¿Tú? ¿De nuevo? {Didier}

-Merci- agradeció a la camarera que le trajera su pedido, asintiendole con una sonrisa. Ésta negó con la cabeza sonriéndole en señal de que no tenía nada que agradecer y se alejó de la mesa.

Tomó la taza y bebió de ella un largo trago. Era su segundo café del día, en menos de diez minutos, algo exagerado pero ya estaba acostumbrado a eso. A esa hora de la mañana, le había hecho efecto la cafeína y se encontraba más despierto que cuando salió a la calle en busca de Natasha.
Continuó escuchando la historia de su vida, que como el detective había pensado, ahora se complicaba dejando de ser una vida trivial cualquiera. Así que era eso... Ella consideraba que las peleas que se iniciaron con sus padres por la tontería de elegir carrera tenía relación con el accidente de tráfico que la habían dejado huérfana, sin tiempo a despedirse o a dar siquiera disculpas por todo. No podía comprender el dolor que sentía ya que él no había perdido a sus padres, pero la pérdida repentina de su hermano a manos de Le Chien , sin haber tenido oportunidad de perdirle perdon, podía hacerle tener una idea del símil en el dolor. Solo que en su caso, él si estaba seguro de que era culpa suya su muerte.

moduló la voz para que su conversación no saliera más allá de aquella mesa, en privado -Estoy seguro de que tu familia no te culpa por la muerte de tus padres, ¿qué sentido tiene eso?--Y deben de estar preocupados. Cuando todo lo del asesinato acabe, deberías pensar en visitarlos... ellos también han perdido a tus padres, y estoy seguro de que no querrán perderte a ti-

¿Cómo era capaz de darle ese tipo de consejos sin siquiera seguirlos el mismo? Tenía una buena intención al decir esas palabras, pero a veces Didier Chicot podía llegar a ser un verdadero hipócrita.

Ya frente a él nada quedaba del caracter irritable de Natasha, ahora solo quedaba la pura melancolía y un profundo pesar. Sus últimas palabras las dijo de todo corazón, completamente a él, un extraño con una relación hacia ella de puro interés que le preguntaba más allá de su trabajo. Él sintió compasión, que no lástima, al creer entender como se sentía.

Como si olvidara donde se encontraba, ella se recogió las piernas para abrazárselas sobre su asiento, en medio de aquella cafetería. Él no le dijo nada al respecto ni procedió a seguir hablándole por el momento, entendiendo que necesitaría algo de espacio para volver a la realidad, totalmente abstraida en sus problemas.

Jugueteó con el borde de la taza, pasándole el dedo por el filo con la mirada fija en el recipiente, pensando en todo lo que le había confesado. La verdad es que a esa persona no le venía nada bien ser la único testigo de un asesinato, pero los hechos que suceden en el mundo no se paran a seleccionar a que personas les viene mejor para ser soportadas.

Tras ese corto espacio de tiempo que le dejó para estar ella consigo misma, le ofreció un pañuelo que guardaba en su chaqueta, mirándola a los ojos cerrados que de un momento a otro estallarían en lágrimas.

-¿Quieres cambiar de tema?-