Tentando al peligro.[Eithne] [+18]

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-Somos una especie más de las que existen en este mundo, unos animales, igual que lo son los humanos, pero superiores a ellos en características que nos hacen tener que ocultarnos al ser inferiores en número... -Responde, muy segura de esas palabras- No, existe si has nacido con estrella, nada más. Y yo no figuro entre esos afortunados... -Espeta, en sus trece.

Deja que le arrebate el cigarrillo para darle una calada, que al fin y al cabo es suyo, y, cuando regresa a sus labios, sigue fumándolo sin dejar de mirarle fijamente. No dice nada, ¿para qué? Ya lo ha dicho todo, ahora le toca romper el silencio a él, como casi siempre...

Y entonces hace aquel comentario... Buff, ¿por qué? Vale, ahora debe reconocer que sabe que con él se lo pasaría bien, al margen del dinero que pudiese obtener, pero el problema era que no estaba drogada o borracha como para que su sentido común no se encargase de recordarle que necesita el dinero para comer.

-Bueno, pero soy lo que soy, así que... -Una forma de decirle que sin dinero no hay nada, aunque no sea por gusto, cosa que no deja ver, sino por necesidad.

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No es una mala explicación sobre el origen de su especie, aunque bueno, le ha quitado todo lo divertido al asunto. En cierto modo lo que eran o dejaban de ser, sus orígenes, le importaba más bien poco, únicamente quería hacer ver la actitud negativista de ella, aunque viendo que no lo consigue decide desistir, al menos por hoy, quizá en otra ocasión...

Deja de maquinar y planear, algo que, si bien es algo que sabe hacer, ahora no le apetece, escuchando su última respuesta al comentario de él y rodando los ojos:

-Lo sé, lo sé... Y no vas a hacer una excepción, soy consciente... Empieza a helar,y se me duermen las piernas, ¿que te parece si damos un paseo? -Pregunta, levantándose calmadamente y tendiéndole la mano para ayudarla si es que así lo desea.

No deja claras sus intenciones en ningún momento, ya que, a decir verdad, no las tiene claras ni él mismo, sumido en el dilema de si disfruta pagando o no disfruta directamente.

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Parece que él se decide a zanjar el tema de si ella es o no pesimista y si debería ver las cosas de otro modo, cosa que agradece interiormente, porque empezaba a sentir que sus muros corrían peligro de desmoronarse y dejarla expuesta y vulnerable si la cosa seguía así... Y eso le aterraba, impidiéndole disfrutar mínimamente de la poco usual compañía de un músico al que admirase como tal, aunque con su ironía no demostrase eso último.

¿Haría una excepción? Seguramente si las cosas le estuviesen yendo bien y tuviera dinero suficiente sí, la haría, sin dudarlo... Pero no podía admitírselo, eso implicaría darle pena por no tener ni un puto duro, cosa que no quiere por nada del mundo.

-No -Dice finalmente a lo de la excepción, aunque sea mentira- Me parece una buena idea, hace rato que desistí en la idea de conseguir trabajo hoy -Comenta, aceptando su mano y levantándose- Pero si tienes frío, puedo devolverte la chaqueta -Añade, mientras se termina en un par de caladas el cigarrillo, tirando la colilla y pisándola después con el tacón.

Echa a andar a paso lento, esperando que él la alcance, sin seguir ninguna dirección en concreto.

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Obtiene la respuesta que esperaba, así que la deja avanzar un par de metros y entonces él comienza a caminar, alcanzándola con bastanta rapidez y decelerando el paso, caminando a la misma velocidad. Hunde las manos en los bolsillos de sus vaqueros, negando con la cabeza ante la idea de devolvérsela:

-No es frío, es que es un tanto jodida la sensación de tener las piernas inútiles... Las prefiero en movimiento. --Responde sin tono alguno en su voz, simplemente comentándolo. A estas horas el peligro ha desaparecido para que una soledad extraña inunde el parque. No hay ni un alma, excepto por ellos dos, claro...

Tras un par de minutos de travesía dan con unos baños públicos, a los cuales se le queda mirando, pensando en sus cosas. Finalmente echa a andar hacia ellos, sin decir nada, colándose dentro.

De lo primero que se percata es de que son mixtos, quizá estos no sean los principales del parque y estén por pura emergencia. Lo que él hace, más allá de usarlos, es encaramarse a los lavabos y sentarse en el mármol. Hace algod e frío, pero ni comparación al frío que hace fuera.

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Kiefer no tarda en alcanzarla, por lo que enseguida comienzan andar a una velocidad similar. Escucha su explicación, encogiéndose de hombros... Ella tiene las piernas paradas durante horas, y estando de pie, contra farolas o similares, así que no le parece que sea para tanto, pero bueno.

-Entiendo... Aunque a mí no me pase igual -Dice finalmente, sintiéndose cómoda con la soledad del parque, que prefiere a la presencia de bandas y drogadictos que había horas antes- Supongo que es cuestión de costumbre... -Comenta, con la mirada perdida en ningún punto en concreto.

Hasta que él echa a andar a los baños y ella le sigue, entrando al interior de ellos. Es cierto que hace bastante menos frío, y se agradece, por lo que enseguida cierra la puerta, observando como se encarama al lavabo. Se acerca entonces al mismo, apoyándose en la pared que hay al lado suyo, ladeando el rostro hacia él.

El único sonido, aparte de sus respiraciones, es el del goteo de otro lavabo, y el viento que azota desde fuera... Es una armonía que no quiere romper, por lo que no dice nada, solo clava de nuevo sus irises en los de él, en silencio.

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OJO, +18

"Pues vaya mierda de costumbre" Piensa para sí mismo, si estar de pie horas hasta que no sientas los dedos o las extremidades es una costumbre, prefiere no tenerlas... Anque, como es consciente de que hay cosas que nunca entenderá, bien porque no quiere o bien porque no puede, desiste de decir algo.

La combinación del ulular del viento, el cual parece un alma en pena realzando su particular y eterna agonía, en conjunto con las intermitentes gotas que caen del lavabo, creando una especie de ambientación propia de cualquier película de terror y dispuesta a poner delos nervios a cualquiera.

Pero, al parecer, a ellos dos no. Ladea el rostro hacia ella, encontrándose con esos dos iris azules fijos en él. No dice nada, porque, al igual que a ella, ese silencio le resulta bastante cómodo, le ayuda a pensar y a relajarse sobremanera.

Aunque, a decir verdad, en lo único en lo que piensa es si en va a valer la pena. No tarda en obtener la respuesta cuando su mente va más allá del mero presente, planeando cosas de antemano, y sacando conclusiones. Y, despacio, se baja del lavabo, acercándose a ella con una calma tan fría como atrayente, hasta que apoya ambas manos a cada lado de la cabeza de ella y junta ambas frentes:

-Que así sea... -Es lo único que dice antes de, en un principio, lanzarse a besar y mordisquear su cuello. Sus movimientos, lejos de ser ahora impulsivos, rápidos o salvajes, son lentos, calmados e incitantes, degustando poco a poco lo que ella le ofrece y, al mismo tiempo, incitándola a que intente probar lo mismo de su propia piel.

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La extraña armonía sonora, que para otros sería desquiciante, prosigue sin ser interrumpida durante largo rato. Y eso logra relajarla bastante, por extraño que parezca a ojos de cualquier persona normal... Pero Eithne no era normal, su pasado no lo había sido, su presente no lo era, y dudaba que su futuro fuese a serlo. Así que, sus gustos no es que pudiesen ser normales tampoco, con todo eso.

Permanece inmóvil cuando Kiefer baja del lavabo acercándose a ella, sin hacer ademán de escabullirse de entre los dos brazos que ahora cercan su rostro. Al contrario, alza la mirada hacia él, mordiéndose el labio inferior de manera provocadora, exhalando todo su aliento en su rostro cuando pega ambas frentes.

No dice nada, su frase lo deja todo claro, y por ello simplemente se deja hacer, estirando su cuello para permitirle un mayor acceso a este. Lleva entonces ambas manos a la espalda de él, para pegarle más hacia y, mientras el sigue recorriendo su cuello con una calma que le resulta sorprendente, comenzar a crear cierta fricción. Es entonces cuando mete una de sus manos por debajo de la camisa de él, masajeando su espalda de forma incitante, en caricias teñidas de erotismo, como un anticipo a lo que puede venir después si él quiere seguir adelante...

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Le cuesta empezar, pero una vez ha empezado tiene claro que no va a parar. En un principio contiene un escalofrío cuando las manos de ella comienzan a explorar su espalda, principalmente porque las tiene algo más que frías, pero lentamente, y con ayuda de la fricción que se está generando, el calor va ocupando su cuerpo y empieza a encontrar estimulación en lo que ella hace.

Él tampoco se queda quieto cuando asciende hasta su oído y juguetea con él, mordiéndolo y lamiéndolo, derramando su aliento en cada gesto, bordeando de nuevo la barbilla para lanzarse a por sus labios. No sabe sis e va a dejar o no, principalmente porque con las que se ha acostado, prostitutas,nos e habían dejado, no era profesional según decían. A él le parecía una gilipollez, pero lo respetaba, aunque eso no quería decir que no fuese a intentarlo.

Una de sus manos comienza a acariciar el costado de ella, de la misma forma que besa, lenta, acariciante, incitante... Enseñando una pequeña pieza del complejo engranaje que supone para él el sexo. Lentamente se acerca hacia el vientre, acariciando de arriba a abajo, como si le costase decidirse por donde empezar...

Hasta que, finalmente, asciende poco a poco, encontrándose con el obstáculo del corset, por lo que bordea de nuevo y alcanza su espalda, comenzando a desabrocharlo sin prisa alguna.

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El calor corporal, sobretodo si viene de un cuerpo ajeno, es agradable en noches como aquella y eso, sumado al hecho de que la forma de jugar con ella que tiene él, se sale de la norma, hace que cierre los ojos y se deje llevar unos instantes cuando llega hasta su oreja y acaricia su costado...

Sus manos han terminado de dedicarse a explorar su espalda y bordean sus costados, saliendo de debajo de la tela para acariciarle por encima de esta e ir desabrochando cada botón despacio. Parece que con ello quiera exasperarle, hacerle desear más hasta que no soporte tener esa prenda pegada a su cuerpo... Y quizá sea así, porque la lentitud aumenta con cada botón desabrochado.

Sin embargo cuando se lanza a besar su boca, se aparta rápidamente... En efecto, ella es de las que no permiten un gesto que suele significar mucho la primera vez que se recibe, y que puede ser dado sin deseo. Por ello, entierra la cabeza en el cuello de él, derramando el aire en este para después mordisquear su piel de forma tironeante... Son mordiscos al principio pero, después, los acompaña con movimientos de su lengua, que buscan aumentar la excitación ya presente.

Cuando nota las manos desabrochando el corsé, echa su cuerpo hacia delante, facilitándole la tarea y, además, aumentando la fricción previamente iniciada.

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Como esperaba, lo que no quita que no le haga demasiado gracia, ella rechaza el beso en la boca. Al final piensa como las demás, aunque lo que le interesaría saber a él son los motivos más que el gesto. Por el momento decide no insistir cuando estira el cuello y deja que le mordisquee lo que plazca, deshaciéndose de la camisa ya desbarochada y dejando visibles los tatuajes que decoran todo su brazo izquierdo, el tribal que decora su bajo vientre y otro, más pequeño, en el lado izquierdo de su pecho.

Sonríe un momento antes de deshacerse del corset y dejarlo en el lavabo, sacando a relucir lo que la tela escondía. Lo mira un momento antes de fijar sus ojos en los de ella, con un amago de sonrisa:

-Interesante... -No puede contener las ganas y vuelve a ir bajando por su cuello, repartiendo besos y mordiscos de forma paulatina, en lo que sus manos terminan por asentarse en sus pechos, masajeándolos de forma camada, tranquila y hábil.

A los pocos segundos son sus labios los que se unen a las caricias proporcionadas por sus manos, pegando su cuerpo más al de ella y creando más fricción entre ambas caderas, cosa que o resulta difícil siendo que lleva falda.

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Cuando por fin la camisa de él cae al suelo, las manos de Eithne comienzan a masajear en caricias profundas cada recoveco del cuerpo semidesnudo de Kiefer, sin poder evitar fijarse en los tatuajes, que le resultan bastante atractivos... Ella también tiene uno, un árbol tribal en la espalda que para ella tenía su propio significado... Pero su cabellera rojiza solía taparlo a menudo.

Su corsé va a hacerle compañía a la camisa y, aunque no sonríe ante el adjetivo que le dedica a lo que ve, sí que le gusta oírlo, quizá porque le suena sincero... Cierra los ojos unos instantes, ante las primeras caricias que su pecho recibe, unidas a la exploración que es retomada en su cuello. Una de sus manos ya ha descendido por el vientre tatuado del joven licántropo, bordeando su entrepierna sin llegar a acariciar en esta directamente, realizando círculos en torno suyo de forma enloquecedora con la yema de los dedos.

Y, cuando los labios de Kiefer bajan a hacer compañía a las manos que acarician su busto, Eithne aprovecha para que los suyos propios exploren de nuevo el cuello de él, llegando por fin hasta su oreja, lamiendo por detrás de la misma y mordisqueando el lóbulo, donde deja de nuevo caer todo su cálido aliento.

Desabrocha el botón del pantalón que él lleva y aparta la mano justo cuando la fricción es retomada, disfrutando de la sensación y aumentando el roce aún más...

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No va a negar que está disfrutando, y algún que otro estremecimiento sacude su cuerpo ante las caricias, o tentaciones mejor dicho, porque lo que hace cerca de su entrepierna es más una tentación, que va recibiendo.

Aún así se encuentra lo suficientemente centrado como para continuar con su tarea, una de sus normas básicas en este aspecto era un buen precalentamiento, más orientado a ella que a él mismo. Tras varios segundos termina con sus pechos, sintiendo como el pantalón comienza a aflojarle gracias alas manos de ella. No se separa ni un milímetro de su cuerpo, no lo necesita para hacer descender una de sus manos hasta los muslos de ella, acariciándolos de forma lenta, casi agónica y muy suave, primero por la parte posterior y después por la parte interior.

Tarda, bastante teniendo en cuenta la situación en la que están, en pasar de las piernas a algo más arriba, a ese centro de placer que ahora desea explorar. Va despacio, acariciando por encima de la tela, primero apenas un roce, después una efímera caricia y por último una más firme, alternando esos tipos de movimientos según le apetece o cree conveniente, mordiendo su cuello a cada inicio de los mismos, creando una danza, una música, que nada tiene que envidiar a la que él mismo compone.

Al minuto asciende un poco más y decide probar sin tela de por medio, metiendo la mano bajo su ropa interior y repitiendo la estrategia esta vez sobre la piel directamente.

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Como era de esperar, la exploración que Kiefer hace a su cuerpo comienza a ir pasando a mayores, algo que a ella ni le molesta ni le sorprende. Lo que si le sorprende es el tiempo que se toma para ello porque, aunque no lo reconozca, una parte de ella sí desea que él prosiga por motivos que van más allá del dinero....

Su cuerpo es recorrido por un estremecimiento muy sutil que, sin embargo, no es fingido, cuando por fin llega a su zona más íntima. Reacciona de forma físicamente natural ante ese contacto, cosa que si bien no le ha sucedido muchas veces, tampoco es la primera, ya que no todos los que pagan por sexo lo hacen por falta de habilidad en el tema.

Lleva una mano a cada lado de los pantalones de él, bajándoselos de un tirón, para comenzar a tantear de nuevo por su vientre y el comienzo de sus piernas, volviendo a bordear con sus dedos, en caricias circulares, lo que hay entre estas. Pasa entonces una de sus manos por fin directamente por su zona más íntima, aunque de forma fugaz, rápida, sin darle tiempo a asimilar el contacto... Un gesto que repite varias veces en lo que él comienza con esa alternancia de movimientos que hacen que algún que otro suspiro salga de entre sus labios, más natural de lo que a ella le gustaría que fuese.

Sus labios comienzan a recorrer el hombro y clavícula del joven lobo, combinando mordiscos y expertos movimientos de lengua cuando, por fin, introduce su mano por dentro de la ropa interior casi al mismo tiempo que él. Profundiza en sus caricias, con pericia, como si quisiese competir con las que recibe; claro que las suya son profesionales, y, por tanto, diferentes. No obstante, su profesionalidad se podría poner en duda si alguien se diera cuenta de que el gemido que escapa de entre sus labios ante las caricias de él no es de los fingidos...

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Los resultados son mejores de lo esperado, generalmente las de su profesión fingían, de forma tan descarada que no resultaba nada creíble, quitándole todo tipo de morbo a la situación en apenas segundos. En cambio ella no, o era muy buena actriz o de verdad le estaba gustando...

Tampoco tiene tiempo de pensar mucho más cuando se ve despojado de los pantalones y con su intimidad invadida, a lo que responde con una risa jadeada, algo más semejante a un gruñido sordo, que deja claro que le gusta y no lo oculta.

En un movimiento que sabe que no debería hacer, justo en el mismo momento en que pasa de la superficialidad a la profundidad, tanteando ahora su interior, se lanza de nuevo a por sus labios, sin perder la calma ni un momento. Para él el sexo es y será un juego, y dejarse llevar por los impulsos en algunas ocasiones le quitaba la gracia al asunto.

Sus movimientos comienzan a acelererar de forma gradual, buscando un clímax que él mismo retarda cuando vuelve a decrecer el ritmo, quedándose prácticamente en una pausa.

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Ante aquella especie de gruñido que indica que va por buen camino, Eithne sigue profundizando en las caricias que dedica a la entrepierna de Kiefer, volviéndolas más rápidos durante unos segundos para, después, frenar y regresar a la exasperante lentitud de antes, combinando ambos tipos de caricias en lo que su lengua asciende de nuevo por la clavícula de él hasta su cuello, separándose para tomar aire unos segundos.

Aunque enseguida tiene que volver a enterrar ahí la cabeza cuando él vuelve a intentar besarla en los labios, algo que todavía tiene sentido común para impedir. Por ello vuelve a atacar su cuello, enterrando allí algún que otro gemido en lo que muerde y humedece su piel, conforme el ritmo de las caricias que ahora recibe en su interior aumentan...

Alcanza una vez más su oído, justo cuando él decrece el ritmo, algo que una parte de ella lamenta y otra, más racional, agradece:

-¿Acaso quieres volverme loca? -Susurra, mientras lame despacio por detrás de su oreja- Por favor.. No te detengas ahora... -Eran palabras que solía regalar a cada cliente con el que yacía, sabedora de que a muchos les gustaba creer que la mujer a la que pagaban realmente les deseaba hasta suplicar por más. El problema radicaba en que en estos momentos no era mentira del todo...

Pero decide no pensar en ello, centrándose en la tarea de despojarle a él de la ropa interior para poder jugar aún mejor en su zona más íntima, cosa que no tarda en hacer.

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En apenas un par de movimientos se ha deshecho de todo rastro de ropa, sintiéndose mucho más liberado que antes. Por poca cosa que pueda parecer a simple vista tiene su aguante, principalmente porque sabe como dosificar sus fuerzas y cuando gastarlas más o gastarlas menos, algo que unido a su habitual calma le ayudan sobremanera a realizar cosas como la que realiza ahora sin perder los papeles o acabar antes de tiempo.

Es muy sutil cuando, viendo que ella rechaza el beso en los labios, calla la boca y se centra en la clavícula de ella durante varios segundos en los que su ritmo vuelve a acelerar... Hasta que escucha las palabras de ella y se detiene al instante, mirándola fijamente con unos iris brillantes y al mismo tiempo juguetones:

-Shh... Despertarás al vagabundo de detrás... Y no queremos que nos interrumpa, ¿verdad? -Pregunta en un susurro, sin siquiera saber si existe ese vagabundo o no, indicándole de forma indirecta que se dedique a disfrutar y no a decirle frases que ya ha oído en otras.

Deja de juguetear durante un par de segundos, hasta que con una risa entre dientes la toma de la cintura y la hace girar en el aire. Prácticamente en el acto está contra una pared, y con la única fuerza de sus brazos, la cual provoca que todo su torso se tense, la aúpa a sus hombros, teniendo las piernas a cada lado de su cabeza.

Desde esa posición la mira, acercándose muy lentamente a la zona que hace unos segundos estaba siendo explorada por su mano... Deja que se deleite con la visión de la primera caricia de su lengua...

El resto son difíciles hasta de seguir cuando inicia su particular danza.

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Niega con la cabeza... No, realmente no quiere que un vagabundo imaginario e inexistente les interrumpa. No dice nada, sabe callar cuando le piden que guarde silencio, al fin y al cabo ella hace lo que le ordenan que haga. Aunque algo le dice que no es precisamente una orden autoritaria pero... Nuevamente, no quiere pensar ahora en algo que pueda confundirla y hacer que no cumpla bien con su trabajo.

Las caricias en su zona íntima vuelven a acelerar, hasta que de repente se detienen y, sin que pueda esperárselo, Kiefer la toma de la cintura, impidiéndola también a ella el poder seguir acariciándole. Se arquea levemente al verse contra la pared, quedándose momentaneamente bloqueada cuando ve como la coloca sobre sus hombros y se la queda mirando, sin poder hacer nada más que devolverle la mirada.

Espera, ¿qué...? No le da tiempo ni a preguntárselo mentalmente cuando él se acerca despacio y comienza a explorarla con su lengua. Una vez más, su cuerpo traiciona a su mente, reaccionando y obligándola a gemir de forma demasiado poco artificial para que no le resulte inquietante interiormente... Tampoco le da tiempo a autoreprocharse cuando él vuelve a iniciar esa danza de movimientos que hacen que, a los dos minutos, estalle sin poder evitarlo...

...Algo que, si bien no es la primera vez que le pasa, no es que sea habitual, más bien lo contrario. Lo único en lo que piensa ahora, mientras se estremece, es en devolverle la jugada, motivo por el cual sus manos se apoyan en sus propias piernas, como solicitando de ese modo que la regrese al suelo.

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Quizá tarda menos de lo que se esperaba en llegar, pero viendo como se retorcía, tenía muy claro que lo que acaba de ocurrir terminaría por llegar, tarde o temprano.. Disfruta, para qué negarlo, pensando con cierta curiosidad que debe ser muy buena actriz...

Como si no supiese que no está fingiendo y que está disfrutando, pero no va a decírselo, no necesita resaltar algo que ya es evidente para ambos, simplemente la baja al suelo. Intuye lo que va a hacer, y por ello, antes de que realice cualquier movimiento, la ha vuelto a agarrar de la cintura, sentándola de nuevo en el lavabo:

-Eres dulce... -Parece que el comentario pueda sacarse de contexto hacia otro bastante más depravado, pero él sabe por qué lo dice, y no precisamente por el acto sexual, más bien ha tenido la intuición. Probablemente se lo niegue y él deje de discutirlo, cosa que, al mismo tiempo, ve normal y lógica...

Total, ya se ha encargado de resaltar, de forma indirecta, que ahora está necesitado de algo más profundo, de sentir, y no de una vanalidad como la que acaba de practicar con ella, que, a grandes rasgos, ha sido la forma de cerciorarse de que, por encima del dinero, le está gustando.

No dice nada más cuando le quita la falda, un gesto curioso... Puede que a muchos les diera morbo hacerlo con ella, o incluso que la dejen con la ropa que les de la gana. En cambio él la deja totalmente desnuda, queriendo deleitar con su vista el atractivo de ella en todo su esplendor.

Una vez hecho, y lentamente, se hace un hueco, entrando de una sola vez y comenzando a moverse en embestidas rítmicas, añadiendo pequeñas variaciones de velocidad para hacerlo más placentero y estimulante. No puede evitar volver a probar, y se lanza a por sus labios en una de esas en las que terminan completamente pegados.

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Durante unos instantes cree que la ha bajado al suelo para que, en efecto, le devuelva el gesto que él ha realizado con ella. Pero antes de que pueda si quiera agacharse, la ha vuelto a alzar para colocarla sobre el lavabo, sin haber tenido tiempo ni de pestañear.

Entreabre los labios para preguntarle por qué, pero se queda totalmente paralizada ante las palabras que él le dice... ¿Ella dulce? Sí, y la plata es curativa para los lobos. Niega con la cabeza, olvidándose momentáneamente del papel que se supone que debería desempeñar:

-Te equivocas... -Susurra, mirándole fijamente cuando él se deshace de la falda, otra de las cosas que le sorprenden. No añade nada más, simplemente se abre de piernas, sabiendo que es lo que toca ahora, llevando ambas manos a la parte inferior de la espalda para sostenerse mejor y aumentar el contacto.

No puede evitar arquearse cuando él entra en ella de golpe, comenzando a seguirle en esa alternancia de ritmos y velocidades con sus propios movimientos de cadera, dejando escapar un nuevo gemido. Está tan desconcertada por lo acontecido segundos antes, por sus palabras, que se olvida de esquivarle cuando se acerca de nuevo a sus labios.

No se acuerda de que no debe, no piensa, sencillamente, cuando le corresponde en el beso, de forma totalmente inconsciente... Algo de lo que seguramente se arrepentirá después, o no, pero esoahora no importa.

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¿Que se equivoca? Eso no se lo cree ni ella, bueno, ella quizá tal vez sí... Pero como se ha dicho a sí mismo no va a corregirle ni contrariarle nada, sus suposiciones suelen ser acertadas, cosa de cada uno es querer verlas o no...

Además, está demasiado centrado en otros aspectos como para hacerlo, más aún cuando esta vez es la boca de ella la que se encuentra. Se las ingenia para, pese a la creciente rapidez de sus embestidas, conseguir que los movimientos de su lengua cuando empiezan a explorar algo hasta entonces inexplorado sean lentos, calmados e incitantes, degustándola con todo el tiempo del mundo.

Se separa unos segundos, tanto para tomar aire como para jadear, porque el placer comienza a hacer mella en su cuerpo y en su mente, mirándola fijamente, disfrutando de ver el placer reflejado en sus ojos, más allá de un trabajo, de una imposición o de una cantidad económica...

Y es que lo que está haciendo ahora va un poco más alla del mero sexo, es una especie de lección, la cual no sabría calificar pero que parece estar haciendo mella en ella. Vuelve a abalanzarse a por sus labios, enterrando un gruñido ya algo más... Animal, aunque no por ello pierde la calma, más bien lo hace con la intención de aumentar el clímax de la situación.

No existen fachadas ahora mismo, ni siquiera poses o apariencias, todo se reduce a una sensación ahora compartida, una que ella pocas veces habrá experimentado, o eso cree él: El placer mutuo, como cuando, mordiéndole el labio de forma firme pero sin llegar a hacer daño, estalla, temblando todo él y manteniendo los ojos abiertos, tomándola del rostro con las dos manos para que lea una mínima parte de lo que él es, un rompecabezas difícil de desentrañar para los poco pacientes.

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No es Kiefer el único que crea un contraste entre la forma en que la posee y la manera en que la besa. Eithne, que se muestra experta y hábil en cada caricia dada y cada movimiento de cadera, corresponde a su beso con algo que, si ella no fuese lo que es, podría considerarse incluso ternura. Algo inusual en alguien de su profesión... Pero claro, lo inusual es que ella bese a alguien en los labios.

No hay más que verla para darse cuenta de que ha perdido el control sobre si misma, como demuestra el hecho de que le mire confundida con el brillo del placer en los ojos, un brillo natural por completo. No dice nada, simplemente continúa bañándole de caricias cuya pericia le sale sola, hasta que él vuelve a besarla...

Le corresponde, sin sentirse obligada a ello, sin que sea algo que entre dentro del precio que ella misma se pone, sino porque realmente desea corresponderle. Si le está dando una lección, ella realmente no va a comprenderla... Pero tampoco la rechaza en ese momento en el cual su coraza ha decidido brillar por su ausencia.

En efecto, pocas veces ha experimentado algo así, igual que pocas veces son las que ha estallado, no solo una vez... Si no dos, porque por segunda vez su cuerpo se estremece súbitamente al sentirle llegar cuando le muerde el labio, ante lo cual clava las uñas en su espalda unos segundos, gimiendo mientras le sigue en el clímax.

No desvía su mirada de la que ahora tiene delante, aún más confundida al ver su rostro tomado entre sus dos manos... ¿No debería separarse de ella y marcharse tras lanzarle el dinero? Un dinero del que, por cierto, se ha olvidado por completo, como se ha olvidado de todo... Demasiado ocupada en evitar que la humedad que acude a sus ojos termine por salir, una traición de su cuerpo que no puede permitirse, y por lo cual los cierra relajando su cuerpo.

No se apoya en él para ello, aunque tampoco se separa... Es algo que no cree que sea elección suya decidir, y por tanto permanece así, silenciando su confusión antes de volver a abrir los ojos, interrogantes.

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Su cuerpo se va relajando con el paso de los segundos, su pulso retorna a su ritmo habitual y sus pulmones parecen empezar a respirar con mayor normalidad, pese a que no ha sudado ni una gota, supone que por el frío que les rodea.

Y, aún así, su mirada no varía y su expresión tampoco, así como su postura, aún con la cara agarrada entre sus manos. No dice absolutamente nada, leyendo ese atisbo de humedad que ella misma contiene cerrando los ojos. Hay cosas que no entiende, pero eso sí, él al revés también lo haría...

Aunque le acaba de demostrar ahora mismo que no es tan fría como le gustaría ser, cosa que, si bien ya había intuído, le hace aumentar su curiosidad sobre el por qué de esta profesión. Pero no tiene prisa, ninguna, en lo que le deja de sujetar la cara y la toma de las manos, colocándolas en sus hombros, dejándolas ahi y mirándola con un cierto tinte divertido:

-No soy venenoso ni radiactivo... -La postura en la que lo han hecho no resulta precisamente cómoda, menos aún para ella, lo que no entiende es por qué no ha sido capaz de hacer lo que su cuerpo le pedía por sí misma, y ha tenido que ser él quién la incitase a ello. No sale, ahora mismo se encuentra cómodo, de hecho se pega más a ella, facilitándole el apoyo...

Porque, para él, ya no es una simple puta, como ella misma se autodenomina.

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Se aparta en un rápido movimiento el cabello escarlata de la cara, intentando distraerse y no pensar en nada... Le es difícil, con él aún mirándola fijamente como si fuese capaz de leer a través de cada capa, algo que le asusta demasiado... ¿Qué ha hecho? Le cuesta mucho repetirse mentalmente que únicamente ha trabajado para ganarse algo que necesita, porque sabe que lo ha disfrutado y, de hecho, se plantea decirle que no quiere que le pague, que no cree haberlo hecho como tendría que haber sido...

No le da tiempo ni a sugerírselo, porque vuelve a quedarse bloqueada cuando él, suelta su cara, pero no para salir de ella como se esperaba, sino para tomar sus manos y colocarlas en sus hombros, invitándola a apoyarse. Sus palabras podrían haberle hecho esbozar una sonrisa sincera si ella se acordase de como se sonreía, pero no le sale, únicamente sigue mirándole, en silencio. No rechaza que se pegue más a ella, al contrario, al final el cansancio de la postura es superior y acaba dejándose caer levemente sobre él, relajándose del todo durante varios minutos.

Tras ese rato, reacciona, no para ser capaz de hablar, pero sí para que su sentido común le recuerde quién y qué es. Es entonces cuando, sin ser brusca, le aparta, soltándole los hombros y bajando de un salto, ante lo cual se tambalea, a punto de perder el equilibrio, pero logrando mantenerlo.

Sus ojos azules se separan de los de Kiefer, concentrada en buscar sus prendas, localizando primero la falda, que no le es difícil colocarse, y después el corse... Le da la espalda, girándose hacia el espejo, pero suspira incómoda al ver que está roto y, por tanto, le es inservible para usarlo en la tarea de abrocharse de nuevo aquella prenda. Comienza por tanto a tantear las cuerdas a ciegas, esperando encontrarse sola de un momento a otro...

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Deja pasar los minutos en lo que él, a decir verdad, también descansa, con sus iris azules perdidos en la densa cabellera rojiza de su acompañante nocturna. Hacía tiempo que no veía una pelirroja natural, más aún con un color tan vívido...

Supone que eso, para la mayoría de clientes, es un aliciente. Para él es una pieza más de un conjunto no sólo externo, sino también interno. Lástima que el de dentro no lo saque por nada del mundo, aunque como él es parecido tampoco se queja o se siente ofendido, más bien la comprende.

Se aparta cuando ella se lo indica y, sin abrir la boca, rebusca por el suelo la ropa interior, que se pone en un par de movimientos, seguidos del pantalón, que deja desbarochado. Se gira hacia ella para ver como le va, y una risilla entre dientes escapa de sus labios al ver lo que intenta.

Lo conseguirá, sí, pero dentro de media hora tal vez... Silencioso como una sombra se coloca detrás, tomando los lazos del corset y empezando a anudarlos despacio, sin prisa alguna, mirando el espejo roto como si no lo estuviese, como si pudiese mirarla fijamente en lo que realiza su tarea.

Una vez termina se abrocha el pantalón, rebuscando con la mirada su camisa y su americana. No tarda en encontrarlas, colocándose la primera y abrochándose los botones con pausa, en lo que su mente trabaja, trabaja, buscando formas, maneras, posibilidades...

Para cuando ha terminado de vestirse y ya lleva la americana colgada al hombro, se acerca a ella, colocándose de nuevo a su espalda y apartándole el pelo del cuello, el cual acaricia con los dedos en un suave y efímero gesto.

De improviso, se aparta un paso,en lo que saca un cigarrillo de la cajetilla y su cartera. Posteriormente rebusca en los bolsillos, sacando una pequeña caja de cerillas con la que se enciende el cigarro, para después guardarla donde estaba. Sonríe, de forma imperceptible y enigmática, cuando, sin previo aviso, le coloca la chaqueta sobre los hombros:

-Como ves, el fuego nunca se termina si uno no lo desea... -Parecen palabras sin sentido, pero para él lo tienen.-Un recuerdo para ti... Y... -Rebusca entre su cartera y saca unf ajo de billetes, un buen porcentaje de lo que había ganado con su último concierto, que guarda en el bolsillo interior de la americana.

No dice nada más en lo que, fumando, se encamina hacia la salida, parándose en la misma puerta de los baños. No se gira, únicamente alza los dedos en los que lleva sujeto el cigarrillo:

-No te pago por lo que hemos hecho ni por lo que eres. -Una última frase, contundente y firme, dejando claro que lo que él ha hecho no es acostarse con una puta...

Sino más bien acostarse con una mujer. Sin más, abre la puerta y desaparece de la escena, dejándose arrastrar por ese viento que antes hacía de comparsa.

Lobo Localización : Sin rumbo... Mensajes : 449

De repente, en un abrir y cerrar de ojos, Eithne tiene a Kiefer detrás de ella, sustituyendo a sus propias manos en la tarea de anudar el corsé... No dice nada, demasiado turbada como para encontrar las palabras adecuadas, tan solo apoya sus propias manos en el pecho, sujetándose la prenda en lo que él va atando los lazos. Sus ojos azules también están fijos en el cristal roto, donde únicamente se ve un distorsionado reflejo de ambos, y se pregunta entonces si lo que refleja de ella un espejo será lo de fuera o lo de dentro... Una pregunta que le hace sentirse tan estúpida que enseguida deja de pensar en ello.

Apoya ambas manos en el lavabo cuando él se separa de su lado, escuchando como termina de buscar sus cosas y vestirse. No se ve capaz de salir al exterior aún, con el frío del alba... Tal vez cuando haga un poco más de sol, dentro de un rato, pueda permitírselo, por lo que se queda esperando a que él se vaya, sin preguntarse si le pagará o no, ya que no tiene cabeza en estos momentos ni para plantearse algo tan esencial para ella.

Y, de nuevo, sin que pueda preverlo, él está a su espalda. Siente la caricia en su cuello cuando le aparta el pelo, un gesto que no sabe como interpretar, dado que al momento él se aparta. Ladea el rostro, mirándole directamente a los ojos por primera vez en todo aquel tiempo, antes de observar como saca una caja de cerillas, enarcando una ceja ante la explicación que da, que, en efecto, para ella también tiene sentido.

No le da tiempo a pensar en una réplica, quizá porque parece haberse quedado muda, o más bien porque lo último que se esperaba es que le colocase de nuevo la chaqueta en los hombros que, sin embargo, no rechaza, acomodándola con sus brazos para entrar en calor. Y entonces él introduce en el bolsillo aquellos billetes, que le hacen pensar que, en efecto, por mucho que ella haya podido experimentar algo natural y no fingido, él no ha debido de verlo así, dado que tras entregarle ese dinero se va...

...Pero ella no se encuentra bien aceptándolo, por absurda que se sienta al pensarlo, así que introduce la mano en el mismo bolsillo, girándose para pedirle que espere y devolvérselo, al menos toda la cantidad extra que no entiende porque le ha dado de propina.

Claro que se queda bloqueada, una vez más, sin saber en cual de sus fachadas escudarse, cuando él le suelta aquel comentario: ¿qué no la ha pagado por acostarse con ella, con una puta? Pero si eso es lo que ha hecho, ¿qué si no entonces? ¿Acaso es lástima o algún tipo de compasión? ¿Una broma? No, parece ir en serio...

Mas no le da tiempo a comprobarlo, porque para cuando reacciona y vuelve a la tierra, él ha desaparecido de la estancia, dejándola a solas con el goteo de agua, el viento que golpetea los ventanales y un conjunto de dudas que se recrimina a si misma por tener.

Eithne permanece inmóvil, largo rato, antes de girarse hacia el lavabo y apoyar en su superficie los codos, enterrando el rostro entre sus blancas manos. No sabe cuanto tiempo permanece así, completamente quieta salvo por los sutiles espamos que agitan su cuerpo, apenas perceptibles para incluso ella misma.

Tiempo después sale al exterior, recibiendo una ráfaga de aire que agita su ígnea cabellera y despeja su rostro. La luz natural le daña en sus ojos azules que, en aquellos momentos, se muestran húmedos. Unos ojos que, por suerte según ella, ahora mismo solo son visibles para ese gris amanecer que la acompaña en el solitario camino a casa.

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