que haya varios segundos de silencio, creyendo que se ha dado por vencido... Pero no, porque enseguida vuelve al ataque. Vale, o sea que lo que quería de ella era información... Genial, porque no la tenía, así que no podía dársela y, por tanto, en cuanto se lo dejase claro la dejaría en paz, seguro:

-Pues has escogido a la persona menos indicada, yo también soy nueva aquí y, por tanto, no formo parte de ninguna manada y desconozco todo sobre ella -Si se fijase un poco en su acento, ruso, se daría cuenta de que no le miente- Pues los críticos tienen tanta idea de música como yo de castidad -Añade, repentinamente... Sí, le parece un poco insoportable y algo flipado, pero eso es como persona, como cantante siempre le ha gustado, aunque se le haya caído el mito a los pies esta noche.

Ante su siguiente pregunta ladea la cabeza, en señal de negativa... Hay que ver como confunde la gente estar ocupada trabajando con tener instintos asesinos hoy en día. Se encoge de hombros, pasándose inconscientemente la lengua por los labios, humedeciéndolos para suavizarlos del frío, volviendo a fijar sus ojos azules en los de él:

-Puede ser, pero de todas formas ya has visto que a lo que te interesa no puedo responderte, ¿no? -Contesta, ahora libre de ironías en la voz. Supone que ahora perderá todo el interés para él y, por tanto, podrá volver a centrarse en encontrar a alguien que requiera de sus servicios, puesto que duda mucho que vaya a insistirla en pagarle por conersar ahora que sabe que no tiene la información que el busca.

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[i]Bueno, al menos consigue las respuestas que buscaba de ella... Negativas, cosa que le desilusiona bastante, pero respuestas al fin y al cabo. Es consciente del acento, pero en su opinión, no tiene nada que ver un acento con el tiempo que lleves en un sitio.

Aún así, asiente, entendiendo lo que le dice y dejándose caer contra el tronco del árbol, apoyando la espalda sobre este y alzando su mirada hacia el oscuro cielo. Le tiene envidia, porque no hay nada más libre que volar, y no se puede, joder. Vuelve a su mundo cuando ella termina de hablar, aunque más que la invitación a marcharse se queda con otra parte de sus palabras, cosa que le hace alzar una ceja:

-¿Te gusta mi música? -Pregunta con algo de escepticismo, mirándola ahora fijamente. Realmente no entiende por qué pierde el tiempo cuando, lo más seguro, es que reciba otra contestación del estilo de la chica, cortante e irónica, pero bueno, no tiene nada mejor que hacer,y sus musas son bastante independientes.

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Le sorprende que Kiefer se siente apoyado en el tronco del árbol, frente a ella, en lugar de macharse como se esperaba... Pero si ya le ha dicho que no puede ayudarle, ¿por qué se queda? Se mordisquea las uñas distraídamente, agradeciendo que al menos haya silencio de por medio, algo que a muchos les resultaría tenso pero con lo que ella se siente cómoda... Apoya la cabeza en el tronco, ladeada hacia la izquierda, cerrando los ojos.

Los abre ante la pregunta de él, volviendo a girarse para mirarle fijamente... ¿Es que está sordo? No, no lo está, no es Beethoven, así que debe ser que no entiende el concepto del sarcasmo. Suspira, dejándose también ella caer en el césped, dando ya por imposible el trabajar hoy:

-No, no me gusta, hago comentarios irónicos recalcando la estupidez de los críticos por aburrimiento... -Contesta, volviendo a su fachada de ironía constante- Creo que es obvio, ¿no? -Añade, acomodándose en el tronco y sin importarle lo que, al estirar las piernas, pueda quedar visible o no- Claro que a mucha gente le sorprende que me guste la música, directamente... -Como si las putas no pudiesen tener gusto, bah.

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Él no tiene demasiado interés en lo que puede ver cuando la chica decide sentarse, la verdad, por ello que no aparta la mirada de sus ojos. Ya ni se inmuta ante los comentarios bordes, aunque interiormente sí se sorprende al ver que ha desistido de trabajar y parece dispuesta a tener una conversación.

Algo que no afirmaría nunca es que, estando solo tanto tiempo y siendo lo que es resulta difícil no querer socializar con alguien lo más parecido a ti. Los humanos no estaban mal, para un rato, y los pertenecientes a manadas tenían un sentimiento de unidad tan arraigado que enseguida empezaba a notar que no encajaba...

En cambio, con la que tiene delante, como él, quizá pueda encontrarse cómodo, si es que supera primero todo el sarcasmo y la ironía de las que hace gala. Parece que haya lanzado una pregunta estúpida, pero de hecho no loe s, porque se encarga de matizarla al ver que no le ha comprendido:

-No has entendido mi pregunta... Una cosa es mi música, y otra "mi música" -Enfatiza esas dos palabras, estableciendo diferencias que se encarga de explicar.- A bastante gente le gusta porque hago ruido y digo palabrotas... Poca gente ve la canción en sí. ¿Eres de las primeras o de las segundas?.

Había gente que de verdad parecía bastante... Retrasada, cosa que, al parecer, ella también piensa. No se sorprende de que tenga gustos, es una mujer como cualquier otra:

-Puedes tener los gustos que te apetezcan, como todo el mundo.

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Escucha las palabras de él, entendiendo muy bien a que se refiere... La cuestión es que ella sí lo ha entendido, no directamente, pero para ella una cosa y la otra han de ir acompañadas: no le gusta la música si solo ve un ritmo en ella, le gusta cuando le transmite algo de verdad... Y por eso, la pregunta es absurda para ella.

-A mí, si me gusta una música, será SIEMPRE por lo segundo -Aclara finalmente- Ruido y palabrotas las escucho durante el trabajo, es decir, día a día... ¿Acaso tendría algún sentido buscar oír simplemente eso en mi tiempo libre? -Niega con la cabeza, rodando los ojos- No podría gustarme nunca una música en la que no se pudiese encontrar nada más allá del sonido...

Con eso ya ha dejado claro que sí, le gusta "su música", y no simplemente el ruido y los tacos que hay en esta. El problema es que con ello puede dar a entender que guarda algo bajo sus múltiples barreras, aunque no lo admitirá nunca, por supuesto... Y menos con un desconocido.

-Gracias por darme permiso, hombre... -Responde con ironía, aunque menos brusca que antes.

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Escucha la explicación que le da y esboza una sonrisa, algo inquietante. Básicamente porque era bueno que alguien entendiese su música en sí, pero, por otra parte, se podría llegar a pensar en el motivo de esas letras, y eso ya era tocar algo más personal y privado, cosas que guardaba con recelo y que no pensaba liberar.

Pero bueno, él tampoco va a preguntarle a ella sobre su vida, simplemente conversan, al menos hasta que sus musas decidan volver de las vacaciones y darle algo de inspiración. No puede evitar reírse entre dientes ante su último comentario, chascando la lengua y negando con la cabeza, a modo de "esto no puede ser", para después fijar sus ojos en los de ella:

-¿Eres así de simpática con todo el mundo, o es que yo he tenido mucha suerte? -Deja claro que la ironía saben utilizarla ambos, aunque su tono de voz ahora roza más la diversión. Tras guardar un par de segundos de silencio, saca de los bolsillos de su pantalón una libreta pequeña y un lápiz, para después, esta vez en el bolsillo de la americana, sacar su móvil.- Dicen que la música amansa a las fieras... A ver si es cierto. -De nuevo bromea, dándole al reproductor y sonando una primera canción. Abre la pequeña libreta y toquetea con la punta del lapiz la hoja, esperando que su propia música tenga un efecto inspirador...

Aunque, antes de eso, le lanza la chaqueta, esperando que la coja al vuelo. Resulta difícil concentrarse viendo a alguien morirse de frío.

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No es capaz de corresponder a su sonrisa, limitándose simplemente a mirarle. Ella no sonríe nunca, o al menos no recuerda haberlo hecho en mucho tiempo... Tampoco corresponde cuando se ríe, aunque sí corresponda a su mirada, dejando que sus ojos azules queden fijos en los de él, aunque sin decir nada con ese gesto.

Ciertamente logra intuir que a él le ha inquietado una respuesta que, paradójicamente, le ha gustado oír. A ella también le ha inquietado haber dicho aquello, pero no va a dejarlo visible. Se encoge de hombros ante su pregunta, sin importarle su tono irónico, sino más bien dándole exactamente lo mismo:

-En realidad, solo soy simpática cuando me pagan por serlo... -Miente, es simpática cuando le conviene, casi nunca de forma espontanea o natural, pero es que suele convenirle serlo cuando le pegan- Tú música no es precisamente amansadora... Demasiadas emociones como para que alguien pueda calmarse, el efecto debería ser el contrario... -Comenta, prestando atención a la canción que él hace sonar.

"El amor es funeral de corazones y una oda a la crueldad..." Es curioso, la mayoría de canciones hablan del amor como un motivo de vida y felicidad, pero esta no. Eso le sorprende y, además, le gusta, quizá porque ella no vea factibles amor y felicidad juntos, al menos no para su propia persona. Sin embargo no dice nada, puesto que no desea interrumpir su posible inspiración...

Simplemente coge la chaqueta al vuelo, colocándosela por encima de los hombros pero sin abrocharla, y rebusca en los bolsillos, a ver si el tío es útil para algo y lleva en ellos cigarrillos.

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Crack. El lápiz se parte en dos. Por una parte, no le llega nada, y eso le frustra y le enrabieta, aunque es más bien una rabia gélida que va por dentro.

Pero, por otra, y aunque no sea quién, son las palabras de ella las que le ponen algo... Nervioso, podría decirse. Vale que él fuese como es, que tenga sus defectos y todo eso, pero... Joder, eso de que solo se pueda ser feliz si le pagan es... Duro de admitir hasta para alguien como él.

No dice nada, no se ve capaz y tampoco le importa, aunque está convencido de que no está tan segura de lo que está diciendo, o de que no se da cuenta de la magnitud de esas palabras. Por eso guarda la libreta y los dos trozos de lápiz los tira al suelo, observándola rebuscar entre los bolsillos:

-En el interior izquierdo... Los hay normales y especiales, ya me entiendes. Pásame uno normal. -Si no va a poder escribir, al menos se dará a los vicios, que ya es algo. Le falta alcohol, pero bueno, no se puede tener todo en esta vida, así que... -Sí, puedes que tengas razón y que no amansen... Pero tal vez es que busque el efecto que tú comentas. -Él ya lo había hecho, lo hace cantando, el liberar todas sus emociones, todo el rencor y el resentimiento... Otra cosa es que el resto de personas fuesen capaces de hacerlo.

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Enarca levemente una ceja cuando el lapiz se le rompe, parece que hoy ese Mozart no compondrá su Requiem particular... Si se ha dado cuenta de que han sido sus palabras las, en parte, causantes de su nerviosismo, no da muestras de ello ni dice nada el respecto. Solo se mantiene en silencio, rebuscando...

Alza la mirada, de nuevo buscando los ojos de él, ante sus palabras, asintiendo. Encuentra los cigarros normales, y, dado que no va a emporrarse sola estando con él, coge uno. Tras eso encuentra el mechero, aunque cuando va a encender se da cuenta de que apenas tiene gas. Lo logra al tercer intento, lanzándolo después lejos:

-Se te ha gastado, tienes que comprar otro... -Comenta, dando una calada larga y expulsando el humo lentamente, aun con la cajetilla de cigarros en la otra mano- Habrá que buscar otro modo de encenderte uno de estos, ¿no? -Inquiere, pensativa.

Sin previo aviso, se coloca a gatas para acercarse a él, cajetilla en mano... No parece preocuparle que la postura quede insinuante o provocativa, como si así fuese su naturaleza. Le coloca un cigarrillo en los labios, para, acto seguido, utilizar el que se está fumando ella a modo de encendedor, prendiéndolo de ese modo:

-No ha sido tan difícil, después de todo... -Añade, dejándose caer sentada frente a él y guardando el resto del paquete en el correspondiente bolsillo- Pues consigues ese efecto... -Al menos en lo que ella respecta, aunque al momento se arrepiente de haber dicho eso.

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Agarra el encendedor al vuelo, pero, como ella misma le ha dicho, no tiene gas. De puta madre, porque el otro se lo había dejado en su casa, y este era...Un recuerdo de su época pasada, que no pensaba ni tirar ni recargar, todo sea dicho.

Va a ponerse a pensar cuando ella ya lo ha hecho y se arrastra por el césped. No puede evitar que un ramalazo de deseo le recorra por entero, al fin y al cabo es un ser bastante impulsivo, y ella no fea que digamos... Por suerte, de cara al exterior, no muestra esa reacción, inclinando el rostro para facilitarle el encendido y dándole una profunda calada, cerrando los ojos.

Sin embargo, se ve obligado a abrir uno cuando termina de escucharla. Interesante... Bastante, otra cosa es que consiga saber qué es lo que despierta en ella, algo que no tarda en preguntar:

-¿Tú crees...? - Si le pregunta directamente no va a obtener nada, por lo que decide iniciar un juego.- Veamos... ¿Qué te inspira esta canción? -Pregunta, para después apartarse el cigarrillo de la boca y hacer aritos con el humo.

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Sea o no consciente de que ha podido provocarle con su gesto, no dice nada, a ella el deseo de un hombre solo le importa cuando hay billetes de por medio. Por ello continúa sentada, frente a él, limitándose a fumar, ya que al menos eso le da algo de calor y logra relajarla...

-Sí, lo creo... -Responde cuando él rompe el silencio entre ambos, hasta ahora solo roto por la música- al menos en aquellos que no solo oyen, sino que también escuchan... -Aclara después, puesto que ella ve una diferencia entre ambas cosas.

Ante su pregunta se queda unos minutos en silencio; si le responde explayándose demasiado, estará dándole la oportunidad de mirar dentro de ella, algo que no está dispuesta a hacer, por lo que debe de buscar el modo de contestar con algo cierto pero sin dar detalles sobre si misma... Escucha la canción, cerrando los ojos unos segundos, tras los cuales los abre fijándolos en los de Kiefer cuando cree tener la respuesta:

-Desengaño, contrariedad, anhelo de lo imposible... -A cada palabra, va expulsando el humo cerca de él, en breves pausas- ...y, pese a todo, belleza. -Concluye finalmente, retomando su tarea de escuchar y fumar despacio, pero sin apartar sus ojos azules de los de él.

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Escucha con suma atención, aunque no lo parezca fumando como fuma, todo lo que ella tiene que decirle. No dice absolutamente nada una vez ella acaba, simplemente dejar pasar los segundos como si de arena se tratase, meditando en lo que acaba de escuchar y sumiéndose, durante unos instantes, en su particular mundo.

Hasta que vuelve a mirarla y exhala un suspiro, camuflado con el humo del cigarro:

-Vaya... Eres más de lo que aparentas... ¿O debería decir que aparentas menos de lo que eres? -Parece una pregunta estúpida, pero de estúpida no tiene nada.-Correcta la definición, eres la primera que me la da tan acercada... Lo que no entiendo es como una mujer con esa riqueza interior se dedica a esto.

Se le acaba de caer un cánon, pensando que la mayoría de prostitutas no eran muy avispadas, o al menos las experiencias que él ha tenido, y, mira por donde, se encuentra con esto. La verdad es que no lo rechaza, e incluso si se acostase con ella está seguro de que disfrutaría más que con cualquier otra de su profesión.

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Es evidente que Kiefer tiene razón y que Eithne es mucho más de lo que aparenta ser, porque cuando aparentas ser la combinación de una serie de fachadas tras las cuales ocultas tu riqueza, esta suele ser grande, pero no sueles ser consciente de tu existencia ni tú mismo... No obstante, ella jamás va a admitirle que ha acertado.

De hecho, le da miedo que se acerque tanto al haberse dado cuenta de que todo lo que muestra es una mera apariencia que poco tiene que ver con lo que es en realidad. Eso significa que sus barreras pueden desmoronarse, algo que no puede permitirse... Y por eso, cuando hace su última observación, hace que se quede demasiados segundos en silencio, sin contestar, y limitándose a fumar.

-Aparento lo que soy, ¿o es que no me ves? -Vestida así, aparenta lo que es, una puta, sin más- Se escuchar, estoy obligada a saber hacerlo, eso no me hace una persona rica interiormente, por mucho que aplique esa característica con la música sin que haya obligación de por medio... -Se encoge de hombros- La riqueza la tienen los que hacen las letras, el comprenderlas es tener dos dedos de frente...

Una forma de evitar tener que responderle a los motivos por los cuales trabaja de algo tan, segun muchos, denigrante, porque no ha hablado con ellos de nadie y sigue sin querer hacerlo.

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Los segundos de silencio que ella deja correr no hacen más que acrecentar esa sensación que ha tenido con ella. Otra cosa es que sea lo suficientemente inteligente como para no preguntar al respecto y mantener silencio él también.

La escucha y mantiene sus ojos azules fijos en los de ella. No sonríe, su expresión no varía y su rostro se mantiene tan inmutable como antes, excepto por una de sus cejas, que se arquea de forma sutil.Tras terminar de escucharla le da una profunda calada a su cigarrillo, como si pasase de ella, aunque realmente noe s así cuando termina por responder:

-He estado con más de una y no escucháis todas... Algunas hacéis como que escucháis, que es distinto... Y también hay formas de escuchar. -No puede decir nada más al respecto, no le conviene.

En unos movimientos bastante rápidos acaba a gatas, estirando el brazo hacia ella y dándole dos golpecitos en la frente. La sonrisa, cargada de una divertida sorna, se amplía unos milímetros:

-No los veo, ¿eh? -No puede evitar olfatearla teniéndola tan cerca, ignorando deliberadamente el olor a tabaco. -Qué bien hueles... Aunque que te llames constantemente puta no resulta muy... Bonito, que digamos, rompes la magia, ¿sabes?

Murmura, acercándose un poco más a ella y olisqueándole el cuello de forma más o menos educada y disimulada, como si la estuviese reconociendo.

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Por un fugaz momento cree que ha colado, que le ha hecho ver que las capas que muestra no son tales sino partes completamente suyas, y que está a gusto siendo lo que es... Pero la sensación dura poco, cuando él retoma el tema, en sus trece. También ella tarda ahora en responder, terminándose su cigarrillo con exasperante lentitud:

-Vaya, vaya... ¿Así que el cantante sigue la mala vida? Así no me extraña que no te contraten esos estirados, porque por la riqueza de letras dudo que sea... -Responde, intentando usar algo de humor irónico, como siempre, para evitar dejarse ver a si misma- Es obvio que no escucho igual a un borracho seboso que pone los cuernos a su esposa, que a la música de un artista... Pero eso no cambia nada, son circunstancias en las cuales algo a lo que estás obligada puedes emplearlo fuera de su supuesto ámbito, nada más.

No se inmuta cuando le da los dos golpecitos en la frente, y, nuevamente, no corresponde a su sonrisa. Tampoco parece inmutarse cuando la olfatea, ni cuando lanza aquella mezcla de piropo y reproche... Únicamente se encoge de hombros, tirando la colilla apagada al suelo y rebuscando otro cigarrillo en el bolsillo:

-No hay nada de malo en que uno admita en voz alta lo que es, solo resalto la realidad... -Comenta, sin apartarse cuando olisquea más su cuello- ...La magia no existe -Añade después, dejando sin querer ver algo de su desencanto con el mundo en esa frase.

Aprovecha entonces la cercanía para, moviéndose hacia un lado, quedar cara a cara con él y encenderse el nuevo cigarrillo, colocado ya en los labios, con el que aún está fumando él, dando una calada larga y echándole después todo el humo en el rostro muy despacio... A ver si le atonta y así deja de intentar penetrar en algo que no quiere permitirle que vea.

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No se inmuta lo más mínimo a sus palabras, apartándose del cuello de ella y mirándola ahora fijamente. Guarda silencio, dejando que hable y, pese a la ironía que es capaz de vislumbrar en sus palabras, se equivoca. Si por los contratistas fuese él no tendría demasiados problemas económicos y viviría bastante mejor de lo que vive ahora, el problema es que solo se dejaba contratar por unos pocos, aquellos que realmente merecían la pena o que ostentaban locales donde la gente, o eso creía él, podía entender sus letras.

¿De qué le servía cantar, expresarse, si nadie lo entendía? Para eso se hubiese dedicado a otra cosa más fácil. Alza ligeramente una ceja, de forma escéptica, ante su último comentario, cerrando los ojos en cuanto ve venir el humo y conteniendo la respiración:

-¿Entonces nosotros qué somos, ciencia? -Pregunta con algo de sarcasmo.- La magia existe si tú quieres que exista... Aunque claro, al fin y al cabo todo depende de uno mismo. -Tira su cigarrillo, ya consumido, al césped, y en un rápido movimiento arrebata el de ella, dándole una calada y devolviéndolo a sus labios. Guarda varios segundos de silencio, hasta que al final no puede contenerse y lo que llevaba guardando dentro lo suelta, sin más:

-Sabes... Me acostaría contigo sin dudarlo demasiado, y no por lo que eres. -Totalmente sincero, resulta una mujer interesante, lo suficiente como para que a él le pueda interesar de esa forma.

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